lunes, 18 de diciembre de 2023

SENTIDO DE LA NAVIDAD

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

Según el historiador Cesar Vidal, la práctica en la población de socializar las festividades de la navidad corresponden a la época en que finalizó la persecución pagana contra los cristianos, y se generalizó con fuerza en Occidente a partir del siglo IV d.C. Recordemos que, so pena de muerte, antes de ese momento todos los cultos y liturgias cristianas eran clandestinas. Para quienes somos creyentes en la fe judeocristiana, la navidad es el conjunto de celebraciones concentradas en el mes de diciembre, y que constan de los advientos que se realizan durante los primeros cuatro domingos del mes de diciembre y la festividad culmina con la cena de noche buena del 24 de diciembre y el almuerzo del siguiente día 25. Son momentos en que las familias cristianas, aparte de socializar, tienen un momento de oración, reflexión y de compartir alimentos.

A estas celebraciones se les suman costumbres ancestrales como la de la instalación del pesebre, también llamados “portales” o “pasitos”, donde se coloca la figura de Cristo recién nacido en el instante de la medianoche del día 24 de este mes. Desde una óptica espiritual, cada una de esas festividades tienen una significancia particular. De acuerdo al acervo judeocristiano, los cuatro primeros eventos de los domingos de adviento, consisten en un tiempo de compartir en donde el núcleo familiar medita respecto al significado del nacimiento de Cristo. En cada adviento se encienden cuatro velas al calor de una meditación o lectura de alguna fracción del evangelio, y el acontecimiento se acompaña de algún café, -o dependiendo de la circunstancia acordada por cada familia-, de un almuerzo o cena. Entre el conjunto de platillos que eran típicos de la época estaban la gallina achiotada, el arroz con leche, el pan casero, el rompope, las toronjas rellenas de leche o miel, el tamal de cerdo, las conservas y el dulce de naranja. Igual sucedía con la festividad del 24 y 25 al final del mes. Según Anastasio Alfaro, y otros costumbristas nacionales, desde tiempos de la colonia y hasta mediados del siglo XX, para las familias costarricenses éstas eran un conjunto de celebraciones muy generalizadas. Nuestros historiadores documentan que, muy temprano en diciembre, comenzaban los preparativos para la noche buena de modo que, con tiempo, los pueblos y villas del país estaban listos para el acontecimiento. Con los primeros ventoleros y lloviznas decembrinas nuestros abuelos empezaban el intercambio de conservas de chiverre, palmitos asados y otras delicias. A los niños se les enseñaba que la bendición venía de Dios a través de sus padres, por lo que la carta en la que se pedían obsequios era dirigida “al niño Dios”, aunque éstos comprendían que los padres eran quienes daban los presentes, y no eran engañados con ningún personaje ficticio del polo norte.  Concesionarios indirectos de la festividad, los niños ansiaban el momento en que les dejarían los obsequios al pie del pesebre cuya instalación era un ceremonial de primer orden, el cual se preparaba con buena anticipación. Allí estaban, al menos, la figurita de la Virgen y su esposo San José, el buey, la mula y otros elementos bíblicos. Fuesen familias pobres o adineradas, el portal no faltaba en ningún hogar. Era además usual que en las comunidades y parroquias se organizaran coros para ensayar y cantar villancicos, los cuales se presentaban en eventos comunitarios y en ciertas casas donde se reunían los vecinos, que recibían por medio de aquella expresión artística la narración de la fe común. La navidad era una celebración en familia donde, en homenaje al Dios cumpleañero, la verdadera paz debía respirarse. En su obra “La Navidad costarricense”, Elías Zeledón recuerda que esas festividades de entonces “no era fiesta de borrachera, las iglesias a las doce de la noche del 24 se veían atestadas de vecinos que iban a la misa de gallo, donde se cantaban villancicos, y se admiraban los mejores portales de la región, que eran los de los Curas. La navidad era placentera llena de un espíritu de hermandad que se perdió”.          

Con la desacralización de nuestra nación, y la irrupción de la sociedad de consumo, las celebraciones del adviento hoy son una costumbre muy limitada a ciertas familias que entienden la importancia de practicar la reflexión y la espiritualidad en el hogar. La tradición de las oraciones alrededor del pesebre, adornados con musgo y otros ornamentos que son propios de nuestro país y cuya inspiración está en la narración de los evangelios, se ha sustituido por prácticas extranjeras de consumo totalmente paganizadas. Por ejemplo, la tradición del pesebre, que se narra en los Evangelios de Lucas y Mateo, fue sustituida por el árbol nórdico nevado que carece de todo sustento bíblico. Otra tradición, la de entregar obsequios a los niños emulando el simbolismo del pasaje bíblico de los reyes magos que obsequiaron oro, incienso y mirra al niño Jesús, fue sustituida por “Santa Claus”, un personaje ficticio del polo norte promovido desde hace un siglo por la Coca Cola; en esta última práctica importada, se engaña a los niños sobre la verdadera identidad de quien realmente entrega el obsequio, generando una posterior frustración cuando, con el tiempo, el menor descubre la mentira.

En esencia, la Navidad consiste en meditar sobre el verdadero sentido de la vida. Como bien lo decía Pascal, el mensaje navideño proporciona suficiente luz para los que quieren ver y suficiente oscuridad para los que se niegan. El sondeo de felicidad global que la empresa Ipsos hace periódicamente a nivel mundial, constata que, salvo pequeñas variaciones, las “fuentes” de felicidad comunes a todas las naciones se resumen en buena salud, estabilidad del núcleo familiar, y experimentar la convicción de un sentido de vida de naturaleza espiritual. Y si la espiritualidad es tan fundamental para el ser humano, entonces el mensaje navideño nos auxilia en una cuestión que toda persona debería necesariamente responderse en algún momento de su vida: ¿decidimos o no creer lo que la Navidad proclama, que le debemos nuestra existencia a ese Ser eterno, inmaterial, inmutable y atemporal que llamamos Dios?  fzamora@abogados.or.cr  

lunes, 11 de diciembre de 2023

POLITICAS PUBLICAS CONTRA LA FAMILIA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

Un reciente estudio del sociólogo Fernando Pliego, del Instituto de investigaciones sociales de la UNAM, alertaba sobre el peligro de promover acciones que vulneren la estructura familiar, por sus consecuencias en el bienestar de niños y adultos. Las estadísticas mundiales que reflejan la importancia de la familia son abrumadoras; cito solo un dato: el estudio sobre criminalidad juvenil de la revista europea de criminología determinó que en Noruega, el primer país en calidad de vida, la delincuencia juvenil casi se triplicaba en los casos en los que el infractor carecía de la convivencia con sus padres biológicos. La estructura familiar es un vínculo de relaciones sociales integrada por dimensiones tan vitales, como lo son las dinámicas de autoridad, el marco normativo de derechos y deberes que se le impone a los miembros para su rol en las futuras relaciones sociales, y la parentalidad, que implica los vínculos de consanguinidad con la siguiente generación.  

 

Pese a ello, preocupa que en nuestro país sea visible la propensión a importar del extranjero políticas familiares controversiales. Lo primero que amerita ilustrar es en qué consisten estas políticas, y las podemos resumir en tres tendencias evidentes. La primera, es la proclividad legal a facilitar la disolución del vínculo familiar. Por ejemplo, hay una corriente en boga en los últimos años que está promoviendo cambios jurídicos, tanto en la legislación, como en la jurisprudencia, para que los procesos de divorcio sean céleres, o como dicen los caribeños, “express”. Este tipo de cambios son inconvenientes en tanto estudios como el de las encuestas de hogares del gobierno de México, han documentado, entre otras estadísticas, que la violencia física contra las mujeres aumenta al doble cuando las parejas conviven sin vínculo matrimonial. Además, se llegó a demostrar las alarmantes diferencias en las proporciones estadísticas de las situaciones de abuso sexual en los menores con padres sin matrimonio, o con otro tipo de relación, frente a los menores con padres en matrimonio. A manera de ejemplo, entre menores con padres casados y menores sin la cobertura del matrimonio de sus padres, la estadística de abuso sexual aumentaba diecinueve veces en el caso de menores sin sus padres en matrimonio. Un ejemplo de este tipo de proyectos, lo es la reciente aprobación de la reforma al Código de Familia que autoriza la disolución del matrimonio, por cualquiera de los cónyuges, bastando alegar incompatibilidad de caracteres, algo que, en términos prácticos, significa invocar cualquier subterfugio, pues resulta obvio que, sobre la base de ese pretexto absolutamente abierto y laxo, cualquier situación, circunstancia, o diferencia conyugal puede encajar en él. Este proyecto es importación de las posmodernas sociedades de consumo, como la estadounidense, en donde una altísima cantidad de divorcios de la farándula de Hollywood, invoca esta cláusula como causal.

