martes, 9 de diciembre de 2014

EL COMBATE POR EL CONSTITUCIONALISMO


Dr. Fernando Zamora C.

Abogado Constitucionalista

 

Publicado en España bajo la dirección: http://www.elimparcial.es/noticia.asp?ref=144208


 

No existe un Estado constitucional por el simple hecho de ostentar una ley fundamental, o una constitución política nominal. Solo se vive en un Estado constitucional, cuando desde el poder se garantiza la vivencia de los ideales del constitucionalismo, que es algo muy superior a un simple texto normativo, por muy principal que éste sea. Por ello incluso, hay sociedades libres que son Estados constitucionales, pese a no contar con constitución escrita. ¿Y cuál es la ideología constitucional, o mejor aún, sus ideales? Como en un escrito de esta naturaleza no es posible enumerar todo lo que eso implica, resumimos que el constitucionalismo es el conjunto de ideales que garantizan un régimen básico de libertades frente al poder. Lo que implica, entre muchos otros, principios como el del gobierno limitado, el principio de gobierno autocontenido por la vía de la separación de los poderes, el de representación, el principio democrático, o por ejemplo, los institutos constitucionales que aseguran la existencia de las libertades individuales. Manuel Aragón Reyes lo resume así: “la democracia -y todo lo que ella conlleva-, es el principio legitimador de la Constitución”.

 

Como tantas veces sucedió en el pasado, el constitucionalismo está hoy también amenazado, pero las fuerzas que ahora atentan contra sus ideales son multipolares. De las cuatro amenazas que paso a señalar, tres de ellas nacen como males externos. En primer término, el progresivo deterioro de lo que el antropólogo Arjun Appadurai ha llamado un choque de gobernabilidad mundial que amenaza el orden del Tratado de Westfalia, el cual instauró -hace ya varios siglos-, los principios del derecho internacional y la soberanía de los Estados. Hoy existe un nuevo flujo de movilización de poderes y alianzas absolutamente globales, cuya naturaleza celular sobrepasa la capacidad de los Estados nacionales. Realidades como el de la digitalización, las tecnologías globales, las fronteras abiertas, los software portátiles y las formas de traslado instantáneo de riquezas, y por ende, de poder, son una casi irresistible amenaza contra conceptos como el de territorio, nación, soberanía o estado, en su histórico rol de recipientes que contienen la seguridad y la autoridad legítima de las sociedades. Una segunda amenaza externa que está íntimamente ligada con lo anterior, es el nuevo terrorismo global. Todo parece indicar que esa guerra, -en especial la manifestación que de ella ha surgido en el mundo islámico- no se vencerá en una generación. Si bien es cierto debemos buscar condiciones para la paz con toda nuestra voluntad, hay una realidad: los movimientos radicalizados no aceptan coexistir con el mundo no islámico. Incluso a lo interno del mundo musulmán, los cismas y escisiones desintegran naciones enteras como Sudán, Irak, Nigeria, Libia, o el Líbano, entre otros. Todas las señales advierten que el combate contra el terrorismo será generalizado, de muy larga duración, y que no tendrá un frente concreto, sino globalmente librado en la gran mayoría de los continentes. Sin duda, al menos en Oriente Medio, Africa, Europa y el Norte de América. No es una guerra convencional como las que el mundo ha conocido, pues cuando se pretende ejecutar una ofensiva militar en una zona determinada, ya los integristas se esfumaron para reaparecer realizando una ofensiva terrorista en la retaguardia de algún otro continente. Todo con el objetivo de minar la fuerza moral de los Estados libres que se sustentan en la idea del gobierno limitado, que es un concepto extraño para los califatos. La tercera amenaza externa es el ascenso, en Asia, de potencias económicas y nucleares dentro de regímenes autoritarios, que conviven en una peligrosa y tensa calma regional. Tal y como sucede con –y entre-, China, Norcorea, Rusia, Irán, Japón o la India. So pretexto de que sus vecinos representan una amenaza regional, los ciudadanos, a lo interno de esos regímenes, viven limitados en el disfrute y goce de sus libertades, y los Estados constitucionales que sí garantizan las libertades, amenazados por la realidad de que tal calma se altere.

