miércoles, 28 de agosto de 2024

GLOBALISMO VIGILANTE

Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista

Se puede afirmar con total seguridad que la historia universal cuenta con tres etapas de globalismo. La primera de ellas fue provocada por las compañías de indias. Cuando arrancó en el siglo XVI la revolución mercantil gracias a las posibilidades técnicas de traficar bienes a gran escala, al mismo tiempo los imperios impusieron las barreras para monopolizar los mercados. El primero en imponerlas fue el imperio español, que estaba controlado por una monarquía absolutista que instituyó la “Casa de contratación de las indias”, una compañía que monopolizó el comercio de las colonias españolas durante el apogeo del control de sus tierras de ultramar. Ello provocó la reacción de holandeses e ingleses, que consistió en empoderar a sus propios comerciantes y mercaderes, otorgándoles concesiones de exploración y conquista en territorios de ultramar, incluyendo la potestad de armarse. Las compañías mercantiles indianas, como se les llamó, finalmente resultarían igualmente enemigas del ideal de la libertad comercial, en tanto ellas representaban una suerte de carteles monopolizadores de la actividad económica de ultramar. Célebres serían la compañía británica de indias orientales, que recibió carta real de la corona británica, y con ello la concesión del monopolio de productos y rutas comerciales. También reconocida sería la compañía neerlandesa de indias, que representó la versión de ese tipo de cartel en los Países bajos, y la compañía francesa de indias orientales, que fue concesionaria del monopolio comercial francés de Sudáfrica a Malasia. Siglos después surgirían las compañías danesa y sueca de indias. La mayoría de ellas contaban con privilegios como el de exenciones tributarias, potestad de hacer la guerra, -como la que le hicieron por el opio a China-, firmar avales del tesoro real, monopolizar el tráfico de bienes y rutas, y hasta nombrar embajadores a nombre de las coronas.

 

La segunda era globalista surgió con los acuerdos de Bretton Woods, un conjunto de políticas económicas globales a las que se adhirió prácticamente la totalidad del mundo económico capitalista, bajo un sistema de reglas y organismos internacionales que rigieron la actividad financiera mundial, y que alcanzó su plena influencia hasta la década de los años 1980. La tercera y última era de la globalización nace con el desarrollo del internet, y podríamos llamarla de globalismo vigilante con una aspiración de máximo control. Shoshana Zuboff, académica de la Universidad de Harvard, define algunas de las características de esta nueva versión del poder globalista desde la perspectiva del comportamiento económico. En este caso, es la capacidad de los grandes emporios económicos, utilizando la información digital para vigilar, conducir y predecir el comportamiento humano. Se trata de un nuevo mercado global en donde, incluso, hay oferta y demanda para adquirir información que permita predecir la actividad económica de los ciudadanos. Para los demandantes de ese mercado que permite conocer nuestros comportamientos futuros, el acceso a nuestra actividad digital íntima es esencial, pues es allí donde se extraen el cúmulo de datos que son básicos en función de los intereses de otros. Es la sustitución de la sociedad industrial, por una sociedad instrumentaría.

 

El problema de este globalismo vigilante no es el avance tecnológico por sí mismo, como lo es por ejemplo el avance de la inteligencia artificial, sino la lógica que subyace en la aplicación de esa tecnología en beneficio del poder que la controla. La cuestión no está en las diferentes tecnologías que utiliza el globalismo vigilante. El dilema no está en los algoritmos, la inteligencia de máquinas, ni las distintas redes y plataformas digitales, sino en la vocación de control y obtención espurio de beneficios que obtienen quienes controlan los hilos que permiten que esos sistemas y maquinarias funcionen. En este punto amerita aclarar que no se trata de la vigilancia, control y obtención de información consentida para mejorar los bienes y servicios del mercado, sino de prácticas engañosas como la del programa Beacon. Este programa se promocionó como una forma novedosa de ofrecer información, pero lo que realmente hacían era monitorizar por la web las adquisiciones de sus usuarios para transmitir a terceros la información sin el consentimiento de los miembros del programa. Uno de los mayores escándalos en relación a esa plataforma, la provocó la denuncia de un usuario, que descubrió que la compra íntima de un juego de diamantes para su novia, en una tienda en línea, había sido informada a terceros. Otro caso revelador sucedió en el año 2016, cuando “Register”, un informativo de tecnologías sacó a la luz que la aplicación “Google play”, instalada en los celulares Android, comprobaban constantemente las ubicaciones de los usuarios de los celulares remitiendo esa información a aplicaciones de terceros, e incluso a los servidores de Google. Según dicho boletín informativo, precisamente fue un investigador en temas de seguridad, quien descubrió el asunto al ver que cada vez que cruzaba la puerta de una reconocida marca comercial, su teléfono lo invitaba a descargar la aplicación de esa misma marca, para descubrir después de una exhaustiva investigación, que dicho emporio digital había controlado sus ubicaciones miles de veces.            

 

Para Zuboff, este globalismo exige para sí la experiencia humana, concibiéndola como si fuese simplemente materia prima obtenida gratuita y subrepticiamente, y la cual puede ser traducida en datos de comportamiento. Para la académica, es una nueva era globalista, vigilante, controladora e incluso directiva de la conducta de los consumidores, que ataca principalmente los fundamentos de la soberanía individual, el libre albedrío de los individuos. Peor aún, desde la perspectiva social, socava también el concepto mismo del orden democrático y soberano de las naciones. John Tomlinson, investigador de la Universidad de Nottingham, definió que era una “desterritorialización como condición de una nueva aspiración globalizadora”. En esencia, una vocación que parece aspirar a sustituir los Estados nacionales por entidades corporativas internacionales. Algo que debe ser a toda costa resistido. fzamora@abogados.or.cr  

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