Así pues, en esa manía de importar todas estas tendencias, nuestros diputados han decidido también implementarla aquí. Y dentro de esa misma línea, la sentencia constitucional #16099 del 2008, eliminó la sabia disposición del legislador originario en nuestro Código de Familia, que impedía el divorcio antes de que se diera un compás de espera. Dicha sentencia eliminó el plazo de espera para divorciarse, decisión que es un error, pues todos sabemos que, con el tiempo, las diferencias en una familia tienden a resolverse.  

 

La segunda tendencia es la de coartar la patria potestad de los padres sobre sus hijos menores. En este sentido, dos ejemplos concretos lo son la reciente reforma al artículo cuarenta y uno del Código Procesal de Familia, que otorga Capacidad Procesal Plena a niños de apenas doce años, con lo cual un menor puede iniciar por cuenta propia cualquier proceso legal contra sus progenitores. Un caso particularmente polémico es el proyecto de ley #23809, que avanza en el Congreso, que establece en su artículo 48 la posibilidad de que los menores sin el consentimiento de sus progenitores puedan realizar actos de disposición en sus propios cuerpos, esto pese a que el artículo 45 de nuestro Código Civil nos prohíbe, aún a quienes somos adultos, los actos de disposición de nuestros propios cuerpos. Aún más, los artículos que van del cuarto al octavo del proyecto, permiten que los menores de edad modifiquen sus calidades personalísimas al extremo de alterar su identidad de sexo sin que medie ningún tipo de procedimiento. En caso de menores de edad con límite de doce años, el trámite podrá hacerse sin siquiera consentimiento de los padres o tutores. En el caso de niños menores de 12 años, basta un procedimiento ante el PANI para que un niño de apenas de siete, ocho, o incluso menos años, pueda pedir el cambio de identidad ante el Registro sin siquiera necesitar patrocinio letrado, tal y como establece el artículo 15 del proyecto de ley. Todo lo anterior en contravía de principios que son parte histórica de nuestro bloque de legalidad, como lo es el artículo 38 de nuestro código civil que establece que los menores están absolutamente imposibilitados de ejecutar actos legales que los obliguen o condicionen. Además, contraviene el artículo 18 de la Convención de los derechos del niño que otorga a los progenitores o sus representantes legales, todo lo que es atinente a la responsabilidad en la crianza y desarrollo integral del menor. 

 

La tercera tendencia consiste en las políticas públicas que devalúan la vida del ser humano en estado de indefensión o impotencia. En otras palabras, las políticas que ponen la vida del incapacitado a disposición, tanto de la contracultural del descarte por vía del capricho humano, y por consecuencia, también a disposición del Estado. En esa línea van, entre otros, el proyecto ley de voluntades anticipadas #22.743, el cúmulo de proyectos pro aborto existentes en la corriente legislativa, y las políticas antinatalidad, como las que actualmente promueve la CCSS en los diferentes Ebais del país, mediante charlas para estimular la esterilización, esto último también grave si, tal y como informó el periódico La Nación meses atrás, la tendencia de los jóvenes a buscar esterilización  a corta edad, tanto de varones, como de mujeres, ya es una realidad alarmante.

      fzamora@abogados.or.cr  

miércoles, 29 de noviembre de 2023

POR QUÉ CREO EN LA SUPERVIVENCIA DE LA LITERATURA IMPRESA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

El libro y el periódico en su formato tradicional de papel sobrevivirá, y por el bien de la cultura, debe regresar como fenómeno de grandes masas. Por las razones que explicaré, la existencia de la literatura en papel seguirá siendo indispensable entre los ciudadanos que se toman en serio ejercer lecturas prolongadas. Buena parte de esas razones son estadísticas alarmantes que nos llevan a la convicción definitiva sobre lo necesario que es para el cerebro disminuir el uso de los aparatos electrónicos. Una de las consecuencias de la exposición prolongada a los aparatos tecnológicos, es que el cerebro se incapacita para prestar concentración por largos períodos. Por el contrario, cuando se toma un libro o un periódico, nos vemos obligados a enfocar ese instante vital en el ceremonial que representa la lectura a partir del ejemplar que nuestras manos poseen. Según investigaciones de la Universidad de Oxford, leer en ordenadores digitales impele a una constante desconcentración, sea por las comunicaciones que llegan a los mismos artefactos, sea por algún correo o por la interrupción que el mismo ordenador provoca ante cualquier hipervínculo o notificación momentánea, hasta ser expulsado de ese mundo que te dejaba absorto en el embeleso de la buena lectura. En el caso de aparatos electrónicos destinados exclusivamente a la lectura, como kindle, el problema es de otra naturaleza, tal como veremos. 

 Como es sabido, la prensa anunció que el Gobierno de Suecia decidió detener el avance de su programa de digitalización en los institutos docentes de ese país, y regresar al libro de texto tradicional. La decisión de Lotta Edholm, ministra de Educación sueca, se tomó tras conocer los resultados del año 2021 para Suecia, del Informe de los estudios internacionales que evalúan la capacidad de comprensión de lectura de los estudiantes. Según el gobierno sueco, la digitalización electrónica de la lectura jugó un papel importante en la disminución de la capacidad lectora entre los alumnos del país. La referida investigación se sustenta en evaluaciones hechas a cuatrocientos mil niños de cincuenta y siete naciones del mundo. A raíz de que España tampoco salía bien parada del estudio en mención, la Dra. Teresa Sánchez, experta en el tema de la Universidad de La Rioja, entrevistada por la revista Newtral, señalaba que, si bien es cierto los beneficios de aplicar tecnología cibernética en la educación eran obvios, la digitalización de la lectura era dañina, por cuanto el ordenador electrónico no es la mejor opción para captar la atención educativa, de forma que la prioridad es que el alumno se desenvuelva con libros manuales, y usando los medios cibernéticos únicamente como una herramienta accesoria.

De acuerdo a estudios de la lingüista estadounidense Naomi Baron, con el uso masivo de ordenadores electrónicos para leer, han aumentado sustancialmente los porcentajes estadísticos de estudiantes universitarios incapaces de terminar lecturas extensas. Investigaciones publicadas por la inglesa Universidad de Loughborough, han denominado “conducta de chequeo” al comportamiento caracterizado por constantes inspecciones a los aparatos electrónicos en búsqueda ansiosa y célere de información sin mayor profundización, lo que hace además que nuestra capacidad de enfoque en actividades productivas prolongadas sea cada vez menor. La conclusión del experto en data Leo Yeykelis, publicada por la Universidad de Oxford, determinó que el setenta y cinco por ciento de los estudiantes sometidos a experimentación en sus laptops, no lograba superar el primer minuto de concentración sobre un contenido, pasando a otro cada diecinueve segundos de promedio. Otro dato publicado por el medio digital Wired, señalaba que los ejecutivos chinos de la red social Tik-Tok reconocían que sus investigaciones internas documentaban que los videos de más de sesenta segundos causaban estrés en el cincuenta por ciento de sus usuarios. Y de acuerdo al académico en filosofía Pablo Muñoz Iturrieta, el número de personas remitidas a tratamiento clínico por adicción a los artefactos tecnológicos aumentó en un mil por ciento, al extremo que en China se han abierto más de trescientas clínicas especializadas en el problema. Según un estudio realizado en veinticuatro países, y documentado por la revista académica “Computers in human behavior”,  las consecuencias de pasar mucho tiempo detrás de las pantallas electrónicas son muy parecidas al de las sustancias dañinas, como lo son problemas físicos (usualmente oculares por el brillo de las pantallas) los síndromes de abstinencia, disipación de la actividad productiva, empeoramiento de las relaciones familiares, dificultades de aprendizaje, emociones negativas, necesidad de liberar dopamina, entre otras muy similares a lo que sucede con otros vicios.

