Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado Constitucionalista
Publicado en el Periódico El
Imparcial de España bajo la siguiente dirección: http://www.elimparcial.es/noticia.asp?ref=149203
Publicado en el periódico La Nación bajo la siguiente
dirección:
Muchos de los problemas que sufre el Estado son reflejo de una crisis
de liderazgo político. La historia ha demostrado que tal liderazgo, determina
la prosperidad y el rumbo de las naciones y las sociedades. Por ello, si no
hacemos consciencia de qué es lo que debemos entender por un adecuado liderazgo
público, el estado de la cultura social empeorará. En función de contribuir a
tal propósito, señalaré lo que considero son algunos de sus elementos básicos.
Veamos. Ortega y Gasset sostenía que el hombre estaba condicionado por sus
circunstancias. Igualmente las generaciones políticas son hijas de sus
circunstancias. Para entender esto, basta conocer las ilustraciones en los
anales de los pueblos. José de San Martín fue un gigante. Su grandeza la forjó ante
el desafío de liberar a los sudamericanos del yugo español. Organizó el
regimiento de Granaderos con el que enfrentó a los realistas en San Lorenzo.
Nombrado Jefe del Ejército del Norte, prefirió libertar Chile. Preparó el
ejército en Mendoza con el que cruzó los Andes y derrotó a Maroto en Chacabuco.
No conforme con vencer en Santiago, buscó apoyo en Buenos Aires para libertar
el Perú. Pese a ser derrotado en Cancha Rayada, venció en Maipú y en 1821
conquistó la independencia peruana. Auxilió a Bolívar con tropas dirigidas por Andrés
de Santa Cruz, y al no llegar a un acuerdo con él en Guayaquil, renunció a su
cargo de Protector y marchó a Europa. Siete años después, -al regresar a
Sudamérica-, lo que encontró fue guerra civil y caos. Murió en Francia desilusionado,
al igual que Bolívar. Sus herederos políticos jamás tuvieron su misma estatura
espiritual. La lección de esa historia es que la primera calidad del liderazgo siempre
estará condicionada por la dimensión del desafío que le corresponde vivir a
cada generación.
Un segundo elemento es el
carácter. Heráclito decía que el carácter de un hombre es su destino. Estoy
convencido que la cualidad esencial de un líder debe ser un carácter noble
sustentado en la fuerza moral de un gran ideal. Y entiendo el carácter como la
conducta ética que se manifiesta en la persona como derivación de principios y
valores con los que está comprometido. El carácter es la potencia que permite
que un liderazgo perdure. Éxito y liderazgo son conceptos que se cruzan solo
ocasionalmente, pues lo que socialmente se entiende por éxito, no es lo que
garantiza la conquista de lo que es esencial en la vida. El carácter en el
líder estará siempre condicionado por su determinación de sostener los valores
frente a la sutil tentación de lo conveniente. De hecho, el éxito momentáneo
poco tiene que ver con el verdadero liderazgo, pues la personalidad abre las
puertas, pero solo el carácter las mantiene abiertas y preserva el legado.
Un tercer parámetro es la
comprensión de que el liderazgo es ejercicio de múltiples componentes: la
certeza de una visión, acompañada de capacidad y potencial para un propósito
impreso en el espíritu. El propósito es un poder interior del alma que da la
dirección hacia la cual el estadista debe dirigirse. En cambio, la visión es la
anticipación imaginada del ideal. Es ver algo superior que aún no es, como si
ya existiera; conceptos que abrasan al líder como anticipaciones de lo
venidero. En palabras de José Ingenieros, creencias aproximativas acerca de una
próxima perfección. En ocasiones, percibo la convicción de que uno no tiene la
visión, sino que es algo así como que la visión lo posee a uno. Como una pasión
que no te abandona. Una quimera que no se desvanece. Casi como un deseo que
irrita porque permanece inconmovible en el interior, obligándonos a salir de la
zona de comodidad, en función de lo que se sabe mejor. Para quienes somos
creyentes, lo concibo como una impresión diseñada en el alma en función de cada
misión personal. Una perspectiva personal inspirada por Dios, que condiciona
nuestro futuro.
Precisamente por ello, es que
nacemos todos con distintos potenciales, que son nuestros talentos innatos. Puntos
de partida con los cuales podemos desarrollar posteriormente nuestras
capacidades, conocimientos y habilidades. Siempre contamos con un potencial o
“diseño” impreso para la misión que nos ha sido encomendada, por lo que
dependerá de nosotros mismos confiar en esa innata capacidad y desarrollarla.
Lo anterior es indispensable reconocerlo, pues gran parte de nuestra crisis, tiene
que ver con el problema de quienes se involucran en la actividad política sin
un llamado genuino; todo en función de un oportunismo condicionado por las
prebendas que genera la simple administración del poder, como si el liderazgo
consistiese en reclutar seguidores y no en alcanzar propósitos. Tampoco se
trata de un asunto de retribuciones. Quien es fiel al fuego interior de su
propósito, se sentirá compelido a cumplirlo, sea que perciba o no
compensaciones por ello. Tarde o temprano, la provisión para su misión será
recibida si persevera en su objetivo. ¿O es que acaso Gaudí esperó la seguridad
de la retribución y los recursos financieros cuando inició la monumental Basílica de la Sagrada Familia?
Sobre el tema del éxito y del
liderazgo tiende a publicarse mucha superficialidad, cual si ser líder fuese estrictamente un tema
de posición, títulos o cualificaciones y dependiese de algo así como técnicas,
metodologías o estilos de dirección. Sin embargo, ¡¿qué es un líder, sino
alguien que conoce para qué nació y en razón de ello actúa?! El político puede
ejercitar las más sofisticadas técnicas de liderazgo, pero todo ello será
infructuoso si no lo mueve una convicción genuina, pues nuestro carácter estará
determinado únicamente por la valía y legitimidad de aquello que anunciamos
creer. El talentoso autor M. Munroe, -recién fallecido-, sostenía que el
impulso del propósito produce una convicción que, a su vez, genera una visión y
ésta, como resultado final, provoca una pasión que inspira e influye en los
pueblos. Así las cosas, nuestro problema esencial como país es el de una
generación política carente de propósito, y por ende, convicciones y visión. Cuando
se carece de ello, -tal y como hoy nos está sucediendo-, no puede haber agenda nacional
ni hoja de ruta. fzamora@abogados.or.cr