Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista
Valoremos
ahora un segundo aspecto, el inconmensurable milagro que implicó su mensaje, de
cuyo impacto Él mismo dio fe al asegurar: “…mis
palabras no pasarán” (S. Mateo 24:35). Pues bien, el mensaje que la Navidad
encierra se refiere esencialmente al porqué de la existencia y proclamación de
la verdad, un concepto que, en momentos en que las sociedades occidentales se
debaten en una crisis existencial tan seria, viene a responder las tres
interrogantes esenciales de la humanidad: primero, la pregunta de identidad ¿quiénes
somos?, después la cuestión de origen, ¿de dónde venimos? también la
interrogante de propósito, ¿por qué y para qué estoy aquí? y finalmente, el
misterio del destino ¿hacia dónde iré al morir? Respuestas que, al descubrirlas,
generan seguridad y felicidad auténticas.
Un
tercer elemento es el misterio de su trascendencia en la historia, a pesar de
los descomunales desafíos que el mensaje de la navidad ha enfrentado. Durante
dos milenios, enfrentó cuatro grandes contrapoderes que representaron una
inexorable amenaza a su existencia. La primera amenaza fue el imperio romano que,
como un abortivo, desde su nacimiento pretendió acabar con él. La civilización de
Roma dominaba totalmente la cultura del siglo I, y a diferencia del concepto de
dignidad humana que sembró la cultura cristiana, en todo el mundo antiguo el
hombre valía por su poder y sus posesiones. Pese a esto, el mensaje de la
Navidad prevaleció frente al paganismo, no por el uso de la fuerza, sino
porque, a pesar de la violencia dirigida contra el cristianismo, respondió con
caridad frente a un mundo antiguo que no la conocía, abriendo sus brazos a los
humildes y débiles. Entonces se tenía la idea de que Roma sería eterna, sin
embargo, después de su desplome, arribó la larga noche del caos bárbaro, que
acabó con la civilización de su tiempo. Cuando se desintegró la cultura
grecolatina, el mundo fue azotado por bárbaros de diferentes procedencias;
vándalos, eslavos, mongoles, bereberes, hunos y pictos, que devastaron las
pocas ciudades que, a duras penas, subsistían tras la caída imperial. Los
historiadores aún se asombran al verificar cómo el cristianismo pudo sobrevivir
al cataclismo que los bárbaros representaron. De hecho, el descomunal desafío
de reconstruir la cultura europea destruida por el caos vandálico, fue un
esfuerzo de siglos, y un logro monumental de la entonces incipiente
cristiandad. El mensaje navideño logró preservar el legado del mundo clásico y
fundamentó la cultura occidental como no lo ha hecho ninguna otra cosmovisión. Así
fue como el cristianismo superó su segundo gran desafío.
El
tercer reto que enfrentó la “cultura de la navidad” fue el poderío del imperio
otomano. Este fue la más grande manifestación del poder musulmán en los siglos,
que se prolongó desde inicios del siglo XIV y hasta comienzos del XX. Uno de
los objetivos culturales de aquel imperio, fue la imposición violenta del
ideario musulmán, y con ello la abolición de la cultura de la navidad. En su
punto de máxima expansión, llegó a abarcar una importante fracción del sureste
europeo, el medio oriente asiático y el norte de África. Sin embargo, con el
último cañonazo lanzado en la primera guerra mundial, acabó la amenaza del
imperio otomano, y el mensaje de la navidad aún prevalecía. El cuarto gran
contrapoder que amenazó a la cultura de la navidad, fue el laicismo
materialista, que dio sus primeros pasos en la Europa del siglo XVIII y se
consolida con la doctrina marxista y el poder de los soviets en Europa del
este. El siglo XX vería la proscripción del mensaje de la navidad no solo en
esos territorios, sino también en aquellos en donde el neopaganismo nazi
azotaría. No obstante, cuando el poderío fascista se derrumbaba a mediados del
siglo XX, y el soviético al finalizar esa misma centuria, la intensa y cegadora
luz de la estrella de Belén aún prevalecía vigorosa y destellante.
Pues
bien, pese a las evidencias, para los escépticos y bienpensantes el mensaje del
pesebre no es otra cosa sino una simple ensoñación. Pero como bien lo plantea
el filósofo español José Ramón Ayllon, si la fe en el misterio de la navidad es
absurda, habría que preguntarse ¿qué encierra ésta que ha sido razonable para
miles de hombres cultos a través de tantas y tantas generaciones, y tantos
cataclismos históricos?, ¡¿qué misterioso designio ha hecho que esa quimera
permanezca erguida viendo derrumbarse, -por el poder de su esperanza-, a tantos
contrapoderes, imperios, revoluciones y contrarrevoluciones que se le opusieron?!
¡¿Qué poderosa fuerza hace que, una vez que se da por desechada la esperanza del
pesebre, acusándola simplemente como una tradición del ayer, repentinamente ésta
se asoma firme y atrevida hacia el futuro?! fzamora@abogados.or.cr