 Ahora bien, mi convicción en relación a este asunto la ilustraré con una analogía: Juan Brenes Vega es un talentoso artista que solo pinta temática cervantina mediante plumilla a tinta china. Su domicilio no es cercano, pero me gustan mucho sus obras, por lo que, para adquirirlas, primero me remite las imágenes digitales de su producción. Una vez que las veo en digital, escojo las que de acuerdo a mi gusto son las más hermosas, y que serán las que él trasladará para poder verlas después en físico y así escoger aquella que finalmente compraré. Si bien puedo verlas en digital, es en físico como realmente las contemplo y valoro. Por eso un Caravaggio se puede ver desde un buen ordenador digital, pero no es lo mismo mirar que disfrutar un Botticelli, y para hacerlo en toda su plenitud, es necesaria su versión física. Aunque no de manera exacta, algo similar sucede con el libro o el periódico: tomar su versión física es degustarla mediante un ritual de concentración en el acto de la lectura y del objeto físico que la hace posible. Allí surge el juego lúdico del conocimiento a través del tacto, del pasar y repasar de sus hojas, o del intercambio que me permite anotar al margen, subrayar, palpar y hasta ocasionalmente regocijarme con el olor del papel. Y aquí un argumento final: ciertamente puedo leer libros o periódicos en Kindle con un brillo mejor calibrado que el de la computadora, pero cuando ejercito por esa vía la lectura, el agotamiento visual y mental que provoca la luz que produce cualquier pantalla cibernética, por muy bien calibrada que esté, hace que leer sea cansino y fastidioso.     

 fzamora@abogados.or.cr  

jueves, 16 de noviembre de 2023

FRONTERA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

 Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista.

Detecto una exagerada expectativa en relación a lo que la inteligencia artificial puede alcanzar. La definición más generalizada de lo que es la inteligencia artificial, se resume como las capacidades de la informática para crear sistemas que ejecutan tareas que generalmente dependen de la inteligencia humana, como lo son, entre otras actividades, la necesidad de automatizar la aplicación de razonamientos, adquirir información, ordenar labores, organizar datos y programar actividades. Básicamente funciona combinando algoritmos cuyo fin es crear sistemas que alcancen posibilidades similares a las del ser humano. De acuerdo a la generalidad de usuarios que he consultado, la herramienta más popular del mercado para usar esa inteligencia, es GPT3 aunque, por supuesto, existen otros proveedores del sistema. Sé de amigos que la han utilizado, por ejemplo, para programar prácticamente toda la planificación y agenda de un viaje, desde la información de vuelos más convenientes, hoteles, medios de transporte a utilizar, donde alimentarse de acuerdo a los presupuestos indicados y lugares específicos que es conveniente visitar. Todo automatizado. Si bien es cierto, no me cabe duda que a futuro será una herramienta que tenderá a perfeccionarse exponencialmente, y que nos facilitará la vida en muchos aspectos, igualmente estoy convencido que la inteligencia artificial nunca podrá superar nuestras propias capacidades, tal como algunos creen y generando falsas expectativas. Si hay quienes aspiran a sustituirnos a través de ella, al final del camino sus esfuerzos se verán indudablemente frustrados. Para ilustrar esta convicción, resulta oportuna una anécdota cervantina que se extrae de una de sus brillantes paradojas literarias.

 

Consta en el capítulo quincuagésimo primero del Quijote, cuando se encontraba Sancho gobernando Barataria, y con ocasión de esa circunstancia, le sometieron el siguiente caso a su jurisdicción: “Señor, un caudaloso río dividía dos términos de un mismo señorío…y esté su merced atento, porque el caso es algo dificultoso. Digo pues, que sobre ese río estaba un puente, y al cabo de él, una horca y una casa de audiencia, en la cual había cuatro jueces que juzgaban la ley que puso el dueño del puente y del señorío. La ley era ésta: si alguno pasare por este puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, deben dejarle pasar; y si dijere mentira, que muera por ello ahorcado en la horca que allí se encuentra, sin remisión alguna. Sabida esta ley y la rigurosa condición de ella, pasaban muchos, y luego, en lo que juraban, se echaba de ver que decían verdad, y los jueces los dejaban pasar libremente. Sucedió una vez que tomando juramento a un hombre, juró que se dirigía a morir ejecutado por orden de los jueces en aquella horca que allí estaba, y no a otra cosa. Advertidos los jueces del juramento, se dijeron: si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y conforme a la ley debe morir; pero si le ahorcamos, en tanto él juró que iba a morir en aquella horca por nuestra sentencia, habría jurado verdad, y entonces por la misma ley debería ser libre.” Pues bien, en un sistema metódico de justicia esta paradoja no tiene solución, porque si al caminante se le deja continuar, con ese mismo acto se le hace reo de muerte, y al mismo tiempo, si se ahorca al visitante, lo que se consigue es que él dijera verdad y por tanto sea una sentencia injusta. Al final Sancho solucionó el dilema apelando a razones de orden superior, se decanta por absolver al viajero apelando a la creación de un sistema formal más elevado: la misericordia. Invocando a su maestro Don Quijote, Sancho declara entonces: “cuando la justicia estuviese en duda, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal, y decantarse por la misericordia.” Y así resuelve innovando con axiomas que hasta ese momento no estaban en el sistema, sino en un ámbito superior de creatividad inspirada. Algo que nunca lo podría alcanzar un ordenador artificial. Y solo nosotros lo podemos lograr por nuestra naturaleza trascendente.

 

En su obra sobre las recientes conquistas científicas, el investigador español José Carlos González-Hurtado nos recordaba que Kurt Gödel demostró que todo sistema lógico coherente es necesariamente incompleto, y que existen verdades que, si bien es cierto lo son, no pueden ser demostradas mecánicamente. Si sabemos que muchas verdades no pueden ser de esa forma demostradas, sabemos también entonces que el espíritu humano, que percibe y reconoce realidades indemostradas, es superior a cualquier máquina que mecánicamente será siempre incapaz de acceder a ellas. Por ejemplo, en 1930 su reconocido teorema de Gödel demostró, -en relación a la mecanización de las matemáticas-, que el pensamiento humano supera cualquier conjunto de axiomas, reglas o programas, siendo capaz de una creatividad propia, con una naturaleza única, genuina e irrepetible, no derivado ni consecuencia de apotegma o proposición previa alguna. Por eso nos preguntamos la razón de por qué el intelecto humano tiene la asombrosa facultad de una creatividad que es imposible programar, o bien de apreciar verdades que no se pueden demostrar de forma absoluta, pero que nuestras almas intuyen.

 

Para Gödel, igual que para otros intelectuales que se han atrevido a cuestionarse tal misterio, en el trasfondo del entendimiento humano, -que nos hace siempre avanzar más allá de lo mecánico-, se apunta a la influencia de una inteligencia absoluta que es trascendente, y que mueve nuestro espíritu a superar el propio límite de las posibilidades metódicas, y que yace presente en nosotros y en cada acto de innovación creadora. Aspecto que es, de hecho, lo que cimenta nuestra propia convicción de trascendencia. Aún más, es gracias a nuestra verdadera trascendencia, que podemos intuir proposiciones que no se pueden dar por probadas sino apelando a otras suposiciones superiores, y sin que sea necesario formalizarlas previamente, como sí están obligados los ordenadores o la inteligencia artificial mecanizada. A esta le es imposible superar su propio sistema formal, por cuanto no puede apelar a una información no presupuesta, como sí lo logramos hacer los humanos cuando echamos mano de nuevas realidades creativas.

fzamora@abogados.or.cr  

jueves, 9 de noviembre de 2023

PERSECUCION TOTALITARIA A LA CIENCIA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

