Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista
La actual contracultura del descarte está sitiando a la familia desde distintos flancos. Una de las principales cabezas de playa del ataque es el hedonismo, que ha hecho que los occidentales adoremos todo aquello que produce placer, buscándolo sin dominio, control ni equilibrio alguno, hasta hacer de ello una opresiva tiranía que oprime nuestra voluntad. La sana sexualidad, esa que permite dar sólido fundamento a la institución familiar, está básicamente condicionada por la voluntad, el afecto sincero, la corporalidad y un compromiso moral que involucra tanto el presente como el futuro. Por el contrario, en el hedonismo nuestra sexualidad pasa a ser algo estrictamente genital. Asociando los resultados de diferentes investigaciones, el Dr. Miguel Martínez González, catedrático de la Universidad de Navarra, ha advertido que hay tres graves problemas de salud asociados a esta contracultura que mina la familia: la compulsión adictiva asociada al abuso del material pornográfico, el exponencial aumento de las enfermedades de transmisión sexual, y los problemas de salud psicológica ligados a la promiscuidad e infidelidad en las relaciones íntimas.
Sobre el primero de esos problemas, el del aumento de la pornografía, para el 2021, dicha adicción en internet ascendía a 140 millones de visitas diarias. Según los investigadores James Stonner y Dona Hughes, es una adicción que reclama imágenes cada vez más explícitas y violentas y que de acuerdo al psiquiatra español Carlos Chiclana, se caracteriza por una conducta compulsiva, que persiste pese a los daños que se reciben, y que es peligrosamente obsesiva. Como consecuencia de la promiscuidad, otro de los efectos de esta contracultura hedonista es el exponencial crecimiento que a partir del siglo XXI están experimentando las enfermedades de transmisión sexual. Según investigaciones del Centro de prevención y control de enfermedades del gobierno estadounidense, -una de las instituciones más autorizadas en Estados Unidos en la materia-, para el 2018 se habían detectado 26 millones de nuevos contagiados por enfermedades venéreas, la mitad de esas personas menores de 24 años. Lo anterior, pese a que el estudio fue considerado muy conservador, pues se contabilizaron únicamente las enfermedades atendidas, y las no ocultas, dado que en múltiples ocasiones dichas enfermedades se mantienen latentes sin manifestarse por años, por lo cual el afectado no las detecta. Además, el estudio solo contempló las ocho enfermedades más frecuentes. A pesar de lo anterior, ese mismo año se llegó al récord de uno de cada cinco estadounidenses contagiados. En este punto, vale agregar que, según el estudio sobre el SIDA titulado “Una prevención exitosa sobre el HIV en Uganda”, ese país africano fue el primer país del continente en constatar una baja sensible en la infección de esa letal enfermedad, lográndolo después de desistir de la prevención basada en el condón, y cambiando hacia otra estrategia sustentada en dos factores de educación a la población. Por una parte, concientizar sobre la importancia de las relaciones sexuales limitadas al matrimonio, y por otra desestimulando la prostitución.
Sobre
el tercero de los males anotado, los de salud psicológica ligados a la
promiscuidad e infidelidad en las relaciones íntimas, el Centro estadounidense
para el control y la prevención de enfermedades, ha sentenciado que la
promiscuidad y la actividad sexual precoz está asociada a severos peligros para
la salud física y emocional, recomendando que, en la medida de lo posible, debe
retrasarse la iniciación sexual y promover la menor cantidad posible de parejas
sexuales a través de la vida, pues lo contrario acarrea una serie de factores
de riesgo negativos. De hecho, una investigación epidemiológica del año 1998
publicada en la revista británica de medicina, reconocía que los adultos
jóvenes presentaban un altísimo grado de arrepentimiento por haber tenido
actividad sexual prematura. Este tipo de estudios fue la razón por la que, en
el año 2006, el Departamento de servicios de salud de los Estados Unidos,
inició una campaña para promover que los jóvenes evitaran las relaciones
sexuales prematrimoniales. Lo anterior coincide con la investigación española del
Centro de investigaciones sociológicas del año 1995, confirmada por trabajos en
Francia y Suecia, donde estadísticamente se demostró que hubo mucho menos
separaciones entre las parejas cercanas a los 25 años que retardaron la
cohabitación hasta el matrimonio. En este caso apenas el 4% de separaciones,
frente a un índice mucho mayor de las parejas que adelantaron su actividad
sexual. Otra investigación realizada por tres especialistas en sociología, -Bumpass,
Sweet y Cherlin-, analizó el papel de la cohabitación previa relacionada con la
prolongación del matrimonio, determinando estadísticamente que las parejas que
cohabitan sin compromiso alguno, tienen una peor calidad de relación, y un
mayor riesgo de ruptura e infidelidad, frente a las parejas que han consumado
un compromiso como el matrimonio, o que han decidido asumir un compromiso a
futuro.
Todo este conjunto de razones demuestra la necesidad de fortalecer, y nunca debilitar, a la familia. Pese a todo lo anterior, continúa la tendencia legislativa que viene debilitando a la institución del matrimonio. Al respecto amerita citar solo dos ejemplos; en el año 2020 se hizo una pésima reforma, cuando aprobaron en nuestro código de familia una causa de divorcio conocida en el planeta como los “divorcios de Hollywood”, pues son propios de esa farándula, y donde simplemente basta alegar diferencias de carácter, para divorciarse. Una causal absurda e insubstancial pues todas las personas tenemos diferencias de carácter. En nuestro país esta peligrosa tendencia tiende a agravarse, pues de acuerdo al nuevo código procesal de familia, que acaba de entrar a regir, se contemplan reformas legales para hacer “express”, rápido y fácil la disolución de los matrimonios sin hijos. Basta que el matrimonio acuda ante un notario para que, mediante un breve documento otorgado ante él, se tenga por finalizado el vínculo, y con ello, una familia más disuelta en modo expedito. Se ha demostrado que uno de los principales problemas que atizan la inseguridad del país, y que arrastran a la juventud hacia la vida narco y delincuencial, es la ausencia de un adecuado marco familiar de convivencia para los jóvenes. Esa es una razón cardinal por la que esta espiral de leyes debe detenerse ya, de lo contrario los problemas sociales asociados a la crisis de la familia seguirán en alza. fzamora@abogados.or.cr