Dr. Fernando Zamora Castellanos
Frente a los esfuerzos egipcios para detener el último
conflicto en Gaza, la cuestión de fondo es: ¿por qué no ha sido posible
consolidar con Palestina una paz duradera, tal y como la que, por ejemplo, parece
lograrse entre Israel y los Estados árabes del Golfo? El problema radica en el
objetivo existencial que consta en las cartas de principios de todas las organizaciones
militares palestinas, las cuales afirman que el Estado israelí debe desaparecer
de Oriente medio. Así consta en las declaraciones constitutivas de Hamás, la
Yihad Islámica Palestina, Hezbulláh, Al-Fatah espina dorsal de OLP, y sus
Brigadas mártires de Al-Aqsa. Bajo tal premisa, es prácticamente imposible una
solución pacífica al conflicto, pues ¿cómo soluciono una diferencia si parto
del supuesto de que mi objetivo es aniquilar a mi contraparte? Aquí recobra
vigencia el ofrecimiento que adelante explico, hecho más de veinte años atrás
por el gobierno de Costa Rica a la Autoridad Palestina, de iniciar gestiones de
desmilitarización en pro de una cultura de paz y reconciliación. Para ello, una propuesta de desarme palestina
debe partir de una cultura de tolerancia sustentada en tres principios. Primero,
el principio ideológico: Abraham es Padre o ancestro común que une a las tres
culturas monoteístas, el judaísmo, el islamismo y el cristianismo. Un punto de
entendimiento entre palestinos y judíos debe partir de ese elemento de común
unidad.
El segundo principio es el reconocimiento del derecho
del Estado de Israel a existir y de la aceptación del judaísmo como realidad
ancestral de la región; el discurso que acusa de usurpador al pueblo judío es
una narrativa que los palestinos deben abandonar si pretenden vivir en paz. La
realidad histórica, arqueológica, genealógica, demográfica y política demuestra,
hasta el hartazgo, el ligamen ancestral de los judíos con esos territorios. Amén
de que, desde hace más de 70 años, la existencia del Estado israelí moderno es
una situación jurídica y política plenamente consolidada.
El tercer principio es el de coexistencia pacífica: por
ser Jerusalén centro de gravedad religiosa de las tradiciones monoteístas, debe
estar bajo jurisdicción de un Estado constitucional que garantice allí la
libertad de culto. Y en Oriente medio, Israel es el único Estado que lo ha garantizado.
Tanto así que es el único en la región donde la población que abraza creencias
diferentes ha crecido. Por ejemplo, allí la población cristiana se cuadruplicó,
mientras en el resto del Oriente medio, las convicciones disidentes son
proscritas hasta su extinción. De hecho, pese a la tradición de conflicto con las
naciones árabes, Israel concede nacionalidad a los árabes islámicos que habitan
en su territorio, otorgándoles libertad de voto y participación política
incluida, al punto que los partidos exclusivamente árabes tienen una importante
participación en el parlamento israelí. Irónicamente los reinos árabes, por ser
la mayoría de ellos monarquías, les niegan ese derecho a sus propios
habitantes. En Israel se practican costumbres como la facultad de que los
lugares santos estén custodiados de forma alternada por distintas
denominaciones religiosas, como sucede con la Basílica del Santo Sepulcro,
administrada por armenios, católicos y ortodoxos, y en donde musulmanes y
judíos intervienen para resolver conflictos relacionados con la administración
del lugar; prácticas de una cultura de paz.
Así como Egipto colaboró en el alto al fuego del
último conflicto entre Hamás e Israel, igualmente Costa Rica, decana mundial en
la tradición de desmilitarización, puede aportar mucho a la solución del
conflicto. Máxime que, al prestigio de nuestra vocación civilista, debe sumarse
una larga trayectoria de fraternidad entre ambas naciones. Los orígenes de esa
unión se remontan al intercambio epistolar entre José Figueres y Ben Gurión,
que culminó en un nexo histórico del caudillo costarricense con Israel. A
partir de aquel lazo, las relaciones se irían extendiendo a otros líderes
políticos costarricenses. Por ejemplo, el Padre Benjamín Núñez, miembro de la
Junta fundadora de la Segunda República culmina una visita a Israel en 1956 en
la que consolida importantes intercambios políticos y culturales con esa nación
hermana. Otro reflejo de aquellos vínculos fue el retorno de la embajada de
Costa Rica a Jerusalén en la administración Monge, tal y como fue dispuesto
desde que se instituyeron las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Más protagonistas intervinieron con el paso de los
años; el diplomático Rodrigo Carreras, exembajador nuestro allá, le propuso a
Yasser Arafat el ya referido convenio de mutua cooperación para el desarme
entre Costa Rica y la Autoridad Nacional Palestina, que consistió en el
ofrecimiento de asesoría y capacitación sobre desmilitarización y cultura de
paz. En este tipo de colaboración tenemos experiencia, tal y como consta de las
gestiones costarricenses en el proceso de desmilitarización del Estado
panameño, o también del proceso centroamericano de paz en la década de 1990. El
Embajador Carreras le planteó su iniciativa a Arafat en el 2000 y desde ese
año, fue reiterada por Costa Rica en todos los acuerdos de paz ofrecidos a
Palestina. En una reciente entrevista hecha a un medio periodístico, consta que
Carreras tuvo la oportunidad de hacerle tal ofrecimiento personalmente a
Arafat, quien le respondió que aquello no era posible pues él necesitaba darles
trabajo a sus jóvenes milicianos. Nuestro embajador le replicó a Arafat que, si
él se presentaba ante la Asamblea General de la ONU sin su uniforme de
guerrero, vestido de civil y anunciando que renunciaba a la idea de tener
ejército en Palestina y manifestando una vocación de paz con Israel, su
problema sería otro: donde conseguir la suficiente mano de obra para atender la
cantidad de trabajo e inversión que llegaría a Palestina. En fin, Arafat nunca
aceptó la idea, pero nuestra Embajada debería insistir permanentemente en la
propuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario