Abogado constitucionalista.
Publicado en el diario La Nación:
http://www.nacion.com/opinion/foros/Defensa-comunista-libre-comercio_0_1593440646.html?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_content=2016-10-25&utm_campaign=rss-opinion
Su afirmación fue contundente. Dijo
que el gobierno de China, “censura el proteccionismo en el comercio entre las
naciones y reconoce que es el libre comercio internacional lo que asegura la
prosperidad de los pueblos”. Aunque tal afirmación haría revolcarse en su tumba
a los fundadores Mao o Marx, la realidad es que esa frase fue expresada por Yue
Yue, directora para Latinoamérica de la Cancillería china, a una delegación de
líderes latinoamericanos reunida este setiembre en Pekín. El mismo gobierno que
es dirigido por el P.C.Ch., la organización comunista más poderosa del orbe, y una
de las más longevas de la historia humana.
El comunismo chino no llegó a esa conclusión sustentándose en el Libro Rojo de Mao, ni en el Das Kapital, de Marx, sino sustentados en la evidencia
irrefutable. Allí arribaron obligados por sus propias circunstancias
socioeconómicas e históricas. Después del “Gran
salto adelante”, el trágico experimento maoísta de planificación económica
centralizada, -y que produjo la muerte por inanición de más de treinta millones
de civiles-, surgió una generación de políticos chinos rendidos a la evidencia,
quienes asumieron el poder en 1976 tras la muerte del “gran líder”.
Esta generación, inicialmente dirigida
por Deng Xiao Ping, implementó tres procesos de apertura económica que los llevó
a conquistar el desarrollo económico más portentoso de la actualidad. En solo
tres décadas pasaron de ser una nación pobre, a convertirse en la segunda
potencia mundial del orbe. Portento tal que ha permitido que, desde 1981 y
hasta el año 2001, su ritmo de crecimiento alcanzase un promedio del 10% anual y
el establecimiento de más de 600 nuevas ciudades en esos años. ¿Cómo lo
lograron? Con una serie de medidas. A partir de 1978, se descolectivizó la
agricultura otorgándose además terrenos para el usufructo agrícola de las
familias, y permitiendo que los campesinos conservaran parte de lo producido.
Esto disparó la productividad al punto que las parcelas privadas representaban
cerca del 40% del ingreso familiar. Se permitió además la inversión extranjera
y la iniciativa privada. En la segunda etapa, iniciada en 1984, se
descentralizó el control estatal permitiendo la iniciativa de las provincias en
las fórmulas de crecimiento. A partir de 1993, -durante el tercer proceso y en la
Presidencia de Jiang Zemin-, muchas actividades anteriormente estatales pasaron
a ser parte de la iniciativa privada. Además se introdujo el desarrollo de la
tecnología de punta, se bajaron los aranceles y se reformó el sistema
financiero, ingresando el país en el 2001 a la Organización Mundial del
Comercio, e impulsando el estímulo a la libertad económica internacional.
La modernización y la libre economía,
se combinó con una política de estímulo hacia las zonas rurales, que implicó la
derogación de los ancestrales impuestos agrícolas, el subsidio al productor
agrario, la capacitación intensiva al productor en el uso de maquinaria
agrícola moderna, el apoyo financiero para su adquisición y la inversión en
servicios públicos en dichas zonas. Esto produjo un vertiginoso aumento de la
productividad agrícola, llevándolos a ocupar un lugar de primacía mundial en la
producción de trigo, arroz, tubérculos como la papa, hortalizas y otros
vegetales. Tanto así que, pese a que China es hoy un portento tecnológico,
industrial y de servicios, sin embargo su agricultura representa un importante
10% de su PIB.
A raíz de que en el 2015 cayeron sus
exportaciones por vez primera en siete años, el gobierno chino metió el
acelerador a su propio “plan Marshall”, el cual es dirigido a su zona o región
de influencia inmediata. Su plan se denomina el “Corredor económico de la ruta
de la Seda”, y consiste en una estrategia de inversión a largo plazo para
estimular la economía en las regiones por donde ancestralmente transitaron las
exportaciones chinas a Occidente, como también de la otra vía de exportación a
través de la franja de influencia marítima. Aparentemente, el gobierno chino se
propone ensayar la fórmula que convino a los Estados Unidos en la posguerra, y
que fue estimular las economías de las naciones que se convertirían en sus
socios comerciales. Máxime si advertimos el alto grado de pauperización en la
que se encuentran las naciones de la franja de influencia de dicha ruta. Así,
la fórmula de desarrollo que parece haberle funcionado a China, consiste en una
triple combinación de: 1) apertura y libertad económica, 2) intensiva inversión
en tecnología, y 3) simultánea asistencia y subsidio al productor agrícola
rural. Nótese que en esta fórmula también está la solución socialdemócrata costarricense:
por una parte, un agresivo impulso de la libertad comercial, pero acoplada con
un firme apoyo al productor agrícola.
Ahora bien, ¿qué es lo paradójico de
todo esto? Esta realidad ofrece múltiples paradojas que reflejan lo absurdo de
los prejuicios ideológicos. Veamos. Hoy, la organización comunista más grande
del mundo es una poderosa defensora de la libertad comercial, pese a que originalmente
su ideario proscribía esa posibilidad. Mientras tanto, en los Estados Unidos, -históricamente
un celoso promotor de la libertad comercial-, sucede que un candidato
republicano con fuertes posibilidades de asumir el gobierno de la nación, se
pronuncia hoy contra la libertad de comercio internacional. Y allí una multitud
de votantes se entusiasma con esa diatriba particularmente vehemente. En
nuestro país la situación también resulta irónica. Pese a que el más poderoso
gobierno de izquierda en el mundo ha debido reconocer la necesidad de la apertura
comercial mundial para el desarrollo, -amén que la evidencia demuestra el
exitoso resultado-, aquí un importante sector de la sociedad política, -imbuida
de prejuicio ideológico- insiste en satanizar dicha libertad. Tanto que su
buque insignia para desprestigiar a la socialdemocracia costarricense, ha sido atacar
las iniciativas que, en ese sentido, el PLN ha propuesto durante los últimos
treinta años. Así las cosas, hoy nuestra izquierda criolla radical comparte una
tesis común con el ultra derechista candidato republicano: un acendrado rencor
contra el libre intercambio internacional de bienes y servicios. A ellos les
contesta Deng, el sensato sucesor de Mao: “…si no nos abrimos para desarrollar
nuestra economía, y para asegurar el sustento de la gente, estaremos en un
callejón sin salida”. fzamora@abogados.or.cr