viernes, 31 de enero de 2025

EL PAPEL CLAVE DE LAS COMUNIDADES EN LA LUCHA CONTRA LA DELINCUENCIA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista

Es primordial definir una política nacional de seguridad y replantear el sistema de seguridad. Planteo aquí algunas ideas al respecto. En cuanto a lo primero, esa doctrina de seguridad debe estar sustentada en un presupuesto sostenible, para lo cual propongo un mínimo de inversión en al menos un 0,5% del Producto interno bruto (PIB). Menos de eso es insuficiente. El hecho de que el presupuesto sea menor a ese porcentaje impide, entre otros aspectos, una estabilidad y mejora en las condiciones laborales de la policía. Lo que ha impulsado la delincuencia es un tipo de crimen organizado que se sostiene en tres factores: la producción de droga, el narcotráfico y el aumento del consumo. Aquí no se produce la droga a gran escala, por lo que deben combatirse el tráfico y la prevención del consumo. Tenemos más de 1700 comités de seguridad comunitaria integrados por vecinos honestos, que conocen la realidad de su comunidad y saben quiénes son los delincuentes que azotan su entorno, el problema es que carecen de recursos para colaborar con el orden policial y están totalmente desprotegidos. Aunque jamás debe enviárseles a enfrentar a la delincuencia, estos comités sí podrían integrar una gran red nacional de inteligencia de forma que la información que formalmente estos comités recaben, y que remitan por canales formales secretos, sean lo que determinen las acciones, tanto de prevención como de represión en coordinación con el OIJ, la Fuerza pública y la policía municipal.  Debe legislarse para dotar a los comités de seguridad comunitarios de recursos tecnológicos y herramientas legales de coordinación con la policía, dando potestad de que los informes de los comités de seguridad vecinal sean vinculantes para iniciar investigaciones, instalar controles audiovisuales de vigilancia del crimen en las comunidades, bajo el cuidado de estos comités vecinales, y a su vez, que estos audiovisuales sean monitoreados en centros de control regionales dirigidos, sea por la policía municipal o por la fuerza pública, estableciendo vía ley las estrategias de coordinación entre la policía y dichos comités.

Enfrentamos terrorismo en su versión de delincuencia común asociada al narcotráfico, y no podemos negar que esa es conducta terrorista.  Las penas para el terrorismo deben diferenciarse de la delincuencia común por lo que es necesaria una reforma a nuestra legislación para agravar todas las penas asociadas a conductas que sean consideradas como delincuencia terrorista, agravando los atentados armados contra la integridad física del personal policial del país. Igualmente es indispensable regular legalmente la ofensiva antivalores de exceso de violencia e hipersexualidad que se promueve en los medios dotando de mejores herramientas a la oficina de censura que antes funcionaba para controlar los programas y el contenido audiovisual para menores. Debe reformarse la ley de la dirección de inteligencia y seguridad para que potencie su misión como institución de inteligencia contra el narco y endurecer el cumplimiento de la pena carcelaria haciendo más estricta la excarcelación en delitos violentos y relacionados con narcotráfico. En este aspecto debe incluirse la tenencia de las armas prohibidas dentro del esquema de delitos violentos. Además, agravar con una mayor y especial calificación, el hecho de que un adulto mayor de 25 años, utilice como partícipe de un delito violento o de narcotráfico, a un joven menor de 21 años, ya sea instigándolo, utilizándolo como cómplice, actuando el adulto como autor intelectual, pues en prácticamente la totalidad de los delitos violentos del narco en los que intervienen jóvenes, los autores intelectuales son narcos adultos.

