Dr.Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista
Publicado en el Periódico La Nación bajo la dirección:
http://www.nacion.com/2010-03-07/Opinion/Foro/Opinion2292772.aspx
Abogado constitucionalista
Publicado en el Periódico La Nación bajo la dirección:
http://www.nacion.com/2010-03-07/Opinion/Foro/Opinion2292772.aspx
El reto esencial con el que se enfrenta la futura mandataria radica en gobernar a partir de la política grande, que implica inspirar en esta un nuevo espíritu. Una vocación asociada a un sostenido entusiasmo en el servicio del bien. Para ello será indispensable el ancla del carácter, que –como afirmaba Brenes Mesén– es don del corazón más que de la inteligencia. Es una pertinaz e inflexible determinación de la voluntad.
Lamentablemente parte de la clase política costarricense devaluó el verdadero concepto de la moral política y la interpretó como lo hacían los fariseos. Una anécdota política que ilustra lo anterior, fue la que tiempo atrás protagonizó un líder criollo que se dedicó a atacar a los funcionarios de cierto directorio legislativo con ocasión del gasto en la organización de sus recepciones. El incidente fue bautizado por la sátira partidista como “la ética de las galletas”. Como en la enseñanza contenida en la moraleja dela adúltera que pretendían apedrear cerca del templo, la lección de la anterior jornada electoral es que la moral política que exige la patria no es la que condena, sino la que inspira.
Si sabemos que asfixiar la libertad es la más maligna tentación de un gobernante, entonces igual reconocemos que una moral política sublime se sustenta desde la libertad. Por ello, en las sociedades fundadas a partir de esos ideales, la política solo puede hallar el rumbo aferrada a esas raíces. En el nuevo Gobierno socialdemócrata, el gran desafío será alcanzar los objetivos de la justicia, sin caer en la tentación de eclipsar el fuego de la libertad. Porque la mayor responsabilidad de un gobernante, es la de saber distinguir lo esencial y permanente cuando ello tiende a confundirse en la distorsión que trae lo pasajero. Saber impulsar el carro de la patria hacia la modernidad, sin atropellar los ideales que la hicieron posible.
Programa mínimo. Días antes del anterior cambio de Gobierno, –en el año 2006–, el periódico La Nación publicó un artículo en el que opiné sobre la necesidad de un programa mínimo ante el desafío de entonces. En aquel momento afirmé textualmente lo siguiente: “Un programa mínimo deberá implicar, al menos, la determinación absoluta del gobierno para sacar adelante cuatro tareas concretas urgentes: 1) concluir con rapidez las obras de la carretera –en proceso de construcción desde hace más de 30 años–, que comunicará el Valle Central y todo el Pacífico, con la frontera sur. 2) La modernización de los puertos. 3) La aprobación, ahora pendiente, de los acuerdos de promoción comercial' y.., 4)' una apertura de nuestra legislación en materia de infocomunicaciones que permita que en esa materia suceda con el ICE lo que sucedió con la Banca estatal en los Gobiernos socialdemócratas de la década de los ochenta. Así como ha podido coexistir una Banca estatal con una pujante Banca privada, será posible que un ICE moderno coexista con empresas privadas de info- y telecomunicación” .
Hoy, cuatro años después, recordando ese programa mínimo, sabemos que –tomando en cuenta el esfuerzo que todavía se hace en Limón en materia de puertos–, la tarea se alcanzó con denuedo. Pese a ello, sabemos que no es suficiente. De acuerdo con el Reporte de Competitividad Global 2009-10, creado por el Foro Económico Mundial, Costa Rica se rezaga frente a los esfuerzos de otras naciones centroamericanas –Panamá, Guatemala y El Salvador–, que nos están superando en la materia. Ahora el programa mínimo debe ser otro. Lo resumo sobre la base de cuatro prioridades urgentes.
Infraestructura. 1) En infraestructura la atención debe priorizarse en materia de producción energética. En un mundo en el que la producción de energía limpia es cada día más vital, desarrollar nuestro máximo potencial hidroeléctrico es un asunto de supervivencia nacional y nos permitirá depender menos del chantaje petrolero. 2) En combate a la desigualdad, en materia educativa lo más urgente es recuperar la brecha cualitativa entre la educación general básica pública y la privada. Para que esto sea posible, se necesita concebir de forma distinta al Ministerio de Educación.
