Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
La
participación costarricense en el mundial de futbol de Qatar 2022, nos deja
varias lecciones como sociedad. La primera de ellas, es que cualquier logro
relevante que podamos tener, sea de índole personal o colectiva, siempre será
producto de un proceso. En otras palabras, nada de importancia se consigue sin
someterse a un esfuerzo estratégicamente planificado, -y sostenido en el tiempo-,
con constancia y disciplina. En este mundial, durante los dos últimos partidos
que jugó nuestra selección, si bien es cierto fueron evidentes los deseos de
hacer las cosas bien por parte de nuestros muchachos, de la información que se
ha extraído en la opinión de los expertos, resulta claro, que la selección no
tenía una identidad definida de juego. La dinámica de juego del equipo era
carente de estilo y estructura definida, aunque vale advertir que esta carencia
no era responsabilidad de los jugadores, pues fue claro que, en los últimos dos
partidos, nuestros jugadores lo dieron todo, aunque su actuación fue más
corazón que futbol. Ahora bien, un aspecto como la identidad futbolística de un
equipo, si bien es cierto es una cuestión de talento, es básicamente un asunto
de planificación estratégica forjada por medio de trabajo sostenido. Eso es así,
no solo en el aspecto colectivo, sino incluso en el desarrollo individual del
atleta. Expertos en la materia, como la estrella nacional Rolando Fonseca, reconocen
que, si bien el futbolista nace con el talento, dicho don debe necesariamente
ser forjado con las técnicas adecuadas, por medio de un proceso sostenido en el
tiempo.
La
segunda lección es que, como sociedad, las conquistas que podemos alcanzar no
dependen de nuestra extensión geográfica, ni tampoco del tamaño de nuestra
población. Países como Croacia, Holanda, Suiza o Portugal, llegaron muy lejos
en la competición, pese a que son naciones similares a la nuestra en población
y extensión. La tercera lección consiste en el hecho de que la capacidad
financiera no es necesariamente determinante para alcanzar éxitos en el plano
deportivo o cultural. Ejemplo implacable de ello es el de que, en
circunstancias de total ruina económica, Cuba alcanzara la gloria en las justas
olímpicas.
Hasta el año pasado, Cuba había conquistado doscientos
veintiseis medallas olímpicas, setenta y ocho de oro, de plata sesenta y ocho y
de bronce ochenta, lo que la hace la nación hispanoamericana, incluyendo allí a
España, más laureada en los Juegos Olímpicos. Dichos éxitos se han conseguido,
a pesar de su absoluta quiebra económica. El mejor ejemplo de esta afirmación,
sucedió en el llamado “período especial”, acaecido a partir de 1989, cuando la
entonces defenestrada Unión Soviética suspendió la asistencia económica que
otorgaba a Cuba. Pese a esa situación de casi indigencia nacional, los atletas
cubanos, totalmente superados por la total ausencia de recursos económicos,
compitieron al mismo nivel de excelencia con las grandes potencias mundiales,
al punto que, en medio de lo más crudo del período especial fue que
protagonizaron su más grande época dorada, dado que el mayor registro cubano de
medallas se alcanzó en Barcelona 1992. Allí los atletas cubanos sumaron un
total de 31 medallas: 14 oros, 6 platas y 11 bronces. Igualmente, en las
olimpiadas australianas del año 2000, estuvieron cerca de repetir la hazaña,
logrando una bicoca de 29 medallas. Pese a su dramática situación financiera,
pero gracias a una disciplinada planificación, es usual ver a Cuba en el cuarto
lugar del medallero mundial, o cerca de él. Una cuarta lección tiene relación
con el tema de la veteranía de los jugadores. Si bien es cierto una parte importante de la afición acusó como razón de
nuestro fracaso a la edad de algunas de nuestras estrellas, sin embargo, viendo
el buen rendimiento de varios jugadores veteranos de selecciones que llegaron a
octavos, cuartos y semifinales, muchos de ellos con más de 36 años, resulta
claro que la edad no es un elemento que imposibilite el éxito deportivo. La
experiencia de este mundial y otras múltiples competiciones, es la de que, pese
a acumular años, un atleta puede mantener la excelencia en la competición
deportiva.
Una quinta lección tiene que ver
con la forja de la cultura deportiva. Es casi imposible conquistar la cima de
un logro mundial si, como sociedad, no forjamos las destrezas propias de la
cultura deportiva en la que aspiramos competir. En este punto ofrezco el
ejemplo de Uruguay. Ese es un país que, pese a tener una menor población que la
nuestra, le ha dado lecciones al mundo sobre cómo desarrollar la cultura del
futbol. Aunque a eso que llaman “garra charrúa”, algunos le han llegado a
atribuir su existencia, a la generalizada ingesta de carne en la población
infantil y juvenil uruguaya, que podría según ellos, provocar una naturaleza de
mayor fuerza y agresividad, lo cierto es que desde su infancia se les inculca a
los niños uruguayos un espíritu competitivo muy acendrado. En esa cultura
futbolística del Uruguay, tienen mucho que ver dos hechos históricos cardinales:
el primero es que Inglaterra, nación que inventó el fútbol, tuvo una influencia
fundamental en la existencia del país. Recordemos que en la independencia de Uruguay
influyeron en buena medida acciones directas de la diplomacia británica, que
buscaban acceso al Río de la Plata. Con la independencia de la República
Oriental del Uruguay, limítrofe con la Argentina, el acceso al río resultaba una
realidad internacional, y la Corona podía penetrar, por ese medio, hasta el río
Paraná, accediendo así al resto del continente.
Eso provocó que Uruguay fuera muy influida por la sociedad que inventó
el futbol. A lo anterior se suma el hecho de que Uruguay, un territorio sin mayor
población desde las épocas de la conquista y la colonia, fuera poblado por
europeos que inmigraron a finales del siglo XIX y principios del XX, época en
la que se creó el futbol en Europa. Eso fue la semilla que provocó que Uruguay,
siendo una nación pequeña y de escasa población, alcanzara en la segunda mitad
del siglo XX, dos copas mundiales. Pero, sobre todo que, siendo una nación tan
pequeña, desarrollara una tremenda tradición de cultura futbolística que les ha
permitido competir de tú a tú con las potencias mundiales. Una cuestión de
planificación y cultura. fzamora@abogados.or.cr
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