viernes, 31 de octubre de 2014

UNA IDEOLOGIA CONTRA LA LIBERTAD



Dr. Fernando Zamora C.
Abogado Constitucionalista

Publicado en el periódico La Nación:

La lucha por la reivindicación de la mujer es siempre justa. Por ello es lamentable que algunos activistas se aprovechen de tan noble causa para desvirtuarla, y en su lugar promover la ideología de género. Esta peligrosa corriente surgió en las sociedades de consumo como idea de los teóricos de la revolución sexual. Antes de ellos, nadie había elaborado una justificación racional para atacar desde el poder, los principios familiares y el derecho a la vida del no nacido. Y los importadores de esa ideología han venido arremetiendo aquí con una serie de propuestas legislativas. En un anterior artículo, denuncié la ley mordaza que pretende imponer cárcel a quien haga objeciones de conciencia, y en donde la pena se agrava si la objeción se hace por los medios de comunicación. Pero esa no es la única iniciativa enmarcada dentro de tal ideología. También apuestan por otro proyecto de ley planteado a través de la moción de texto sustitutivo 16887, el cual pretende agregar un nuevo capítulo a la Ley de salud.

Antes de analizar el problema de fondo del proyecto, debo advertir que, desde una perspectiva de técnica legislativa, la iniciativa es gravemente deficiente. Las leyes deben ser precisas, y sus objetivos bien delimitados. Los galimatías son lenguajes rebuscados, pero sin claridad de pensamiento. Un ejemplo es la frase del artículo 50 del proyecto que reza: “Tendrán derecho al acompañamiento durante el parto y al acceso a las diferentes modalidades de atención segura, tanto intra como extra servicios de salud”. Usualmente, una oscura redacción legislativa compromete al Estado. ¿Qué significa que el Estado ofrecerá “modalidades de atención intra como extra servicios de salud”? Esto da pie a todo tipo de interpretaciones sobre dichos servicios, y por tanto, a todo tipo de exigencias que comprometerían la estabilidad financiera del sistema de salud.

No me detendré en otros galimatías similares de la propuesta, y paso a señalar sus yerros de fondo. La iniciativa parte del peligro de hacer una inconveniente segregación de la integralidad del concepto de derecho a la salud. Lo que existe es el derecho constitucional a la salud y tal concepto no debe contener digresiones jurídicas. La iniciativa pretende instituir el “derecho a la salud sexual” y a la “salud reproductiva”, como si el derecho a la salud pueda compartimentarse. Esto mina el concepto de salud, pues lo mutila de su contexto como un todo integrado. El derecho a la salud es uno e integral. Para quien dude de esta aseveración, recomiendo la mejor obra nacional al respecto, Derecho a la Salud, del abogado experto en la materia, Román Navarro.

Por la mala redacción del inciso g del artículo 42 del proyecto, se establece una tácita aprobación del aborto, pues afirma que está dentro de “los límites y responsabilidades establecidas en el ordenamiento jurídico” la posibilidad de definir “el número e intervalo de los nacimientos”, cuando lo que debe indicarse correctamente es la posibilidad de determinar el número e intervalo de los embarazos, pues una vez que la mujer se encuentra embarazada, el nacimiento o no de la criatura deja de ser algo que dependa de una decisión arbitraria. De lo contrario, sería una vía indirecta de aprobar el aborto provocado sin derogar el Código Penal, lo que acarrearía caos normativo. Aún más, el artículo 43 del proyecto instituye la “anticoncepción de emergencia” en relación a embarazos no deseados. Aquí otra confusión. Sabemos que el ordenamiento jurídico permite la prevención de la concepción o pre-concepción, esto es, los métodos preventivos de la concepción. Igualmente permite el aborto cuando peligra la salud de la madre. Pero ¿qué debemos entender por “anticoncepción de emergencia” en relación a embarazos no deseados? La frase no tiene otra interpretación, sino que la concepción podrá ser detenida de forma inmediata e inminente, simplemente ante la realidad de la concepción, lo que la hace un burdo eufemismo para referirse al aborto provocado. El eufemismo “anticoncepción de emergencia”, en relación al embarazo no deseado, es una definición jurídica que atenta contra el derecho constitucional a la vida y contradice la normativa penal que prohíbe el aborto.

