Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Publicado en el periódico La
Nación:
http://www.nacion.com/opinion/foros/futuro-Recope_0_1542845703.html
En torno a la
Refinadora Costarricense de Petróleo, existen dos posiciones que han polarizado
al país. Un amplio sector de la población exige su cierre. Esto, en razón de
los altos costos operativos de la entidad, su excesiva y onerosa planilla, y
por el hecho de que ya no cumple su función original de refinar hidrocarburos,
lo que ha provocado que en Costa Rica los combustibles sean muy caros. En las
antípodas de ese clamor, se encuentran los sectores sindicales y otros actores
sociales, quienes defienden la existencia de Recope. Su argumento básico es que
la empresa sigue siendo necesaria para la distribución e importación de
combustibles. Además sostienen que el costo de su cierre, -amén del desempleo
que se provocaría con ello-, acarrearía más problemas de los que solucionaría. Aunque
antagónicas, algo de razón llevan ambas posiciones. Ahora bien, si reconocemos
lo anterior, y el hecho de que en Costa Rica existe la necesidad de sustituir
los combustibles fósiles, la solución costarricense al problema, tal y como
paso a explicar, radica en una transformación de la entidad que la convierta en
promotora de los nuevos modelos energéticos.
Veamos. Recope es una empresa pública cuyas acciones
son propiedad del Estado. Aunque su objetivo original incluye el refinamiento
de los productos derivados del petróleo y desarrollar planes energéticos, la
realidad práctica es que actualmente se limita al comercio del petróleo, sus derivados, y a mantener sus instalaciones. Tiene
además un poder muy particular en ese ámbito, pues administra el monopolio que tiene el Estado sobre esa importación, refinación, y
distribución al mayoreo. En el pasado, la entidad contribuyó con el desarrollo a través de
políticas de apoyo a la producción nacional mediante el control de costos de
los combustibles, subsidios cruzados y homogenización de esos precios. Sin
embargo, su actual estructura burocrática es ineficiente en la era digital
postindustrial, y debe ser reinventada. Más que el hecho de que su planilla sea
cara, el problema es que su objetivo no esté adecuado a las necesidades del
momento. Me explico. Recope es una entidad absolutamente enfocada en los
combustibles fósiles, siendo que hoy, fuera de tal esquema, no tiene razón de
ser. El dilema es que, tal y como expliqué en mi anterior artículo “Libres del petróleo”, (aquí publicado, 11-nov-2015),
por razones tecnológicas, ecológicas y económicas, el mundo se enrumba hacia un
cambio radical del paradigma energético, en el que los combustibles fósiles son
paulatinamente sustituidos. La explotación de las
nuevas energías, como lo son la derivada de los biocombustibles, o la solar,
implican una explotación más económica, y además, una posibilidad de exacción descentralizada.
Expertos de prestigio internacional, -como lo es el Ing. Ricardo Solera-,
certifican que, si de energías alternativas se trata, en nuestro país la opción
viable radica en los biocombustibles. Allí hay todo un novedoso potencial,
donde un Recope transformado podría incidir estratégicamente.
Datos corroborados por
el Ministerio de Agricultura y la Organización de Naciones Unidas para la
alimentación y la agricultura, han determinado que, en nuestro país, existe una
cifra cercana al millón de hectáreas ociosas. Ahí se incluyen tierras que, por diferentes
motivos, ya no tienen capacidad productiva. Sea porque es tierra degradada, sobreexplotada
con ganado, o porque es laderosa. Pues bien, existen cultivos como el de la
higuerilla o la palma de coyol que, aparte del hecho de que son enormemente
eficaces para producir aceites y combustibles, tiene capacidad de reforestar ese
tipo de tierra improductiva. Si se implementara una política pública agresiva
alrededor de esos cultivos y de la comercialización de sus biocombustibles, los
beneficios en el aspecto ecológico, económico, agrario y social, serían
incalculables. Repasemos porqué. En relación al aspecto ecológico. La palma de
coyol es una especie reforestadora que, al cultivarse, produce y captura
biomasa durante ochenta años. Si bien es cierto produce combustibles de gran
eficiencia para la circulación de vehículos, las plantas capturan más CO2 del
que emiten los combustibles que ellas misma producen, por lo cual es una
explotación ambientalmente sostenible.
Revisemos ahora el
aspecto agrario, económico y social. Si se lograse una transformación de Recope
como entidad promotora de combustibles alternativos, y ella comprara a precio regular
el biocombustible derivado de esos cultivos, la rentabilidad estimada del mismo
es superior a los cinco mil dólares por hectárea. Son cultivos de altísimo nivel
de utilidad económica. Las estimaciones demuestran que estos cultivos conquistarían
un aproximado de doscientos mil empleos directos. A ello se suman los
indirectos, provocados por una parte, de las consecuencias de la misma
actividad agraria, y por otra, del hecho de que esta política lograría la
drástica reducción de combustibles importados, generando al país un ahorro mucho
mayor a los mil millones de dólares anuales. Ese ahorro lograría, a su vez, que
los recursos financieros se mantengan circulando internamente, estimulando un
efecto multiplicador. Otro importante beneficio está relacionado con la
seguridad nacional. De implementarse ese modelo energético, seríamos
autosuficientes en buena parte del consumo y producción de combustible, por lo
que ya no dependeríamos del suministro petrolero de terceros países y de los
caprichosos vaivenes de esos mercados.
En razón de alcanzar
esos revolucionarios objetivos energéticos, Recope tendría que convertirse en una empresa de desarrollo y
comercialización energética general, sin estar limitada en función exclusiva del
petróleo crudo y sus derivados. Un Recope así reconvertido, estaría llamado, -entre
otros objetivos-, a distribuir y realizar las mezclas de combustibles
(alcohol-gasolina y biodiesel-diesel) que promueve el actual proyecto de ley de
biocombustibles. Igualmente tendría un papel preponderante en la compra y
comercialización general de los nuevos biocombustibles, de forma que los
productores agroindustriales tengan garantizada la compra de su fruto. Así, gracias
al monopolio actualmente administrado por Recope, la nueva entidad jugaría un
papel vital en el desincentivo de la importación de petróleo, y
además un rol protagónico estimulando el uso de biocombustibles. Para todo ello,
insisto, requerimos su radical transformación, pues no es posible otorgarle tal
responsabilidad a una entidad ineficiente como la que actualmente sufrimos. fzamora@abogados.or.cr
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