Dr. Fernando
Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Mantener
en el planeta una dinámica de consumo sostenible, solo será posible si
ejercitamos el concepto de la economía circular y el suprarreciclaje. Aunque autores
como Michael Baungart, Jeremy Rifkin, o Martin Charter, hacen importantes
aportes al tema del consumo sostenible en el planeta, me ha impresionado
favorablemente un libro titulado “La basura no existe” que, hasta hoy, es el más
puntual que he leído sobre el tema. Me motivó además saber que su autor es el
joven politólogo costarricense Christopher Brosse, quien se ha especializado en
el área de la economía circular pues, si nuestro país quiere seguir siendo
ejemplo de sostenibilidad en el desarrollo, estamos obligados a aplicarla
cuanto antes. En síntesis, la economía circular es la que promueve que, en los
procesos de producción, se reutilicen al máximo aquellos residuos cuya vida
útil ha terminado, y que están condenados a convertirse en basura, de tal forma
que, -en la medida de lo posible-, no solo se evite la generación de desperdicios,
sino que, además, sea cada vez menos necesario extraerle recursos naturales y
materias primas al planeta. En la economía circular se reduce la exacción de
recurso natural y se maximiza la refinación, el suprarreciclaje, la
optimización de todos los materiales y la desmaterialización de los bienes a
través del énfasis en estrategias como el alquiler de productos en lugar de su
venta, para asegurar la reutilización de los residuos, en el mejor de los
casos, o al menos la adecuada disposición de ellos en reciclaje, en el peor de
los casos.
Brosee
sostiene que, de acuerdo a las investigaciones a las que ha tenido acceso, si
el mundo respetara las directrices de la economía circular, de hoy al 2030 los
residuos se reducirían en un 60%. Un ejemplo muy interesante que ofrece en su
libro, es el de la economía circular que aplica el gigante multinacional de los
productos eléctricos Bosch GMBH, empresa que adoptó un modelo circular de
negocios en la producción y mercadeo de sus electrodomésticos. En Holanda, por
ejemplo, Bosch implementó un sistema de leasing con sus lavadoras cuyo objetivo
principal era poder recuperarlas después de un tiempo considerable de uso, lo
que permitió a la Bosch ofrecer un gran servicio a sus usuarios, que consiste,
por una parte, en lograr un tratamiento ambientalmente responsable con aquellas
lavadoras ya inútiles, y por otra parte, gracias al bajo costo del alquiler y a
la recuperación de buena parte de la materia prima, que sus clientes puedan
cambiar con rapidez sus electrodomésticos por otros más modernos. Lo que además
asegura una mayor aceleración de la mejora tecnológica de sus productos, y con esta
mejora, que ellos sean más eficientes desde la perspectiva energética. Dentro
del mismo concepto de los “negocios circulares”, algunas tecnologías que
aceleran esa circularidad, son el internet de las cosas, la inteligencia
artificial o la impresión 3D. En esencia, el ideal final de los sistemas
circulares, es que desaparezcan los desechos inutilizados y por ende los
vertederos de basura pues, de acuerdo a la cultura de la economía circular, de
alguna u otra manera todo es posible reaprovecharlo, incluso las aguas negras.
En la cultura del suprareciclaje y los sistemas económicos circulares, la
existencia de enormes extensiones de terrenos recibiendo toneladas métricas de
desperdicios al día, o peor aún, el lanzamiento masivo de basura a los ríos y
mares del planeta, es una noción absolutamente superada.
Otra
interesante ilustración que ofrece la obra de Brosse, es el de la empresa
Excess Material Exchange (EME) dedicada exclusivamente a investigar el cómo conectar
empresas que generan desechos con otras empresas que pueden aprovecharlos.
Ejemplo de lo logrado por EME y sus investigaciones, es la conexión entre los
productores de flores y una empresa que crea pigmentos. Resulta que Eme
descubrió que los tulipanes eran necesarios para producir uno de los tipos de
colores, así que conectó a los cultivadores de tulipanes con los productores de
pigmentos, de forma que los desechos de esos comercializadores fueran vendidos
a los productores de pinturas. EME ha tenido tal éxito con esos sistemas
circulares, al punto que su plan piloto ha logrado una reducción de emisiones
en el sector equivalente a un millón de viajes entre Amsterdam y Milán, y
logrando 64 millones de euros en ese tipo de intercambio comercial eliminador
de residuos.
Complementario
al concepto de la economía circular, está el concepto del suprarreciclaje,
acuñado originalmente por Riner Pilz, un ingeniero mecánico alemán. Esta noción
consiste en la idea de que tanto los residuos como los materiales
subutilizados, puedan ser transformados, repensados en nuevos objetos finales
diferentes, o sometidos a tratamiento para nuevas vías de utilización. Por una parte,
regenerando, y por otra alargando el ciclo de funcionalidad y provecho de todas
las cosas sin uso, tanto orgánicas como inorgánicas. De tal forma que, en el
resultado final de ese proceso, los aparentes desechos terminen transformados
en bienes de mayor calidad y utilidad, en resguardo del ambiente. Coincidente
también, con el ideal de acabar con la existencia de la basura.
En
la muy recomendada obra de Christopher Brosse, se desarrolla la posibilidad de implementar
el suprarreciclaje en cuatro escalas: la gubernamental, la escala industrial,
la escala urbana y la escala individual. Un ejemplo de la escala individual, es
el de aquellas personas que, por sí mismas, se responsabilizan de sus propios
desechos, reutilizándolos según su propia iniciativa y posibilidades. La escala
urbana es la que es aplicada por colectivos organizados, como el del colectivo andaluz
Basurama, dedicado a la producción de bienes culturales a partir de desechos.
La escala industrial se aplica a cualquier fábrica o empresa de producción en
serie, a partir de la reutilización, reingeniería y tratamiento de material de
desecho. Empresas como Terracycle son ilustraciones de este tipo de escala productiva
a partir del suprarreciclaje. Una escala fundamental en este ideal económico es
la gubernamental. En este sentido, las corporaciones municipales, que son las
entidades más cercanas al manejo y disposición de residuos, son las principales
protagonistas de ésta.
Finalmente,
¿cuáles son los ámbitos de aplicación? Casi todos los imaginables: textil,
agroindustrial, arquitectónico, electrónico e incluso gastronómico, entre
otros. Es, sin duda, un ideal de futuro. fzamora@abogados.or.cr
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