Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Con insistencia he sostenido que el primer condicionante del desarrollo es la cultura, por lo que es el coeficiente cultural de las naciones, lo que determina su prosperidad o miseria. Por ello, con mi reciente libro “Raíz de miseria”, que abraza esa idea-fuerza, aspiré a contribuir al debate existente alrededor de las innumerables teorías del desarrollo. Pues bien, en apoyo a mi tesis, ha llegado a mis manos un profuso estudio dirigido por los economistas Philip Keefer y Carlos Scartascini, patrocinado por el Banco Interamericano de desarrollo (BID).
Dicho
estudio sostiene que la confianza, que es uno de los elementos esenciales en la
cultura social, radica la clave de la cohesión social y el crecimiento de los
países. Pues bien, lo primero es advertir lo que entendemos por confianza. El
concepto de confianza se resume como la certidumbre de lealtad en aquello donde
se deposita nuestra voluntad, o bien nuestros actos. Es la convicción, ya sea
en el prójimo, o en el colectivo por el que se optó. La mala noticia es que,
según la encuesta integrada de valores, a la que refiere el citado estudio del
BID, la confianza interpersonal en América Latina es la más baja del planeta,
al extremo que, solamente una de cada diez personas afirma confiar en los
demás. Una estadística que, por cierto, ha venido cayendo en barrena, pues
hasta hace cuarenta años, la desconfianza estaba en la mitad del actual porcentaje.
En relación al gobierno es aquí, en Latinoamérica donde la desconfianza es
también la más alta del mundo.
Las
consecuencias de la baja confianza en las instituciones públicas son graves,
pues el efecto directo de la falta de confianza es el temor. Además de que
debilita el ideal patriótico, provocando con ello una sociedad que asume el
cinismo como regla de comportamiento. Con el debilitamiento de la consciencia
cívica, crecen los niveles de informalidad y resistencia a la legalidad, pues
la gente que desconfía del sistema, es la que se rehúsa a sujetarse al
ordenamiento y sus regulaciones. Con las
empresas sucede igual como ocurre con los individuos, las cuales tienden a huir
de aquellos países en los que éstas perciben un trato hostil hacia ellas. Tal
hostilidad puede tener grados de intensidad que van, desde una orden tajante de
expropiación sin mayor indemnización, hasta la sutil pero constante insistencia
en controlarlas, regularlas, y encarecerles su costo de legalidad. Al límite de
reducirles sus utilidades a cotas absurdas, hasta hacerles inviable su
existencia práctica. Esta última es una disimulada mecánica que se limita a las
dos tácticas perfectas de siempre: por una parte, regulaciones, y por otra,
impuestos, ambos crecientes. A partir de allí, prosigue un círculo vicioso que
afecta también otras áreas de la actividad productiva, como el sistema de
crédito, que vive de la confianza y la certidumbre de los compromisos pactados.
En
relación al tema de la confianza, estudiosos del comportamiento humano han
determinado que, las personas que se sienten burladas, tienden a renunciar a la
dinámica que las involucró en el engaño, lo que, en materia política, afecta
diversos aspectos como el nivel de abstencionismo electoral, o la capacidad de
los habitantes para emprender iniciativas comunales o colectivas que coadyuven
en el mejoramiento de su calidad de vida. Y en ese sentido, hechos como el alto
abstencionismo, que la ciudadanía tiende a asumir con gran indiferencia, al
final provocan realidades políticas muy inconvenientes, como la que se ha
vivido en nuestro país con los clanes que se han perpetuado por más de tres
décadas en las corporaciones municipales, gracias al altísimo abstencionismo
que sufrimos en ese tipo de procesos electorales.
Otra
peligrosa situación a señalar, es el fenómeno político particular que ha venido
ocurriendo en Costa Rica. Desde que el Presidente Chaves asume su candidatura
presidencial, abraza como estrategia de campaña, un discurso de permanente
descrédito contra las distintas instituciones democráticas del país, estrategia
que refuerza una vez que toma el control del gobierno. La paradoja de tal
actitud, es que pareciera que nuestro Presidente no advierte que uno de los elementos
esenciales de la gobernabilidad, es la confianza de los ciudadanos en sus
instituciones, algo que, por ejemplo, es vital en aspectos como la recaudación
tributaria, pues los niveles de desconfianza ciudadana en la administración de
los distintos intereses públicos, tiende a transitar en paralelo con una baja
recaudación tributaria. En otras palabras, si la gente deja de confiar en las
distintas dependencias públicas, como lo son, entre otras, la administración de
justicia, el parlamento, o las instituciones electorales, el ciudadano también tenderá
a evadir sus obligaciones tributarias y, -tal como ya indiqué-, tomará además
el atajo de la informalidad, eludiendo la legalidad en todo momento que le sea
posible. Esa actitud ciudadana es, precisamente, la que le hará harto difícil
la labor al gobernante Chaves que, para el buen funcionamiento de un gobierno,
depende de una simbiosis entre funcionarios públicos enfocados en objetivos que
les permitan cimentar la capacidad institucional, y una ciudadanía dispuesta a
colaborar con esas instituciones. O sea, que los habitantes se involucren en
los esfuerzos del desarrollo. En otras
palabras, ante las fallas del sistema, es una estrategia suicida, -y de piernas
cortas-, azuzar los resentimientos y las frustraciones de la ciudadanía; inicialmente
la táctica puede parecer que funciona, pero es un espejismo, pues no se llegará
largo con ella.
En
sentido contrario, ¿qué nos dice el estudio de los economistas Keefer y
Scartascini, que debe hacerse para recuperar la confianza social? Lo primero
que afirman es la necesidad de elevar los niveles culturales y educativos de la
población, pues su estudio demuestra que las personas mal informadas, y
carentes de conocimientos esenciales, son las que tienden a ser más vulnerables
al engaño, y como consecuencia, son las que más desconfiarán después del
sistema democrático. En cambio, quienes mejor comprenden su entorno, la realidad
que los rodea, tienen mayor capacidad de confianza. Otro aspecto vital en tal
confianza, es la capacidad del gobernante en enfocarse en las iniciativas
públicas que verdaderamente le permitan cumplir sus promesas. Las promesas solo
es posible cumplirlas con políticas públicas y proyectos de gobierno concretos,
y no con retórica como simple objetivo de manipulación popular. fzamora@abogados.or.cr