miércoles, 25 de febrero de 2009

Una Reforma Sensata

Una Reforma Sensata

Dr.Fernando Zamora Castellanos

Publicado por el Periódico La Nación, San José de Costa Rica

http://www.nacion.com/ln_ee/2009/febrero/24/opinion1885053.html

“Se garantiza en la República la libertad de cultos, a la vez que se reconoce en la judeocristiandad, el fundamento y tradición histórica de los valores nacionales”. Una reforma de este tipo, para el art. 75 constitucional, cumpliría objetivos importantes: protegería la diversidad de cultos en nuestro país, resguardaría el fundamento de nuestra identidad histórica y eliminaría el monopolio confesional.
Valga agregar que el precepto constitucional así planteado no solo reconoce las tres grandes tradiciones que nuestra nación ha acogido en su seno, como son la católica, la evangélica y la judía, sino que, además, protege la práctica de todo otro culto que sea ejercido en nuestro territorio y que esté sustentado en otros sistemas de valores.

De tal forma, se resguardarían constitucionalmente tanto los caros ideales de la libertad, como nuestra histórica identidad cultural en esa materia. Esta tesis la he venido esgrimiendo en artículos antes publicados, reconociendo que –si es necesario eliminar la confesionalidad católica del Estado– debe conservarse el resguardo de nuestro sistema de valores. No obstante, he sido confrontado por la intolerancia de los dogmáticos de una laicidad llevada al extremo, que pretende borrar en su totalidad de nuestro mapa constitucional dicha cara tradición.
Como sucedió con el legendario caballo de la Troya antigua, en toda esta ofensiva se esconden otros intereses, que obviamente NO son el de proteger la práctica de otros cultos, lo que de por sí ya está sobradamente garantizado en Costa Rica. En momentos en que se vislumbran futuras discusiones trascendentales, como sin duda será la del aborto, el verdadero objetivo es eliminar del texto constitucional la barrera que representa dicho sistema axiológico, el cual reiteradamente nuestra Sala ha reconocido como importante informador de nuestra constitucionalidad.

lunes, 9 de febrero de 2009

¿Una nación sin identidad?

¿Una Nación sin identidad?

Publicado en el Periódico La Nación el 6 de febrero 2009.

http://www.nacion.com/ln_ee/2009/febrero/07/opinion1867249.html

Dr.Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista

Por la aparente inconveniencia de que nuestro Estado ostente una determinada confesión religiosa ha tomado fuerza la idea de la laicidad estatal. Sin embargo, con la ofensiva de los promotores de la laicidad, -más allá de aquella iniciativa-, lo que en realidad está en juego, es si la Constitución Política de Costa Rica debe conservar la identidad judeocristiana de nuestra nación, o si, -por el contrario-, debe prescindir de ella. Laicidad, no es identidad, es carencia de ésta. Un estado laico, es uno axiológicamente indefinido, equidistante de todo otro referente. Claudicante en los valores trascendentes. La Academia de la Lengua, define el concepto de laico como carente de órdenes. Laicidad no es ser, es NO ser. Si es conveniente eliminar de la Constitución la confesión católica de nuestro Estado, debe llenarse ese vacío conservando una firme y clara referencia a nuestra vocación judeocristiana, evitando la indefinición axiológica de nuestro sistema constitucional, que degeneraría en una nación sin su histórica identidad. Como sostuvo Aragón, una genuina constitucionalidad, no es solo una fría normatividad de garantías que sostengan el esqueleto jurídico del Estado. Ella es, además, la firme enunciación de los ideales y valores de la nacionalidad que ampara. En todo estrado donde se les permitía, los próceres del derecho Piza Escalante en Costa Rica y Alfredo Orgaz en Argentina, con igual ardor proclamaban que los grandes ideales constitucionales no le pertenecían a las presentes generaciones, sino también a las anteriores y futuras. De ahí que borrar todo rastro de la identidad judeocristiana de nuestra nacionalidad, es atentar contra el legado de los padres fundadores. Por demás la implacable certeza de que el origen de la dignidad humana, hunde sus raíces en los ideales de la judeocristiandad trascendente. De ahí que desarraigar a los derechos humanos de su profundo trasfondo indicado, sea desnaturalizarlos. Cuando Kushner recordaba la afirmación de Dostoievsky de que todo está permitido cuando se desarraiga de la conducta humana el sentido de lo trascendente, insinuaba que sin este ¿cuál es la piedra angular que determina la frontera de la conducta humana, frente a la relatividad de los valores culturales? Y aunque algunos de los defensores de esa laicidad, que en la opulenta Europa denominan “mundo global secular”, pretenden abjurar de las doctrinas materialistas, esencialmente, esa feroz aversión contra la judeocristiandad se nutre de ellas y de una suerte de resurrección del nihilismo. Las mismas visiones que desbocaron a los estados que las utilizaron como inspiración, y que fueron la desgracia del mundo durante el siglo XX. Por cierto Hitchens, uno de sus actuales profetas sostiene, como principal argumento de la conveniencia de la laicidad global, el hecho supuesto de que garantiza la paz y conjura la amenaza de guerras religiosas. Y es condenable sin duda que los conflictos por la fe han provocado durante la historia humana, la muerte de tres millones. Pero tan solo una guerra sustentada en un régimen materialista laico, como lo fue la gran guerra, provocó la muerte de más de 50 millones, por lo que es un argumento que cae por su propio peso. El camino es reafirmar nuestra identidad. De ahí que el Presidente Obama afirmó que la amenaza del fundamentalismo islámico contra el mundo occidental, debe enfrentarse, -más que con guerras que inflamen la cultura de la muerte o con una abyecta abjuración de nuestras convicciones-, con alianzas sustentadas en la grandeza moral del ejemplo, echando mano de las reservas espirituales existentes en los ideales de los padres fundadores de su gran nación, aludiendo sin duda, a sus próceres, y al recuerdo de los peregrinos del Mayflower. Por cierto, ¿no eran acaso, los mismos ideales de aquellos costarricenses que fundaron nuestra nacionalidad? fzamora@abogados.or.cr