Abogado constitucionalista.
Publicado en el periódico La Nación
http://www.nacion.com/opinion/foros/ocaso-Estado-industria_0_1644035589.html
El Estado
burocrático, creado a imagen y semejanza de los principios del viejo orden
industrial, da estertores de muerte. Veamos porqué. Jeremy Rifkin y otros recientes
pensadores, han afinado el viejo concepto planteado originalmente por Marx, que
advertía el alto grado de influencia que la estructura económica ejerce sobre
la forma en que la burocracia del Estado se organiza. En cada etapa histórica
se explota una matriz de energía y comunicación que va a condicionar la forma
de organización humana en casi todas las áreas de la vida, y la forma en que se
producen los servicios y los bienes es lo más afectado por los cambios en dicha
matriz. Para ilustrar lo anterior, resumimos que la historia ha conocido tres
grandes paradigmas que han marcado la
economía de la civilización humana. La primera matriz nace con las
semillas que empezaron a plantarse, creando la civilización agrícola y permitiendo
el final de la vida errante, así como los primeros excedentes que posibilitaron
la acumulación de productos.
El segundo
paradigma emergió al final del siglo XVII, a través de la actividad mecánica e
industrial. Ese nuevo sistema de creación de riqueza se caracterizó por la
tecnología de fuerza bruta, en interacción con energía derivada de combustibles
fósiles y telecomunicaciones. El tipo de organización surgida con la industria
se caracterizó por el trabajo en serie, repetitivo, y la concentración del
recurso humano y material, en estructuras de jerarquía vertical. Max Weber las
describió como estructuras de dimensión piramidal, con un ejercicio vertical de
la autoridad, recursos espacialmente concentrados, definición esquemática de
tareas, actividades estrictamente regladas, producción en serie, criterios
ortodoxos de evaluación, división formal del trabajo en tareas y actividades y
clasificación estandarizada de productos. El objetivo era concentrar múltiples
actividades bajo una misma infraestructura centralizada. De hecho, a inicios
del siglo pasado, el experto en administración F.W. Taylor, se convirtió en una
celebridad por racionalizar el comportamiento humano para amoldarlo a las
formas de organización burocrática industrial. Sus investigaciones sobre el
comportamiento laboral, llegaron al extremo de calcularlo en fracciones de
segundo. Así fue la organización humana prototipo durante la sociedad
industrial del siglo XX. Y de este esquema no se escapó nadie, pues era
aplicado tanto por el capitalismo industrial de libre mercado, como por las llamadas
economías del socialismo real, que en realidad fueron capitalismo de Estado,
como la Unión Soviética.
Finalmente, en este siglo irrumpe con toda su fuerza la era del
conocimiento, que es el tercer paradigma de energía-comunicación. Con tal
advenimiento, la forma tradicional de organización industrial está cayendo, y
como el diseño del Estado está condicionado por cada matriz energética y de
comunicación existente en cada etapa histórica, entonces demos por sentado que pronto
caerá también el Estado diseñado por el esquema industrial. Me refiero al Estado
burocrático que conocemos, ese de gran dimensión, vertical, centralista, de actividad serial
concentrada bajo una gran infraestructura central, entre otras características
hechas a imagen y semejanza de las viejas industrias. Salvo raras excepciones,
nuestros ministerios y dependencias públicas están diseñadas imitando la antigua
comunidad fabril. Por ejemplo, entidades como el MEP, controlan desde una
megadependencia centralizada, todo el proceso de reclutamiento, ascensos,
pagos, incentivos y el largo etcétera que implica la actividad. La
administración del personal docente en los cantones se confunde con otros
elementos relativos a la calidad y método de educación que se ofrece. Y así
sucede con prácticamente toda la actividad del Estado costarricense, como la administración
centralizada de la asistencia social.
Esta concepción
deriva del vetusto modelo de la sociedad industrial, que parte del axioma de
que los desafíos nacionales se resuelven mediante una burocracia organizada
como gran “fábrica” emisora de recursos. Y dicha factoría se traduce en una burocracia
industrial centralista dedicada a concentrar recursos y poder. Se diseñan
megaoficinas que, en serie, “producen” soluciones, medidas y recetas en
beneficio de una comunidad pasiva. Pero hoy se escribe una nueva historia, pues
el siglo veintiuno está siendo impactado por una novedosa matriz
comunicación-energía cada vez más reticular, horizontal, descentralizada y
desconcentrada. Proporcionalmente inversa de lo que fue la organización
industrial de ayer. Allí está el fundamento de porqué antiguos gigantes como la
IBM, modelados bajo el esquema de la antigua burocracia industrial, colapsaron
frente al desafío que les impusieron empresas competidoras organizadas
reticularmente, o sea, en redes. Y tal fenómeno también debe provocar una
radical transformación de la organización burocrática estatal, que deberá funcionar
de forma descentralizada a través de entidades locales y sectoriales, cercanas
a las comunidades, y con un alto nivel de autonomía.
Así, un sector
público moderno, debe depender más de formas de organización no estatales que
actúen en alianza con los gobiernos locales. Ilustremos el concepto. ¿Qué sería
más eficiente para detectar a las personas realmente necesitadas de asistencia
social?, las asociaciones de desarrollo comunal y las fuerzas vivas de las
comunidades, debidamente empoderadas y legitimadas, ¿o la burocracia afincada
en el IMAS? La comunidad organizada
siempre tendrá un mejor criterio, pues conoce de primera mano, la cambiante realidad
de su entorno inmediato. Además, ese tipo de organizaciones públicas no
burocráticas hacen su trabajo con un costo marginal mínimo, para ahorro del
erario público. Ese es solo un ejemplo. La administración del personal docente
y otros recursos administrativos, que actualmente maneja el MEP de forma
piramidal e ineficiente, deberían trasladarse bajo la administración de nuevas figuras
como las federaciones de cantones. Incluso otros servicios, como el régimen de
salud preventiva. La fuerza de mi argumento lo sustentan experiencias como la del
traslado del viejo impuesto territorial, que pasó del gobierno central hacia
las municipalidades, mejorando sustancialmente su recaudación, administración y
ejecución. Me preocupa ver diputados “congelados” en el modelo estatista de los
años cincuenta, insistiendo en proponer proyectos que centralizan piramidalmente
la burocracia pública. fzamora@abogados.or.cr
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