¿Una Nación sin identidad?
Publicado en el Periódico La Nación el 6 de febrero 2009.
http://www.nacion.com/ln_ee/2009/febrero/07/opinion1867249.html
Dr.Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista
Por la aparente inconveniencia de que nuestro Estado ostente una determinada confesión religiosa ha tomado fuerza la idea de la laicidad estatal. Sin embargo, con la ofensiva de los promotores de la laicidad, -más allá de aquella iniciativa-, lo que en realidad está en juego, es si la Constitución Política de Costa Rica debe conservar la identidad judeocristiana de nuestra nación, o si, -por el contrario-, debe prescindir de ella. Laicidad, no es identidad, es carencia de ésta. Un estado laico, es uno axiológicamente indefinido, equidistante de todo otro referente. Claudicante en los valores trascendentes. La Academia de la Lengua, define el concepto de laico como carente de órdenes. Laicidad no es ser, es NO ser. Si es conveniente eliminar de la Constitución la confesión católica de nuestro Estado, debe llenarse ese vacío conservando una firme y clara referencia a nuestra vocación judeocristiana, evitando la indefinición axiológica de nuestro sistema constitucional, que degeneraría en una nación sin su histórica identidad. Como sostuvo Aragón, una genuina constitucionalidad, no es solo una fría normatividad de garantías que sostengan el esqueleto jurídico del Estado. Ella es, además, la firme enunciación de los ideales y valores de la nacionalidad que ampara. En todo estrado donde se les permitía, los próceres del derecho Piza Escalante en Costa Rica y Alfredo Orgaz en Argentina, con igual ardor proclamaban que los grandes ideales constitucionales no le pertenecían a las presentes generaciones, sino también a las anteriores y futuras. De ahí que borrar todo rastro de la identidad judeocristiana de nuestra nacionalidad, es atentar contra el legado de los padres fundadores. Por demás la implacable certeza de que el origen de la dignidad humana, hunde sus raíces en los ideales de la judeocristiandad trascendente. De ahí que desarraigar a los derechos humanos de su profundo trasfondo indicado, sea desnaturalizarlos. Cuando Kushner recordaba la afirmación de Dostoievsky de que todo está permitido cuando se desarraiga de la conducta humana el sentido de lo trascendente, insinuaba que sin este ¿cuál es la piedra angular que determina la frontera de la conducta humana, frente a la relatividad de los valores culturales? Y aunque algunos de los defensores de esa laicidad, que en la opulenta Europa denominan “mundo global secular”, pretenden abjurar de las doctrinas materialistas, esencialmente, esa feroz aversión contra la judeocristiandad se nutre de ellas y de una suerte de resurrección del nihilismo. Las mismas visiones que desbocaron a los estados que las utilizaron como inspiración, y que fueron la desgracia del mundo durante el siglo XX. Por cierto Hitchens, uno de sus actuales profetas sostiene, como principal argumento de la conveniencia de la laicidad global, el hecho supuesto de que garantiza la paz y conjura la amenaza de guerras religiosas. Y es condenable sin duda que los conflictos por la fe han provocado durante la historia humana, la muerte de tres millones. Pero tan solo una guerra sustentada en un régimen materialista laico, como lo fue la gran guerra, provocó la muerte de más de 50 millones, por lo que es un argumento que cae por su propio peso. El camino es reafirmar nuestra identidad. De ahí que el Presidente Obama afirmó que la amenaza del fundamentalismo islámico contra el mundo occidental, debe enfrentarse, -más que con guerras que inflamen la cultura de la muerte o con una abyecta abjuración de nuestras convicciones-, con alianzas sustentadas en la grandeza moral del ejemplo, echando mano de las reservas espirituales existentes en los ideales de los padres fundadores de su gran nación, aludiendo sin duda, a sus próceres, y al recuerdo de los peregrinos del Mayflower. Por cierto, ¿no eran acaso, los mismos ideales de aquellos costarricenses que fundaron nuestra nacionalidad? fzamora@abogados.or.cr
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