viernes, 16 de enero de 2009

¿Quién se robó las banderas?

Dr.Fernando Zamora Castellanos

Publicado por el Periódico La Nación, Costa Rica el 16 de enero 2009
http://www.nacion.com/ln_ee/2009/enero/16/opinion1841490.html

Quien en la historia ha tenido como ideal de vida, la defensa y promoción de nuestra hispanoamericanidad, es acreedor de las glorias propias de una causa imbuida de sublimidad y grandeza. De ahí que sea un censurable atentado contra nuestras raíces, desnaturalizar la latinoamericanidad, -o a la “indoamericanidad” como Haya de la Torre la llamó-, de su profundo contenido trascendente, arrebatándole a nuestra cultura, su rica impronta espiritual y cristiana. Este es un crimen cultural que han venido cometiendo los profetas del materialismo dialéctico desde años atrás. Escribo estas reflexiones a raíz de alguna información que he recibido sobre las efemérides del 50 aniversario del deceso del insigne filósofo José Vasconcelos (1882-1959), trotamundos cuya vida fue de lucha no solo contra el determinismo y mecanicismo positivista, confrontando el determinismo biológico racista y la concentración total del poder, durante lo que se llamó en México, el “Porfiriato”, sino que, además, su lucha fue también contra los grupos de poder que robaron las banderas del movimiento social que fue la revolución mexicana, desnaturalizándola de sus legítimos ideales originarios, y desatando en ese país, -so pretexto de defender las banderas de la justicia social-, una feroz persecución contra el cristianismo. Entonces se agigantó la figura de Vasconcelos quien, pese a ser una personalidad de talla mundial en la revolución mexicana, defendió con gallardía los valores cristianos de nuestras nacionalidades. Entendía que detrás del discurso radical contra el cristianismo que esgrimían los grupos de poder revolucionario, se escondían antivalores verdaderamente enemigos del genuino ideal de la latinoamericanidad. De ahí que, cuando el Presidente Obregón le asigna la responsabilidad de levantar la educación de su pueblo y dirigir, -de hecho refundar-, la Universidad Nacional Autónoma, lo hace bajo la consigna “Por mi raza hablará el espíritu”, desarrollando un hermoso sincretismo entre el ideal indoamericano y nuestra rica herencia cristiana. Posterior a aquel gran movimiento social mexicano, el Siglo XX sería testigo de como se entronizan en el mundo las grandes dictaduras inspiradas en el materialismo histórico. Ellas, inspiradas en dicha particular cosmovisión, proscribieron toda manifestación de espiritualidad de los pueblos que sojuzgaron. Aún hoy observo como las banderas de la hispanoamericanidad han sido hurtadas por los profetas del materialismo dialéctico, engendrando entre muchos el falso convencionalismo de que, quien se ufane de ser un buen cultor de nuestra latinoamericanidad, debe hacerse acompañar siempre de un arsenal intelectual cargado de los prejuicios propios de lo que ha sido el más enconado materialismo marxista, como lo es por ejemplo, la apología de la lucha de clases, la promoción de la anglofobia, la satanización que acusa al libre comercio como si fuese un mal en sí mismo, la militancia anticlerical, o enlistarse a favor de todo lo que implique arremeter contra los ideales defendidos por los valores judeocristianos. De esta forma, instrumentan este chantaje ideológico para medrar ilegítimamente, robando las banderas de la rica veta cultural que la indoamericanidad aporta, censurando de antemano a todo intelectual disidente que no cohoneste aquellos desvíos, y desautorizándolo con el trillado sambenito de traidor de “la(s) revolución(es)”, como le sucedió a Vasconcelos. Su independencia y honestidad intelectual le costó la Presidencia de la República en las elecciones de 1929, la que le fue robada en el fraude más escandaloso que vivió ese país en el Siglo XX, y tras una asesina persecución contra sus seguidores. Hechos que son ejemplo del tipo de conducta política que sirvió de inspiración a la escritora Angeles Mastretta para la novela en la que se basó la obra cinematográfica más cara de la historia latinoamericana y hoy nominada al Oscar 2009 como mejor película extranjera. En su total medida, la falacia ideológica que combatió Vasconcelos es la misma responsable de las tristes experiencias populistas que hemos sufrido, -y continuamos sufriendo-, en muchos de nuestros países latinoamericanos.