 

Finalmente, la última de las grandes amenazas contra el constitucionalismo surge desde adentro de los mismos Estados constitucionales. Es una suerte de “quinta columna” que, como un virus, ataca desde dentro. Dicho mal es el fenómeno cíclico de la contracultura materialista. En el pasado, el constitucionalismo ha sido devastado por corrientes políticas materialistas, como fue el marxismo o el fascismo. Hoy ese materialismo no solo se presenta como una manifestación exclusivamente política, sino a través de otras muchas formas de incultura materialista que no es mi propósito explicar aquí. La principal manifestación es el círculo vicioso que sustituyó al consumo por el “consumismo”. Este último es una incultura económica destinada a provocar codicia a través de nuevas y constantes necesidades superfluas, y a través de la masiva producción de cosas con una obsolescencia casi inmediata. Tanto que incluso ha provocado el exponencial crecimiento de la industria dedicada a eliminar basura. A esto se suma otro fenómeno: el hecho de que en las sociedades libres se ha desplegado una vocación de vida excesivamente centrada en el placer. Esto ha generado un laicismo que odia cualquier frontera moral, y que promueve el relativismo de los valores que dieron sustento a los ideales constitucionales.

 

Así las cosas, la defensa de los Estados constitucionales requerirá estrategias. Una de ellas la preparación para una resistencia de larga duración frente al terrorismo. Esto implicará un mayor fortalecimiento de la cooperación sostenida norte-sur para promover el desarrollo humano.  Estimular nuevos pactos regionales de coexistencia, correlación y equilibrio de fuerzas. Igualmente fortalecer las políticas internacionales que desestimen el tráfico armamentístico, como la propuesta del Dr. Oscar Arias sobre el tráfico de armas, presentado a la ONU por el gobierno de Costa Rica. A ello se le debe agregar la defensa irrestricta de los valores que permitieron la democracia constitucional en el orbe. Finalmente, la promoción de una nueva ética económica que redefina los propósitos globales del capitalismo y el mercado, pero ello es otro tema. En síntesis, aunque nos sintamos tentados a claudicar en la defensa y promoción de los valores del constitucionalismo democrático, la responsabilidad histórica de nuestra generación es resistir. fzamora@abogados.or.cr

miércoles, 5 de noviembre de 2014

CONQUISTAR EL DESARROLLO



Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado Constitucionalista

Publicado en España bajo las citas:

Publicado en el Periódico La Nación:

Un pueblo educado sabe que el desarrollo no se alcanza por decreto, aunque la artimaña de enunciar utopías grandilocuentes permita al demagogo convencer al ciudadano simple de que es posible alcanzar por esa vía, algún tipo de arcano Shangri-lá. Citando nombres como el de Lincoln reconocemos que, aunque excepcionalmente, el mesianismo político es posible, pero lo usual es que el político con aires mesiánicos sea peligroso. Sino recordemos que son mayoría los personajes estilo Chaves en Venezuela, Trujillo en República Dominicana, o en Camboya, Pol Pot. Déspotas que arrastraron a sus pueblos al abismo. Es que la responsabilidad del liderazgo no implica únicamente señalar el camino, pues lo verdaderamente esencial es que éste sea correcto. Porque mientras el líder plantea ideales, el demagogo riesgosas utopías. De ahí la necesidad de hacer distinción. Los ideales son visiones anticipadas de perfecciones venideras y las utopías delusorios y peligrosos espejismos. El ideal es hijo de la inspiración, la utopía engendro del delirio. No por casualidad los regímenes totalitarios de la historia, siempre han sido precedidos por panfletos imbuidos de delirios mesiánicos. Por ello entendamos que, como un proceso gradual, el desarrollo no se decreta sino que se construye a través de la cultura.