Una medida práctica es la de descentralizar todas sus funciones administrativas en favor de los centros educativos y enfocarse exclusivamente en la inversión y mejoramiento constante de la calidad de la enseñanza. En el rubro de inversión educativa, deberá aplicar una estrategia similar a la utilizada con los colegios científicos y crear en las distintas regiones del país polos de alta calidad educativa pública en centros de alto desarrollo demográfico, de forma que la enseñanza de alta calidad esté al alcance de más población de escasos recursos. 3) En materia hacendaria se sabe que la solución no es nuevos impuestos y lo urgente es cobrar debidamente los existentes.
Otra medida pragmática: en sus orígenes como nación, nuestro país conoció la institución de la mayordomía tributaria, que consistía en permitir la colaboración de entes no gubernamentales debidamente acreditados, en el control de la evasión tributaria. Como retribución a su esfuerzo recibirían porcentajes predeterminados por ley de aquello recaudado en multas. Este mecanismo existiría exclusivamente como un complemento de los procesos ordinarios de control y fiscalización ya existentes, que hace el Estado por sí mismo, y sin que la recaudación escape de sus manos.
Megaproyecto. 4) Finalmente –al igual que Panamá lo hizo con la ampliación del Canal–, Costa Rica debe implementar un megaproyecto complementario a aquel transporte interoceánico como activador de la economía nacional. Para ello la idea del “Canal Seco” es óptima. Tanto que Guatemala ya se nos adelantó y ha firmado convenios en ese sentido. Un megaproyecto de esas dimensiones no solo revolucionaría nuestra economía –como lo ha hecho el Canal en Panamá–, sino que nos conectaría con las necesidades estratégicas del mundo desarrollado. Pero nada de ello es posible desde las mezquindades de la política pequeña.
Tampoco si llenamos de mercaderes el templo de la política nacional. La verdad sea dicha: tanto daño le hacen al país los obstruccionistas profesionales henchidos de “celo patriótico”, como los legionarios de la actividad privada que hoy se han involucrado en la pública, por negocio. Tanto daño hacen los zelotes como los cambistas del templo. Y en ese sentido, la Sra. Presidenta debe poner atención a un clamor a voces ahogadas, que exige que las posiciones públicas sean producto de una vocación genuina de servicio, y no se importen más desde las firmas legales involucradas en las contrataciones con el Estado. fzamora@abogados.or.cr
Lamentablemente parte de la clase política costarricense devaluó el verdadero concepto de la moral política y la interpretó como lo hacían los fariseos. Una anécdota política que ilustra lo anterior, fue la que tiempo atrás protagonizó un líder criollo que se dedicó a atacar a los funcionarios de cierto directorio legislativo con ocasión del gasto en la organización de sus recepciones. El incidente fue bautizado por la sátira partidista como “la ética de las galletas”. Como en la enseñanza contenida en la moraleja dela adúltera que pretendían apedrear cerca del templo, la lección de la anterior jornada electoral es que la moral política que exige la patria no es la que condena, sino la que inspira.
Si sabemos que asfixiar la libertad es la más maligna tentación de un gobernante, entonces igual reconocemos que una moral política sublime se sustenta desde la libertad. Por ello, en las sociedades fundadas a partir de esos ideales, la política solo puede hallar el rumbo aferrada a esas raíces. En el nuevo Gobierno socialdemócrata, el gran desafío será alcanzar los objetivos de la justicia, sin caer en la tentación de eclipsar el fuego de la libertad. Porque la mayor responsabilidad de un gobernante, es la de saber distinguir lo esencial y permanente cuando ello tiende a confundirse en la distorsión que trae lo pasajero. Saber impulsar el carro de la patria hacia la modernidad, sin atropellar los ideales que la hicieron posible.
