lunes, 13 de septiembre de 2010

LAS PREMISAS DEL DESARROLLO

Dr.Fernando Zamora Castellanos.Abogado constitucionalista

En La paradoja europea, Noam Chomsky señala que un estado organizativo de alta complejidad solo se alcanza cuando los individuos proceden mediante formas y capacidades similares. La certeza de esa observación amerita repasar los principios del desarrollo, escudriñándolos de la historia de las naciones que lo han logrado en libertad. No sin antes advertir que Vaclav Havel afirmaba que el político solamente puede ofrecer un número muy limitado de cosas, básicamente ciertas condiciones para que tengamos una vida más digna y proteger las libertades genuinas. Pero garantizar un paraíso terrenal no es posible, porque hay un límite donde el ideal degenera en utopía. De ahí la necesidad de distinguirlos, pues los ideales son necesarios, más las utopías son delusorios y peligrosos espejismos. Madres de los regímenes absolutistas de la humanidad. El primer condicionante esencial del desarrollo depende de la calidad de la cultura de la nación. Esta sola enunciación provoca la pregunta inmediata sobre cuáles parámetros determinan esa calidad, de los cuales al menos cuatro son esenciales: a) Que la población resguarde y practique coherentemente sus consensos éticos. b) Que la población eleve sostenidamente sus niveles de complejidad educativa y de conocimiento, c) También dependerá de la dimensión de los objetivos nacionales y de la conciencia que exista en la comunidad para alcanzarlos. Argamasa que elabora el común sentido de destino. d) Finalmente por la noción igualitaria de su convivencia. Aclaro esto último: Carlos A. Montaner se lamentaba preguntando cómo era posible nuestro atraso, si cuando se estableció la Universidad San Marcos de Lima, Boston aún era pantanos. Parte de la respuesta radica en que, a diferencia de la gradual colonización de Boston, muchas de nuestras sociedades, -como la limeña-, se establecieron a través de sangrientas conquistas que derivaron en comunidades con abismales distancias socio culturales. Y esta pauta ha marcado diferencia entre aquel norte y nuestro sur. Los expertos en historia estadounidense Nevins y Commager, señalaban que al ser sus colonizadores hombres que transplantaron al nuevo mundo una ancestral civilización sustentada en la práctica coherente de los elevados valores éticos de la judeocristiandad, aquella nación aprovechó desde su fundación seis mil años de cultura. A escena entraron maduros y audaces. La segunda premisa del desarrollo consiste en que la ciudadanía posea garantía de libertades delimitadas por fronteras morales claras. La libertad es el factor que estimula la iniciativa, y por ende la imaginación y cultura de los ciudadanos. Así la prosperidad la alcanzan solo sociedades cuyos habitantes disfruten mejores condiciones de ejecutar lo que imaginan. Las naciones en proceso inflacionario de regulaciones y leyes, son cada día menos libres, pues existe una relación proporcionalmente inversa entre ambas. Todo estadista escoge si forja un país de libertades y normas coherentes, o uno excedido en leyes, pero sin libertades. Falaz es creer que la elevación cultural y espiritual de la nación depende de sus leyes. Y sin olvidar que, -tal como sucede con la cosecha del fruto-, el cual posee un punto de maduración que no debe ser traspasado, igualmente existe un frágil equilibrio entre las libertades y las fronteras morales que las delimitan. La tercera premisa: la sociedad que pretenda el desarrollo debe limitar el poder dentro de un equilibrado balance. Refiero que equilibrado pues, así como es claro que se le debe limitar el poder a quien lo ejerce para evitar abusos, los llamados a ser sus contrapesos no deben caer en la tentación de asumir el control del mismo, como lo ha venido mal haciendo aquí nuestra Sala constitucional. La cuarta condición del crecimiento depende de la equidad y estabilidad de las leyes del país. Demos por descontado que Estados con leyes desproporcionadas e irrazonables, o con regulaciones que constantemente están siendo variadas mediante una pertinaz alteración de las reglas del juego económico, repelen la voluntad de inversión. El quinto presupuesto del desarrollo dependerá de la vocación universal que tenga la comunidad. Las sociedades cerradas son autofágicas. El Estado debe proteger ese cáliz sagrado que es la identidad de los valores nacionales, pero no por ello debe ser hostil al mundo exterior. El desarrollo no depende exclusivamente de la comunidad nacional, sino también de cuan inteligente sea la inserción de ella en el mundo, de tal forma que le sea posible aprovechar lo positivo del progreso mundial en lo científico, técnico y comercial. A pesar de su pésima política social y de distribución del ingreso, no podemos negar que gracias a su vocación cosmopolita, Panamá tiene una economía dinámica que ha evitado caer en las graves honduras en las que se han sumido otros países centroamericanos. Por ello es que las políticas migratorias draconianas no son inteligentes. Estas deben ser selectivas, pero nunca injustamente hostiles con el buen migrante, que es motor de progreso. El postulado final de una prosperidad integral está sujeto al equilibrio entre crecimiento económico y adecuada distribución de la riqueza. Uno de los ejemplos históricos más dramáticos de esta verdad, lo protagonizaron los reformadores estadounidenses antimonopolio. Las cruzadas de estadistas como W.Wilson o los Roosevelt, salvaron a su nación de la quiebra económica y moral, y dejaron al mundo la lección acerca de la vital importancia de un sano equilibrio en la distribución de los bienes producidos. fzamora@abogados.or.cr