Abogado constitucionalista.
Publicado en el diario La Nación:
http://www.nacion.com/opinion/foros/Economia-potencia-moral_0_1652634724.html
El informe del 2014 de la Asociación americana para el avance de la
ciencia, advierte el enorme riesgo de que las emisiones de CO2 continúen
impulsando las temperaturas mundiales. De mantenerse el proceso de
calentamiento, los fenómenos ambientales irreversibles equivalen a permanecer
dentro de un vehículo cuyo conductor, circulando
a alta velocidad, ha perdido el control de la dirección y los frenos. La
realidad es que ya no es sostenible mantener la elaboración industrial de
muchos productos que agreden de forma grosera a la ecología planetaria, pese a
que ello sea posible aún gracias a la capacidad del capitalismo. Así las cosas,
sostener hoy la actividad industrial ambientalmente agresora, es una conducta carente
de toda fuerza moral, por lo que, si pretendemos garantizar nuestra subsistencia
como especie, no habrá otra salida que la de inyectarle potencia moral a la
economía de mercado.
Una ilustración de la economía de mercado sin fuerza moral, es el
monetarismo especulativo que provocó la crisis financiera del 2008. Ahora bien,
no se me malinterprete. Si bien es cierto los socialdemócratas rechazamos la
economía carente de dirección moral, seguimos creyendo que las fuerzas
económicas deben jugar dentro de una dinámica de libertad. De lo contrario,
caeríamos en el totalitarismo marxista, que abraza el dogma de que -por sí sola-,
la actividad productiva en libertad es perversa. Lo que sería una abdicación
grave, pues precisamente la socialdemocracia nació como una alternativa
combativa frente al marxismo. Atacamos tanto el totalitarismo de Estado, como
el de mercado, pues creemos en la economía de mercado más no en la sociedad de
mercado. Ante el grave desafío ambiental, lo que los socialdemócratas de este
siglo proponemos, es que las potencias productivas libres sean conducidas de
tal manera que se conviertan en solución, y no en coadyuvante del problema
ambiental. Y aunque en la socialdemocracia se han levantado voces como la de la
periodista canadiense Naomi Klein, quien sostiene sin mayor margen de
negociación que por sí mismo el mercado está contra el clima y enfatiza en los
movimientos de masas como resistencia al embalaje en el que estamos, los
movimientos indignados, aunque llenos de buena intención, no ofrecen mayor
respuesta alternativa.
El principio es que, así como el mercado ha permitido que se desate una
producción ambientalmente agresora, también es capaz de promover la reversión de
ese proceso mediante el estímulo de una suerte de eco-capitalismo. O sea, una
economía de mercado enfocada en la actividad ambientalmente sostenible; ya sea por
imperativo de ley, como también por otros estímulos económicos o tributarios, además
de la implementación de políticas públicas que se conviertan en conductoras de
las fuerzas del capital hacia la sostenibilidad. Esto es así porque la
socialdemocracia, más que ideología, se acerca a ser filosofía política, y como
tal, nació para orientar la libertad humana y no para conculcarla. No olvidemos
que junto con la justicia, la solidaridad y la igualdad, también la libertad es
uno de sus postulados filosóficos básicos.
Es innegable que el mercado se ha caracterizado por su
capacidad de producir riqueza; el desafío consiste en determinar si tal “eco-capitalismo”,
o la economía de mercado enfocada en la protección ambiental, sería capaz de
convertirse en un poderoso motor en función de ese objetivo. Por
ello, en lugar de esposar la mano invisible del mercado, los socialdemócratas
afirmamos la necesidad de que esa mano exista, pero orientada. La
economía de mercado sin fuerza moral, como lo es por ejemplo el monetarismo
meramente especulativo, no es capaz de impedir que buena parte del monumental
esfuerzo productivo de la sociedad se derroche hacia actividades que amenazan el
clima y por ende la existencia humana. Un capitalismo desprovisto de propósito
ambiental, no será viable a mediano plazo, pues activa una maquinaria de
consumo que es insostenible. Un “lujo” que ya el planeta no se puede dar. Ahora
bien, el hecho de que el sistema de mercado sin dirección moral esté fracasando,
no implica que, por sí sola, tal herramienta -el mercado-, no sea útil, como
sucede cuando canaliza hacia fines éticos las potencias que desata. ¿O acaso no
han sido empresas de la economía de mercado las que desarrollan tecnología
energética ambientalmente sostenible? En esa diferencia se sostiene la esencia
de una propuesta socialdemócrata moderna. Como la trágica Princesa
de Argos, las fuerzas del mercado pueden ser tanto monstruosas como salvadoras.
Dependerá de los fines hacia los cuales éstas sean conducidas. La descomunal
capacidad que poseen las fuerzas del capital para conquistar logros colectivos,
fue históricamente probada por la tenebrosa conducción del nacional socialismo
alemán. Lamentablemente sucede como en el mito de la caja de Pandora, pues cuando esas fuerzas son desatadas vesánicas e
ingobernadas, son promotoras de males superlativos. Pero si son conducidas
moralmente, actúan en beneficio del hombre, como un Prometeo sin cadenas.
El marxismo acierta en su discurso de que el planeta
no sobreviviría el actual modelo mundial de consumo, pero la alternativa que
ofrece es falaz, porque el llamado “socialismo real” es un atavismo que implica
retroceder al arado con bueyes, como le sucedió a Cuba. Ante los descomunales
desafíos mundiales en materia alimentaria, energética y ambiental, astutamente
lleva agua a sus molinos y juega
con el espejismo de que la solución es
proscribir el mercado, pero ese es un remedio tan negativo como el mal que
aspira combatir. Cuando el gobierno estadounidense exigió a Detroit que
recondujera la producción de sus
ineficientes vehículos en función de una producción automotriz ambientalmente
amigable y energéticamente novedosa, insinuaba la vía correcta para enfrentar el
reto. Esa vía es la instauración de políticas públicas que aspiren a dirigir
las potencias del sistema de mercado hacia la solución de los grandes desafíos
humanos. Medidas de ese tipo deben de implementarse a escala global y en muchas
otras actividades económicas, en las que se torna indispensable la
investigación y desarrollo de las tecnologías que contribuyan a combatir los
tres desafíos más acuciantes: el
alimentario, el ambiental, y el energético.
Las fuerzas económicas son capaces de logros sociales titánicos, siempre
y cuando operen sobre el fundamento de una libertad individual éticamente
dirigida hacia fines de desarrollo sostenible. La consolidación del cambio
energético y la liberación del chantaje petrolero que sufrimos, son de los más desafiantes
retos políticos que enfrentamos y que, querámoslo o no, requiere de la participación
de la iniciativa privada para conquistarlos. fzamora@abogados.or.cr