Por los desafíos que enfrentamos, el avance de la ciencia es una necesidad imperante para la humanidad. Del testimonio histórico que repasaré adelante, resulta evidente la necesidad de protegerla de los ataques que ella recibe, a raíz de los prejuicios tan típicos de las corrientes ideológicas. Esa es una de las mayores amenazas a las que la ciencia se enfrenta hoy y tomar consciencia de ello, es uno de los mayores deberes intelectuales que tenemos los occidentales del siglo XXI. La primera gran persecución del último siglo, la sufrió el científico soviético Alexander Alexandrovich Friedmann, un matemático ruso, cuyas conclusiones determinaron, a principios del siglo XX, que el universo en estado estacionario era inviable y que el universo debía estar en estado de expansión. Con las conclusiones científicas de Alexandrovich, se contribuía a dar por demostrado que el universo había tenido un inicio. Aquella prueba científica tenía consecuencias terribles para el régimen soviético, que estaba sentado sobre la base del materialismo histórico de Carlos Marx y Federico Engels. Eso por cuanto el materialismo histórico partía del supuesto de que el universo y la existencia del hombre, estaba condicionada de acuerdo a un principio axiológico cardinal: que toda la realidad con la que los seres humanos interactuamos está constituida únicamente por materia y energía y que nada existe fuera de ella. Para facilitar dicha suposición materialista, era indispensable promover el postulado que afirmaba la existencia eterna de la materia, pero los cálculos de Alexander desdecían esa suposición, pues demostraban que el universo tenía un principio a partir de la nada. Aquellos resultados eran fatales para los intereses ideológicos de la nomenklatura soviética, dirigida entonces por Stalin, quien en 1925 ordenó aniquilarlo con una pera envenenada al volver de Crimea, donde disfrutaba su luna de miel. El investigador francés Michel-Ives Bolloré nos recuerda que los mandos soviéticos advertían que asegurar que el universo tenía un inicio era “un tumor canceroso que corrompe la teoría astronómica moderna y que representa el principal enemigo ideológico de la ciencia materialista”

 

Pues bien, la persecución totalitaria a la ciencia por parte del régimen stalinista continuó. Se ensañaron contra los científicos del observatorio astronómico de Poulkovo, ubicado en Leningrado, cuyos científicos documentaron cálculos que daban por cierto que el universo había tenido un comienzo. El observatorio era dirigido por Boris Guerassimovitch, y era de los más prestigiosos de esa nación. La arremetida contra aquellos científicos inició con una serie de publicaciones realizadas en la prensa oficial del Partido, donde se atacaban sus conclusiones acerca de la certeza de que el universo implicaba un momento de origen, lo que se consideraban era una tendencia contrarrevolucionaria. Con el pasar de las décadas, la tesis del observatorio fue finalmente confirmada por el mundo, demostrando que ciertamente el universo tuvo un inicio y tendrá un final. Pese a ello, en aquel momento los científicos fueron acusados de aupar las tesis religiosas. Por tal razón, además de Gerassimovitch, fueron finalmente fusilados los científicos Dimitri Eropkine, secretario de la comisión de estudios solares, Evgueni Perepelkine, jefe del laboratorio de astrofísica, y los científicos Maximilian Musselius, y Piotr Iachnov, ambos astrónomos que laboraban en dicho observatorio y que habían contribuido en los resultados finales de dichos cálculos. En otro caso de persecución relacionado con los estudios pioneros en gravedad cuántica, -resultados que eran incómodos para las teorías materialistas del soviet-, después de arrestarlo en su apartamento de la calle Rubinstein de San Petersburgo, y juzgarlo en febrero de 1938, se eliminó con un tiro al físico Matvei Petrovich Bronstein. También se fusiló a Boris Numerov miembro de la Academia soviética de ciencias, quien fue el autor del método para resolver las ecuaciones diferenciales de segundo orden.

 

Amerita advertir que las persecuciones totalitarias de la historia reciente no se limitan a los prejuicios materialistas de la doctrina marxista, sino que también incluyó la experiencia del darwinismo social nazi, básicamente de naturaleza racista. En ese caso, se tiene documentado la existencia del movimiento Deutsh physik, usado por la jerarquía de las instituciones alemanas del nazismo para perseguir a los científicos judeo-alemanes que no comulgaran con sus convicciones. Por ello atacaron a Werner Heisenberg cuya tesis del principio de indeterminación chocaba, a criterio de las autoridades nazis, contra la “física aria” y “el secularismo nazista”. Otro que debió huir fue Max Born, premio nobel de física en 1954, cuyas teorías de la mecánica cuántica resultaron incómodas para la ideología nazi. Por razones asociadas a su condición étnica o racial, se tuvieron que exiliar el judío Albert Einstein, el científico Kurt Godel y el también judío Otto Stern, premio nobel de física en 1943 y poseedor entre 1925 y 1945, de 82 nominaciones al nobel. De hecho, la persona con más nominaciones a ese premio de la física. Y si se trata de referir a las últimas décadas, es un grito a voces la solapada y discreta persecución, -por supuesto que de menor intensidad a la antes narrada-, que sufren muchos de los miembros de la comunidad científica y académica, que les obliga a ocultar sus distintas convicciones culturales, para no ser excluidos del ámbito de oportunidades que ofrece la participación en el gremio. Sino recordemos las humillaciones sufridas por el monje agustino Gregorio Mendel, del que fueron igualmente ignorados sus estudios científicos sobre los principios básicos de la herencia genética. Por ser hombre de fe, Mendel estaba convencido que tras la creación existía un orden prediseñado, por lo que se dispuso a escudriñar el mundo natural hasta lograr el descubrimiento de los principios básicos de la herencia genética mediante el cultivo de guisantes, que era lo que tenía a la mano. El abad publicó sus estudios en la revista de la sociedad científica de Brünn, muy difundida en Europa. A pesar de los implacables y asombrosos datos que Mendel aportó, la comunidad científica le pagó con total indiferencia y desprecio. Pese a la contundencia de sus descubrimientos, la explicación de esa actitud se debió al hecho de que él era un monje, y por tanto ajeno a la comunidad científica. Los prejuicios prevaleciendo frente a la verdad científica.  fzamora@abogados.or.cr  

martes, 24 de octubre de 2023

EL SENTIDO DEL DEBER

Dr, Fernando Zamora Castellanos

Abogado constitucionalista 

Aunque él había decidido permanecer en Israel, la llamada tenía como propósito informarme su decisión y escuchar mi criterio. Frente a la guerra iniciada el pasado 7 de octubre y la posibilidad de salir de ese país, mi hijo Marco Antonio, residente médico en Israel, determinó permanecer en su puesto de servicio y quería conocer mi posición al respecto. Los residentes extranjeros estaban evacuando Israel y seguir ese camino mientras finalizaban las hostilidades bélicas, estaba dentro de las opciones que se le ofrecían a él también. “Papá, -me dijo-, salir del país mientras se calma la situación es una posibilidad, pero he hablado con mi superior y decidí permanecer laborando en el Hospital; quería comunicártelo, ¿no sé qué criterio te merece mi decisión?”, concluyó.  En el hospital ya no estaban Avner, Liran ni tampoco Roy, entre muchos otros de sus buenos amigos de residencia; por ser israelíes, a esos médicos los necesitaban en el frente atendiendo heridos en primera línea de batalla. Él tomó esa resolución en solidaridad con sus amigos: “si me voy, ¿quién los cubrirá a ellos aquí en el hospital? los residentes extranjeros se están yendo y hay faltante de personal”, agregó. Incluso Yelena, la enfermera a quien esa misma semana en la frontera de Gaza le habían matado a su hijo israelí, debía continuar sin interrupciones sus labores sanitarias, que son esenciales en este momento. 

Como padre, mi primera reacción fue de angustia ante su decisión. El instinto me tentaba sugerirle que tomara la misma decisión que los demás compañeros extranjeros: regresarse a su país. Sin embargo, antes de contrariarlo, comprendí de inmediato el hondo sentido del deber que lo embargaba. La opción que le ofrecían de regresar era válida, pero entendí que para él eso sería tomar un atajo. Cuando las circunstancias nos enfrentan a la tentación de tomar los caminos más convenientes para nuestros intereses prácticos, muchas veces esos caminos pueden hacernos evadir llamados del deber que son más honrosos. El apóstol San Pablo afirmaba que muchas cosas nos son permitidas, más no todas nos edifican. En los instantes que tardé en darle mi criterio respecto a la decisión que él tomaba, recordé aquella famosa respuesta que Churchill dio a Chamberlain cuando regresaba de firmar un acuerdo de paz imprudente con Alemania. Acuerdo que, lejos de garantizar la paz, coadyuvó en provocar la segunda guerra mundial. En aquel momento Churchill le espetó a Chamberlain una frase lapidaria: “se te ha puesto a escoger entre el deber o el deshonor y has escogido el deshonor; ahora tendrás el deshonor ¡pero tendrás también la guerra!” La anécdota viene a cuento porque refleja un principio de vida: cuando evadimos el desafío que nos imponen las circunstancias, las consecuencias de eludir el reto tienden a ser más costosas.