En 1986, al finalizar su discurso de toma de posesión, Alan García hizo una serie de anuncios grandilocuentes. A la salida de la ceremonia, la prensa abordó al expresidente José Figueres -que ya anciano-, era uno de los invitados internacionales. Se le preguntó no solo respecto de las exageradas pretensiones de García, sino, en general, acerca de lo que podía hacerse por el desarrollo del Perú. Figueres espetó sin titubear: “¡No gran cosa antes de cincuenta años de escuela!” y allí murió la entrevista. Por ello apuntemos que el factor fundamental que condiciona el desarrollo de una nación es la cultura de su pueblo. Ahora bien, la pregunta sería entonces, ¿cuáles parámetros determinan la calidad de la cultura? Al menos son cuatro esenciales: a) Que la población eleve sostenidamente sus niveles de complejidad educativa y de conocimientos. Aunque los conocimientos no necesariamente implican cultura, ésta es imposible sin información de calidad. B) Dependerá también de la calidad y dimensión de los objetivos nacionales y de la conciencia que exista en la comunidad para alcanzarlos. Por demás está anotar que uno de los graves peligros que como sociedad enfrentamos, es la incapacidad de la clase política general de señalar derroteros, pues éstos son la argamasa que elabora el común sentido de destino. C) Que la población resguarde y practique coherentemente los valores que permitieron forjarla. Las culturas que han decaído, son las que renegaron de sus valores. De ahí los peligros de la actual intransigencia laicista que actualmente afecta a las sociedades de consumo. D) Finalmente generar condiciones para una convivencia social lo más justa posible. Con una ilustración explico esto último. Cuando en la Ciudad de Lima la Universidad de San Marcos realizaba graduaciones, la región de Boston aún eran pantanos. Si esto era así, ¿qué sucedió en el ínterin de entonces a hoy y cuál la explicación de nuestro actual atraso? Los historiadores Nevins y Commager, señalaban que lo que los colonizadores norteamericanos hicieron, fue trasplantar al nuevo mundo los valores judeocristianos que con fidelidad practicaban, y al hacerlo, aprovecharon seis mil años de  cultura. Otra razón es que el gradual asentamiento de las sociedades norteamericanas, se hizo por colonos con un sentido mucho más igualitario de convivencia, y en territorios con menor población de etnias antagónicas. A diferencia de gran parte de las comunidades latinoamericanas que, desde el inicio, ostentaron abismales distancias socio-culturales en grandes mayorías de su población.

Pues bien, la segunda premisa del desarrollo consiste en que la ciudadanía posea garantía de libertades delimitadas por fronteras jurídicas y morales estables. La libertad es el factor que estimula la imaginación y por ende la iniciativa de los ciudadanos, por lo que la prosperidad la alcanzan solo las sociedades cuyos habitantes disfruten de mejores condiciones para ejecutar lo que imaginan. Las naciones en proceso inflacionario de regulaciones, son cada día menos libres, pues existe una relación proporcionalmente inversa entre ambas. Falaz es creer que la estatura cultural y espiritual de una nación solo depende de sus leyes. La tercera premisa: la sociedad que pretenda el desarrollo debe limitar los poderes dentro de un equilibrado balance que evite abusar de ellos. En esta premisa de orden constitucional no me extendiendo, pues es harto conocida desde los tiempos de Montesquieu. La cuarta condición del crecimiento depende de la equidad y estabilidad de las leyes del país. Demos por descontado que Estados con leyes desproporcionadas e irrazonables, o con regulaciones que constantemente están siendo variadas mediante una pertinaz alteración de las reglas del juego, destruyen las condiciones del desarrollo.

