Abogado constitucionalista
Publicado en el Periódico La Nación
https://www.nacion.com/opinion/columnistas/la-incultura-del-descarte/7G5QXU5WFZE2TKWADFQWFDIAOA/story/
Finalizada la XXXIV Jornada Mundial, el Papa Francisco
estremeció a las juventudes cristianas centroamericanas. Más allá de la entusiasta
parafernalia que rodea sus visitas, amerita rescatar una de las ideas centrales
del pensamiento papal durante estos años de pontificado. Lo resumo en lo que se
ha denominado la “incultura del descarte”.
Esencialmente, el concepto se refiere a la acción de
despreciar todo aquello que estorbe nuestra codicia centrada en el placer, el
afán de dominio, y el disfrute del consumo a alta escala. Su santidad le llama
“un proyecto de ingeniería social perfectamente estructurado de deterioro
progresivo de los valores de la cultura”. En su obra “El hombre
desechable” el escritor Luis Gonzalez, resume tal disyuntiva mediante una sentencia
esclarecedora: “la visión cristiana
renuncia a sí mismo por amor al otro, la posmoderna renuncia al otro por amor a
sí mismo.” Apelando al pensamiento de autores como Bauman, Antonio Marina o
Ratzinger, profundicemos en el concepto.
Son cuatro expresiones
mediante las cuales se manifiesta la incultura del descarte. La primera de
ellas, es en relación con el ecosistema, donde dicha incultura termina exprimiendo todo lo posible de éste. En palabras de Francisco I: “sin que la naturaleza y el hombre se
tiendan una mano amigable”. Tal tendencia implica prácticas como la
economía de lo desechable, la elaboración masiva de plásticos y productos artificiales de “un solo uso”, y la
producción destinada a crear bienes con el propósito de que dejen de funcionar
o se desactualicen a corto plazo. El fenómeno provoca, por una parte, que se generen
cantidades monumentales de desecho ilimitado, y por otra, que se expolien
inmisericordemente recursos naturales con grave pérdida de biodiversidad. Todo
en función de la necesidad de mantener alimentado esa voraz maquinaria de bienes
de poco, o incluso único uso. Algo absolutamente incompatible con la
sostenibilidad ambiental. De ahí que el Papa denuncia que la misma tierra
que nos nutre y sostiene, está siendo objeto de "la lógica del desecho".
La segunda manifestación de la
incultura del descarte está relacionada con las relaciones sociales e
interpersonales: tendencias que se evidencian, ya sea en las conductas
sexuales, en las prácticas comerciales de reproducción humana, en la actividad
política, laboral, o en todas aquellas áreas que deben estar condicionadas por
compromisos éticos entre las personas. Entonces, parafraseando el concepto de
Bauman, esta incultura hace que, por ejemplo, tengamos matrimonios “líquidos”.
En donde la primera crisis egocéntrica que sufre la pareja consuma el divorcio aceleradamente.
O peor aún, a través del hábito de ejercer una sexualidad sin compromiso moral
alguno. O bien, fenómenos modernos como el “vientre de alquiler” o la venta de
esperma, refleja esta misma inclinación en el ámbito de la reproducción humana.
Otros aspectos donde se manifiesta la incultura del descarte en las relaciones
sociales, es el de la política y el deporte. En el primer caso, líderes sin
ningún compromiso partidario que cambian de bandera política como si de cambiar
de sombrero se tratase. En el deporte sucede un fenómeno similar: ¿o acaso no
era el honor, ligado a la tradición de la comunidad a la que se representaba,
lo que antes insuflaba el espíritu competitivo de los clubes deportivos? Más la
incultura del descarte ha desnaturalizado también esa pasión, y hoy el
deportista subasta su fichaje cual si fuese una ficha de casino.
El tercer aspecto en el que la
incultura del descarte se manifiesta es el de la vida humana. Allí son cinco
los fenómenos perversos que dicha incultura ha estimulado: el sicariato, la
trata de personas, el aborto, la eutanasia, y la eugenesia. Elemento común de
todas ellas, el profundo desprecio hacia la vida y dignidad humanas. Las describiré
brevemente. El sicariato, el asesinato por encargo se ha tornado ya una
“industria”; la trata de personas, la comercialización de la vida humana con
fines sexuales o de esclavitud laboral, también. ¿Y qué del aborto? impulsado
originalmente con fines eugenésicos, racistas y clasistas. Si se duda de ello,
baste recordar que en 1916, la abortista Margaret Sanger abre su primera
clínica con dos lemas: “más niños
capacitados y menos incapacitados” y
“el control natal para una raza superior.” Otra expresión de esta incultura posmoderna, el
fenómeno de la eutanasia, tiene su fundamento práctico en “el descarte del
enfermo” y clava su raíz filosófica en la noción materialista de que la vida
tiene un valor dependiente y subordinado al ámbito de las decisiones humanas. En
otras palabras, la vida sujeta al peligroso entorno de la voluntad personal; esencialmente,
la aventurada noción de que la vida es propiedad del hombre, o peor aún, del
Estado. Coherente en el combate de todo lo ya descrito, el
Papa denuncia la perversión “de descartar
la vida humana: sean los pobres, los inmigrantes, los ancianos, los niños no
nacidos, o las personas económicamente vulnerables.”
Finalmente,
la incultura del descarte en la economía, que es la cuarta forma en la que ésta
se manifiesta en el mundo posmoderno. La economía del descarte es una economía
esencialmente atada a prácticas viciosas. En primer término, una producción
enfocada en el consumo, cual si éste fuese un valor por sí mismo. O sea,
producción que no tiene como propósito satisfacer necesidades genuinas del
individuo, sino la de provocar necesidades artificiales e inútiles, con el
objetivo de atar al individuo al gasto y la adquisición sin sentido, como si
ello amerite por sí solo estimarse. Otro reflejo de la incultura del descarte,
son las prácticas abusivas del monetarismo especulativo, pues tras ese tipo de especulación
financiera, lo que existe es espuria codicia de ganancias sin respaldo
productivo. Frente al ritmo actual de consumo mundial, las estadísticas vaticinan
el inminente agotamiento de los recursos naturales del planeta. Ante la sombría
predicción, se suman, concatenados, nuestros descomunales desafíos en materia
energética y alimentaria. La única salida está en reconducir las fuerzas del
capitalismo instaurando políticas públicas que dirijan las potencias del
sistema de mercado hacia la solución de esos desafíos, como lo hizo Obama cuando
obligó a su industria automotriz a cambiar la producción de sus ineficientes
vehículos por otros amigables con el ambiente, a través de novedosas tecnologías
energéticas. Concluyo: he descrito los cuatro tentáculos del monstruo de la
incultura del descarte. Los identifico para que sean combatidos sin tregua. fzamora@abogados.or.cr
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