http://www.nacion.com/opinion/foros/Tendencia-antidemocratica_0_1607039305.html
Hay una peligrosa tendencia política que nos arrastra al retorno de los
personalismos. No se trata de alguna secreta conspiración debidamente fraguada
para ello, como es usual escuchar en las leyendas urbanas imaginadas para
cautivar mentes simples. En realidad es un fenómeno social decadente que toma
fuerza. Los caudillismos y los partidos personalistas son parte de un pasado
que en algún tiempo fue superado, pero que retorna para mal de todos. Los siglos
XIX y XX fueron épocas plétoras en personalismos sin verdaderos partidos. La
regla en la infancia democrática de nuestro país fue el partido personalista y
temporal. Los partidos personalistas son propios de democracias inmaduras y
débiles. Podemos citar muchos de ellos,
algunos de los cuales llevaban incluso el nombre de su líder. La historia refiere,
entre otros, el Partido “Peliquista” –en razón de su fundador, el dictador
Pelico Tinoco-, el Demócrata “cortesista”, de Don León Cortés. Igualmente el
Partido Civilista, del Expresidente Rafael Yglesias, el Reformista, del General
Volio, o el “ulatista” Partido Unión Nacional. Por el contrario, los partidos
ideológicos fueron la rara excepción. El primero de ellos fue la “Unión
Católica”, inspirado en la doctrina social de la Iglesia. El otro fue el Bloque
de Obreros y Campesinos, embrión del marxismo-leninismo criollo. Así, en la
etapa infantil de nuestra democracia, la regla eran los personalismos
caudillistas. Al contrario, los partidos ideológicos eran la excepción, pues la
sociedad no tenía la cultura política para votar por plataformas programáticas,
sino que se dejaba seducir por personalismos y caudillismos.
Es hasta después de la revolución de 1948, que surge un partido en la
historia con dos características ideales: ideológico y permanente, pues como
indiqué, sea antes o después de dicho partido, han existido movimientos
electorales ideológicos, más no permanentes. Con la revolución de 1948, y el
debilitamiento de la élite cafetalera, nuestra democracia evolucionó elevándose
a un estado superior, en donde la regla fue que los partidos ideológicos fueron
quienes tuvieron la fuerza política, siendo los partidos personalistas la débil
excepción. Junto al PLN -socialdemócrata-, surgieron otros partidos ideológicos
que, aunque no permanentes, le disputaban el dominio desde otras plataformas
filosóficas. Así, Costa Rica vio nacer las diferentes versiones de la democracia
cristiana, y las múltiples versiones temporales del marxismo que, entre ambos,
disputaban el poder a la socialdemocracia nacional. Los partidos con alguna
base filosófica y programática, se convirtieron en semilleros de líderes
formados al calor de la brega, y de una cultura desarrollada en la actividad
política seria, que permitió la forja de generaciones con un carácter y una
educación indispensable para gobernar.
Lamentablemente, ha venido surgiendo una paulatina y progresiva corriente
populista que, disfrazada bajo un cariz aparentemente novedoso, en realidad son
vocaciones personalistas. O peor aún, han vuelto a escena, con singular
perseverancia, banderas políticas que solo son expresión de algún grupo de
interés muy específico. Y a partir de esa tendencia, han vuelto a tomar fuerza
los partidos caudillistas. Entonces encontramos partidos que nacieron
exclusivamente para que figuras políticas mantengan, casi permanentemente, sus
aspiraciones presidenciales o parlamentarias. Partidos hechos para que se
peleen posiciones en un cuatrienio, se repose la aspiración en el siguiente, y
se vuelva a la diputación o a la candidatura presidencial en la subsiguiente. Y
así, abrazados por tal dinámica, se fragmenta más la democracia hasta una
atomización exponencial. No solo se engendra una brutal insularización del
poder, sino que, dentro de esa misma fragmentación, resulta una lucha
encarnizada de subfracciones dentro de fracciones.
Esta tendencia hacia el retorno de los personalismos, le ha hecho un tremendo
daño a la democracia y a los partidos en general. Y de tal desprestigio, se
están valiendo algunos operarios políticos para sacar ganancia de dicho “río
revuelto”. Y entonces, afanados por acabar con la rabia matan al perro, aprobando
leyes y planteando proyectos que afrentan la democracia. Por ejemplo, la Costa
Rica antes orgullo de la democracia americana, hoy procesa penalmente a sus
dirigentes, por el “delito” de reunirse en casas que no están inscritas a
nombre de personas físicas, pues en una decisión llena de prejuicio social,
nuestro Código Electoral ahora impide que las personas jurídicas participen en
la actividad electoral. Al extremo de tener militantes con un pie en la cárcel,
por el “delito” de prestar sus casas para reuniones, pues éstas tienen el
“gravísimo” pecado de estar inscritas a nombre de personas jurídicas. Una
absurda satanización de la actividad democrática. Como Secretario General del
PLN, debí negarle el nombramiento asalariado a un eficiente funcionario del
partido, si antes no traspasaba la propiedad de su vehículo. Si laboraba con su
vehículo mientras éste permaneciera a nombre de su sociedad familiar, ambos nos
exponíamos a ser penalmente procesados. ¡¿A dónde hemos llevado la democracia?!
Investigue el ciudadano: ¿cuánto están obligados los partidos a gastar,
por causa de los fideicomisos de fiscalización que tales leyes sobrereguladoras
imponen? Y la tendencia va en aumento. Dentro de esa peligrosa línea, la
reciente propuesta de restar recursos estatales a los partidos. Ahora invertir
en la democracia es también algo satanizado. Aún más, con el objetivo de que
emitiera un criterio jurídico, recientemente me fue remitido, por una Comisión
permanente del Congreso, un proyecto grandilocuentemente titulado “Combatir la impunidad en los procesos
electorales”. Entre otras regulaciones, se pretende perseguir a todo aquel
jerarca partidario que no reporte las contribuciones en especie que los
ciudadanos hagan a sus partidos. Ante esto atiné a recordarles: ¿qué es la dinámica
democrática sino una permanente aportación en especie de los militantes a sus diversos
partidos? Ese tipo de iniciativas responden a la peligrosa tendencia que nos
devuelve a los personalismos, y que amenaza a la democracia. Sé que hay quienes
-de buena fe-, ven con aceptación la desaparición del sistema de partidos. Pero
la realidad es que, si éstos son proscritos de la escena democrática, lo que
resulta es el individualismo personalista en su máxima expresión. Es regresar a
una etapa infantil de la historia: la del populismo personalista y caudillista.
La muerte del ideal político construido en la brega colectiva.
fzamora@abogados.or.cr
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