Dr. Fernando Zamora C.
Abogado constitucionalista
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Y EN
En medio del
pesimismo que duda de la posibilidad de solucionar la permanente guerra del
mundo musulmán con Israel, días atrás el Secretario de Estado estadounidense
John Kerry anunció la buena noticia del inicio de nuevas negociaciones para la
paz del medio oriente. Un tema que nos concierne. El futuro de una democracia
desarmada como la nuestra, está indudablemente ligada al destino de los regímenes
verdaderamente constitucionales del mundo. Y ese destino dependerá de la suerte
que corra el consenso occidental de valores que los ha sustentado. Por ello nos
urge la consolidación internacional de la cultura constitucional. Devaluada ésta,
se encontrará seriamente comprometida la posibilidad de que sigamos siendo un
Estado desarmado. De ahí que un aspecto fundamental de esto es la coherencia y
convicción de nuestra voz en el mundo. En el pasado, uno de los elementos
fundamentales del prestigio de nuestra nación, radicó en la fuerza moral de
nuestra política exterior.
Pero decisiones recientes
en este campo, como por ejemplo la cuestionada forma como nuestro gobierno justificó
en el año 2003 su inclusión en la lista de los países que conformaron la
coalición de la invasión a Iraq, la manera en que se rompieron las relaciones
con Taiwán en el 2007, o el revés que en el 2006 Costa Rica le propinó a una
nación tan amiga como Israel, al retirar su Embajada de Jerusalén, resultaron acciones
polémicas que minaron la potencia de nuestra voz en el mundo.
Por la
trascendencia que tiene en relación con la paz, conviene analizar el último de esos
tres ejemplos citados. Una nación que resguarda los valores del
constitucionalismo occidental, ¿qué
posición debe asumir en relación a Israel? ¿Qué parámetros deben regir nuestra
política exterior para Oriente medio? Lo primero que debemos respondernos es la
cuestión, ¿qué es Israel y qué significa esa nación para los valores
occidentales? Esa pregunta tiene respuesta en dos vertientes, pues la patria de
Moisés podemos explicarla como nación y además, como el único sistema
verdaderamente constitucional de Oriente medio.
Para el mundo ¿qué representa
el pueblo hebreo como nación? En proporción poblacional, o sea, comprendiendo a
Israel en un sentido amplio, -lo que incluye al pueblo judío fuera de sus
fronteras-, la nación hebrea es la cultura que más ha impactado al planeta. Porque
más que una Patria, ellos son una portentosa cultura. Han sido mucho más que población, territorio y gobierno. Durante su
historia han sufrido embates inimaginables. Por largas diásporas perseguida y
carente de espacio vital, sin amparo de territorio ni gobierno alguno, y a
pesar de ello, una nación firmemente anclada. Son sincronía de espíritus. En
medio de adversidades tan abrumadoras, solo un pueblo aferrado a sus propios
ensueños pudo preservar y sigue preservando de tal forma su cultura. Temple
homogéneo para el esfuerzo y el sacrificio. Marcha conjunta en pos de ideales
comunes. ¿Qué particular fuerza ha sostenido esa entereza extraordinaria? Tales
heroísmos colectivos solo son posibles cuando esa identidad nacional está
ligada al sentido de lo espiritualmente trascendente. Lo que ahora por cierto,
en Costa Rica irrita a algunos. Sobre el impacto de dicha nación al progreso, lo
resumimos con un dato inobjetable: pese a que representan el 0,02% de la
población mundial, poseen 129 premios nobel.
Ahora
bien, la otra pregunta es, ¿qué representa, para el mundo, Israel como Estado?
Es el único Estado, en toda aquella basta región, cuya filosofía política se
sustenta en los valores del constitucionalismo occidental. Una democracia
parlamentaria, regida por un sistema de frenos y contrapesos, con una debida
separación de poderes y sufragio universal en un sistema de pluralidad de
partidos. Es el Estado del Oriente medio en el que las mujeres votan, -y pese a que en Occidente tal libertad nos
parece obvia-, contradice abiertamente lo permitido por los reinos de los
Califatos. A pesar de la manifiesta hostilidad del mundo musulmán desde el
establecimiento del Estado judío en 1948, -hostilidad traducida en guerras y múltiples
agresiones- Israel concedió nacionalidad a los árabes que habitaban en su
territorio. Con la libertad de voto incluida. Derecho que les niegan los reinos
árabes a sus propios habitantes. Pese a que Israel no es un estado “laicista”, -pues
reguarda los valores espirituales del judaísmo-, es un régimen constitucional respetuoso de la
libertad de consciencia y culto. El único país en el medio oriente donde la
población que abraza creencias diferentes ha crecido. Solo para citar un
ejemplo, allí la población cristiana se cuadruplicó, mientras que en el resto
del oriente medio, las convicciones disidentes son proscritas hasta su
inanición. En esencia, -en un área tan basta-, es el único Estado plenamente
constitucional. A las anteriores razones, debemos sumar la histórica amistad
que nos ha unido a ambas naciones. El libro “Del volcán Irazú al Monte Sión”, del Dr. Benjamín Núñez, -Exembajador
en Israel y Exministro de gobierno de Don Pepe Figueres-, es un poema a esa
amistad. Tuve la suerte de conservar un ejemplar dedicado del libro. En la
dedicatoria, el Padre Núñez alude al hecho de que defender a Israel también fue
parte del espíritu del 48.
Así las cosas, si
advertimos que Israel abarca una superficie de apenas un sexto del uno por
ciento (1/625) en relación al resto del territorio islámico de la región, resulta
inaceptable la amenaza de estratos poderosos del mundo musulmán que aspiran a la
extinción de la nación judía. Por ello, de mayor preocupación es el hecho de
que Rusia decidiera respaldar el programa nuclear iraní, tal y como desde el 2007 lo informó la cadena BBC. Es
cierto que el agresivo sistema de defensa israelí recibe una pertinaz lluvia de
críticas, muchas de ellas de buena fe. Pero la pregunta fundamental es, ¿permanecería
Israel si bajase la guardia? Aunque una ingente inversión en sumas militares siempre
es negativamente sospechosa, -hasta donde tengo entendido-, no conozco judíos
que llamen a una Jihad para matar
infieles. Es presupuesto de estricta defensa. Por este tipo de motivos, la
respuesta a la pregunta de fondo de este artículo es que toda nación que
resguarde los valores del constitucionalismo occidental, debe apoyar la
existencia de Israel. Y tratándose de una nación como Costa Rica, con una
tradición de amistad como la que nos ha unido, es inaceptable el desplante que
le hicimos en el 2006, al retirar nuestra embajada de Jerusalén. Sin duda, la
política exterior de la primera administración del Dr. Arias Sánchez, -la del
Plan de Paz para Centroamérica-, fue una
de las páginas ilustres de nuestra historia. Es lamentable que en su segunda
administración, nuestra política exterior no tuviese las mismas luces. Una política
exterior sin visión. Para el olvido. fzamora@abogados.or.cr
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