Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista
Los desafíos principales del
mundo son dos: el primero de ellos, ampliar la cobertura boscosa del planeta,
una eficiente forma de combatir la absorción de gases contaminantes en la
atmósfera. El otro es incrementar la capacidad mundial de producción hídrica. O
sea, sostener los actuales niveles de vida de nuestra especie requiere mucha
agua y mucho bosque. Frente a esos retos, vale preguntarse: ¿es posible el
desarrollo humano y un altísimo crecimiento económico y poblacional en armonía
con los ecosistemas? Siendo conscientes
de ambos desafíos, resulta indispensable estudiar el caso israelí, para lo cual
es menester tener claro que -en ambos campos-, es el país con mayor desarrollo
tecnológico y, además, el de mayores logros. Pese a que su territorio es un 60%
desierto, y el resto en aridez, con una tasa de lluvias bajísima, y desde su
fundación con un crecimiento de su población incrementada por diez, el país
tiene excedentes de agua y bosques en crecimiento. Al punto que suministra 53
mil millones de litros anuales a los jordanos, y a los palestinos cerca de 67
mil millones de litros en cisternas. Para el que crea que eso es inconcebible,
puede consultar el dato en el reporte anual sobre recursos hídricos del Estado
de Palestina. Por ello debe reconocerse la autoridad moral de los criterios,
acciones y participación de Israel en esa materia, y en la asistencia
internacional para la solución de ambos retos. Días atrás recibí de manos de mi
distinguido amigo Oren Bar, excelentísimo embajador de Israel en nuestro país,
el libro titulado “Hágase el agua, solución de Israel para un mundo
hambriento de agua”, cuyo autor es el colega abogado Seth Siegel. En la
obra se desarrolla detalladamente el inventario de sus portentosos logros
nacionales en materia hídrica y forestal, y tales conquistas nos ofrecen una
enorme esperanza al resto del mundo.
Un reciente informe del
Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, determinó que el mundo
estaba entrando en una prolongada crisis de abastecimiento de agua para todas
las necesidades vitales de la humanidad. En momentos en que 600 millones de
personas viven sin acceso al agua, la duda no es si habrá graves conflictos
sociales por el uso del agua, sino en qué momento éstos ocurrirán a gran
escala. Tres son los factores que
agravan el problema de agua: el cambio climático, generador de procesos de
evaporación y sequías más acelerados, el incremento de los hábitos de consumo
de las clases medias del planeta -que para el año 2000 eran 1400 millones y
para el año pasado la cifra había aumentado a los 3500 millones de habitantes-,
y finalmente el incremento general de la población que, como es obvio, genera
una mayor presión sobre la explotación de las fuentes de agua. A su vez, dicha
presión, provocada por esos dos últimos factores, el del crecimiento
demográfico y el del ascenso de estamentos poblacionales más consumistas,
provoca que las fuentes de aguas se contaminen más regularmente, y respecto del
agua distribuida, que ésta tenga mayores volúmenes de desperdicio.
En este punto es
indispensable advertir que Israel ha demostrado que es totalmente posible
sostener el desarrollo humano en armonía con el equilibrio del ecosistema. Aún
más, que es posible sostener un altísimo crecimiento económico al mismo tiempo
que se logra una mejoría del ambiente natural; en eso ha consistido el prodigio
israelí. Solo basta recordar que, desde la independencia hasta 1963, el gasto entre las familias de
los asalariados israelíes aumentó un 97% en términos reales, y entre 1955 y
1966, el consumo per cápita aumentó en un 221%. Al momento del establecimiento de ese Estado, la población era de apenas
ochocientos seis mil habitantes con un ingreso per cápita anual equivalente al
de los países más pobres del tercer mundo, mientras que hoy es de $44 mil
dólares pese a que la población supera los diez millones. Sin embargo, hoy
existe mucho más bosque del que existía al momento de constituirse ese Estado,
y las fuentes de producción de agua también han aumentado. De hecho, hoy Israel es la única nación del mundo en
la que existen más bosques de los que había hace un siglo, y esto a pesar de
los continuos sabotajes provocados para destruirlos, como sucedió en el 2006
con las diez mil hectáreas de bosque que fueron incendiadas por los cohetes del
Hezboláh
El milagro israelí se debe
fundamentalmente a tres elementos: la planificación de su infraestructura
hídrica, la inversión en tecnologías relativas a ella, y finalmente, una vez
conquistado el desafío del agua, culminan la trilogía con un muy agresivo
programa de desarrollo forestal. Y la consolidación del bosque provoca después
un círculo virtuoso de mayor abundancia de agua, tal y como como cualquier
ingeniero forestal reconocería. Es un proceso inverso al del círculo vicioso
que viven países que, pese a ser tropicales, como Guatemala, Honduras o Haití,
la tala indiscriminada está provocando la desertificación de extensas áreas de
sus geografías. A manera de ilustración, la tecnología israelí de riego
agrícola es uno de los aspectos que, en América, regiones pobres como el norte
de México o ricas como los estados estadounidenses que se asientan sobre el
acuífero de las altas llanuras, como Nebraska o Texas, saben que deben implementar
a corto plazo. Por ejemplo, en ocho estados estadounidenses, los agricultores saben
que los días de bombeo ilimitado de las aguas de dicho acuífero están por
terminar. Recordemos que en el mundo la agricultura utiliza el 70% del agua y
apenas el 10% se emplea para usos domésticos relativos a la limpieza, cocina o
hidratación humana, por lo que, si se utilizan las modernas tecnologías de
riego para reducir ese consumo agrícola en un 15%, habrá más del doble de agua
para el aprovechamiento humano doméstico.
Finalmente, amerita advertir
que la gran democracia del oriente próximo está demostrando que el futuro del
adecuado abastecimiento hídrico, de sus programas de desarrollo forestal y
protección de ríos, y por tanto el futuro del desarrollo sostenible, dependen
de la combinación de tres factores asociados: inversión en tecnología, iniciativa
privada y políticas públicas. No cabe duda que, en el milagro hídrico y
forestal de Israel, se ha cumplido la vieja promesa bíblica que hizo Dios a los
judíos, contenida en el capítulo 55 del libro del Profeta Isaías: “En el lugar
del espino crecerá ciprés, y en el de la ortiga, crecerá arrayán; …” fzamora@abogados.or.cr
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