Analicemos otras reformas necesarias: la ley de armas en su artículo 97, castiga la portación de puñales, que son lo usual en asaltos y asesinatos, con la pena de uno a tres meses de prestación de trabajos de utilidad pública. Sin embargo, cuando un juez impone esta sanción, en más del 90% de los casos, ésta no se cumple. No se cumple en un porcentaje superior al 90% y no tiene ningún tipo de consecuencia, lo cual es una burla al sistema. No existe la posibilidad de imponer una sanción alternativa, ni tampoco algún tipo de castigo sustituto en caso de que el reo incumpla la orden de prestar trabajo de utilidad pública por lo que debe reformarse la ley de armas para que en caso de que el reo incumpla la sanción de realizar el trabajo comunitario, esta se convierta en una pena más severa, como lo es la prisión por corto término. Lo anterior se agrava pues según estadísticas del 2019 al 2023, en una de las jurisdicciones del área metropolitana, un 57% de los condenados incumplió el beneficio de hacer obra social, que es una medida alternativa a la prisión. O sea que el 57% de los reos no atendió el beneficio de obra pública, que lo salvaba de prisión. Cuando eso sucede, basta una orden del juzgado de ejecución de la pena para revocar el beneficio y que el reo cumpla la prisión; el problema radica en que el juez sentenciador del poder judicial, envía a adaptación social los informes del reo, la causa y el dato de que debe cumplir con la medida alternativa de obra pública, pero si el reo no se presenta a cumplir la pena, el asunto queda en un limbo. Al final el reo no cumple el beneficio de la obra social, ni cumple la prisión. El ministerio de justicia se justifica diciendo que el reo nunca se presentó a su dependencia y al no presentarse, no puede abrirle expediente. Por otra parte, el juzgado de ejecución de la pena nunca se entera del caso porque no existe ningún expediente que el ministerio de justicia le haya abierto al reo, y finalmente por razones similares, el tribunal de juicio original, -que conmutó la sentencia de prisión por la alternativa de hacer obra pública o social-, no se entera del incumplimiento y el reo queda impune. Una barbaridad que debe resolver adaptación social pues apenas recibe comunicación del juez de abrir el expediente al condenado, el Ministerio debe actuar si en el plazo de ley, el reo no se presenta a sus oficinas, avisándole al Juez de ejecución de pena que debe revocar el beneficio de conformidad con el art. 56 bis del código penal. Por eso es también urgente aprobar una ley de ejecución de pena. fzamora@abogados.or.cr  

POR QUÉ PROSPERAN LAS NACIONES

 Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista

 Desde que la paz de Westfalia consolidó el Estado moderno, la respuesta a la pregunta que titula este artículo, concentra la vida intelectual. A través de la historia múltiples teorías del desarrollo han aspirado a descifrar el acertijo, y fue en razón de esta interrogante que este año los economistas Daron Acemoglu y James Robinson fueron premiados por la real academia sueca de las ciencias con el nobel de economía. Su obra más popular titulada Por qué fracasan los países, establece una verdad que, a mi criterio, es parcial, pues, aunque ellos sostienen que el fundamento para el desarrollo está en las instituciones políticas democráticas, estoy convencido que la propuesta de establecer instituciones democráticas e inclusivas, no basta para alcanzar la prosperidad de las naciones. Lo aseguro sustentado en la prueba histórica. Aún por la vía forzosa se han establecido instituciones democráticas con aspiración de inclusividad, pero si la fundación de esa institucionalidad no la respalda una cultura social que la acompañe, es imposible que esas instituciones, por sí solas, puedan generar condiciones de desarrollo. Entre otros lugares en África, Haití o Afganistán se han impuesto a la fuerza estructuras institucionales democráticas, pero los intentos han fracasado porque son sociedades que carecen de las aptitudes culturales que permiten que estas instituciones se consoliden en el tiempo. Esto es porque el secreto de la prosperidad no está en las instituciones como tales, sino en la cultura de la sociedad.   

Así las cosas, volvemos al punto de partida: ¿por qué prosperan las naciones? no por otra cosa sino por la cultura que abrazan, por su coeficiente cultural. Ahora bien, la cultura es el conjunto de convicciones comunes que condicionan el comportamiento social. Por cultura debe entenderse el código o sistema de valores y principios forjado gracias a la experiencia de vida de las sucesivas generaciones que nos antecedieron. Tanto la cultura como el coeficiente cultural de una sociedad, es el conjunto de convicciones y principios que una sociedad practica al momento de tomar decisiones morales. Como la cultura es una vocación espiritual que dirige y orienta la conducta y los pensamientos de los ciudadanos, las sociedades con alto coeficiente cultural son aquellas en las que la gran mayoría de sus habitantes tienen como vocación la toma de decisiones morales correctas, o donde la sumatoria de esas decisiones es alta. En otras palabras, entre más decisiones morales certeras toman individualmente los ciudadanos, más prosperidad habrá en dicha sociedad. Amerita aclarar que, aunque la prosperidad implica capacidad económica, el poderío económico, por sí solo, no garantiza prosperidad, sino el coeficiente cultural. Si bien es cierto que la cultura está condicionada por convicciones, y éstas se alimentan de la información que recibimos, la cultura no depende exclusivamente de la información, ni de la capacidad económica, sino que se forja como una vocación del espíritu. Por ello la cultura se deriva de tres fuentes primarias: la fe, la familia, y la educación. Y es también la razón que provoca que la cultura la determinen básicamente los valores, como por ejemplo lo son el sentido que tengamos sobre lo que para nosotros es bondad, orden, honor, honradez, lealtad, belleza, temor de Dios, trato personal o “urbanidad” tal como en el pasado se denominaba a los buenos modales. Por eso en gran medida la cultura de las sociedades está influida por el sustrato de fe o el modelo de espiritualidad que ha sustentado la cultura nacional. 

