Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
El
sábado 1 de octubre, la editorial de la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA)
me hizo el honor de presentar mi nuevo libro titulado Raíz de miseria, donde expongo
sobre la influencia del coeficiente cultural de las naciones, ya sea en la
prosperidad o en la ruina y caos de éstas. La obra aspira a contribuir en el
debate sobre las diversas teorías del desarrollo, y su tesis central es que la
prosperidad de una sociedad es resultado de su cultura, y que dicha cultura es,
a su vez, consecuencia de la vocación moral que orienta la conducta de los
ciudadanos y da sentido a sus conocimientos. Es la razón por la que la cultura,
desde siempre, ha estado asociada a una espiritualidad con compromiso moral.
A
partir de ese antecedente, en este artículo quiero anotar unas ideas marginales
a mi libro, pero que se deducen de él, y que aquí he decidido denominar los “cuatro
jinetes del apocalipsis cultural”. La noción de los jinetes la extraigo como
simple metáfora de los famosos jinetes apocalípticos que, según la tradición, representan
la gloria, el hambre, las pestes y la guerra. Pero los jinetes apocalípticos que
cito aquí, responden a otras realidades estrictamente culturales.
El
primer jinete del apocalipsis cultural son las drogas. En su obra sobre la
historia de las drogas, el periodista colombiano Leonidas Gómez nos expone el
exponencial crecimiento del uso de narcóticos a partir del inicio de la década
de 1970. Según el último informe de la oficina contra las drogas de la ONU, (UNODC)
sobre el consumo mundial de drogas 2022, la moda de legalizar el cannabis en los
países, ha acelerado el consumo diario, y con ello, las
consecuencias relacionadas para la salud física y psicológica del mundo. De
acuerdo a ese informe, con la
legalización del cannabis en Norteamérica aumentó su consumo diario, y cito
textual: “especialmente el de productos cannábicos potentes, y sobre todo
entre las personas adultas jóvenes que se inician con la marihuana”. No es necesario recordar que, con ello, después
quedan atrapados en otro tipo de drogas más potentes. Siguiendo
este mismo informe, en el año 2020, los
estudios de dicha oficina registraron un aumento del 26% respecto a la década
anterior. Las personas jóvenes están consumiendo más drogas, y en muchos países,
los niveles de consumo actuales son más altos que los de la generación
anterior. De hecho, su directora ejecutiva, la egipcia Ghada Waly, declaró que
"las cifras de producción e incautación de muchas drogas ilícitas están
alcanzando niveles récord”.
El segundo jinete del apocalipsis
cultural es la doctrina sexual utilitaria, que consiste en la tendencia y
práctica de desligar la actividad sexual de su valor moral y espiritual
intrínseco. Es la reducción del sexo como simple medio de placer, y hacer del
ser humano, generalmente la mujer, un objeto de ese fin hedonista. Esa doctrina
arranca con la revolución sexual de finales de los años de 1960, y su más
patológica manifestación es el fenómeno pornográfico originado en ella. En su
obra titulada “Lo que debes saber sobre la vida”, el prestigioso psiquiatra
español Enrique Rojas, la califica como una epidemia que representa, en sus
propias palabras: “un nuevo azote mundial, una plaga destructiva e
incontrolable”. De acuerdo a las
estadísticas que Rojas cita en su obra, resulta claro que buena parte de la
educación sexual de los niños con edades comprendidas entre los diez y doce
años, está en manos de la pornografía. De hecho, en diciembre del 2018, en
Google se contabilizaron unos dos mil millones de entradas digitales con la
palabra pornografía, o con la referencia triple X. Ni qué decir de los
adolescentes y adultos que quedan atrapados en ella. La otra cara de la
tragedia, es que la educación sexual que se ofrece formalmente hoy en el
sistema educativo, está en gran medida también contaminada por esa doctrina
sexual utilitaria.
El tercer jinete del apocalipsis
cultural es el relativismo moral. Ese relativismo, y la devaluación del
concepto de lo que la verdad significa, representan una tragedia para la
cultura, pues los criterios morales sólidos son la base para disfrutar de una verdadera
libertad. El individualismo, el consumismo como fin en sí mismo, y la tendencia
a la permisividad en las sociedades, son corrientes que se están imponiendo, y
cuando dicho relativismo moral se entroniza, con él toma carta de poder la
dictadura de los apetitos. Así, sin criterios morales sólidos, es casi
imposible ejercitar la voluntad, que es la cima del carácter. Sin voluntad los
objetivos vitales son imposibles, y ni qué decir los ideales, que son la noción
cumbre de nuestra existencia, pues no existe posibilidad de que una gran vida
culmine sin que ella esté condicionada a la persecución del ideal en sus
diferentes facetas. ¿Cuáles? el máximo ideal cívico, que nos lleva al heroísmo
patriótico, el máximo ideal estético, que nos lleva a la forja del gran artista,
el máximo ideal espiritual, que nos lleva a la santidad, el máximo ideal
educativo, que nos lleva al sacrificio de la vocación docente, o sea el máximo
ideal económico-productivo, que nos lleva a la excelencia en el trabajo o el emprendimiento.
Por el contrario, en el relativismo moral es imposible dar respuesta a las
grandes interrogantes de la existencia, algo que es indispensable para vivir,
pues tal y como afirmaba Zygmunt Bauman, cuando ese relativismo se impone, se derrumban
los territorios sólidos o firmes que permiten ofrecer esas respuestas, que
tienen todas ellas, trasfondo espiritual como regla.
El cuarto jinete del apocalipsis
cultural es la contracultura del placer, ese fenómeno decadente que José Manuel
Martínez llamó la sociedad del entretenimiento y Vargas Llosa la civilización
del espectáculo. En las sociedades
cautivas por la contracultura del placer, los valores trascendentes, esos que
dan sentido a la vida, son sustituidos por un utilitarismo egoísta enfocado en
el mero deleite sensual, o en la satisfacción de los deseos y los apetitos.
Allí donde las personas renuncian a la aspiración de cumplir un objetivo
trascendente de vida, y se limitan a complacer lo que apetecen sus sentidos. Cuando
se anhela alcanzar un ideal, se claudica a lo inmediato en razón de aspirar a
lo lejano, mientras que, una vida centrada en el placer, corre en el sentido
inverso: renuncia a lo lejano en función
de agostar lo inmediato. Vidas vacías que no tienen la capacidad de retardar la
gratificación, a cambio de aspirar a lo que es superior. fzamora@abogados.or.cr
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