Abogado constitucionalista.
Publicado en el diario La Nación:
Mi buena amiga Lina Barrantes -Directora de la Fundación Arias-, ha
tenido la gentileza de remitirme un interesantísimo libro sobre el actual
régimen nicaragüense. La obra -de varios autores- fue compilada por el político
socialdemócrata nicaragüense Edmundo Jarquín, y bajo el auspicio de dicha
Fundación, fue recientemente presentada en la Asamblea Legislativa de Costa
Rica. El libro describe pormenorizadamente la estrategia de la nepocracia en aquel
país. En términos generales, es la misma que usualmente se aplica en todos los
regímenes de tal naturaleza. Antes de pasar a enumerar los pasos generales,
resulta oportuno definir lo que es una nepocracia y ofrecer algunos ejemplos de
ellas en América. La etimología de la palabra nepocracia es una conjunción de
dos conceptos; el primero de ellos, nepotismo, que significa la tendencia a
favorecer a la familia valiéndose de una posición pública de influencia. La
segunda definición, la palabra “cracia”, es un término griego que alude al
poder. Así, nepocracia, es el régimen en donde el poder es utilizado por
gobernantes que tienden a beneficiar directamente a sus familiares.
En la historia americana existen muchos ejemplos de nepocracias. De
hecho, la historia de Nicaragua es plétora en ellos. Sino ¿cómo olvidar lo que
Pedro Joaquín Chamorro denominó “dinastía sangrienta”, que gobernó ese hermano
país cuarenta y dos años con mano de hierro? Entre 1937 y 1979, Anastasio, Luis
y Anastasio hijo -todos Somoza-, se repartieron alegremente el poder, como
también lo hizo desde 1959 la familia Castro Ruz en Cuba. Sin embargo la
realidad es que, en la historia universal, hasta la irrupción de los sistemas
republicanos, las dinastías habían sido la regla. Fue lo usual en las hordas, imperios
y monarquías. En el caso de las monarquías, por la naturaleza de los regímenes
nobiliarios, el poder se heredaba por consanguinidad. Pero una vez que cayó el
“ancient régime”, y se instauraron
las repúblicas occidentales, el poder dejó de ser un legado familiar y la vía
de acceso al poder culminó con los partidos políticos que ofrecían al
electorado una plataforma ideológica y permanente. Así, el sistema de partidos
políticos es la expresión moderna del mecanismo de acceso al poder por la vía
del mérito y los planteamientos doctrinales, por lo que el nepotismo es algo
contrario a los principios más básicos del sistema republicano partidista. Sin
embargo, la crisis de la cultura, -y aquí léase bien-, no indiqué la crisis de
la democracia, sino –repito- la crisis
de la cultura, (pues la democracia no es lo que está en crisis, sino la
cultura), ha provocado que el nepotismo también se haya enquistado en las
repúblicas contemporáneas.
Por ello, incluso ahora, es usual encontrarse con primeras damas
impulsadas directamente a la búsqueda del solio, gracias al poder acumulado por
sus cónyuges. Y es un fenómeno muy reciente. Así lo vimos con Cristina de
Kirchner y con Keiko Fujimori, quien fungió como primera dama durante el
mandato de su padre. Sucedió también con la esposa del exgobernante hondureño Mel Zelaya y con la Sra. Xiomara Castro, quien
aspiró a la presidencia de ese país en el 2013. La señora Marta Sahagún, esposa
del Presidente mexicano Fox, también lo intentó tímidamente, aunque sus
aspiraciones fueron rápidamente frustradas. Un caso que rayó en el absurdo fue
el de la Señora del entonces Presidente guatemalteco Álvaro Colom. Ante la
imposibilidad constitucional de que un pariente se postulase al cargo –en una urdada
estrategia- Colom se divorció de su esposa Sandra Torres, quien así tuvo vía
libre para aspirar a la presidencia de la República. Los últimos intentos han
sido, los de la Señora Rosario Murillo, quien asumió la Vicepresidencia de
Nicaragua, y el de la Sra. Clinton, quien se dio a conocer en los Estados
Unidos a partir de la Presidencia de su esposo.
Así,
es claro que, abortada la posibilidad del continuismo reeleccionista, la segunda
estrategia de los regímenes nepocráticos para mantenerse en el poder, es
promover a las esposas de quienes ostentan o han ostentado el poder. Otra
estrategia que es usual en las nepocracias es la utilización de los hijos de
los gobernantes en el entramado de poder. ¿Cómo? usualmente, los hijos son
colocados en las entidades de seguridad del Estado, como cancerberos de los
regímenes, o en las grandes entidades lucrativas, como custodios de los grandes
negocios. A ese respecto, veamos algunos ejemplos de la historia. Anastasio
Somoza Portocarrero, llamado popularmente con su apodo de Chigüín, -el tercer Anastasio Somoza- fue el jefe de la Escuela de
Entrenamiento Básico de Infantería de la Guardia Nacional de Nicaragua.
Así sucedió igualmente con Uday Hussein, el primogénito de Sadam, quien fue
jefe de la principal entidad de seguridad del Estado iraquí. Igualmente estuvo
involucrado en las lucrativas actividades del futbol y el olimpismo de su país,
en donde lideró ambas federaciones. Su hermano Kusay fue el supervisor de la Guardia Republicana Iraquí y jefe de la Organización de
Seguridad Especial, que era básicamente la seguridad interna del régimen. En su
obra de dos tomos “Junto a Trujillo”,
Manuel Javier García, refería otro caso digno del más rancio realismo mágico
latinoamericano. Fue el caso de Ramfis Trujillo, otro latinoamericano de
ingrata memoria por sus privilegios nepocráticos. Hijo del perverso Rafael
Leonidas, éste le nombró coronel con apenas cinco añitos, pero con las remuneraciones económicas y las prerrogativas
propias del cargo. El paroxismo de tal locura ocurrió cuatro años después,
cuando el dictador ascendió al niño -nada más y nada menos-, que al rango de General de brigada. Esto cuando el imberbe apenas frisaba la edad de nueve. De Moatassem Gadaffi, -hijo del sátrapa
libio-, se supo que llegó a ser el principal asesor de seguridad nacional del
régimen. Otro triste ejemplo latinoamericano sucedió con la reciente transacción
de una propiedad en la comuna de Chillán, en el centro de Chile. Por una bicoca
cercana a los $800 millones de dólares se destapó la puerta al negocio de los
bienes que el Estado chileno cedió a la Fundación Cema, que aún controla la
venerable anciana Doña Lucía Hiriart -viuda del exdictador chileno Augusto
Pinochet-, y de la cual es presidente vitalicia. El millonario patrimonio fue
finalmente vendido sin que hubiese registro contable de ello, ni del destino de
esos dineros, que superan los $6.300 millones de dólares. No quepa duda, no
existe intentona nepotista que no deba ser combatida con determinación. fzamora@abogados.or.cr