El quinto presupuesto del desarrollo dependerá de la vocación universal que tenga la comunidad. Las sociedades cerradas son autofágicas. El Estado debe proteger ese cáliz sagrado que es la identidad de los valores nacionales, pero no por ello debe ser hostil al mundo exterior. El desarrollo no depende exclusivamente de la comunidad nacional, sino también de cuan inteligente sea la inserción de ella en el mundo, de tal forma que le sea posible aprovechar lo positivo del progreso mundial en lo científico, técnico y comercial. A pesar de su pésima política social y de distribución del ingreso, no podemos negar que gracias a su vocación cosmopolita, Panamá tiene una economía dinámica que ha evitado caer en las graves honduras en las que se han sumido los otros países centroamericanos. Por ello es que las políticas migratorias draconianas no son inteligentes. Estas deben ser selectivas, pero nunca injustamente hostiles con el buen migrante y con quien viene a invertir. Ambos son motores de progreso. El postulado final de una prosperidad integral, está sujeto al equilibrio entre crecimiento económico y adecuada distribución de la riqueza. Uno de los ejemplos históricos más dramáticos de esta verdad, lo protagonizaron los reformadores estadounidenses antimonopolio. Las cruzadas de estadistas como Woodrow Wilson o ambos Roosevelt, salvaron a su nación de la quiebra económica y moral, y dejaron al mundo la lección acerca de la vital importancia de un sano equilibrio en la distribución de la riqueza generada.  fzamora@abogados.or.cr

viernes, 31 de octubre de 2014

UNA IDEOLOGIA CONTRA LA LIBERTAD



Dr. Fernando Zamora C.
Abogado Constitucionalista

Publicado en el periódico La Nación:

La lucha por la reivindicación de la mujer es siempre justa. Por ello es lamentable que algunos activistas se aprovechen de tan noble causa para desvirtuarla, y en su lugar promover la ideología de género. Esta peligrosa corriente surgió en las sociedades de consumo como idea de los teóricos de la revolución sexual. Antes de ellos, nadie había elaborado una justificación racional para atacar desde el poder, los principios familiares y el derecho a la vida del no nacido. Y los importadores de esa ideología han venido arremetiendo aquí con una serie de propuestas legislativas. En un anterior artículo, denuncié la ley mordaza que pretende imponer cárcel a quien haga objeciones de conciencia, y en donde la pena se agrava si la objeción se hace por los medios de comunicación. Pero esa no es la única iniciativa enmarcada dentro de tal ideología. También apuestan por otro proyecto de ley planteado a través de la moción de texto sustitutivo 16887, el cual pretende agregar un nuevo capítulo a la Ley de salud.

Antes de analizar el problema de fondo del proyecto, debo advertir que, desde una perspectiva de técnica legislativa, la iniciativa es gravemente deficiente. Las leyes deben ser precisas, y sus objetivos bien delimitados. Los galimatías son lenguajes rebuscados, pero sin claridad de pensamiento. Un ejemplo es la frase del artículo 50 del proyecto que reza: “Tendrán derecho al acompañamiento durante el parto y al acceso a las diferentes modalidades de atención segura, tanto intra como extra servicios de salud”. Usualmente, una oscura redacción legislativa compromete al Estado. ¿Qué significa que el Estado ofrecerá “modalidades de atención intra como extra servicios de salud”? Esto da pie a todo tipo de interpretaciones sobre dichos servicios, y por tanto, a todo tipo de exigencias que comprometerían la estabilidad financiera del sistema de salud.

No me detendré en otros galimatías similares de la propuesta, y paso a señalar sus yerros de fondo. La iniciativa parte del peligro de hacer una inconveniente segregación de la integralidad del concepto de derecho a la salud. Lo que existe es el derecho constitucional a la salud y tal concepto no debe contener digresiones jurídicas. La iniciativa pretende instituir el “derecho a la salud sexual” y a la “salud reproductiva”, como si el derecho a la salud pueda compartimentarse. Esto mina el concepto de salud, pues lo mutila de su contexto como un todo integrado. El derecho a la salud es uno e integral. Para quien dude de esta aseveración, recomiendo la mejor obra nacional al respecto, Derecho a la Salud, del abogado experto en la materia, Román Navarro.