Hay otras respuestas que pretenden explicar por qué se logra la prosperidad, pero sin duda son insuficientes. La teoría marxista leninista afirmaba que el desarrollo se logra a partir de la concentración en el Estado de todos los factores de producción en una economía de planificación centralizada, lo que es posible cuando la clase trabajadora toma forzosamente el poder político, e instaura un régimen proletario. Sabemos que los colapsos que han sufrido los intentos de poner esta teoría en práctica, la han desacreditado absolutamente. En el extremo contrario se haya el liberalismo clásico, que se sustentaba en la tesis de que la prosperidad era resultado de una combinación de libertad y especialización de la actividad económica capitalista. Los críticos que han opuesto objeciones sobre la inviabilidad de esta teoría, alegan que, si para desarrollarse bastara únicamente la libertad económica capitalista y la ausencia de regulaciones y restricciones, entonces países como Haití, una de las economías capitalistas menos reguladas, sería próspera y no miserable. Lo que resulta claro es que, por más libertad económica que se posea, si la sociedad carece de cultura, -algo indispensable para prosperar-, no basta solamente la libertad económica y comercial.

Al margen de esos dos grandes planteamientos que dominaron la vida política e intelectual de los siglos XIX y XX, han surgido una infinidad de tesis alternativas que pretenden contestar la interrogante con la que titulé este artículo. Por ejemplo, la teoría de la dependencia es uno de esos enunciados alternativos, la cual sostenía la necesidad de desembarazarse del vasallaje comercial que provocaba que los países subdesarrollados del sur se limitaran a suministrar materia prima a las naciones ricas del norte, las cuales nos devolvían manufacturada la materia prima a un costo mucho mayor. Con el surgimiento multipolar de nuevas potencias como Corea del sur, que antes fue una nación subdesarrollada, y la demostración de que la desigualdad en la división del trabajo es un problema que también afecta las economías domésticas del norte desarrollado, esta última tesis perdió crédito. Existen múltiples teorías más; por ejemplo, en su obra Armas gérmenes y acero, Jared Diamond sostiene que, lo que provocó un mayor poderío de unas naciones sobre otras, fue la combinación de factores geográficos y ambientales, amén de la actividad militar, conjugada con el uso de las herramientas de acero y la propagación de gérmenes afectando algunas sociedades, como ocurrió en la conquista americana. Esta teoría también ha sido descartada por carecer de rigor académico en muchas de sus afirmaciones. En fin, reafirmo que la prosperidad y el desarrollo no son sino resultado de la cultura social.

fzamora@abogados.or.cr  

Porqué creo en el mensaje de la Navidad

 Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista

Inician las celebraciones de esta navidad en épocas convulsas para el cristianismo. No por casualidad en noviembre del año 2021 el diario Corriere della Sera informaba que Helena Dalli, la comisaria para la igualdad de la comisión europea, propuso formalmente que en Europa se prohibiera la frase “feliz navidad”. Esta situación no es nueva en la historia humana, que ha conocido, -en múltiples épocas, circunstancias y geografías-, feroces ataques al mensaje de la navidad. Frente a ese desafío yo pregunto: ¿podemos en el siglo XXI confiar plenamente en el mensaje navideño que nos ofrece el evangelio?

La noticia que cada diciembre la Navidad nos trae, resulta inexplicable para la razón humana. Refiriéndose a los paganos, tal y como lo expresó en su hermosa epístola que dirigió a la primitiva iglesia asentada en Roma, San Pablo les recordaba a ellos que es a partir de la belleza y el orden como se puede conocer a Dios, principio y fin del universo. Reflexionar en el mensaje navideño es también interrogarnos sobre la existencia de Dios, y a pesar del dolor que nos acarrea el mal en todas sus manifestaciones, es en ese orden y esa belleza, de la que escribía Pablo, que percibimos señales de que nuestra alma espiritual no puede tener origen más que en esa portentosa idea revelada de su indudable existencia.