Por ello mi respuesta inmediata fue la de apoyar su decisión de permanecer allá. En todo caso él es un adulto que toma sus propias decisiones, y yo debía reconocer que seguir ofreciendo sus servicios médicos, en tiempo de extrema necesidad, era una alternativa moralmente superior. Lo obvio es que el aporte de un médico, en tiempos de guerra, siempre será una contribución a la paz. fzamora@abogados.or.cr  

martes, 3 de octubre de 2023

PARA SUPERAR LA DESIGUALDAD

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

En 1985 Don Pepe fue uno de los invitados de honor a la primera toma de posesión de Alan García. Para la época ya en el ocaso de su vida, nuestro expresidente se había convertido en una leyenda por ser el único líder victorioso, aún con vida, de una revolución armada que había respetado la democracia en Latinoamérica. Si bien es cierto aún vivía otro líder triunfante que era Fidel, su condición de dictador hacía que el cubano no tuviera la misma estima. Aquel día Alan hizo en su discurso anuncios muy ambiciosos, -si se quiere fantasiosos-, sobre lo que pretendía lograr en su gobierno. Fue un mensaje que se describiría con un concepto: grandilocuente. Al finalizar el evento algunos periodistas se acercaron a Don Pepe, para preguntarle qué creía que podría hacer García en su gobierno, a lo que el caudillo costarricense sin pensarlo dos veces espetó: ¡no gran cosa antes de cincuenta años de escuela! Con esa frase lapidaria concretó su respuesta y una demoledora crítica al joven presidente que se inauguraba. Solo un líder que había alcanzado aquella edad, vivido con aquel nivel de intensidad, y con los grados de influencia que había logrado administrar durante su vida, alcanzó el genio y la madurez para poder encerrar, -con una frase tan lacónica-, una realidad tan compleja.

 

La anécdota viene a cuento en momentos en que retroceden nuestros indicadores de desarrollo, y entre ellos, dos de los más importantes: los indicadores de la desigualdad y la educación. En su obra Igualiticos desde hace más de trece años el sociólogo Carlos Sojo nos recordaba que, si bien es cierto en 1950 había iniciado el crecimiento de los niveles de igualdad y educación en nuestro país, dicha etapa había concluido con el drama del colapso económico de 1980. Las tres décadas comprendidas entre 1950 y 1980 Sojo las denominó como los años dorados de la clase media, pero insistía en que aquel hermoso idilio había acabado. Aquí amerita advertir que lo verdaderamente preocupante es que, entre todos los indicadores, esté retrocediendo tan aceleradamente el índice de desarrollo educativo, pues se debe recordar una realidad que no me canso de repetir: la prosperidad y el desarrollo de una sociedad dependen básicamente de su cultura, que a la vez descansa en un trípode en el cual una de sus columnas es la educación de excelencia.

 

Los liberales aseguran que la prosperidad de una nación depende de un Estado mínimo, con mínimas regulaciones y cargas tributarias, y si bien es cierto se debe de reconocer que una sociedad con un bajo costo de legalidad facilita la iniciativa de sus emprendedores, la realidad es que esa no es la condición definitiva para el desarrollo, pues existen Estados altamente regulados, y pese a ello, son naciones poderosísimas, como lo es el caso de Alemania. Y en sentido inverso, el caso de algunos países del África subsahariana, con Estados totalmente incapacitados de intervenir en sus sociedades, y pese a ello, en situación de miseria. Es curioso ver que naciones intervenidas con un alto costo de legalidad, como Alemania, poseen altos niveles de desarrollo, e igualmente naciones mucho más desreguladas como Irlanda, logran también la prosperidad. Esta situación se explica porque ambas poseen un alto índice educativo y cultural; por ejemplo, Alemania dedica a educación casi el 12% de su presupuesto y apenas el 2% en gasto militar. Por el contrario, una nación puede tener costos de legalidad y regulaciones mínimas, y aun así, ser sociedades que ocupan el sótano del índice de desarrollo humano mundial, como sucede con Haití o con algunas sociedades subsaharianas, que poseen niveles educativos y culturales dramáticamente bajos.

 

Advierto sin embargo que, por sí sola, la educación no es el único condicionante de la desigualdad, pues como afirmaba el sociólogo francés Raymond Boudón, el nivel de educación solo explica una parte de las desigualdades salariales, observación que invocaba para abrir los ojos de quienes creen poder resolver la desigualdad exclusivamente con gasto en políticas educativas, por más ambiciosas que sean. En su obra Capital humano el economista Gary Becker insistía en la importancia de la transmisión familiar de la desigualdad, pues es claro que la familia, -segunda columna del trípode que sostiene nuestra cultura-, juega un papel central como condicionante para superar o heredar situaciones de desigualdad. Esa noción tomó fuerza a raíz del informe sobre educación en las minorías vulnerables, realizado para el gobierno estadounidense por el sociólogo James Coleman en la década de 1960, el cual generó una gran controversia por advertir que la redistribución de recursos hacia las escuelas de zonas urbano marginales no había logrado ningún progreso mesurable en los resultados escolares de integración y superación laboral. Para Coleman era infructuoso poner la confianza en el simple aumento mecánico del gasto público en educación de las zonas pobres si se mantenían en el núcleo familiar las condiciones que originaban la desigualdad. Por ejemplo, en su obra sobre las curvas de inteligencia en la educación estadounidense, los investigadores Richard Herrnstein y Robert Murray, reconocieron que estudios en casos de niños provenientes de entornos socialmente vulnerables, aleatoriamente adoptados por familias con buenos niveles culturales, lograban el mismo desempeño educativo que los hijos biológicos de esas familias. En otras palabras, más que las inteligencias innatas, es mejorando el entorno cultural del estudiante, -como el que otorga el ambiente sociofamiliar-, lo determinante en su rendimiento educativo. Otro motivo que agrava nuestra alarma respecto de la crisis cultural que atestiguamos en el ámbito familiar de nuestro país.                         

 

Esta realidad nos hace entender que, si bien es cierto la inversión pública en educación es fundamental, la inyección económica no basta para revertir la desigualdad. Es cierto que los países que lideran el ranking de progreso tecnológico y desarrollo humano han hecho inversiones educativas planificadas, de largo alcance y sistemáticas, sin embargo, para combatir la desigualdad es necesario reconocer que el problema debe abordarse no solamente desde la educación, sino desde una perspectiva mucho más integral, que es la de la cultura, lo que incluye otros fundamentos como el entorno familiar y espiritual del individuo. A ello Bernardo Kliksberg le agrega un concepto: “impulsar una economía de la ética donde la ortodoxia económica de paso a la responsabilidad social, la solidaridad y la preocupación por el otro.”  fzamora@abogados.or.cr  

miércoles, 20 de septiembre de 2023

QUE HACER PARA PROPICIAR UNA REVOLUCION EDUCATIVA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

Revolucionar nuestro modelo educativo para una educación de alta calidad, es posible si logramos que Costa Rica conquiste su sexta transformación educativa. Señalaré aquí las bases de una educación de excelencia, pero antes amerita entender la evolución de nuestra enseñanza. La génesis de nuestra tradición educativa arranca en el año 1575, durante la colonia. Como bien lo señala el investigador Elías Zeledón, en esa primera etapa nuestra enseñanza consistía básicamente en el aprendizaje de urbanidad, doctrina cristiana, matemática de cuentas básicas, y alfabetización. Los maestros eran personas instruidas pero que no tenían licencias formales de educación. De su paga se encargaban los padres que querían instruir a sus hijos, o bien quienes eran subvencionados por el cabildo de la localidad de residencia del menor. Este período, -que como indiqué arranca en nuestro país a inicios de la colonia-, concluye con el hecho icónico de la fundación de la Universidad de Santo Tomás, en el año 1814, a finales del período colonial. Esta segunda etapa es inspirada por la Constitución de Cádiz, que en su artículo 366 promovía el impulso de la educación más generalizada en las colonias.

