Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Tal
y como con agudeza ha señalado el educador y pensador mexicano Dr. José Antonio
Lozano, ante los desafíos que nos presenta el siglo XXI, es indispensable
superar el viejo concepto de la educación, que concibe la enseñanza reduciéndola
solamente como formadora de habilidades, y, por otra parte, transmisora de
conocimientos. Aunque damos por descontado que una buena educación comprende
esos dos fundamentos, éstos por sí solos no son suficientes.
La educadora española Anabel Moreno resume con precisión los cuatro pilares educativos de Delors. Para Delors aprender a conocer es ejercitar los instrumentos del saber para que el educando obtenga placer en adquirir conocimientos. La idea fundamental es que el alumno se motive por sí mismo a investigar, profundizando en las materias para las que tiene vocación. En síntesis, mecanismos que le permitan lo que se denomina pensamiento crítico, que implica también la avidez por adquirir acervo intelectual y así entender su entorno de mejor manera. El objetivo final es que el individuo que sea sometido al proceso educativo, procese la información que obtiene a través de criterios propios o autónomos, mejorando así su cultura general. Y procurando que el educando no se convierta en lo que Ortega y Gasset llamaba un bárbaro especialista, “el cual cada vez conoce más, pero de cada vez menos, hasta saberlo casi todo, pero de casi nada”. En palabras de la profesora Moreno: “la cultura general enriquece la especialización en un área concreta, pues las mejores ideas surgen de la interacción con un entorno rico. Del mismo modo, favorece la colaboración entre asignaturas o materias.”
En su ensayo de finales del siglo XX, Delors ya identificaba como un serio problema en la educación la exposición infantil a un entorno audiovisual frenético, algo que se ha agravado exponencialmente a raíz del gran escenario del internet. Moreno lo expresa con una sentencia lúcida: “es el entorno en el que multitud de informaciones superfluas pasan por la mente del niño sin dejar huella, por lo que el antídoto a la superficialidad, consiste en ejercitar la atención, la memoria y el pensamiento.” Así Delors también sugiere que se debe seleccionar lo que los alumnos deben memorizar y a lo que deben poner atención. Ello sin suprimir del todo la memorización de cierta información que es fundamental como herramienta del conocimiento y la cultura, pues aprender a conocer es esencialmente organizar las estrategias indispensables para adquirir nuevos conocimientos o ampliar los que se poseen.
La segunda columna
del proceso educativo, el Dr. Lozano la define como formar habilidades, y
Delors como aprender a hacer. Básicamente consiste en la capacidad de darles
utilidad a los conocimientos adquiridos, adaptando esa enseñanza
obtenida a las necesidades sociales y del mercado. En la realidad
del siglo XXI, aprender a hacer, como bien lo señala la docente Anabel Moreno,
implica una serie de competencias para “saber
comportarse socialmente, comunicarse adecuadamente, trabajar en equipo,
solucionar conflictos, tener iniciativa, o asumir riesgos.”
Ahora bien, como anteriormente
cité, el tercer fundamento de la buena educación, el Dr. Lozano lo define como
la formación de actitudes, y Delors como el aprendizaje de la convivencia. Para
Delors es posible una educación para la armonía social a partir de un entorno
que estimule la convivencia entre personas de diferentes razas,
capacidades o condiciones socioeconómicas, o formas de pensamiento, todo a
partir del fomento de determinados objetivos y proyectos
conjuntos, “donde todos los niños tengan las mismas oportunidades y
herramientas para entenderse como iguales.” Para Delors, en la línea de la
convivencia intercultural, es de particular importancia el conocimiento
adecuado de la geografía, la historia, el arte y los idiomas
extranjeros.
La cuarta columna la
define el Dr. Lozano como la formación en una adecuada
cosmovisión que le ofrezca una sana identidad al educando, y Delors la denomina
de una forma más lacónica, como aprender a ser. En otras palabras, la educación
debe contribuir a la forja de la cultura humana y social, lo que significa
colaborar en la forja del desarrollo integral de la persona, algo en lo que
debe contribuir también la formación en el hogar y la formación espiritual. Cultivar, su sentido estético y la cosmovisión que le permita
acercarse a las grandes respuestas existenciales del ser humano, como lo son las preguntas sobre
nuestro propósito, destino e identidad. En síntesis, para Delors, en
el desafío de aprender a ser, y abrazar una cosmovisión que nos ofrezca
identidad, es vital fomentar todo aquello que también incite nuestra
espiritualidad, y hasta nuestra cultura plástica, a través de la “revalorización del arte, de la poesía y de la cultura oral, de tal
forma que fomentemos la creatividad y la imaginación.” fzamora@abogados.or.cr
No hay comentarios:
Publicar un comentario