Dr. Fernando
Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Publicado por el diario La Nación http://www.nacion.com/opinion/foros/Benemeritazgo_0_1408059197.html
Parece que este Congreso se
irá con el triste demérito de no declarar benemérito a ningún ciudadano. Conforme
a lo que la prensa ha informado, el benemeritazgo que este cuatrienio legislativo
aprobó, fue únicamente a favor de alguna institución pública. Y no se me
malinterprete. No dudo de la excelencia de cualquier institución que sea honrada
con el benemeritazgo. Sin embargo, a partir del principio de legalidad, la idea
de declarar benemérita a una entidad, -en especial a las públicas-, refleja el
desconocimiento que nuestros congresistas tienen respecto de las raíces legales
de los fines de las instituciones. Desde el momento en que el ordenamiento crea
una institución, -por imperativo de ley-, su objetivo y su posterior actividad debe
necesariamente ser benemérita. Las entidades públicas son beneméritas por
antonomasia. Emitir un decreto legislativo donde se “re-declare” la condición
de benemérita de alguna institución, crea una situación de excepción que es
inconveniente desde el punto de vista constitucional. Como bien lo señalaba Guillermo
Solera Rodríguez, -reconocido historiador de beneméritos-, este tipo de
reconocimientos son para estimular en la ciudadanía el fomento de las virtudes patrióticas.
No son para hacer indebidas excepciones entre las instituciones públicas. Por
ello, a mi hijo, -quien heredó la vocación médica de su abuelo-, constantemente
le recuerdo que debe intentar emular las virtudes profesionales y los méritos
de su ancestro, o mejor aún, de próceres de la medicina como el Dr. Sáenz
Herrera, el Dr. Joaquín Sainz Gadea, -héroe español de la medicina en el Congo
africano-, o del Dr. Ricardo Moreno Cañas. No me veo, ni se me ocurriría, por
ejemplo, recordarle que emule los valores de algún Hospital. El patriotismo y
las virtudes ciudadanas deben estimularse. Y una sabia forma de hacerlo, es
reconociendo y exaltando el recuerdo de los mejores hijos de la patria, que por
supuesto los hay.
De hecho, en la corriente
legislativa, actualmente se encuentra en espera el proyecto de benemeritazgo
para ese grande del civismo que fue Fernando Lara Bustamante. Los méritos de
Lara Bustamante no caben en un artículo. Solo como una ilustración, la
abolición del Ejército estatuida en la Constitución del año 49, -conquistada
gracias al vigoroso impulso político del Expresidente Figueres-, no hubiese
sido posible, sin la previa lucha de Lara Bustamante para abolir el Ejército.
En junio de 1947, siendo Lara diputado al Congreso de la República, propone y
promueve ante sus colegas diputados, para que se apruebe una revolucionaria
iniciativa que pretendía suprimir las partidas presupuestarias que financiaban
los cuarteles de armas, y por consecuencia, al Ejército. En ese momento no
fructificó la idea. Pero el prestigio que ya Lara se había granjeado como
diputado culto y combativo hace que, en 1948, sea llamado a conformar una
comisión redactora de una nueva Constitución. Lara no desaprovecha la
oportunidad. Arremete de nuevo con su idea, e insiste con agresividad ante el
resto de sus colegas de Comisión, respecto de su tesis de establecer, -ahora
constitucionalmente-, la proscripción del ejército como institución permanente.
La agresiva insistencia que aplicó Lara ante la clase política de entonces,
respecto de aquella novedosa tesis, sumado a la determinación política de Don
José Figueres, generó las condiciones que llevaron a la definitiva abolición
del Ejército en nuestra Constitución.
Más aún. En su libro El Canciller Lara, el destacado
historiador del derecho Jorge Saenz Carbonell, nos recuerda que, en su
condición de diputado, Lara Bustamante fue también uno de los principales
promotores de otras importantes iniciativas, como la del Servicio Civil y la de
los derechos políticos de la mujer. La patria lo recuerda además como un adalid
del libre sufragio. En 1948, ante la inminencia del desconocimiento del triunfo
de Ulate, la defensa que Lara hizo de esa elección presidencial, fue valiente y
firme. Igualmente, en su condición de Canciller, Lara fue de una madera que difícilmente
vemos en la clase “políticamente correcta”
de hoy. Frente a las amenazas que entonces se cernían tras la cortina de
hierro, fue un firme atalaya a favor del mundo libre y del desarme. Haciéndole
honor a su historial personal de lucha por lograr aquel total desarme de Costa
Rica, después, como Canciller, fue también un activo promotor del desarme
mundial.
Su vida familiar y privada fue
honorable. Lo que es ahora cada vez más infrecuente, Lara fue un verdadero
cultor de los valores familiares cristianos. Pese a ser nieto del Expresidente
Salvador Lara, su infancia fue dura. Huérfano desde muy joven, tanto de padre
como de madre, debió vivir en casas de tíos. En cuanto pudo trabajar, asumió la
paternidad de sus otros hermanos igualmente huérfanos, todos menores. Sus
estudios de abogado, los pagó laborando como corrector de pruebas para la
Prensa Libre. Junto a su esposa, Ofelia Calvo, sacó adelante a sus hermanos y posteriormente
a sus hijos. Finalmente, resultó el patriarca fundador de una familia
honorable. Puedo dar fe de ello, pues desde mis años de estudiante secundario
conozco a su nieto, el hoy Lic. Fernando Lara Gamboa.
Hoy, cuando prácticamente la
mayoría de los políticos son funcionarios públicos permanentes, él rechazaba
para sí mismo la idea de vivir permanentemente del erario público. Por ello, en
cuanto finalizaban sus labores públicas, se reintegraba de inmediato a su firma
de abogados, de donde obtenía el sustento de su hogar. En fin, Lara era un firme
defensor de los intereses de Costa Rica. Con un Canciller como lo era él, dudo
que sufriésemos la humillación que actualmente vive el país en relación con la
cuestionada y procesalmente irregular condena a Costa Rica, - suscrita por 4
jueces de derechos humanos previamente parcializados-, a raíz de nuestro “pecado”
de defender la vida desde la concepción. No dudo que, ante la OEA, Lara hubiese
protestado firmemente, y aplicado las herramientas jurídicas necesarias para denunciar
el cúmulo de irregularidades que acaecieron en el proceso de condena a Costa
Rica. Lo creo por cuanto la gestión de Lara, como Canciller, se caracterizó por
la defensa valiente de nuestro sistema de valores. Existiendo en los anales de
nuestra historia, un prócer de la talla de Fernando Lara Bustamante, no veo
justificación alguna para que, -en cuatro años-, nuestro Congreso hubiese
omitido declarar benemérito a algún ciudadano costarricense. fzamora@abogados.or.cr
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