 

Con el gobierno de Jesús Jiménez Zamora nace la tercera etapa de nuestra evolución educativa. En 1869 Jiménez firmó la Constitución cuyo artículo 6° hizo gratuita y obligatoria la enseñanza primaria. Funda además la primera escuela normal, con lo que se inicia la profesionalización docente. La cuarta etapa surge con el gobierno del General Bernardo Soto y la gran reforma educativa de su ministro Mauro Fernández. En esta reforma Don Mauro instauró una legislación especial que provocó que la enseñanza nacional estuviera sustentada en un organismo técnico sostenido por el Estado bajo el control de una Secretaría de Instrucción Pública. Además, en la profesionalización docente creó un sistema similar al de las facultades universitarias, creándose diferentes escuelas normales que luego se convertirían en la base de las universidades públicas.  Igualmente fundó las primeras grandes instituciones secundarias del país, como lo son entre otras, el Liceo de Costa Rica y el Colegio de Señoritas. Finalmente, la quinta y última etapa de nuestra evolución educativa arranca con tres hechos: la misión chilena de 1935, las reformas de 1942 del Dr. Calderón Guardia que abren la educación media a las entidades privadas promoviendo además la educación religiosa y en valores, y se consolida con la creación masiva de centros educativos a partir de la década de 1950, cambio que provoca el gobierno de la Junta Fundadora de la Segunda República.

 

Pues bien, es claro que actualmente estamos viviendo una brutal crisis educativa que nos demanda la urgente conquista de una sexta etapa en nuestra evolución educativa. En este punto, la pregunta de fondo es: en el siglo XXI, ¿cuáles son los parámetros de una educación de alta calidad? Seis son los parámetros para impulsar esa excelencia hoy.  Inicio con el más importante de todos, y es el fomento de los valores en el sistema educativo. Vivimos una sociedad utilitaria, enfocada en la autocomplacencia egoísta y centrada casi exclusivamente en los placeres como único sentido existencial; para ciertas voces estridentes y agresoras, ideales como el honor, la urbanidad, la pureza, o la fe, hoy son malas palabras. La cuestión aquí es, en medio de la incertidumbre actual, ¿adónde le estamos enseñando a nuestra juventud a anclarse? Esa es una de las respuestas esenciales que hoy debe ofrecer toda oferta docente de alto coeficiente. Respecto del segundo parámetro, debe advertirse que en el siglo XXI es época de reconocer que hay distintas inteligencias, o lo que se conoce como inteligencias múltiples. Así pues, la educación del futuro debe priorizar en educar esas inteligencias, ya que las capacidades pueden ser independientes unas de otras. Sujetos que destacan en determinada actividad, lo hacen porque tienen procesos neuronales distintos a otros que pueden tener éxito en una distinta. Ante la pluralidad de inteligencias, deben existir diferentes métodos educativos enfocados en la vocación de cada uno, pues no todos tenemos la misma vocación. Quienes somos creyentes traducimos esa idea con algo que entendemos como “llamado en la vida”, o, en otras palabras, el reconocimiento de que existen distintas vocaciones y propósitos para cada persona.

 

El tercer parámetro, radica en la importancia “aprender a aprender”; no basta que el docente se asegure que el alumno adquirió la información impartida, pues también son importantes las estrategias de aprendizaje que le enseñan al alumno las vías para comprender los conocimientos. El cuarto parámetro consiste en la educación centrada en la creatividad. En este aspecto, lo que a la educación le corresponde es facilitar, orientar sutilmente, catalizar, pero se reconoce que la creatividad es un conocimiento que brota del interior. Por ejemplo, los científicos apelan a la intuición cuando llegan a la frontera del conocimiento establecido. Por eso es indispensable combinar asignaturas científicas con talleres creativos, con ejercicios teórico-prácticos, como lo es, por ejemplo, aprender matemática elaborando una cúpula. Algunos educadores incluso sugieren el audaz extremo de impedir la teoría si no hay práctica, algo que además tiende a estimular los patrones que permiten el surgimiento de los emprendedores, que son los que al fin y al cabo crean riqueza.

 

El quinto parámetro es la educación excepcional para el alumno en desventaja social o también conocida como educación para el marginado. Este tipo de educación implica realizar propuestas como los proyectos de valoración sociológica del hogar, asistencia socioeconómica, abordaje de los factores de riesgo de delincuencia juvenil, y la integración al proceso educativo, tanto de los padres o guardadores del estudiante, como de la comunidad. El sexto y último parámetro radica en fomentar los hábitos de interpretación, pues una cosa es comprender y otra es interpretar. No basta comprender, porque es igual de importante desarrollar lectura crítica de la información que recibimos. Sin capacidad de interpretar críticamente, no hay forma de discernir qué es basura, -como tanta que se recibe en la internet-, y qué es realmente conocimiento con valor cultural y científico.

fzamora@abogados.or.cr  

lunes, 11 de septiembre de 2023

LOS DIAS DE LA INDEPENDENCIA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos. Abogado constitucionalista

En su profusa obra sobre nuestra independencia, el académico David Díaz Arias refiere que, en las memorias de Manuel José Arce, primer presidente federal centroamericano, consta que casi de forma inmediata a nuestra independencia, la población costarricense era reconocida como una sociedad profundamente civilista, pacífica, sin afanes bélicos ni expansionistas. Esencialmente republicana, y en la propia frase de Arce: “merecedora de los encomios que se les otorgan a los pueblos que son virtuosos.”  La generalidad de los estudiosos coincide además que era un pueblo pobre, consecuencia de una escasa inmigración, escasa población nativa y además limitada en riquezas minerales. A lo que se sumaba la difícil comercialización de los pocos cultivos agrícolas que teníamos, prácticamente limitados al tabaco o el cacao. Es claro que la independencia americana, y como subsecuencia la centroamericana, fue resultado de una confluencia múltiple de factores, entre los que se encontraban las reformas centralistas de la monarquía borbónica, la guerra de independencia española, la Constitución de Cádiz y las corrientes político filosóficas del pensamiento liberal originario. En el centro de nuestra América, la independencia estaba motivada en el anhelo de ser libres del dominio político administrativo de las metrópolis coloniales que concentraban el poder, por lo que, en nuestra pequeña región meridional, el término independencia tenía muchas connotaciones. Por ejemplo, el resto de pueblos centroamericanos estaba deseosos de liberarse del control guatemalteco, lo que era evidente desde el siglo de los 1700’s, -perdónenme el anglicismo-, cuando ya constaban los reclamos de los criadores de ganado de provincias más lejanas como la de Honduras o El Salvador. De alguna forma los costarricenses resentíamos también esa inconformidad, pues las autoridades de Guatemala dificultaban con múltiples trabas el comercio costarricense con nuestros vecinos del sur, lo que entonces era la Colombia panameña.  El investigador estadounidense Troy Floyd refiere por ejemplo, que la intendencia salvadoreña señalaba en sus discursos su inconformidad con “la tiranía de Guatemala sobre las provincias”, mientras que los hondureños se quejaban de que la riqueza estaba en “la letárgica cabeza guatemalteca, mientras la sangre de sus hacendados no circulaba en el resto del cuerpo”. Esto, entre otros motivos, por el férreo control ejercido desde Guatemala que prohibía a los ganaderos vender los animales fuera del dominio de su jurisdicción. 

