Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Publicado en el periódico La Nación bajo la dirección:
http://www.nacion.com/opinion/foros/desafio-Europa_0_1532246768.html
Julio María Sanguinetti -el culto expresidente
uruguayo-, en estos días escribía que a Europa le cuesta asumir la idea de que
está en guerra. Y yo agrego que, a juzgar por la reacción que han asumido los
países del Occidente desarrollado, es obvio que no han entendido que, la del
terrorismo actual, es una guerra cultural y no militar. Y que las guerras
militares se enfrentan militarmente, pero las culturales, deben confrontarse
culturalmente. No niego que el terrorismo es violencia física, pero su raíz es
cultural, no militar. Y es en ese campo,
en el de la fuerza moral de su cultura, donde Europa está desarmada, porque es
un continente que perdió su alma. Básicamente, el odio que deriva en la
violencia terrorista contra el Occidente europeo, tiene tres motivaciones
culturales íntimamente ligadas. La primera de ellas, es la codicia que se
traduce en rapiña: los terroristas que controlan algunas zonas geográficas del
Oriente Medio y Africa, son grupos atávicos que, auto-justificados en la guerra
santa islámica, viven del vandalismo y la extorsión. Acumulan riquezas y poder
de la misma forma que lo hacían sus ancestros hace mil cuatrocientos años:
saqueando. La segunda motivación es el odio que carcome a algunos jóvenes
europeos de origen musulmán que, a raíz de carencias educativas o económicas,
viven en una lamentable condición de segregación social y psicológica. Es una
realidad que algunos barrios musulmanes de Europa son verdaderos guetos
culturales y socioeconómicos. La tercera motivación es ciertamente de
naturaleza ideológica y radica en la naturaleza del Islam. No podemos cerrar
los ojos a esta realidad. Por ejemplo, lo que ISIS está haciendo hoy, es fiel imagen
de las acciones del fundador del islamismo en el siglo VII. De hecho, la
primera gran decapitación de infieles, no la ordenó el actual Estado islámico,
sino Mahoma, el fundador del Islam, en Hiyaz, Medina, en el año 627 d.C. Allí
mandó decapitar entre 800 y 900 hombres de la tribu judía de los Banu Qurayza.
Las mujeres y niños sobrevivientes fueron esclavizados. Tal y como lo hacen, en
la actualidad, los milicianos del ISIS. Si bien es cierto ese es el caso
extremo, la realidad de la gran mayoría de las sociedades musulmanas, es
coherente con sus fundamentos ideológicos: el islamismo es una vocación por
extender la ley religiosa a todas las esferas de la vida. Y el yihadista es la
corriente que opta por la lucha armada para imponer esa convicción. Esto es
ancestral, y por ello, la tradición de defensa europea contra la vanguardia armada
del Islam, es antiquísima. De hecho, el objetivo inicial de las cruzadas fue
recuperar tierras tomadas por los musulmanes a través de medios violentos.
Ahora bien, como indiqué antes, la respuesta del
Occidente rico no puede enfocarse en la vía armada, sino en la cultural, y la
solución no debe surgir de fuera, sino dentro del mundo musulmán. La realidad
es que allí hay muchas corrientes sensatas que no asumen una interpretación
literal de los métodos violentos. Por ello, desde la reciente primavera árabe,
el Oriente musulmán se debate en una encrucijada: entre la apertura, o el
progresivo avance del totalitarismo cultural islámico. Y no ignoremos lo lejos
que tal totalitarismo puede llegar. En el Siglo VIII, los musulmanes llevaron
tan lejos la guerra santa islámica que, -controlando España-, estuvieron a las
puertas de lo que hoy es Francia. Si la cristiandad, dirigida por el rey
carolingio Carlos Martel, no los hubiese confrontado con la determinación moral
y militar que lo hizo, hoy Europa sería musulmana. Y con tal fundamento en el
continente, la historia de la libertad hubiese sido otra. A partir de aquí, la
convicción esencial: si la libertad es la piedra angular sobre el que está
construido Occidente, la pérdida del consenso sobre la libertad se convierte en
el grave problema de la comunidad de naciones libres, pues no hay forma de
enfrentar los totalitarismos sin un fundamento moral eficaz. Así la cuestión
esencial a responder es: ¿cuáles son los fundamentos de nuestra libertad? Definir
las convicciones que dan fundamento a nuestra libertad, es algo tan grave como
lo es determinar porqué luchar. Delimitar los fundamentos filosóficos que
debemos imprimir a la libertad, es el reto sustancial que están enfrentando las
sociedades libres.
Luis de Granada sostenía que, en el peregrinaje de la
vida, los mayores enemigos que un hombre debe vencer están en su interior.
Igual sucede con las sociedades abiertas, en donde fuerzas internas tienen la
posibilidad de combatir, incluso, los consensos morales que hicieron posible su
misma existencia. Así, en las comunidades libres, la eterna paradoja siempre
será la lucha que éstas tienen consigo misma, -y además-, con sus enemigos
externos. Después que Roma cayó, Occidente se levantó de sus cenizas sobre alas
de libertad, sustentadas en los valores de Atenas y Jerusalén. Sin embargo, el
paroxismo del disenso materialista que se pretende imponer al Occidente
europeo, ha llegado al extremo de prohibir, en las escuelas, la enseñanza de
los valores espirituales que fueron el común denominador que le daba su
identidad a la libertad Europea. Por ello el continente ha perdido su alma. Como
en la historia del flautista de Hamelin, -encantados por las mieles engañosas que
ofrecen las sociedades de consumo-, nos encaminamos a una trampa. Es un anzuelo
conceptual muy similar al de creer que, en una malentendida cortesía, se debe
vivir cediendo en perjuicio de nuestros valores e identidad. Confrontar no es necesariamente
un mal. Detrás de esa afabilidad extrema que decide acomodarse siempre y renunciar
a nuestro legado, se esconde una carencia ética que nos puede arrastrar a una
perenne opresión. Suprimir una cultura elevada y sustituirla por una opresora,
es un mal mayor que la confrontación cultural valiente. Al fin y al cabo
recordemos que, si llevamos a un extremo inconveniente la tentación de ceder
nuestros valores, tendremos en nuestra contra a Sophie Scholl, a Kolbe y a
todos los demás héroes de nuestra cultura.
fzamora@abogados.or.cr
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