viernes, 14 de enero de 2022

LAS DOS PRIORIDADES DEL MUNDO

 Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista

 

Los desafíos principales del mundo son dos: el primero de ellos, ampliar la cobertura boscosa del planeta, una eficiente forma de combatir la absorción de gases contaminantes en la atmósfera. El otro es incrementar la capacidad mundial de producción hídrica. O sea, sostener los actuales niveles de vida de nuestra especie requiere mucha agua y mucho bosque. Frente a esos retos, vale preguntarse: ¿es posible el desarrollo humano y un altísimo crecimiento económico y poblacional en armonía con los ecosistemas?  Siendo conscientes de ambos desafíos, resulta indispensable estudiar el caso israelí, para lo cual es menester tener claro que -en ambos campos-, es el país con mayor desarrollo tecnológico y, además, el de mayores logros. Pese a que su territorio es un 60% desierto, y el resto en aridez, con una tasa de lluvias bajísima, y desde su fundación con un crecimiento de su población incrementada por diez, el país tiene excedentes de agua y bosques en crecimiento. Al punto que suministra 53 mil millones de litros anuales a los jordanos, y a los palestinos cerca de 67 mil millones de litros en cisternas. Para el que crea que eso es inconcebible, puede consultar el dato en el reporte anual sobre recursos hídricos del Estado de Palestina. Por ello debe reconocerse la autoridad moral de los criterios, acciones y participación de Israel en esa materia, y en la asistencia internacional para la solución de ambos retos. Días atrás recibí de manos de mi distinguido amigo Oren Bar, excelentísimo embajador de Israel en nuestro país, el libro titulado “Hágase el agua, solución de Israel para un mundo hambriento de agua”, cuyo autor es el colega abogado Seth Siegel. En la obra se desarrolla detalladamente el inventario de sus portentosos logros nacionales en materia hídrica y forestal, y tales conquistas nos ofrecen una enorme esperanza al resto del mundo.

 

Un reciente informe del Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, determinó que el mundo estaba entrando en una prolongada crisis de abastecimiento de agua para todas las necesidades vitales de la humanidad. En momentos en que 600 millones de personas viven sin acceso al agua, la duda no es si habrá graves conflictos sociales por el uso del agua, sino en qué momento éstos ocurrirán a gran escala.  Tres son los factores que agravan el problema de agua: el cambio climático, generador de procesos de evaporación y sequías más acelerados, el incremento de los hábitos de consumo de las clases medias del planeta -que para el año 2000 eran 1400 millones y para el año pasado la cifra había aumentado a los 3500 millones de habitantes-, y finalmente el incremento general de la población que, como es obvio, genera una mayor presión sobre la explotación de las fuentes de agua. A su vez, dicha presión, provocada por esos dos últimos factores, el del crecimiento demográfico y el del ascenso de estamentos poblacionales más consumistas, provoca que las fuentes de aguas se contaminen más regularmente, y respecto del agua distribuida, que ésta tenga mayores volúmenes de desperdicio.

 

En este punto es indispensable advertir que Israel ha demostrado que es totalmente posible sostener el desarrollo humano en armonía con el equilibrio del ecosistema. Aún más, que es posible sostener un altísimo crecimiento económico al mismo tiempo que se logra una mejoría del ambiente natural; en eso ha consistido el prodigio israelí. Solo basta recordar que, desde la independencia hasta 1963, el gasto entre las familias de los asalariados israelíes aumentó un 97% en términos reales, y entre 1955 y 1966, el consumo per cápita aumentó en un 221%. Al momento del establecimiento de ese Estado, la población era de apenas ochocientos seis mil habitantes con un ingreso per cápita anual equivalente al de los países más pobres del tercer mundo, mientras que hoy es de $44 mil dólares pese a que la población supera los diez millones. Sin embargo, hoy existe mucho más bosque del que existía al momento de constituirse ese Estado, y las fuentes de producción de agua también han aumentado. De hecho, hoy Israel es la única nación del mundo en la que existen más bosques de los que había hace un siglo, y esto a pesar de los continuos sabotajes provocados para destruirlos, como sucedió en el 2006 con las diez mil hectáreas de bosque que fueron incendiadas por los cohetes del Hezboláh

 

El milagro israelí se debe fundamentalmente a tres elementos: la planificación de su infraestructura hídrica, la inversión en tecnologías relativas a ella, y finalmente, una vez conquistado el desafío del agua, culminan la trilogía con un muy agresivo programa de desarrollo forestal. Y la consolidación del bosque provoca después un círculo virtuoso de mayor abundancia de agua, tal y como como cualquier ingeniero forestal reconocería. Es un proceso inverso al del círculo vicioso que viven países que, pese a ser tropicales, como Guatemala, Honduras o Haití, la tala indiscriminada está provocando la desertificación de extensas áreas de sus geografías. A manera de ilustración, la tecnología israelí de riego agrícola es uno de los aspectos que, en América, regiones pobres como el norte de México o ricas como los estados estadounidenses que se asientan sobre el acuífero de las altas llanuras, como Nebraska o Texas, saben que deben implementar a corto plazo. Por ejemplo, en ocho estados estadounidenses, los agricultores saben que los días de bombeo ilimitado de las aguas de dicho acuífero están por terminar. Recordemos que en el mundo la agricultura utiliza el 70% del agua y apenas el 10% se emplea para usos domésticos relativos a la limpieza, cocina o hidratación humana, por lo que, si se utilizan las modernas tecnologías de riego para reducir ese consumo agrícola en un 15%, habrá más del doble de agua para el aprovechamiento humano doméstico.   

 

 

Finalmente, amerita advertir que la gran democracia del oriente próximo está demostrando que el futuro del adecuado abastecimiento hídrico, de sus programas de desarrollo forestal y protección de ríos, y por tanto el futuro del desarrollo sostenible, dependen de la combinación de tres factores asociados: inversión en tecnología, iniciativa privada y políticas públicas. No cabe duda que, en el milagro hídrico y forestal de Israel, se ha cumplido la vieja promesa bíblica que hizo Dios a los judíos, contenida en el capítulo 55 del libro del Profeta Isaías: “En el lugar del espino crecerá ciprés, y en el de la ortiga, crecerá arrayán; …”  fzamora@abogados.or.cr

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