 

Aún más, en su “Colección de documentos para la historia”, nuestro historiador León Fernández deja constancia de que pocos años antes de nuestra independencia, la diputación provincial costarricense, en conjunto con la nicaragüense, solicitaron directamente a las propias Cortes españolas de Cádiz, que nuestras dos provincias fueran separadas de la Capitanía guatemalteca. La intención es que se estableciera una audiencia propia. Según el proyecto remitido a Cádiz, la idea era que se estableciera esa nueva audiencia, y una capitanía en la entonces principal ciudad nicaragüense de León, con una intendencia en Costa Rica. La convicción del historiador Fernandez era que tanto nuestra nación como Nicaragua buscábamos liberarnos de la dependencia chapina, sobre todo, en temas económicos, y de paso, los legales. Pero la historiadora Elizabeth Fonseca nos alerta que, en ese cóctel de intereses creados y pasiones libertarias, había otro nivel de pugnas de menor rango, esta vez entre nosotros y los leoneses. Pues, así como una fracción de la geografía centroamericana buscaba liberarse del control guatemalteco, los funcionarios cartagineses empezaban a buscar la forma de liberarnos del control nicaragüense, al punto que el mismo historiador Fernández refiere el hecho de que, un año antes de nuestra independencia, los procuradores del Ayuntamiento cartaginés solicitaron a un funcionario de la capitanía guatemalteca la separación administrativa y eclesial de Costa Rica frente a la jerarquía de León. Alegaron que eso era un requisito esencial para que nuestra economía y comercio progresara. De hecho, el citado investigador Díaz apunta además que esta petitoria se reitera mediante escrito presentado ante el diputado de las Cortes de Cádiz, José María Zamora, en donde se comunica la urgencia que tiene Costa Rica de convertirse en Junta Provincial “para quedar independiente y sin ninguna sujeción a la de León Nicaragua”. En esa ocasión, la distancia y la dificultad de los caminos entre León y Cartago, era otro de los argumentos de peso para justificar la anhelada separación.         

 

Pues bien, al final de aquellos afanes libertarios regionales, y por la ya citada confluencia de múltiples factores globales, José Cecilio del Valle, uno de los principales padres de la independencia centroamericana, sostenía que la Constitución española de 1812, -denominada de Cádiz por haber sido promulgada en aquella ciudad-, al proclamar que el soberano moral eran los pueblos bajo el dominio español, con esa frase resumió el fundamento ético que sustentó la independencia final de nuestra región. No por casualidad, con el espíritu de la independencia, para Valle nacería además una nueva connotación de lo que ser americano significaba frente a lo europeo. Una persona que era diferente no por su cultura, sino por su carácter. Ciudadano de una patria cara y valiosísima, de un continente digno, e incluso, por sus potencialidades a futuro, “superior a Europa”, tal y como se atrevió a afirmar en su periódico “El amigo de la Patria”.

 

Hoy, dos años después del bicentenario de nuestra independencia, las estadísticas de los indicadores de desarrollo nos despiertan de nuestro sueño libertario, hacia lo que parece ser son los primeros estertores de una pesadilla. Tengamos claro que, toda caída de los indicadores del desarrollo no es otra cosa sino una crisis de la cultura nacional. Y esa cultura es, a su vez, vocación que se sostiene en un trípode de tres columnas: la educación, la formación familiar y la espiritualidad.  Si queremos revertir dicha amenaza, -esa espantosa tendencia en la que vamos cayendo-, al menos empecemos con la educación, uno de esas tres bases que son clara responsabilidad del Estado. fzamora@abogados.or.cr  

martes, 29 de agosto de 2023

EL LEJANO IDEAL DE LA LIBERTAD ECONOMICA

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

La libertad económica ha sido un ideal esquivo de alcanzar para la humanidad. Es una verdad de Perogrullo que, desde los inicios de la civilización, la humanidad ha intercambiado bienes. Desde la antigüedad incluso, intentó con dificultad el comercio a gran distancia entre Oriente y el imperio romano a través de rutas como la de la seda, que pasaba por Samarcanda en lo que hoy es Uzbekistán. De hecho, a través de una extensa red de vías empedradas y rutas mediterráneas, Roma logró su poderío a base de una combinación de fuerza militar y tráfico de mercaderías circulantes desde sitios entonces tan remotos como las islas británicas, y hasta los confines de Asia menor o incluso Damasco. Sin embargo, el impulso comercial monopólico de Roma se vio frenado con la caída de la cultura grecolatina y el imperio romano, azotado por vándalos, eslavos, mongoles, bereberes, hunos y pictos, -entre otros bárbaros-, que devastaron las pocas ciudades que a duras penas subsistían tras la caída imperial.

El comercio europeo no resurgiría sino siglos después y de forma tímida, a través de los esfuerzos de dos repúblicas independientes, la de los genoveses y venecianos, quienes a través del mar mediterráneo volvieron a intentar el comercio con bizantinos y mahometanos. Pero era un comercio muy limitado, pues estaba circunscrito exclusivamente a las capacidades de las asociaciones de mercaderes de ambas repúblicas.  El tráfico de bienes a gran escala y en largas distancias realmente empieza a vislumbrarse hasta el siglo XVI con el descubrimiento de las nuevas rutas marítimas y el desarrollo del poderío naval de las potencias europeas, fenómeno que da inicio a lo que la historia ha denominado la gran revolución mercantil. Es a partir de ese siglo que los navegantes portugueses logran llegar a las mismas cortes del emperador Ming para proponerle comerciar, -lo que no consiguen sino hasta que negocian la concesión del puerto de Macao como un punto de intercambio entre ambas naciones-, y es la época en la que esos mismos portugueses dominan las costas africanas traficando metales preciosos y mano de obra esclava. El mismo siglo en el que España cerraba la pinza del control, casi total, de los centros metropolitanos más ricos de América; después de la gesta de Colón, sus súbditos Hernán Cortés y Francisco Pizarro conquistaban las capitales de los dos principales imperios del continente: en el norte Tenochtitlán para conquistar el imperio mexica, y Cusco en el sur para dominar a los incas. El mismo siglo en el que Fernando de Magallanes y después Miguel López de Legazpi, tomarían el archipiélago que, en honor al rey Felipe II, llamarían después las Filipinas. Así las cosas, aunque es un lugar común afirmar que la globalización es un fenómeno surgido en el siglo XXI, lo evidente es que en el XVI ya esta era una realidad.

 

Si bien es cierto que el siglo XVI arroja ese fenómeno de la revolución mercantil, que es el tráfico de bienes a gran escala, también lo es que la libertad comercial era un ideal lejano, pues conforme surgían las posibilidades técnicas de comerciar a gran escala, al mismo tiempo se imponían las barreras impuestas por los imperios para monopolizar mercados. Como ilustración de esta realidad, el imperio español estaba controlado por una monarquía absolutista, la cual, a través de una institución denominada la “Casa de contratación de las indias”, monopolizó el comercio de las colonias españolas durante el apogeo del control de sus tierras de ultramar. Esta férrea monopolización de la actividad comercial en regiones tan ricas y vastas, sumado al despotismo monárquico español sobre otras naciones europeas como los Países Bajos, provocó en el norte del continente europeo un vivo afán por la libertad comercial. Esa reacción se tradujo en una ingeniosa idea de holandeses e ingleses, la cual consistió en empoderar a sus comerciantes y mercaderes, permitiéndoles no solo concesiones de exploración y conquista en territorios de ultramar, sino incluso la potestad de armarse. Como era de esperarse, ello avivó ambiciones y desató fuerzas contenidas en la iniciativa privada, que veían en sus nuevas facultades la posibilidad de enriquecerse aún más y conquistar el mundo.

 

Y con ese choque de intereses el conflicto no tardaría en llegar. Cuando en 1567 la represión española se atrevió a ejecutar públicamente a dos nobles belgas, el parlamento de los Países Bajos decide desconocer la autoridad del monarca Felipe II, lo que prendería la chispa que inició una guerra extendida por ocho décadas. La poderosa flota de Felipe II terminaría enfrentada en los mares con los distintos ejércitos de mercaderes del norte europeo, financiados por múltiples vías, incluso por los nobles alemanes. En síntesis, se inflamó el espíritu de la libertad económica en los comerciantes que, comprometiendo activamente sus fortunas, buscaban librarse de la espada hispana. Al mismo tiempo que las asociaciones mercantiles de los Países Bajos hacían su parte, la reina Elizabeth de Inglaterra sostenía en dos campos una feroz batalla contra los españoles: en uno de los frentes lo hacía formalmente con su flota real. Por otra parte, se valía de vías indirectas, patrocinando piratas como Thomas Cavendish o Francis Drake.