Por la mala redacción del inciso g del artículo 42 del proyecto, se establece una tácita aprobación del aborto, pues afirma que está dentro de “los límites y responsabilidades establecidas en el ordenamiento jurídico” la posibilidad de definir “el número e intervalo de los nacimientos”, cuando lo que debe indicarse correctamente es la posibilidad de determinar el número e intervalo de los embarazos, pues una vez que la mujer se encuentra embarazada, el nacimiento o no de la criatura deja de ser algo que dependa de una decisión arbitraria. De lo contrario, sería una vía indirecta de aprobar el aborto provocado sin derogar el Código Penal, lo que acarrearía caos normativo. Aún más, el artículo 43 del proyecto instituye la “anticoncepción de emergencia” en relación a embarazos no deseados. Aquí otra confusión. Sabemos que el ordenamiento jurídico permite la prevención de la concepción o pre-concepción, esto es, los métodos preventivos de la concepción. Igualmente permite el aborto cuando peligra la salud de la madre. Pero ¿qué debemos entender por “anticoncepción de emergencia” en relación a embarazos no deseados? La frase no tiene otra interpretación, sino que la concepción podrá ser detenida de forma inmediata e inminente, simplemente ante la realidad de la concepción, lo que la hace un burdo eufemismo para referirse al aborto provocado. El eufemismo “anticoncepción de emergencia”, en relación al embarazo no deseado, es una definición jurídica que atenta contra el derecho constitucional a la vida y contradice la normativa penal que prohíbe el aborto.

Por otra parte, el inciso f) del artículo 42 otorga, como una concesión otorgada por la gracia de las políticas públicas, el establecer que está dentro de “los límites y responsabilidades establecidas en el ordenamiento jurídico” el poder de decidir libremente “si desean o no reproducirse y con quién desean hacerlo” Aquí una vez más, un craso error de concepción jurídica. Ese tipo de decisiones ciudadanas NO son una concesión otorgada por gracia del Estado. Deben ser ajenas al ámbito de  control y regulación estatal. En las sociedades libres no deben impulsarse leyes que establezcan normas de tal naturaleza, como si la libertad de reproducirse o no -y con quién-, sea una conducta que deba estar contenida en un tipo legal, cual si fuese una concesión del orden público en materia de salud. Esas conductas están fuera del margen de control legal, salvo que se trate de los delitos sexuales ya tipificados por nuestro ordenamiento criminal. Otro artículo, el # 38, establece, cual si fuese concesión otorgada por gracia del orden público, “…la libertad para reproducirse o no; en caso afirmativo, cuándo, con quién y con qué frecuencia…”.  Este tipo de aspectos están reservados a la esfera privada de libertad e intimidad de los ciudadanos, razón por la cual el Estado no debe involucrarse en esa materia, sino solo para castigar la conducta que violenta la libre voluntad de la persona, como es el caso de los delitos de naturaleza sexual. Ir más allá de ello y pretender preceptuarlo, o peor aún, sentar precedentes para regular las conductas, es un típico caso de totalitarismo cultural, máxime que el primer párrafo del artículo 40 del proyecto, establece la disposición, por parte del Estado, de implementar “acciones sobre sexualidad” (sic) (nótese la redacción), para rematar en el párrafo final de dicho artículo con el precepto de que el Estado “promoverá la modificación de los patrones…de feminidad y masculinidad”. Aquí, una vez más, podemos reiterar que este tipo de aspectos están reservados a la esfera privada de libertad e intimidad de los ciudadanos. El Estado no debe tener como objetivo modificar los patrones sexuales de los ciudadanos. De hacerlo, transgrede el principio constitucional de conciencia y la libertad de disfrute de la intimidad propia. En fin, ideas transmutadas de las sociedades consumistas sumidas en el marasmo de una vertiginosa contracultura. fzamora@abogados.or.cr

miércoles, 22 de octubre de 2014

BICENTENARIO DEL LIBERTADOR



Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado Constitucionalista

Publicado en el Periódico de España El Imparcial

Publicado en el Periódico La Nación bajo la dirección:

Cuando en el servicio público se alude al concepto “señorío”, se hace referencia al ciudadano que es llamado a la actividad política por su cultura, su patriotismo y su integridad. Básicamente por tales atributos. Hago la alusión a raíz del liderazgo que, en la lucha por rescatar el ardor patriótico de nuestra nación, ha asumido precisamente un ciudadano culto, el Exministro de Información Armando Vargas. Un señor al estilo victoriano, de esos que lamentablemente casi no encontramos ya en la actividad política. La procacidad imperante los ha obligado a abandonarla. Armando -quien me honra con su amistad-, ha liderado en los últimos años un importante movimiento cívico en pro del rescate de la cultura nacional. María Eugenia Bozzoli, Juan Durán Luzio y Raúl Aguilar Piedra, son algunos de los distinguidos académicos que lo han acompañado en la quimera. En el ánimo de insuflar fuego en el pebetero de la devoción patria, no pudieron haber escogido mejor estrategia que la de rescatar y promover la memoria histórica de Juan Rafael Mora, el hijo más grande de la Patria. En el bicentenario de su natalicio, permítaseme aportar un grano de arena al esfuerzo por comprender la grandeza de nuestro libertador y de su gesta.

No es posible entender la estatura histórica de Mora sin explicar las dimensiones de la epopeya que debió afrontar. Sin un gran drama, no hay grandes héroes ni proezas, y a Mora le correspondió enfrentar el mayor desafío de la historia centroamericana. ¿Tenemos conciencia hoy, de la dimensión de aquel reto? Al libertador le corresponde dar la batalla por Centroamérica, cuando es invadida por una poderosa facción militar del sur de los Estados Unidos, financiada por intereses económicos de ese país, para entonces ya una emergente potencia mundial. Esto implicó la tarea de organizar militarmente a una comunidad de agricultores, y trasladar fuera de las fronteras al ejército enlistado. En cumplimiento del llamado, el libertador debió enfrentar obstáculos superlativos. Al menos enumeraré cinco. Sin duda las batallas, por sí mismas, fueron el reto más brutal que el libertador debió afrontar. Esto por el costo humano, de reto organizativo, estratégico y socioeconómico. El segundo desafío, fue el asumirlas pese a la diferencia logística que existía entre las milicias costarricenses, entonces una pequeña nación de economía agrícola que enfrentaba a un grupo militar surgido de una de las economías industriales más potentes del Siglo XIX. Si bien la guerra no fue contra el ejército estadounidense como tal, la invasión la ejecutan élites militares y económicas ideológicamente imbuidas por la doctrina expansionista del “destino manifiesto”, promovida tanto por los círculos financieros de Nueva York,  como por los estados del sur, que aspiraban establecer nuevas colonias esclavistas adeptas a su causa. El tercer desafío que el libertador debió vencer, fue el sabotaje interno que enfrentó durante el proceso. Según investigaciones realizadas por académicos de la Universidad de California, la conspiración interna estuvo básicamente motivada en el temor que existía en los sectores cafetaleros, a raíz del hecho de que el reclutamiento militar provocaría una ingente pérdida de mano de obra agrícola. Tal como señalan algunas referencias históricas -entre otras los escritos de Lorenzo Montúfar-, a ello deben sumarse las conspiraciones internas que tenían su motivación en bajas pasiones políticas, las cuales Mora debió sortear en medio de la empresa. Un cuarto gigante fue la división político-militar a lo interno de Nicaragua. Recordemos que dicho país era donde estaban militar y políticamente asentados los filibusteros, y allí mismo existieron importantes sectores de poder que facilitaron la invasión.  El quinto coloso que debió enfrentar Mora, fue la epidemia del cólera que asoló a sus tropas. Walker aplicó la vieja e ignominiosa práctica militar de contaminar los pozos de agua con los cadáveres de las batallas, de tal forma que el bando contrario se enfermara al hidratarse. Tal y como ha documentado el historiador German Tjarks, finalmente la epidemia también asoló a la población civil costarricense.

