PARAMETROS PARA UNA VISION NACIONAL
Dr.Fernando Zamora Castellanos.
Publicado en el Periódico La Nación
http://www.nacion.com/2012-04-22/Opinion/Parametros-para-una-vision-nacional.aspx
Ortega y Gasset llamaba épocas “cumulativas” a los períodos donde
las generaciones sienten suficiente homogeneidad entre lo propio y lo heredado.
Donde el cambio conveniente se resiste y lo que debe ser nuevo se subordina a lo
existente. Dichas eras solo son alternadas cuando se impone un espíritu de
cambio. Hoy los retos globales de la humanidad, imponen a esta generación la
necesidad de una nueva perspectiva.
Aunque una generalizada convicción es que nuestra actual
atomización partidaria parece no permitir consensos específicos en todas las
áreas de la vida nacional, al menos es necesario definir parámetros que
representen rutas generales o rieles por donde deben encarrilarse, tanto las
políticas públicas como las iniciativas legislativas. Son una suerte de diques
de contención. Cualquier iniciativa política que pretenda ir en sentido
contrario a dichos parámetros, se expone a chocar contra la nueva historia que
se escribe. Como una pequeña contribución al foro público, enuncio cinco
parámetros que percibo deben orientar la visión nacional.
Estado participativo. El primer parámetro a reconocer es el del
Estado participativo. Sucesora directa de la revolución industrial, la
revolución digital de los últimos cincuenta años prepara un escenario
pasmosamente diferente. Ante la magnitud del desafío, el Estado costarricense
debe repensar estrategias graves que permitan sentar las bases de una nueva
cultura constitucional. Los cambios que se propongan en el modelo de Estado
costarricense, deben orientarse en función de otorgar mayor poder de decisión a
la ciudadanía. El empuje provocado por el nuevo paradigma, detona las bases
mismas de la democracia de representación y la hace tambalear en dirección hacia
su inexorable sustitución. Vamos hacia cambios participativos como el de la
administración pública electrónica, hacia una capacidad comunicativa y de toma
de decisiones democráticas de tipo bidireccional, en la que el habitante no solo
accede fácilmente a la información, sino que puede tomar decisiones a corto
plazo. Una adecuada sistematización jurídica debe catalizar esa mayor y mejor
interacción de los ciudadanos con el Estado, en función de democratizar aún más
el poder. Este es el primer parámetro.
Desafío ambiental. El segundo parámetro está relacionado con el
desafío ambiental. Las políticas públicas deben orientarse en función del
objetivo de la promoción de energías limpias. El sistema de desarrollo
energético, de transporte, o de infraestructura urbana, –entre otros aspectos–,
debe implementarse en función de ello y en pro de objetivos como el del ideal de
un país libre de carbono. Sostener y promover el chantaje petrolero es transitar
en contra vía del futuro. En esta materia, otra prioridad de Estado debe ser,
por una parte, una política de reforestación mucho más ambiciosa, y por otra,
orientar la política de repoblamiento hacia los centros urbanos y de vivienda
vertical. De continuarse con la actual tendencia, centrífuga y enfocada en el
desarrollo urbanístico horizontal, se cierne una amenaza ambiental inminente.
Ahora bien, igualmente es indispensable reconocer que la pobreza y la escasez
económica atentan seriamente contra el ambiente. Esto hace que –en forma
paralela a una buena política ambiental– sea menester dinamizar la economía.
Para esto debe revertirse nuestra excesiva propensión de imponer –por motivos
sustentados en la ecología– una infinita sucesión de regulaciones prohibitivas
del desarrollo. El ambiente se protege atacando una de sus mayores amenazas: la
pobreza y la limitación cultural, que surgen allí donde se estanca el
desarrollo.
Economía global. Este razonamiento nos lleva a enunciar el tercer
parámetro para una adecuada visión nacional, el de nuestra necesaria inserción
en la economía global. Este parámetro implica reconocer la necesidad de una
política sostenida de atracción de inversiones, de promoción del libre comercio,
y una reconversión educativa que priorice en la educación tecnológica. Valga
anotar que promover el dinamismo de la economía de tal forma que la inversión y
el libre comercio sea posible, implica reconocer la actual necesidad de empezar
a transitar un camino de deflación legislativa, porque en la era global, es
imposible sostener la competitividad del país, con la actual inflación de
normas, regulaciones y cargas impositivas que asfixian la inversión. Arrancar un
proceso desregulador es prioridad nacional. El propósito de la autoridad y el
poder no es el de restringir, inhibir, demorar u oprimir el potencial nacional y
los talentos que están a su cuidado. Más bien consiste en proporcionar la
atmósfera que promueva el despliegue de los talentos y las fuerzas de los
individuos de la sociedad que dirigen.
Un Estado rector. El cuarto parámetro para una visión nacional es
la aspiración de un Estado rector. Estamos urgidos de una revolución copernicana
respecto de como concebir el Estado. En esta era de la información, la única
forma de que el Estado vaya al veloz compás que la sociedad civil impone, es
permitiendo que las mismas fuerzas sociales que dirige, coadyuven en el alcance
de sus objetivos. Esto implica reconocer la necesidad de sustituir el Estado
ejecutor en función de uno rector. Liberar la potencia y la iniciativa de la
misma sociedad civil a través de organizaciones no gubernamentales, asociaciones
y colectivos cívicos que progresivamente lo sustituyan en la ejecución de
acciones que ordinariamente ha venido realizando el Estado con cada día mayor
costo y menor eficacia. El exitoso programa Estado de la Nación, en el
que confluyen instituciones públicas con auspiciadores y organizaciones no
estatales, es solo un ejemplo que ilustra lo afirmado.
Los valores de la nación. Finalmente, el quinto parámetro, se
refiere al fundamento que constituyó los valores de la nación. Es el parámetro
más importante de todos. Sustenta a los demás. Es piedra fundacional que inspira
tanto nuestra cultura como al núcleo más importante de la sociedad, la familia.
Al igual que sucede con las personas, el sentido existencial de las sociedades
no se circunscribe a su éxito material. Este último parámetro se fundamenta en
la herencia espiritual de nuestra nacionalidad, que es el mismo de occidente:
sus valores cristianos. El que una nación promueva la libertad de pensamiento,
no debe implicar que renuncie a los valores espirituales que por siglos han
esculpido sus anteriores generaciones.
En una sociedad abierta como la nuestra, en la que las actuales
generaciones batallan con una andanada de modas filosóficas, cosmovisiones
pasajeras, exóticas creencias y en la que debe pervivir el libre juego de
fuerzas intelectuales y sociales, no es sabio que nuestra nación renuncie a lo
que por siglos ha representado la orientación existencial de nuestro pueblo.fzamora@abogados.or.cr