Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Únicamente los actuales habitantes del planeta somos
testigos de que los beneficios con los que cuentan las sociedades de bienestar,
son una rara excepción de la historia humana. De hecho, hace apenas ciento
cincuenta años, muchas de las ventajas relacionadas con la higiene, con nuestra
facilidad de trasladarnos de un punto a otro, o con la capacidad de acceder al
agua potable y la energía eran impensables para la alta aristocracia de las
potencias mundiales. Incluso hoy las disfrutamos en un país apenas en vías de
desarrollo como el nuestro. En otras
palabras, para todas las edades de nuestra historia como especie, la pobreza
fue la norma natural de vida. Los beneficios de la riqueza material es una
rarísima excepción moderna. La prosperidad de bienes y servicios fue posible
gracias a la consolidación de varios factores, pero esencialmente tres de
ellos: la revolución de la técnica industrial en asocio con la libertad
económica, y el régimen de propiedad individual. Por ello, cuando se pretende
cerrar las sociedades y controlar el poder, la mejor estrategia entonces es restringir
la libertad económica y limitar la propiedad. La forma de mantener férreamente sujetos
a los pueblos es suprimiéndolas, pues así la oposición política e incluso el
derecho a la rebelión se torna inviable. La historia es pródiga en ejemplos;
una de las primeras grandes rebeliones esclavas, la del gladiador Espartaco,
fue posible gracias a la excepción del peculium del esclavo, que era una
pequeña prerrogativa de propiedad que los esclavos tenían de acuerdo al derecho
romano, y que los gladiadores aplicaron sobre sus armas. Salvo excepciones como
esa, no por casualidad una de las características de la condición esclava a
través de los siglos, era la imposibilidad legal de poseer propiedad. Así
podemos extraer ejemplos recientes, como el de los países de la antigua Unión
Soviética o la Cuba de Castro que, sobre la base de conculcar totalmente el
derecho a la libertad económica, lograron sujetar pueblos enteros por largas
décadas.
Pero lo que deseo enfatizar es el siguiente argumento
cardinal: donde se limita la libertad económica y el derecho a la propiedad, la
prosperidad no es posible. Independientemente del hecho de que tales restricciones
tengan como objetivo, o no, el control del poder. La mayoría de los gobernantes,
muchos por ignorancia o prejuicio ideológico, creen que saber gobernar es
imponer cada día más regulaciones. Lo hacen como consecuencia de una
programación mental en la que cae el funcionario. Ante cualquier problema que
se les presenta, como salida fácil, optan por imponer nuevos trámites,
requisitos y condiciones.
Frente a este panorama, resulta preocupante la
progresiva tendencia que estamos sufriendo en Costa Rica, donde vemos que el
tejido productivo y la capacidad emprendedora de los ciudadanos, se encuentra
cada vez más sujeta a regulaciones, a limitaciones y a un proceso progresivo de
impuestos crecientes que, al fin y al cabo, es una vía indirecta de ir acotando
gradualmente el derecho a la propiedad. Si dudan de ello, a las pruebas me
remito: en el documento de Estudios económicos de la OCDE 2020 para Costa Rica,
se acredita que “un factor crítico que obstaculiza la productividad de Costa
Rica, es el marco regulatorio costoso y oneroso que enfrentan las empresas
locales”. Por otra parte, según una actualización reciente del
indicador de regulación del mercado de productos de la OCDE, los mercados
costarricenses están sujetos a regulaciones más estrictas que en cualquier país
de la OCDE, al punto que, según dicho indicador, referentes latinoamericanos
como Chile, México y Colombia, tienen un desempeño significativamente mejor que
el nuestro. En otra ilustración del problema, once años atrás, para
octubre del 2010, ya el VI Congreso financiero nacional denunciaba esta
tendencia, afirmando que el creciente exceso y dificultad de los trámites estaba
provocando el aumento significativo de los créditos informales y sin
regulación. Ni qué decir de la corriente que nos coloca como una de las naciones
con mayor carga pública e impositiva en el club de países ricos de la OCDE,
pese a no serlo.
Tenemos
las alarmas ya hace rato encendidas y la mejor forma de salir de un problema es
atender la experiencia histórica. Aquí la pregunta es: ¿cómo superó la
administración Monge Alvarez nuestra última gran crisis económica y
estructural? Aplicaron varias estrategias, repasemos algunas. En política
pública, implementaron una
ofensiva de atracción de inversiones extranjeras, incentivo a las exportaciones
y disminución de impuestos. Además, ordenaron al Banco Central capitalizar a
los bancos públicos para ofrecer bajo interés, lo que produjo resultados como
lo fue incentivar la actividad productiva, sobre todo agro exportadora. Promovieron
las exportaciones diversificando y negociando acuerdos de comercio. Por otra
parte, en lugar de perseguirlas y gravarlas como hace hoy la clase política, estimularon
los servicios a través de incentivos tributarios a la industria de alta
tecnología y turismo. Confiados del crecimiento que tendrían, establecieron una
estrategia de distribución de la riqueza, pero no con la actual política asistencialista
de regalar las cosas, sino a partir del fortalecimiento de la productividad de la
economía social solidaria. Para buscar salidas, aquel es un gobierno que
amerita mayor escrutinio. fzamora@abogados.or.cr
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