Negarse a dicha evidencia, es quedar atrapados en la idea insensata que de la nada surgió todo, siendo que la evidencia nos afirma que “la nada” no tiene posibilidad creadora alguna. Para llegar a esa deducción nos basta apegarnos al principio lógico de la "no contradicción", que sostiene que una afirmación no puede ser - al mismo tiempo-, su propia negación, por lo cual pensar que la nada por sí sola pudo producir algo, representa la mayor violación de dicho principio lógico. A partir de allí viene a nosotros la pregunta más importante de la filosofía que hiciera Leibniz: ¿por qué existe todo en vez de nada? La respuesta más coherente a esa pregunta, la ofrece la inescrutable noción de Dios, concepto que ha sido revelado a la humanidad por siglos, y del cual estamos naturalmente diseñados para intuirlo. Si por la lógica anterior reconocemos que la fe es razonable, la consecuencia de ello es aceptar que lo milagroso puede suceder. Los cristianos creemos que el milagro más grande de la historia es que el Señor se reveló a la humanidad encarnándose en un hombre que vino al mundo a proclamar el mensaje más poderoso de la historia, o en palabras de George Stevens, a protagonizar la más grande historia jamás contada.

Este mes en el que celebramos la nochebuena, lo primero es advertir que esencialmente celebramos un acontecimiento y no una doctrina moral. Menos aún una teoría teológica. Conmemoramos el nacimiento de quien murió martirizado asegurando que su propósito de vida fue proclamar una verdad de proporciones escandalosas. De ahí que el erudito C.S. Lewis aseguraba que, frente a la persona de Jesucristo, no había manera de permanecer indiferente, -pues a partir de que Él afirmaba ser el mismo Creador encarnado-, solo había dos caminos: o era el demente más grande de la historia, o en efecto, es quien dijo ser.

En su favor, habla una vida coherente en razón de su misión de vida y la realidad de una prueba testimonial implacable. En este punto la experiencia nos permite reconocer que una persona podría estar dispuesta a morir por ideas que cree ciertas, aunque no lo sean, pero nunca por hechos que sabe falsos. Así pues, ¿qué sucedió en el itinerario de vida de quienes, siendo testigos de sus obras y conducta, concluyeron de forma contundente con la frase “¡verdaderamente eres el hijo del Eterno!” (S. Mateo14.33)?  Me refiero a testigos todos que prefirieron morir martirizados, antes que negar el hecho de que lo habían visto resucitado. Se convencieron de acuerdo a lo que observaron, por ello “ver” es el verbo más usado en los evangelios: 100 veces en el escrito por Mateo y 220 en el de Juan. En un contexto como el de la Palestina del siglo I, ocupada por el brutal régimen de Tiberio César, aquello literalmente era un asunto de vida o muerte; no podía tratarse de una romántica disquisición de ideas, ni mucho menos de simples ensoñaciones y sugestiones, sino de “…lo que hemos visto con nuestros ojos…es lo que os comunicamos” (1Juan1:1-3).

Por otra parte, está el milagro que implicó su mensaje, de cuyo impacto el mismo Jesucristo dio fe al asegurar: “…mis palabras no pasarán” (S. Mateo 24:35). Pues bien, ciertamente la revelación que la Navidad encierra, es un concepto que el historiador Cesar Vidal resume en una expresión: Dios viene al encuentro del hombre, -y en tal aventura-, se entregó a la muerte de cruz pagando el precio del pecado, redimiéndolo. Como bien lo resume el filósofo español José Ramón Ayllón, si la fe en el misterio de la navidad fuese absurda, habría que preguntarse ¿por qué ha sido razonable para miles de hombres cultos a través de tantas generaciones, y tantos cataclismos históricos? Aún más, ¡¿qué misterioso designio ha hecho que esa quimera permanezca erguida viendo derrumbarse, por el poder de su esperanza, a tantos imperios, poderes, revoluciones y contrapoderes que se le opusieron?! ¡¿Qué poderosa fuerza hace que, una vez que se da por muerta la esperanza en el pesebre, como si fuese un fenómeno del ayer, ésta de repente se asoma nuevamente firme y atrevida hacia el futuro?!

En conclusión, creo en el milagro de la Navidad porque es una convicción razonable. Por eso entiendo que la existencia tiene sentido y propósito, y que ese propósito es forjar un carácter sustentado en el amor al prójimo, hasta alcanzar la meta de vivir la eternidad con Dios, de tal forma que la misión de cada uno, es el camino práctico por medio del cual ejercemos dicho propósito personal, y es la razón por la cual se nos asignaron ciertas capacidades, dones y talentos, a partir de los cuales, sutilmente, se nos insinúan nuestros objetivos y metas concretas. Se resume en un solo concepto: nuestro “llamado” en la vida. De ahí que la alegría es resultado de experimentar una vida intencionada espiritualmente, y de tal certeza, como bien lo señala el distinguido psicólogo español Enrique Rojas, se deriva el buen arte, la buena ciencia y la filosofía sabia. ¡Feliz Navidad 2024!

fzamora@abogados.or.cr