miércoles, 3 de abril de 2024

UNA REFLEXION EN LA SEMANA SANTA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

La gran cuestión que le planteó Leibniz tanto a la filosofía como a la metafísica fue, ¿por qué existe todo, en vez de nada? Este dilema es el gran asunto existencial asociado a las cuatro interrogantes esenciales de la existencia humana: la pregunta de identidad, ¿quiénes somos?, la cuestión de origen, ¿de dónde venimos?, la interrogante de propósito, ¿para qué estoy aquí en la tierra? y finalmente, la de destino, ¿hacia dónde vamos?  Preguntas que están asociadas a la semana de reflexión que los occidentales, seamos creyentes o no, nos aprestamos a disfrutar como días no laborales próximamente.   

El tema de la fe personal, es posible escudriñarla a partir de la aplicación de dilemas excluyentes, que consiste en un mecanismo intelectual de selección y descarte sobre lo que serían cuatro diferentes cosmovisiones para respondernos la gran pregunta de la existencia.  En este mecanismo, el primer paso es resolver el dilema, encrucijada o disyuntiva, consistente en decantarnos por dos opciones únicas, limitadas a una sola pregunta sobre básicamente dos cosmovisiones. La primera cosmovisión afirma que la realidad “natural-material” es lo único existente, y que nada es posible fuera de ella. En sentido contrario, la segunda alternativa sostiene que, en tanto el tiempo, el espacio y la materia tuvieron un principio absoluto, necesariamente entonces su causa debe ser inmaterial y atemporal, por lo que, aparte de la materia, debe existir necesariamente una realidad de otra naturaleza, como lo es la espiritual.

Así las cosas, quien seleccione la primera opción, necesariamente debe excluir todo el restante conjunto de cosmovisiones de tipo espiritual, pues aplicando el principio de no contradicción, deberá descartar, tanto de la búsqueda intelectual como de la acción práctica de vida, cualquier intelección de naturaleza divina o trascendente. Allí se acabaría cualquier otro dilema en juego. Ahora bien, si, por el contrario, usted se decide por la segunda opción, la búsqueda deberá continuar, viéndose obligado a ir más allá en una nueva dinámica. A diferencia de lo que algunos sostienen, en este punto del camino las opciones son también excluyentes, pues si en la vida decidimos asumir una cosmovisión de naturaleza espiritual, es indispensable entender las radicales diferencias que se dan entre dichas cosmovisiones. Lo primero que debemos anotar es que, en el mundo, existen tres grandes sistemas que ofrecen una respuesta a la cuestión de la espiritualidad. El primero de esos sistemas, -el más numeroso de ellos pues juntos abarcan aproximadamente tres mil novecientos catorce millones de personas-, corresponde a lo que se denomina la “cultura del libro”, o cultura bíblica. En la narración bíblica contenida en la historia de Abraham como padre de la fe, esa cultura bíblica une a las tres grandes religiones monoteístas del planeta: el judaísmo, el cristianismo, y el islamismo. La fe de dichas religiones entiende el universo como creación de un Dios único, que aspira a tener una relación personal con todos aquellos que lo busquen. En este primer grupo, la religión más practicada es el cristianismo, con dos mil cuatrocientos millones de fieles.

En un segundo gran sistema cultural, tenemos las filosofías espirituales, que son el budismo, el taoísmo, el confucianismo, y el sintoísmo, todas de muy generalizada práctica en naciones del extremo Oriente como China, Tailandia, Japón, Bután o Birmania. De esas cosmovisiones la más practicada es el budismo, con aproximadamente 365 millones de practicantes. Debe advertirse que dicho segundo sistema de cosmovisiones orientales contradicen abiertamente a las tres grandes tradiciones de la cultura del libro, porque aplicando el principio de no contradicción, es inviable ser monoteísta, y a la vez, abrazar  el budismo, el taoísmo, o el sintoísmo, pues éstas últimas niegan que el mundo espiritual esté determinado por la existencia de un Dios único y personal, sino que abrazan la convicción de que, tanto el universo como la existencia de la espiritualidad, están condicionadas por fuerzas que, si bien son de naturaleza espiritual, éstas son de orden impersonal.

El tercer gran sistema que abraza creencias espirituales es el politeísmo, básicamente practicado, entre otras creencias, por el hinduismo de la India, por la nueva era, y también por las diversas supersticiones animistas que tienen su origen en el África subsahariana, y que están extendidas a algunas otras regiones de América, como Salvador de Bahía, Cuba, o Haití, éste último lugar, donde su práctica es predominante. Como su etimología lo advierte, los politeísmos asumen la existencia de muchos dioses. En el caso del hinduismo, hasta trescientos millones de ellos. Está de más citar las razones del porqué los politeísmos son creencias opuestas a las filosofías espirituales de Oriente, o a las “culturas del libro”, sin embargo, vale anotar que, entre otros motivos, lo es por el hecho de que las supersticiones politeístas son espiritualidad que no exige compromiso moral, y cuando la espiritualidad carece de compromiso moral, se reduce a la simple superstición.                

En los Estados occidentales libres cada quien está en su derecho de abrazar cualquiera de estas opciones que, como ya indiqué, pueden ir desde el total increencia, hasta la espiritualidad sin compromiso alguno. En mi caso particular, mi experiencia de vida me condujo hacia la fe con compromiso moral, tal como la conmemoramos en estas fechas. Desde tiempo atrás descarté el materialismo filosófico. Creo que esta gran obra que es la vida, tiene un autor que se revela a ella sutilmente, de la misma forma que lo hace quien crea una obra artística. Manifiesta en ella su carácter por una vía indirecta. Al descartar el materialismo, concebí absolutamente razonable que el Creador decidiera revelarse a sus creaturas, y en este punto, ¿cuál es el mensaje más poderoso de la historia? Por el impacto de la fe más extendida en el planeta, por su mensaje de amor resumido en la más grande historia jamás contada, y por la evidencia histórica sobre la verdad de ese mensaje, he hecho míos esos ideales.  fzamora@abogados.or.cr   

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