Dr. Fernando
Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Publicado en el Diario La Nación el 22 de diciembre del 2013
Publicado en el Diario Español El Imparcial:
Como bien lo interpreta el
destacado teólogo europeo Aurelio Fernandez, los evangelios no son un estudio
metódico o teórico acerca de las verdades esenciales de la fe. No son teoría. En
tanto proclaman un mensaje, tampoco son estrictamente un libro de historia. Tampoco
son libros biográficos en sentido técnico. Ni es su objetivo relatar con una cronicidad
detallada la vida del Cristo. Sin ser periodista, pero tal vez por la velada
admiración que guardo hacia el oficio del periodismo, me atrevería a concluir
que esencialmente los evangelios son, -en sentido práctico-, un ejercicio y una
obra periodística. Ejercicio que se propuso describir el itinerario vital que
siguieron aquellos que fueron testigos de la vida del Mesías y que, al tenor de
los acontecimientos que les correspondió vivir, concluyeron que Jesucristo era
el hijo de Dios. En principio, no era posible hallar abolengo en la persona de
Jesús. ¿De Nazareth podía salir algo
bueno? (Juan 1:46) Su irrelevante condición social lo condenaba a ser visto
por la cultura de entonces simplemente como el hijo de José el carpintero, y de
María. ¿Que sucedió en la vida de aquellos que le conocieron y le siguieron? Al
punto que llegaron a convencerse de que “¡ciertamente
tu eres el hijo de Dios!” (Mt 14:33) Pues bien, de conformidad con lo que
los Evangelios refieren, quienes siguieron a Jesús fueron cambiando de criterio
a la luz de lo que iban viendo. Más que de la dignidad y majestad inherentes
que reflejaban su personalidad, los evangelios dan noticia acerca de la
maravilla de las obras que hacía: “…a los
sordos hace oír y a los mudos hablar.” (Mc 7:37) En síntesis, como buen
matutino periodístico, lo que el evangelio anuncia, es que los coetáneos de
Jesús llegaron al convencimiento de su naturaleza divina porque vieron. En los
evangelios, la palabra “ver” es el verbo contundente de importancia capital.
Por eso aparece más de 200 veces en el libro de San Juan y 100 en el de Mateo.
Es el verbo constante al que los protagonistas apelan: “Lo que hemos visto con nuestros ojos…eso es lo que os anunciamos”
(1Jn1:1-3). No vamos a encontrar en los evangelios un encabezado que pontifique
acerca de las pruebas de la divinidad de Jesús, ni frase alguna que presente al
nazareno como un teólogo que enseñe conjeturas acerca de Dios.
Sus autores tampoco son
historiadores, pero a criterio de algunos de ellos muy destacados, -como el
alemán Hans Campenhausen-, los relatos cumplen con todos los requisitos de
confiabilidad histórica que se le pueden pedir a un texto tal y la obra es del mismo
género narrativo de los contemporáneos que relataron la vida de otros
personajes como Tácito o Plutarco. Cuales buenos periodistas, -sin detenerse en
rasgos psicológicos, con un estilo ponderado, con una narración concisa de los
hechos y de los discursos, ajeno a encomios desproporcionados-, simplemente se
esfuerzan en ser veraces en aquello de lo que deben anunciar. Con lo cual
garantizan la veracidad de lo narrado. En los textos no encontramos
definiciones teóricas. Solo el firme mensaje de que el Creador es un Padre que
tiene un proyecto de salvación para el mundo. En síntesis, son escritos cuyo
objetivo es dar noticia fiel de la persona de Jesús, y de su mensaje. Son la
proclama de lo que significó la irrupción del Cristo en la escena de la
Palestina bajo jurisdicción romana. Irrupción que dividió la historia en dos.
En temporada que celebramos el
nacimiento del Señor de la verdad evangélica, reafirmar la naturaleza esencialmente
informativa de las crónicas más importantes de la cultura humana, representa un
recordatorio acerca de la vital importancia de que la verdad sea el norte
indiscutible en la ética profesional del periodista. Más que por la destreza
técnica que pueda esgrimir en su labor un buen cronista, o más que por la vasta
cultura que pueda reflejar al momento en que escruta a sus entrevistados, el
verdadero señorío de tales profesionales estará determinado por lo valientes y lo
celosos que sean frente a la verdad hallada. La sangre de mártires como el
colombiano Guillermo Cano, el nicaragüense Pedro J. Chamorro, o el dominicano
Gregorio García Castro, le deben recordar al periodista de excelencia, de forma
constante, ésa, su grave responsabilidad. Giles Lipovetsky definió lo que
estamos viviendo como una era de vacíos. Por antonomasia, toda cultura decae
cuando su tensión espiritual se relaja. Son etapas en el desarrollo humano
donde la inteligencia espiritual se atrofia. Cuando las sociedades se sumen en
una parálisis vital. En la práctica, un nihilismo en el que todos los ideales y
valores se pretenden destituir. Es una anemia de sentido existencial y una
ausencia de horizontes. Aún peor, etapas en las que parece existir un atractivo
por lo vulgar. Es ante ese escenario en el que se agiganta el desafío que
enfrenta el buen cronista. Porque el periodismo es la última frontera ética de
los pueblos. Cuando el germen del despotismo invade las instituciones, y los
controles constitucionales desaparecen ante la mano tenebrosa de la opresión, solo
queda la palabra publicada. El último vestigio de la dignidad de la cultura es
la denuncia vigorosa del periodista valiente. En rescate de los pueblos, la
historia moderna es prolífica en ejemplos acerca de la importancia vital de la
crónica valerosa: el diario El Espectador
frente al cáncer siniestro del narcotráfico, o La Prensa frente a las botas opresoras que desde siempre han
asolado Nicaragua. Es la razón por la que en los regímenes totalitarios la prensa
independiente es proscrita absolutamente. Cuando las tinieblas se ensañan
contra la sociedad, el reducto del último acervo de luz espiritual, es la voz
de un periodista valiente. Así pues, en ésta época en que conmemoramos tan
importante efeméride espiritual, es pertinente recordar esa coincidencia entre
la luz del espíritu y la del periodismo. Hermandad vital para la subsistencia
de la dignidad de las naciones y de su cultura.fzamora@abogados.or.cr
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