Abogado constitucionalista
Publicado en el diario La Nación
https://www.nacion.com/opinion/pagina-quince-la-embestida-del-biopoder/HB6ZTKQ74FAA7NMZKOHRAAXWLQ/story/
y en el periódico El Imparcial de España.
El filósofo Michel Foucalt funda el concepto del
“biopoder” circunscribiéndolo a su particular doctrina sobre la sexualidad
humana. No entraré a referirme a ese particular concepto de “biopolítica”, ni a
la posterior idea que, al respecto, otros pensadores han hecho desde otras
perspectivas filosóficas. Me referiré al concepto de biopoder que amenaza al
constitucionalismo democrático en latinoamérica.
El biopoder, o la biopolítica, también pueden entenderse
como el control que el poder político y la sociedad de mercado ejercen sobre el
proceso de nacimiento, reproducción, condiciones genéticas y muerte del ser
humano. En otras palabras, la biopolítica tiene por finalidad estratégica, la
gestión total de la vida humana. En su portentoso tratado de bioética, el
erudito Elio Sgreccia nos recuerda que el biopoder esencialmente tiene dos
grandes vertientes. Una de ellas lúcida, irrestrictamente centrada en la
dignidad humana. La segunda es una vertiente tenebrosa, pues es utilitarista y
su premisa básica es, por una parte, el del simple cálculo de las consecuencias
de la acción con base en la relación costo-beneficio, y por otra, la que
pretende deslindar el hecho natural de toda consideración moral.
Ahora bien, el biopoder surgió a partir del ejercicio
de tres tipos de control a saber. El primero de ellos es el control eugenésico.
Como es sabido la eugenesia tuvo un claro fundamento racista. Se inicia a
finales del siglo XIX, al difundirse teorías como la de Cesare Lombroso
(1835-1909) -que sostenía la existencia de un origen genético en la vocación
criminal-, o la del antropólogo Francis Galton (1822-1911), que establece
principios para una “ciencia del bien nacido”. A partir de esas tesis, Indiana
decreta en 1907 la primera ley eugenésica, que posteriormente se propagaría en muchos
otros Estados. Esta ley aprobaba entonces la esterilización de quienes fueran
considerados anormales, esto según el criterio final de un equipo de
“especialistas”. En ese usual arrebato
“progresista” del Estado de California, éste definió la esterilización como una
medida profiláctica que defendía la salud pública y mitigaba la amenaza de los
"inadaptados" y los "débiles mentales". Así en 1927, la
Corte Suprema de los Estados Unidos declaró constitucional el estatuto sobre
esterilización de Virginia en el caso Buck versus Bell, aceptando la
esterilización en nombre de la “salud colectiva” de la ciudadanía. Así inició una campaña de esterilización cuyo pico fue entre 1927 y 1963,
y en donde se esterilizaron cerca de 70 mil personas con propósitos eugenésicos.
En esta misma línea destaca la pérfida Margarita
Sanger, quien sobre la base de que debía favorecerse la vida entre los “mejor
dotados” e impedir la natalidad de aquellos con “peor patrimonio genético”, abrió
en 1916 su primera clínica para el control de la natalidad, abrazando el lema
“los seres ineptos deben abstenerse de procrear”. Dentro de ese concepto
eugenésico racista, en los años de la década de 1930,
centró sus actividades y campañas en barrios pobres de
minorías raciales negras y latinas, para mantener a raya el control natal allí. Su empresa de “limpieza
genética” va adquiriendo éxito, hasta convertirse en la tristemente célebre organización
Planned Parenthood.
El
segundo tipo de control que ejerce el biopoder es el control mercantil sobre la
vida. Esto incluye múltiples prácticas genéticas y reproductivas comercialmente
rentables. Aquí dos ejemplos. El primer gran escándalo se da en Estados Unidos
en 1993, cuando una empresa solicitó patentar un carácter genético útil proveniente
de una mujer guaimí de Panamá, sin siquiera solicitarle a ella la autorización. O bien la práctica de autorizar a solteros que compran óvulos y
encargan el trabajo de gestación a una tercera mujer, mediante espurios
contratos de maternidad sustituta. La madre sustituta recibe el óvulo fecundado
o dona el ovulo que será fertilizado con el semen del contratante, quien se
limita a vender, ya sea su semen si es hombre, o su vientre u óvulo si mujer,
evadiendo así todo el sentido ético que conlleva ser progenitor de una
creatura. Igualmente el caso implementado en Europa de alquiler de úteros. La
madre que ha sustituido, convertida en “bien comercial” y la vida del menor, en
un simple objeto de comercio. Un brutal atentado contra el derecho del menor a
su propia identidad y a disfrutar un hogar y una familia.
El
tercer tipo de control que ejerce el biopoder es sobre la longevidad humana. Esta
tendencia a controlar la longevidad de las personas e incluso acelerar el
proceso de muerte, tiene esencialmente su raíz en la confluencia de dos
factores: por una parte, los bajísimos índices de natalidad en los países ricos
de Europa, lo que ha provocado una dramática disminución de población joven que
otrora enriquecía la actividad productiva incorporándose masivamente a ella, y
por otra, el envejecimiento de la población. Ambos fenómenos han generado un
colapso de lo que se llamaba el welfare
state o estado promotor de bienestar social, y así también la caída de la
autosostenibilidad de los sistemas de seguridad social, jubilatorios, y de
prestaciones complementarias. En respuesta a esta realidad, la lógica
utilitarista posmoderna, resolvió el asunto con estrategias como la eutanasia,
iniciada en Holanda en el año 2002, en donde se autoriza provocar la muerte a
los ancianos sin que ésta aún haya llegado de forma natural. Curiosamente, a
pesar de que con los avances de la actual medicina paliativa es posible
controlar y mitigar los dolores que produce el estertor de la muerte. No por
casualidad, especialistas en medicina terminal, como la experimentada Dra.
Lisbeth Quesada, le hacen serios cuestionamientos a tal práctica. En esencia,
la filosofía de la eutanasia radica en un concepto contrario a la tradición del
constitucionalismo occidental, pues según la tradición histórica del
constitucionalismo defensor del derecho a la vida, ésta tiene un valor
intrínseco que está fuera del ámbito de control estatal y también fuera del
capricho humano, o sea, que es independiente de la esfera de potestad del
hombre y del Estado. En sentido contrario, la biopolítica utilitaria y
contraconstitucional considera que la vida está supeditada al ámbito de
decisión de los hombres. La raíz esencial de la ideología de la eutanasia es
que la vida es propiedad del ser humano o del Estado y a la inversa, la
filosofía contra la eutanasia, es que no. Y aún menos del Estado.
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