Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Revolucionar
nuestro modelo educativo para una educación de alta calidad, es posible si
logramos que Costa Rica conquiste su sexta transformación educativa. Señalaré
aquí las bases de una educación de excelencia, pero antes amerita entender la
evolución de nuestra enseñanza. La génesis de nuestra tradición educativa
arranca en el año 1575, durante la colonia. Como bien lo señala el investigador
Elías Zeledón, en esa primera etapa nuestra enseñanza consistía básicamente en
el aprendizaje de urbanidad, doctrina cristiana, matemática de cuentas básicas,
y alfabetización. Los maestros eran personas instruidas pero que no tenían
licencias formales de educación. De su paga se encargaban los padres que
querían instruir a sus hijos, o bien quienes eran subvencionados por el cabildo
de la localidad de residencia del menor. Este período, -que como indiqué
arranca en nuestro país a inicios de la colonia-, concluye con el hecho icónico
de la fundación de la Universidad de Santo Tomás, en el año 1814, a finales del
período colonial. Esta segunda etapa es inspirada por la Constitución de Cádiz,
que en su artículo 366 promovía el impulso de la educación más generalizada en
las colonias.
Con
el gobierno de Jesús Jiménez Zamora nace la tercera etapa de nuestra evolución
educativa. En 1869 Jiménez firmó la Constitución cuyo artículo 6° hizo gratuita
y obligatoria la enseñanza primaria. Funda además la primera escuela normal,
con lo que se inicia la profesionalización docente. La cuarta etapa surge con
el gobierno del General Bernardo Soto y la gran reforma educativa de su
ministro Mauro Fernández. En esta reforma Don Mauro instauró una legislación
especial que provocó que la enseñanza nacional estuviera sustentada en un
organismo técnico sostenido por el Estado bajo el control de una Secretaría de
Instrucción Pública. Además, en la profesionalización docente creó un sistema
similar al de las facultades universitarias, creándose diferentes escuelas
normales que luego se convertirían en la base de las universidades públicas. Igualmente fundó las primeras grandes
instituciones secundarias del país, como lo son entre otras, el Liceo de Costa
Rica y el Colegio de Señoritas. Finalmente, la quinta y última etapa de nuestra
evolución educativa arranca con tres hechos: la misión chilena de 1935, las
reformas de 1942 del Dr. Calderón Guardia que abren la educación media a las
entidades privadas promoviendo además la educación religiosa y en valores, y se
consolida con la creación masiva de centros educativos a partir de la década de
1950, cambio que provoca el gobierno de la Junta Fundadora de la Segunda
República.
Pues
bien, es claro que actualmente estamos viviendo una brutal crisis educativa que
nos demanda la urgente conquista de una sexta etapa en nuestra evolución
educativa. En este punto, la pregunta de fondo es: en el siglo XXI, ¿cuáles son
los parámetros de una educación de alta calidad? Seis son
los parámetros para impulsar esa excelencia hoy. Inicio con el más importante de todos, y es el
fomento de los valores en el sistema educativo. Vivimos una sociedad
utilitaria, enfocada en la autocomplacencia egoísta y centrada casi
exclusivamente en los placeres como único sentido existencial; para ciertas
voces estridentes y agresoras, ideales como el honor, la urbanidad, la pureza,
o la fe, hoy son malas palabras. La cuestión aquí es, en medio de la
incertidumbre actual, ¿adónde le estamos enseñando a nuestra juventud a
anclarse? Esa es una de las respuestas esenciales que hoy debe ofrecer toda
oferta docente de alto coeficiente. Respecto del segundo parámetro, debe advertirse
que en el siglo XXI es época de reconocer que hay distintas inteligencias, o lo
que se conoce como inteligencias múltiples. Así pues, la educación del futuro
debe priorizar en educar esas inteligencias, ya que las capacidades pueden ser
independientes unas de otras. Sujetos que destacan en determinada actividad, lo
hacen porque tienen procesos neuronales distintos a otros que pueden tener
éxito en una distinta. Ante la pluralidad de inteligencias, deben existir
diferentes métodos educativos enfocados en la vocación de cada uno, pues no
todos tenemos la misma vocación. Quienes somos creyentes traducimos esa idea
con algo que entendemos como “llamado en la vida”, o, en otras palabras, el
reconocimiento de que existen distintas vocaciones y propósitos para cada
persona.
El tercer
parámetro, radica en la importancia “aprender a aprender”; no basta que el
docente se asegure que el alumno adquirió la información impartida, pues
también son importantes las estrategias de aprendizaje que le enseñan al alumno
las vías para comprender los conocimientos. El cuarto parámetro consiste en la
educación centrada en la creatividad. En este aspecto, lo que a la educación le
corresponde es facilitar, orientar sutilmente, catalizar, pero se reconoce que
la creatividad es un conocimiento que brota del interior. Por ejemplo, los
científicos apelan a la intuición cuando llegan a la frontera del conocimiento
establecido. Por eso es indispensable combinar asignaturas científicas con
talleres creativos, con ejercicios teórico-prácticos, como lo es, por ejemplo,
aprender matemática elaborando una cúpula. Algunos educadores incluso sugieren el
audaz extremo de impedir la teoría si no hay práctica, algo que además tiende a
estimular los patrones que permiten el surgimiento de los emprendedores, que
son los que al fin y al cabo crean riqueza.
El quinto
parámetro es la educación excepcional para el alumno en desventaja social o también
conocida como educación para el marginado. Este tipo de educación implica
realizar propuestas como los proyectos de valoración sociológica del hogar,
asistencia socioeconómica, abordaje de los factores de riesgo de delincuencia
juvenil, y la integración al proceso educativo, tanto de los padres o
guardadores del estudiante, como de la comunidad. El sexto y último parámetro
radica en fomentar los hábitos de interpretación, pues una cosa es comprender y
otra es interpretar. No basta comprender, porque es igual de importante
desarrollar lectura crítica de la información que recibimos. Sin capacidad de
interpretar críticamente, no hay forma de discernir qué es basura, -como tanta
que se recibe en la internet-, y qué es realmente conocimiento con valor
cultural y científico.
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