 

Con el fortalecimiento de los gremios de mercaderes navegantes, surgirían las compañías mercantiles de indias, que finalmente resultarían igualmente enemigas del ideal de la libertad comercial, en tanto ellas representaban una suerte de carteles monopolizadores de la actividad comercial de ultramar. Particularmente célebres serían la compañía británica de indias orientales, que recibió carta real de la corona británica, y con ello la concesión del monopolio de productos y rutas comerciales. Igual sucedía con la compañía neerlandesa de indias, que fue la versión de ese tipo de cartel en los Países bajos y la compañía francesa de indias orientales, concesionaria del monopolio comercial francés de Sudafrica a Malasia. Así surgieron también, siglos después, las compañías danesa y sueca de indias. Muchas de ellas con privilegios como el de exenciones tributarias, potestad de hacer la guerra, -como la que le hicieron por el opio a China-, firmar avales del tesoro real, monopolizar el tráfico de bienes y rutas, y hasta nombrar embajadores a nombre de las coronas. Esencialmente mercaderes privados subordinando la libertad comercial bajo el amparo de sus gobiernos.

 

Lo anterior viene a propósito de lo que estamos observando en los últimos días en nuestro país, testigo cautivo de los intereses y disputas de las nuevas potencias mercantiles de hoy, que le imponen a una pequeña nación como la nuestra, en ocasiones de forma discreta y solapada, -en otras de forma abierta-, presiones y condiciones para controlar su limitada actividad comercial. Lo que nos recuerda cuán lejos sigue estando el ideal de la verdadera libertad económica del mundo.  fzamora@abogados.or.cr  

lunes, 26 de junio de 2023

EXCESO DE LA SALA I Y LA SALA CONSTITUCIONAL

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

La Sala constitucional refrendó los votos 000976-F-S1-2016 y 000326-F-S1-2017 de la Sala primera de nuestra Corte Suprema de Justicia, que avaló la decisión que le permite al Ministerio de Hacienda empezar a aplicar el impuesto sobre la renta a los beneficios en el extranjero de todos aquellos que tengan registrado domicilio en el país. Por las razones que aquí señalaré, ello significa que, gracias a los excesos de una interpretación jurisprudencial, Tributación tendrá nuevas potestades de persecución extraterritorial. Algo que, no solo extralimita lo que expresamente la letra de nuestra legislación tributaria permite, sino que, entre otras transgresiones, violenta uno de los principios ancestrales del constitucionalismo occidental, resumido en el aforismo anglosajón “no taxation without representation”, (no imposición sin representación), el principio constitucional de reserva de ley tributaria, el principio de seguridad jurídica y que provoca, además, que esas utilidades creadas en el extranjero estén afectadas por una doble imposición pues están siendo gravadas tanto en el país donde se ejerce la actividad, como también aquí.  El fallo de la Sala constitucional, que ha ratificado esa pretensión, es el número 2022-023955. Aquí no pretendo abrir un debate de teoría económica sobre la conveniencia o no de esta decisión, pero sí manifiesto claramente mi preocupación sobre la realidad de una sentencia que, -desde un enfoque jurídico-, representa un exceso judicial que transgrede ideales básicos del constitucionalismo costarricense.

 

Analizando los antecedentes de esta situación, sabemos que lo que permite cobrar el impuesto a las utilidades se deriva del artículo primero de la ley del impuesto sobre la renta, que expresamente delimita que dicho tributo es posible imponerlo únicamente a las ganancias de fuente costarricense. En este punto, la cuestión esencial a escrutar es ¿qué debemos entender por fuente costarricense? La ley afirma claramente que se entiende por rentas o ingresos de fuente costarricense, aquellos que provienen de servicios prestados, bienes ubicados, o capitales utilizados, que son generadas en territorio nacional. La ley también considera lucrativas las rentas, ganancias o pérdidas de capital, de las personas que ejecuten actividad lucrativa dentro de Costa Rica, en el tanto provengan de bienes o derechos en donde el titular sea el contribuyente. Así las cosas, la ley es clara y si se quiere taxativa, mediante una definición que no admite posibilidad de segundas interpretaciones, o donde no caben réplicas que desvirtúen la letra inobjetable de ella. En otras palabras, la ley no da margen para interpretar la posibilidad de gravar utilidades que son generadas fuera del país. Entonces, sea la Sala primera o la cuarta ¿sobre qué fundamento legal avalan tales cobros? Para ello, los magistrados se sacan del sombrero varias interpretaciones singulares que básicamente sostienen, entre otras novedades, que el precepto de territorialidad al que alude nuestra ley de impuesto sobre la renta, “no se refiere sólo a un aspecto geográfico”. Con esa peculiar interpretación, nuestros magistrados desaparecieron de golpe el principio de territorialidad tributaria, y han dado rienda suelta a nuestros modernos publicanos para que persigan cualquier beneficio generado en el extranjero por el solo hecho de que el desafortunado tenga registrado algún domicilio en el país. Una fórmula perfecta para seguir invitando a los inversionistas a salir corriendo de aquí, o a refugiarse en regímenes especiales como el de las zonas francas.

 

Otro exceso de los magistrados ha sido el de acuñar un concepto muy particular, hasta ahora inexistente en nuestra ley de impuesto sobre la renta, y es el de sustituir la noción de fuente costarricense, -que es la que indica nuestra ley-, por lo que ellos han denominado “capital de fuente costarricense”, siendo que el concepto que nuestra legislación expresa no es tal, sino la de “utilidades procedentes de actividades lucrativas de fuente costarricense” que es una noción muy diferente. Igual de peligroso es que nuestros magistrados hayan ideado la temeraria acción de sustituir, -simplemente aplicando la vía jurisdiccional-, el principio de territorialidad tributaria, que es, por así decirlo “numerus clausus”, sustituyendo la letra expresa de la ley por su propia interpretación, la cual han englobado en una entelequia que dieron en llamar de “vinculación a la estructura económica”. Así entonces, basta que las autoridades tributarias consideren que una empresa extranjera tenga vinculación con una estructura económica costarricense, para que den por sentado que cualquier beneficio de ella deba pagarle impuestos a nuestro gobierno. Por ejemplo, bajo esa abusiva interpretación, si una empresa extranjera posee algún tipo de vinculación con una empresa domiciliada en nuestro país, e intercambian entre sí gestiones económicas, la actividad extranjera será en adelante considerada como “vinculada a la estructura económica costarricense” y habrá de pagar tributo a Costa Rica sobre los beneficios que obtenga en su país. Todo a partir de ese nuevo concepto por ellos denominado de vinculación a la estructura económica costarricense. Algo que, a todas luces es una arbitrariedad que no tiene ningún asidero en nuestra ley de rentas y que permite gravar utilidades que no se gravaban antes, violentando así un principio tributario constitucional básico, como el de reserva de ley tributaria.        

 

En la Costa Rica contemporánea, ese principio se protege desde que el constituyente originario decidiera aprobar el texto del inciso 13) del artículo 121 constitucional, que fue originalmente presentado a la Asamblea nacional constituyente el 10 de mayo de 1949 por varios legisladores cultos, entre otros, Ricardo Esquivel, Juan Trejos, y Enrique Montiel. La moción aprobada tenía mucha similitud con el proyecto de Constitución que fue presentado un año antes por la Junta Fundadora de la Segunda República. La norma finalmente aprobada determina que establecer impuestos y contribuciones nacionales, y autorizar las municipales, es una potestad que recae exclusivamente en la Asamblea Legislativa, y en nadie más. No procede entonces que los jueces pretendan, por la vía de sus propias interpretaciones, ampliar los hechos generadores de los tributos y por este prohibido atajo establecer, en la práctica, más carga impositiva. Y así también lo prohíbe el derecho comparado general; por ejemplo, la Constitución española de 1978 en su artículo 133.1 determina que el Estado solo por ley tiene potestad originaria de crear tributos. En el fondo, todo es derivación histórica de la lucha de los barones ingleses contra el absolutismo monárquico. Tal ideal consta desde las épocas de la Carta Magna inglesa del siglo XIII, concedida por el rey Juan sin Tierra para apaciguar las sublevaciones de aquella etapa histórica ante los abusos fiscales de la monarquía inglesa. Algo que no quisiera pensar que desconocen nuestros actuales magistrados constitucionales.      

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