Dr. FERNANDO ZAMORA
ABOGADO CONSTITUCIONALISTA
Max Weber fue el primer sociólogo de la historia que
investigó a profundidad la influencia de los sistemas culturales en el
desarrollo. Por ejemplo, en una de sus obras más reconocidas, describe a
profundidad la influencia ejercida por la ética cristiana en la prosperidad
general y el desarrollo económico de los países del norte de Europa, y atribuye
dicho logro a aquel código de valores. El análisis de Weber resulta muy
interesante, pues reafirma la generalizada convicción acerca de la influencia que
tienen en la evolución material de éstas, los sistemas culturales y los códigos
de espiritualidad que practican las sociedades. De acuerdo al índice de
bienestar y desarrollo de las naciones, podríamos hablar, -según los códigos
culturales-, de tres niveles de resultados. En la cúspide encontramos el primer
nivel ya referido, que, en términos generales, además, es el de los países del
norte de Europa, donde precisamente hoy se encuentran las primeras quince sociedades
con mayor índice de bienestar y desarrollo humano de acuerdo al Programa de las
Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD). En el otro extremo, el del fondo del
espectro, correspondiente a los países con peor nivel de desarrollo y bienestar,
los últimos veinte de la escala más baja, se encuentran, -salvo las excepciones
que se indicarán-, las culturas animistas o politeístas del África subsahariana,
que corresponden a las prácticas espirituales de países ubicados en el sótano
de dicho índice de desarrollo humano, como por ejemplo lo son Benín, Sudán del
Sur, Burkina Faso, y en América, Haití. Aquí también se incluye a la politeísta
India que, si bien es cierto no está dentro de las últimas veinte posiciones,
sí posee altísimos niveles de miseria de acuerdo al PNUD, pues tiene
aproximadamente el 90% de su población, -cuyo total es de más de mil millones
de personas-, viviendo con un ingreso diario de menos de dos dólares por día.
Finalmente está el nivel medio de desarrollo material
y esa es la escala con mayor cantidad de países. Dicha categoría incluye países
que, según el índice de bienestar y desarrollo del PNUD, se encuentran por
debajo de las quince primeras posiciones pero que, a la vez, están por encima
de la escala “baja” del desarrollo. Las posiciones medias del escalafón de
desarrollo mundial en realidad corresponden a países como Costa Rica, con niveles
de desarrollo calificados como altos pero que, en un ranking global práctico, su
posición es intermedia. Ahora bien, en esa numerosa categoría media, se da la
particularidad de que todas esas sociedades abrazan culturas fundadas sobre
algún sistema de legalidad moral o a algún modelo de espiritualidad con
compromiso moral, donde podemos encontrar aquí tres grandes vertientes: en
primer término, las sociedades fundadas sobre la base de religiones de
compromiso moral, como son las religiones islámicas, judía, y las distintas
denominaciones del cristianismo. La segunda gran vertiente, son las sociedades
cuyos fundamentos existenciales han sido culturas filosóficas, como lo son el
budismo, el taoísmo y el confucionismo, todas ellas posicionadas en las
naciones del extremo oriente. La tercera vertiente corresponde a las sociedades
influidas por los modernos sistemas culturales ateístas, como es la actual sociedad
China. Estas tres vertientes de sistemas culturales, son las que han influido
en las naciones con un índice de desarrollo material medio.
Valga advertir que hay algunos matices. Por ejemplo, dentro
de los últimos países en la tabla del desarrollo, existen dos naciones, -Yemen
y Afganistán-, que no poseen poblaciones animistas; sin embargo, ambas tienen
una característica en común desde el punto de vista de su sistema cultural, y
es el hecho de que allí se practica una versión del islam extremadamente dura.
Esto significa que los últimos lugares del índice de bienestar y desarrollo
humano, lo conforman naciones cuyas sociedades básicamente ejercitan los
animismos politeístas, pero a ellas deben sumarse dos excepciones, que son los
ya mencionados pueblos practicantes de la versión dura del islam.
Otra excepción interesante, se encuentra en el extremo
superior del índice de bienestar, y corresponde a Hong Kong y Singapur. Estos
son los únicos dos países que están entre las primeras quince naciones de mayor
índice de desarrollo mundial, pero que, sin embargo, no poseen, -como sistema fundador
de su sociedad-, un código cultural cristiano. Fuera de dicha excepción, los
restantes quince países que se encuentran en la cima del desarrollo humano, -o
sea los cinco países nórdicos, más Irlanda, Alemania, Suiza, Australia, los
Países Bajos, Reino Unido, Bélgica y Nueva Zelanda-, todos ellos fueron
sociedades fundadas sobre el fundamento del código cultural de alguna
denominación cristiana, ya sea católica como la sociedad irlandesa, o de otras
denominaciones cristianas, como las luteranas y calvinistas. Lo que viene a
confirmar, -en el siglo XXI-, buena parte de la hipótesis desarrollada ciento
veinte años atrás por el sociólogo Max Weber.
Una última observación: había afirmado que, en el gran
tablero de países de desarrollo medio, se encuentran allí sociedades que están
fundadas sobre la base de sistemas culturales de legalidad moral o con modelos
espirituales de compromiso moral; pues bien, aquí no se encuentra ninguna
excepción que incluya sociedades de animismo politeísta como parte de las naciones
con desarrollo alto o medio. En este
punto amerita aclarar que gran parte de la totalidad de las sociedades del
África subsahariana o Haití, que practican el animismo politeísta, incorporan
también versiones sincréticas del cristianismo, o sea, prácticas en las que se
introducen ciertos elementos derivados del cristianismo dentro de un ejercicio
espiritual que es realmente animista, lo que provoca que muchos analistas
erróneamente califiquen a dichas sociedades como nominalmente cristianas, sin
serlo en su esencia práctica.
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