El éxito de una gesta de tales dimensiones, solo la hizo posible el liderazgo de un hombre de excepción, y el libertador Mora representa el epítome de las supremas calidades de un líder. La historia refiere que fue un hombre consecuente. Sus discursos son piezas en las que enunció con firmeza convicciones superiores. El líder no solo debe señalar el camino, ese camino debe ser, además, correcto. La historia humana es pródiga en caudillos inescrupulosos e insensatos, que arrastraron a sociedades enteras por el sendero de la tragedia. Por el contrario, su grito “¡A las armas!”, -que aún resuena en los oídos de los pueblos centroamericanos-, no fue hecho con una vocación políticamente codiciosa, sino como obligación del llamado libertador en el que los costarricenses nos vimos envueltos ante la emergencia de la época. Pese a que fue un empresario avezado, que aportó a la prosperidad involucrándose en importantes actividades de la economía privada del país, antepuso sus ideales a esos propios intereses. Estudios del prestigioso economista Rodrigo Facio, reconocen que la conducción política de Mora fue inusual, pues tomó medidas a contrapelo de sus intereses de clase. Así mismo, en la esfera de su vida personal, el libertador fue un hombre profundamente espiritual. Líder magnánimo en pleno ejercicio de sus virtudes cristianas, el periodista francés Félix Belly, atestigua haber visto “mujeres llorando al relatar sus actos de bondad con hombres que lo habían atacado del modo más violento.” De ahí que, en una de las últimas epístolas que envía a su amada Inés, sentencia el escrito con una frase dirigida a los enemigos que finalmente lo asesinan, “¡Dios les perdone como yo les perdono”.  Como sello de vida, aplicó el principio de paternidad. No solo veló por su propia familia, sino que a sus 21 años, al morir su padre, asumió la crianza de nueve hermanos. Y a la muerte de su hermana, veló por tres sobrinos que eran huérfanos de padre. Como buen estadista, señalaba el derrotero. No lo amedrentaron las circunstancias, menos aún la histeria plebiscitaria que tan usualmente detiene a los dirigentes contemporáneos. Se ciñe su figura a la par de Lincoln y Bolívar. Sin temor a equivocarme, me atrevo a afirmar que el libertador Mora fue el hombre más grande de la historia centroamericana. ¡A él loor y gloria!  fzamora@abogados.or.cr

martes, 7 de octubre de 2014

UNA PERSPECTIVA CONSTITUCIONAL DEL ISLAM



Dr. Fernando Zamora C.
Abogado constitucionalista

Publicado en España bajo la siguiente dirección:

Publicado en el Periódico La Nación:

El mundo islámico vive una encrucijada. Por una parte, el camino que representa el fenómeno de la “primavera árabe”, expresión que refiere a la revolución social ocurrida en años recientes. Allí, muchos de sus activistas aspiran a la conquista gradual de una cultura de paz y respeto. Por el contrario, el otro camino es el del integrismo. Este último aspira, por la vía de la violencia, a una radicalización de la cosmovisión islámica y es promovido por diversos movimientos. Algunos chiítas como el Hezbolláh, otros sunitas, como Hamás o el ISIS (Estado islámico de Irak y el Levante). Ahora bien, aunque no podemos tener certeza respecto de si alguna tendencia se impondrá pronto, es necesario comprender los elementos fundamentales de la cosmovisión islámica y el porqué de su radical distancia en relación con nuestra propia cosmovisión. La respuesta que debemos anotar para comprender la antinomia entre la cultura musulmana y la nuestra, es que aquella carece del fundamento que nos permitió a los occidentales construir el concepto constitucional de gobierno limitado.

Por las razones que expondré de inmediato, la diferencia esencial radica en el concepto de “gobierno limitado”, que solo resulta natural a quienes hemos sido criados en la civilización judeocristiana. ¿Por qué? La idea de división entre el reino terrenal y el espiritual, fue concebida únicamente por la teología cristiana derivada del precepto que mandaba “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (S. Lucas 20:25).  Lo que tal concepto espiritual implica, es que dentro de cada persona, hay un ámbito de conciencia y de libre albedrío que -cual si fuese un santuario-, debe estar resguardado y ser ajeno al control político. Las autoridades terrenales, -no importa cuán poderosas sean-, no pueden usurpar la autoridad que legítimamente solo pertenece a Dios. Este es el origen u embrión del concepto constitucional del gobierno limitado. Por el contrario, al igual que lo hacían los Césares del mundo occidental anterior al cristianismo, Mahoma fue un gobernante que integró todas las esferas de la vida social. Sustentados en tal precedente, los gobernantes de los imperios islámicos, -como el Otomano u Omeya-, se consideraban obligados a imponer el Islam por la fuerza en las tierras conquistadas. Esta cosmovisión cultural totalitaria se desarrolla con fuerza desde el siglo siguiente a la muerte de Mahoma. Los musulmanes socialmente influyentes, escogían, validaban -y en gran medida creaban-, lo que ellos denominaban tradiciones o Hadiz. Además echaban mano de ellas para promulgar leyes islámicas que son conocidas como Sharias y que cubren toda exigencia concebible de la vida. Eso hasta desarrollar un totalitarismo cultural que -aún hoy-, buena parte de los musulmanes considera que debe imponerse al mundo.  De ahí que, como señala el historiador Bernard Lewis, en los idiomas islámicos clásicos -como el árabe clásico-, no existen los conceptos dicotómicos de “secular-religioso”, “laico-eclesiástico”, “temporal- espiritual”. Esto se debe a que dichos pares de conceptos son inexistentes en la cosmovisión islámica, pues representan un valor filosóficamente plantado e irrigado solo por el judeocristianismo. Y ampliamente desarrollado por sus propios pensadores, como San Agustín de Hipona. Si bien es cierto, los pensadores clásicos de la ilustración posteriormente reelaboran e impulsan la teoría de separación Estado-Iglesia, tal es un concepto que nace de la teología cristiana. Aunque por siglos, el poder estatal y la Iglesia cristiana pugnaron por definir dónde trazar la línea divisoria entre esas dos esferas de influencia, ambos coincidían en que la línea divisoria existía. Así pues, la idea moderna de gobierno limitado, es derivación de la noción cristiana de que existe un espacio en la conciencia humana que está fuera del límite de control estatal. Una distinción fundamental que es propia de la base cultural de nuestro hemisferio, e inexistente en el oriente por siglos.

Para los que crecimos en nuestra cultura constitucional, si el Estado invade el territorio reservado para el dominio privado de la conciencia, lo hace sin legitimidad. De ahí el error y fracaso final de iniciativas como las Cruzadas o la Inquisición, las cuales fueron concebidas a contrapelo de la ideología genuina del evangelio. Esos intentos cayeron en el mismo vicio conceptual del islamismo. Por la fuerza, pretendieron imponer convicciones y conductas restringidas al ámbito de la conciencia humana. Sin embargo, con el concepto derivado de la frase evangélica “Mi reino no es de este mundo” (S. Juan 18:36), el judeocristianismo había sembrado en Occidente la concepción de que Dios decidió, -por su propia voluntad y en resguardo de la libertad humana-, autolimitarse en su dominio de la esfera terrenal. Por ello, la idea de que el dominio de Dios es el dominio de su Iglesia -y que existe un ámbito secular que opera externamente al control eclesial-, es la verdadera simiente del secularismo.

En fin, esta separación sembrada por la teología judeocristiana es una idea inaceptable para el Islam. Por ser propio de los fundamentos ideológicos de la cristiandad, la idea de la tolerancia religiosa se terminó de consolidar constitucionalmente en los Estados Unidos, con la cláusula de establecimiento de la Primera Enmienda, aprobada con el apoyo de representantes pertenecientes a diversas denominaciones cristianas. Por ello, al ciudadano occidental promedio le parece inaudito que se asesine a alguien por no profesar la religión islámica. Suma al análisis anterior, que el conflicto se ve insuflado por el hecho de que muchos de estos grupos integristas, están dirigidos por mafias que acumulan fortunas a partir de la extorsión, el robo, y el contrabando, lo que nada tiene que ver con lo aquí expuesto.  En conclusión, entendiendo lo que existe en las mismas raíces de la cultura árabe, pareciera en vano el loable esfuerzo de algunos líderes de la primavera árabe -como Wael Ghonim o el desaparecido periodista Kareem Amer-, que han luchado contra corriente promoviendo en el Oriente medio los valores aceptados en nuestro hemisferio. Pero mi propia valoración es optimista. La semilla ya empezó a florecer en el mundo islámico, y a largo plazo, creo que vencerá. La historia del hombre ha demostrado que el único poder verdaderamente legítimo es el de la conciencia y el libre albedrío. fzamora@abogados.or.cr