Dr. Fernando Zamora C.
Abogado Constitucionalista
Publicado en el Periódico La Nación:
Lo que le falta a la política costarricense es visión de
grandeza. Si Costa Rica se decide a implementar con determinación la monumental
empresa de un corredor ferroviario transcontinental de contenedores, habremos
logrado insertarnos a la economía del mundo desarrollado. De paso contribuiríamos
a desactivar la amenaza ambiental que representa el canal interoceánico nicaragüense.
Todas las condiciones para implementar un proyecto de tal envergadura están
dadas. Veamos. Existe una necesidad en el mundo desarrollado: pese a la
ampliación del Canal de Panamá, no es posible que los barcos de gran calado -como
los de tipo Maersk Clase E-, puedan
cruzar el continente en su parte meridional y angosta, y trasladar sus
mercaderías entre los océanos Pacífico y Atlántico. Así las cosas, el centro de
nuestro continente necesita un corredor ferroviario transcontinental de
contenedores. ¿En qué consistiría tal corredor? En un canal ferroviario que una
dos “hub” o centros de transporte y distribución de contenedores. En este tipo
de centros se clasifica y almacena la
carga de los grandes barcos, para enviarla de un océano a otro del continente
americano por vía férrea, y de allí, a distintas regiones. De esta forma, los
barcos de enorme calado que no pueden cruzar el canal de Panamá –y que son cada
día más usuales en el transporte de mercancías-, arribarían y a la vez
zarparían desde los dos megapuertos. Uno en la zona pacífica y el otro en la
atlántica. Al arribar los enormes buques a dichos puertos, allí la carga
despachada se distribuiría y transportaría por vía ferroviaria hacia el otro
océano.
De lograrse, se superaría el servicio que ofrece el Canal
de Panamá, pues recordemos que dicho canal se limita a trasladar los buques de
un océano a otro, mientras que nuestro corredor interoceánico no se limitaría únicamente
a esa posibilidad, pues un corredor antecedido por dos megapuertos, permitiría
además la clasificación y almacenamiento para una distribución interregional de
la mercancía. Recordemos que tal corredor transcontinental ofrece la solución
de una necesidad cada día más urgente de la economía mundial, como lo es la
existencia de grandes puertos en la cintura del continente, que no solo
permitan el simple paso entre un océano y otro de la mercadería, sino además la
redistribución y transporte a alta velocidad de los contenedores que arriban en
los buques. Este tipo de infraestructura no es novedosa ni riesgosa. Desde años
atrás, en las costas de California y del Este de los Estados Unidos existen
grandes puertos estadounidenses en donde se clasifica y almacena temporalmente
la carga, según su lugar de destino y tipo de mercadería, para transportarla
por medio de una red terrestre a la otra costa norteamericana. El problema es
que, en los Estados Unidos, el recorrido terrestre de una costa a la otra aparte
de muy extenso, es además complejo y por ello poco práctico, amén de estar en la
zona septentrional del continente, lo que lo hace aún menos práctico para las
mercancías que deben ser distribuidas en regiones más meridionales. Esta razón
asegura que Costa Rica conquistaría una enorme cantidad del mercado de
transporte naval de gran calado que actualmente descarga y distribuye su mercadería
en los diversos puertos de América, y que debe ser trasladado de un océano a
otro.
Además, la viabilidad del proyecto en Costa Rica es ideal.
Entre los posibles megapuertos, en zonas cercanas a Cuajiniquil -en el
Pacífico-, y Parismina, en el Atlántico,
existe una extensa llanura que cruza el país y que permitiría la construcción
de un corredor ferroviario, de alta velocidad y bajo consumo energético, pues
no hay cordilleras que esquivar. Así las cosas, el norte de Costa Rica, actualmente
azotado por el bandolerismo, sería la región turbina de nuestro desarrollo. A
diferencia de la locura del Canal nicaragüense, la ventaja natural del norte de
nuestro país, permitiría que el proyecto tenga un costo mucho menor que el que
tiene la ecológicamente riesgosa iniciativa nicaragüense. He tenido
conversaciones extensas y comunes anhelos con el colega Federico Martén -buen
amigo-, y conocedor del tema. Federico es hombre culto, hijo de Don Alberto
Martén, prócer de la Segunda República. A lo largo de los años se ha convertido
en un investigador consumado del asunto y está convencido -con datos y
estadísticas serias-, que con un presupuesto cercano a los seis mil millones de
dólares, un proyecto de este tipo es posible. No es una cifra inalcanzable si
nuestro gobierno invitara a las empresas del mundo desarrollado a invertir en
ello. De hecho, la idea original fue planteada hace más de veinte años a
nuestro gobierno por un grupo de inversionistas estadounidenses.
Además, hay otro beneficio colateral que traerá el
corredor ferroviario transcontinental de
contenedores: la posibilidad de desestimular el Canal interoceánico
nicaragüense, y con ello, proteger el ecosistema de la región. De todos es
sabido que, con tal de hacerse de los servicios de un canal interoceánico de
mercancías, el Presidente Ortega está dispuesto a involucrarnos en una
catástrofe ecológica. Entre otros, poner en riesgo una de las reservas de agua
dulce más importantes de América, como lo es el lago Cocibolca y sus afluentes.
Diversas organizaciones han denunciado ya el peligro que representa, para el
ecosistema, la excavación de 278 kilómetros de tierra, lago, humedales y ríos,
incluidas siete áreas protegidas. Lo único que frena la consolidación de este
proyecto, es la duda respecto de su viabilidad económica. Esto por el exagerado
costo del mismo y por el hecho de que, la ampliación del Canal de Panamá, les impone
a los nicaragüenses una dura competencia. El inicio de nuestro canal seco
terminaría de desestimular ese absurdo delirio. Lanzo este formidable “guante”
a las autoridades del gobierno. En especial al Sr. Presidente de la República.
Un objetivo nacional de este tipo, que insertaría nuestra economía a las
necesidades del mercado mundial, amerita
la designación de algún zar responsable que asuma la ejecución del tema con
verdadero respaldo presidencial. Este es el verdadero plan fiscal que Costa
Rica necesita. Más que imponer tributos nuevos y desestimular aún más la
economía, lo que requerimos es conquistar grandes objetivos nacionales para
dinamizarla. Por ello insisto en lo que anoté al iniciar este escrito: ¿qué es
lo que nuestra política más requiere, sino atreverse a soñar en grande? fzamora@abogados.or.cr
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