miércoles, 5 de noviembre de 2014

CONQUISTAR EL DESARROLLO



Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado Constitucionalista

Publicado en España bajo las citas:

Publicado en el Periódico La Nación:

Un pueblo educado sabe que el desarrollo no se alcanza por decreto, aunque la artimaña de enunciar utopías grandilocuentes permita al demagogo convencer al ciudadano simple de que es posible alcanzar por esa vía, algún tipo de arcano Shangri-lá. Citando nombres como el de Lincoln reconocemos que, aunque excepcionalmente, el mesianismo político es posible, pero lo usual es que el político con aires mesiánicos sea peligroso. Sino recordemos que son mayoría los personajes estilo Chaves en Venezuela, Trujillo en República Dominicana, o en Camboya, Pol Pot. Déspotas que arrastraron a sus pueblos al abismo. Es que la responsabilidad del liderazgo no implica únicamente señalar el camino, pues lo verdaderamente esencial es que éste sea correcto. Porque mientras el líder plantea ideales, el demagogo riesgosas utopías. De ahí la necesidad de hacer distinción. Los ideales son visiones anticipadas de perfecciones venideras y las utopías delusorios y peligrosos espejismos. El ideal es hijo de la inspiración, la utopía engendro del delirio. No por casualidad los regímenes totalitarios de la historia, siempre han sido precedidos por panfletos imbuidos de delirios mesiánicos. Por ello entendamos que, como un proceso gradual, el desarrollo no se decreta sino que se construye a través de la cultura.

En 1986, al finalizar su discurso de toma de posesión, Alan García hizo una serie de anuncios grandilocuentes. A la salida de la ceremonia, la prensa abordó al expresidente José Figueres -que ya anciano-, era uno de los invitados internacionales. Se le preguntó no solo respecto de las exageradas pretensiones de García, sino, en general, acerca de lo que podía hacerse por el desarrollo del Perú. Figueres espetó sin titubear: “¡No gran cosa antes de cincuenta años de escuela!” y allí murió la entrevista. Por ello apuntemos que el factor fundamental que condiciona el desarrollo de una nación es la cultura de su pueblo. Ahora bien, la pregunta sería entonces, ¿cuáles parámetros determinan la calidad de la cultura? Al menos son cuatro esenciales: a) Que la población eleve sostenidamente sus niveles de complejidad educativa y de conocimientos. Aunque los conocimientos no necesariamente implican cultura, ésta es imposible sin información de calidad. B) Dependerá también de la calidad y dimensión de los objetivos nacionales y de la conciencia que exista en la comunidad para alcanzarlos. Por demás está anotar que uno de los graves peligros que como sociedad enfrentamos, es la incapacidad de la clase política general de señalar derroteros, pues éstos son la argamasa que elabora el común sentido de destino. C) Que la población resguarde y practique coherentemente los valores que permitieron forjarla. Las culturas que han decaído, son las que renegaron de sus valores. De ahí los peligros de la actual intransigencia laicista que actualmente afecta a las sociedades de consumo. D) Finalmente generar condiciones para una convivencia social lo más justa posible. Con una ilustración explico esto último. Cuando en la Ciudad de Lima la Universidad de San Marcos realizaba graduaciones, la región de Boston aún eran pantanos. Si esto era así, ¿qué sucedió en el ínterin de entonces a hoy y cuál la explicación de nuestro actual atraso? Los historiadores Nevins y Commager, señalaban que lo que los colonizadores norteamericanos hicieron, fue trasplantar al nuevo mundo los valores judeocristianos que con fidelidad practicaban, y al hacerlo, aprovecharon seis mil años de  cultura. Otra razón es que el gradual asentamiento de las sociedades norteamericanas, se hizo por colonos con un sentido mucho más igualitario de convivencia, y en territorios con menor población de etnias antagónicas. A diferencia de gran parte de las comunidades latinoamericanas que, desde el inicio, ostentaron abismales distancias socio-culturales en grandes mayorías de su población.

Pues bien, la segunda premisa del desarrollo consiste en que la ciudadanía posea garantía de libertades delimitadas por fronteras jurídicas y morales estables. La libertad es el factor que estimula la imaginación y por ende la iniciativa de los ciudadanos, por lo que la prosperidad la alcanzan solo las sociedades cuyos habitantes disfruten de mejores condiciones para ejecutar lo que imaginan. Las naciones en proceso inflacionario de regulaciones, son cada día menos libres, pues existe una relación proporcionalmente inversa entre ambas. Falaz es creer que la estatura cultural y espiritual de una nación solo depende de sus leyes. La tercera premisa: la sociedad que pretenda el desarrollo debe limitar los poderes dentro de un equilibrado balance que evite abusar de ellos. En esta premisa de orden constitucional no me extendiendo, pues es harto conocida desde los tiempos de Montesquieu. La cuarta condición del crecimiento depende de la equidad y estabilidad de las leyes del país. Demos por descontado que Estados con leyes desproporcionadas e irrazonables, o con regulaciones que constantemente están siendo variadas mediante una pertinaz alteración de las reglas del juego, destruyen las condiciones del desarrollo.

El quinto presupuesto del desarrollo dependerá de la vocación universal que tenga la comunidad. Las sociedades cerradas son autofágicas. El Estado debe proteger ese cáliz sagrado que es la identidad de los valores nacionales, pero no por ello debe ser hostil al mundo exterior. El desarrollo no depende exclusivamente de la comunidad nacional, sino también de cuan inteligente sea la inserción de ella en el mundo, de tal forma que le sea posible aprovechar lo positivo del progreso mundial en lo científico, técnico y comercial. A pesar de su pésima política social y de distribución del ingreso, no podemos negar que gracias a su vocación cosmopolita, Panamá tiene una economía dinámica que ha evitado caer en las graves honduras en las que se han sumido los otros países centroamericanos. Por ello es que las políticas migratorias draconianas no son inteligentes. Estas deben ser selectivas, pero nunca injustamente hostiles con el buen migrante y con quien viene a invertir. Ambos son motores de progreso. El postulado final de una prosperidad integral, está sujeto al equilibrio entre crecimiento económico y adecuada distribución de la riqueza. Uno de los ejemplos históricos más dramáticos de esta verdad, lo protagonizaron los reformadores estadounidenses antimonopolio. Las cruzadas de estadistas como Woodrow Wilson o ambos Roosevelt, salvaron a su nación de la quiebra económica y moral, y dejaron al mundo la lección acerca de la vital importancia de un sano equilibrio en la distribución de la riqueza generada.  fzamora@abogados.or.cr