Programa mínimo. Días antes del anterior cambio de Gobierno, –en el año 2006–, el periódico La Nación publicó un artículo en el que opiné sobre la necesidad de un programa mínimo ante el desafío de entonces. En aquel momento afirmé textualmente lo siguiente: “Un programa mínimo deberá implicar, al menos, la determinación absoluta del gobierno para sacar adelante cuatro tareas concretas urgentes: 1) concluir con rapidez las obras de la carretera –en proceso de construcción desde hace más de 30 años–, que comunicará el Valle Central y todo el Pacífico, con la frontera sur. 2) La modernización de los puertos. 3) La aprobación, ahora pendiente, de los acuerdos de promoción comercial' y.., 4)' una apertura de nuestra legislación en materia de infocomunicaciones que permita que en esa materia suceda con el ICE lo que sucedió con la Banca estatal en los Gobiernos socialdemócratas de la década de los ochenta. Así como ha podido coexistir una Banca estatal con una pujante Banca privada, será posible que un ICE moderno coexista con empresas privadas de info- y telecomunicación” .
Hoy, cuatro años después, recordando ese programa mínimo, sabemos que –tomando en cuenta el esfuerzo que todavía se hace en Limón en materia de puertos–, la tarea se alcanzó con denuedo. Pese a ello, sabemos que no es suficiente. De acuerdo con el Reporte de Competitividad Global 2009-10, creado por el Foro Económico Mundial, Costa Rica se rezaga frente a los esfuerzos de otras naciones centroamericanas –Panamá, Guatemala y El Salvador–, que nos están superando en la materia. Ahora el programa mínimo debe ser otro. Lo resumo sobre la base de cuatro prioridades urgentes.
Infraestructura. 1) En infraestructura la atención debe priorizarse en materia de producción energética. En un mundo en el que la producción de energía limpia es cada día más vital, desarrollar nuestro máximo potencial hidroeléctrico es un asunto de supervivencia nacional y nos permitirá depender menos del chantaje petrolero. 2) En combate a la desigualdad, en materia educativa lo más urgente es recuperar la brecha cualitativa entre la educación general básica pública y la privada. Para que esto sea posible, se necesita concebir de forma distinta al Ministerio de Educación.
Una medida práctica es la de descentralizar todas sus funciones administrativas en favor de los centros educativos y enfocarse exclusivamente en la inversión y mejoramiento constante de la calidad de la enseñanza. En el rubro de inversión educativa, deberá aplicar una estrategia similar a la utilizada con los colegios científicos y crear en las distintas regiones del país polos de alta calidad educativa pública en centros de alto desarrollo demográfico, de forma que la enseñanza de alta calidad esté al alcance de más población de escasos recursos. 3) En materia hacendaria se sabe que la solución no es nuevos impuestos y lo urgente es cobrar debidamente los existentes.
Otra medida pragmática: en sus orígenes como nación, nuestro país conoció la institución de la mayordomía tributaria, que consistía en permitir la colaboración de entes no gubernamentales debidamente acreditados, en el control de la evasión tributaria. Como retribución a su esfuerzo recibirían porcentajes predeterminados por ley de aquello recaudado en multas. Este mecanismo existiría exclusivamente como un complemento de los procesos ordinarios de control y fiscalización ya existentes, que hace el Estado por sí mismo, y sin que la recaudación escape de sus manos.
Megaproyecto. 4) Finalmente –al igual que Panamá lo hizo con la ampliación del Canal–, Costa Rica debe implementar un megaproyecto complementario a aquel transporte interoceánico como activador de la economía nacional. Para ello la idea del “Canal Seco” es óptima. Tanto que Guatemala ya se nos adelantó y ha firmado convenios en ese sentido. Un megaproyecto de esas dimensiones no solo revolucionaría nuestra economía –como lo ha hecho el Canal en Panamá–, sino que nos conectaría con las necesidades estratégicas del mundo desarrollado. Pero nada de ello es posible desde las mezquindades de la política pequeña.
Tampoco si llenamos de mercaderes el templo de la política nacional. La verdad sea dicha: tanto daño le hacen al país los obstruccionistas profesionales henchidos de “celo patriótico”, como los legionarios de la actividad privada que hoy se han involucrado en la pública, por negocio. Tanto daño hacen los zelotes como los cambistas del templo. Y en ese sentido, la Sra. Presidenta debe poner atención a un clamor a voces ahogadas, que exige que las posiciones públicas sean producto de una vocación genuina de servicio, y no se importen más desde las firmas legales involucradas en las contrataciones con el Estado. fzamora@abogados.or.cr