Abogado constitucionalista.
Publicado en el periódico La Nación:
http://www.nacion.com/opinion/foros/Educacion-alto-coeficiente_0_1658034181.html
A raíz de una observación que sobre el tema educativo
hice en mi artículo “Socialdemocracia y
desigualdad” (LN 21/7/17), algunos lectores me enviaron -vía correo electrónico-,
interesantes preguntas que motivaron esta reflexión. Me limitaré a lo que especialistas
estiman son algunos parámetros esenciales de un modelo educativo eficiente para
el siglo XXI. El primer parámetro con el que inicio, lo ha desarrollado Howard
Gardner, un experto en educación de la Universidad de Harvard. Para Gardner la
educación del futuro debe priorizar en educar las inteligencias, pues sostiene una
teoría muy generalizada, acerca de la existencia de inteligencias múltiples. Fundamenta
su tesis desde la centenaria tradición de desarrollo de las evaluaciones
psicológicas. Su conclusión es que la ciencia profundizará cada día más en las
estructuras neuronales implicadas en la ejecución de las diferentes actividades
intelectuales, demostrando hasta qué extremo las capacidades pueden ser
independientes unas de otras. Y escudriñando hasta qué punto, sujetos que
destacan en determinada actividad, lo hacen porque tienen procesos neuronales
distintos. Un creyente traduciría esta tesis científica con la idea del
“llamado”, o en otras palabras, que existen distintos llamados y propósitos de
vida para cada persona. Incluso tal concepto de inteligencias múltiples condiciona
los métodos educativos, pues algunos aprenden mejor visualizando y palpando,
otros escuchando, algunos memorizan con facilidad datos, mientras otros lo
hacen con colores o sensaciones. Hay quienes aprenden mejor en solitario y
otros en grupo. Así las cosas, ante la pluralización de inteligencias, el
primer parámetro es que deben existir tanto métodos educativos como educación enfocada
en las distintas inteligencias o “llamados”.
Un segundo parámetro, nos advierte que, además de
aprender, hoy es de fundamental importancia “aprender a aprender”. Cecilia
Bixio, experta en pedagogía de la Universidad de Rosario, nos señala que no basta
que por medio de la evaluación el docente se asegure que el alumno adquirió la información
impartida, pues el diseño didáctico también debe apuntar al constante
desarrollo de estrategias de aprendizaje. De tal forma que el alumno también
adquiera las destrezas sobre cómo “aprehender” conocimientos. Un tercer parámetro
nos refiere a la educación centrada en la creatividad. Aquí el educador
cataliza, facilita, es orientador sutil y agente de enseñanza, pero no causa
definitiva. Va más allá de los procesos lineales del hemisferio izquierdo de
nuestros cerebros, e incluso se legitima la intuición que, -tal como la define
el diccionario-, es la percepción rápida de la verdad sin que medie
razonamiento consciente. Se promueve la creatividad reconociéndola como un
conocimiento que del interior brota. Es esa forma inmediata de conocer a través
del sentir interno, donde el hemisferio izquierdo del cerebro no interviene. De
ahí que el científico del aprendizaje Jerome Bruner sostenga que todo niño,
enfrentado a una materia nueva, echa mano de la intuición so pena de quedar
paralizado. De igual forma actúan los científicos cuando apelan a la intuición
al quedar neutralizados operando en las fronteras de su especialidad. Por ello
es indispensable que, en el currículo educativo, se fomente la combinación e
integración de asignaturas científicas
con talleres creativos que estimulen los métodos propios del hemisferio derecho
del cerebro (arte, estimulación sensorial, etc.). Aquí es ineludible la integración
teoría-práctica, como lo es por ejemplo, aprender matemática elaborando una
cúpula, o historia mediante una dramatización teatral. Algunos especialistas
van más allá, y sostienen la necesidad de impedir la teoría sin práctica. Es
fomentar con agresividad la creatividad hasta generar una masa crítica de
creadores y emprendedores, tal como sucedió en el Renacimiento. Aún más, no hay
forma de producir riqueza si no es cultivando la existencia de emprendedores,
que son quienes generan empleo y pagan impuestos. Un cuarto parámetro alude a
la educación excepcional para el alumno en desventaja social. Paulo Freire se
refiere a ella como la “educación para el oprimido”. Este tipo de educación
comprende la educación extramuros, que incluye proyectos de valoración
sociológica del hogar, asistencia socioeconómica, abordaje de los factores de riesgo
de delincuencia juvenil, y la integración al proceso educativo, tanto de los
padres o guardadores del estudiante, como de la comunidad y sus autoridades
locales.
Un quinto parámetro apunta hacia lo que autores como
Alfredo Gadino denominan “gestión del conocimiento”. Dicho concepto implica,
entre otras, las estrategias generales de pensamiento potenciadoras de la imaginación,
la atención y la memoria; así mismo los métodos para potenciar los dominios
específicos del conocimiento, como las ciencias naturales, la matemática o las
ciencias sociales, y las estrategias que implican espacio de intersección de
pensamiento y acción, como lo es la exploración de soluciones alternativas a
los problemas y las estrategias de toma de decisiones en distintas coyunturas.
Otra vertiente de este mismo paradigma se refiere a lo que Evangelina Simón,
experta en comunicación y lenguaje, refiere como los métodos para el desarrollo
de hábitos de interpretación. Hace una clara distinción entre lo que es
comprensión y lo que es interpretación, criticando el énfasis único en la “comprensión”,
propio del viejo paradigma educativo. La importancia de esta diferencia se
refleja en aspectos como la lectura crítica en internet, tema ampliamente
desarrollado por la experta en educación Beatriz Fainholc. Sin capacidad de
interpretación crítica, no hay forma de discernir lo que amerita ser aprendido
dentro del enorme acervo digital del ciberespacio. O sea, discernir entre a) el
conocimiento que posee valor educativo y cultural, b) la información
inocua y c) información falsa,
incorrecta, o dañina.
Finalizo con el parámetro más importante de todos,
defenestrado por la actual incultura materialista de consumo: el fomento de los
valores en el sistema educativo. Nuestra educación se ha rendido a los malolientes
pies de una sociedad utilitaria, enfocada en la autocomplacencia egoísta y centrada
en los placeres. Ideales como el honor, la templanza, la urbanidad, la pureza,
o la fe en lo espiritualmente trascendente, hoy son malas palabras para ciertas
voces estridentes y agresoras. Incluso se pretende expulsar del debate público
a quienes defienden tales valores. Ahora el cultivo de la virtud es demérito y
lo vulgar mérito. La cuestión de fondo es, ¿en medio de la incertidumbre
actual, adonde le enseñaremos a nuestra juventud a anclarse? fzamora@abogados.or.cr
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