Por otra parte, el inciso f) del artículo 42 otorga, como una concesión otorgada por la gracia de las políticas públicas, el establecer que está dentro de “los límites y responsabilidades establecidas en el ordenamiento jurídico” el poder de decidir libremente “si desean o no reproducirse y con quién desean hacerlo” Aquí una vez más, un craso error de concepción jurídica. Ese tipo de decisiones ciudadanas NO son una concesión otorgada por gracia del Estado. Deben ser ajenas al ámbito de  control y regulación estatal. En las sociedades libres no deben impulsarse leyes que establezcan normas de tal naturaleza, como si la libertad de reproducirse o no -y con quién-, sea una conducta que deba estar contenida en un tipo legal, cual si fuese una concesión del orden público en materia de salud. Esas conductas están fuera del margen de control legal, salvo que se trate de los delitos sexuales ya tipificados por nuestro ordenamiento criminal. Otro artículo, el # 38, establece, cual si fuese concesión otorgada por gracia del orden público, “…la libertad para reproducirse o no; en caso afirmativo, cuándo, con quién y con qué frecuencia…”.  Este tipo de aspectos están reservados a la esfera privada de libertad e intimidad de los ciudadanos, razón por la cual el Estado no debe involucrarse en esa materia, sino solo para castigar la conducta que violenta la libre voluntad de la persona, como es el caso de los delitos de naturaleza sexual. Ir más allá de ello y pretender preceptuarlo, o peor aún, sentar precedentes para regular las conductas, es un típico caso de totalitarismo cultural, máxime que el primer párrafo del artículo 40 del proyecto, establece la disposición, por parte del Estado, de implementar “acciones sobre sexualidad” (sic) (nótese la redacción), para rematar en el párrafo final de dicho artículo con el precepto de que el Estado “promoverá la modificación de los patrones…de feminidad y masculinidad”. Aquí, una vez más, podemos reiterar que este tipo de aspectos están reservados a la esfera privada de libertad e intimidad de los ciudadanos. El Estado no debe tener como objetivo modificar los patrones sexuales de los ciudadanos. De hacerlo, transgrede el principio constitucional de conciencia y la libertad de disfrute de la intimidad propia. En fin, ideas transmutadas de las sociedades consumistas sumidas en el marasmo de una vertiginosa contracultura. fzamora@abogados.or.cr

miércoles, 22 de octubre de 2014

BICENTENARIO DEL LIBERTADOR



Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado Constitucionalista

Publicado en el Periódico de España El Imparcial

Publicado en el Periódico La Nación bajo la dirección:

Cuando en el servicio público se alude al concepto “señorío”, se hace referencia al ciudadano que es llamado a la actividad política por su cultura, su patriotismo y su integridad. Básicamente por tales atributos. Hago la alusión a raíz del liderazgo que, en la lucha por rescatar el ardor patriótico de nuestra nación, ha asumido precisamente un ciudadano culto, el Exministro de Información Armando Vargas. Un señor al estilo victoriano, de esos que lamentablemente casi no encontramos ya en la actividad política. La procacidad imperante los ha obligado a abandonarla. Armando -quien me honra con su amistad-, ha liderado en los últimos años un importante movimiento cívico en pro del rescate de la cultura nacional. María Eugenia Bozzoli, Juan Durán Luzio y Raúl Aguilar Piedra, son algunos de los distinguidos académicos que lo han acompañado en la quimera. En el ánimo de insuflar fuego en el pebetero de la devoción patria, no pudieron haber escogido mejor estrategia que la de rescatar y promover la memoria histórica de Juan Rafael Mora, el hijo más grande de la Patria. En el bicentenario de su natalicio, permítaseme aportar un grano de arena al esfuerzo por comprender la grandeza de nuestro libertador y de su gesta.

No es posible entender la estatura histórica de Mora sin explicar las dimensiones de la epopeya que debió afrontar. Sin un gran drama, no hay grandes héroes ni proezas, y a Mora le correspondió enfrentar el mayor desafío de la historia centroamericana. ¿Tenemos conciencia hoy, de la dimensión de aquel reto? Al libertador le corresponde dar la batalla por Centroamérica, cuando es invadida por una poderosa facción militar del sur de los Estados Unidos, financiada por intereses económicos de ese país, para entonces ya una emergente potencia mundial. Esto implicó la tarea de organizar militarmente a una comunidad de agricultores, y trasladar fuera de las fronteras al ejército enlistado. En cumplimiento del llamado, el libertador debió enfrentar obstáculos superlativos. Al menos enumeraré cinco. Sin duda las batallas, por sí mismas, fueron el reto más brutal que el libertador debió afrontar. Esto por el costo humano, de reto organizativo, estratégico y socioeconómico. El segundo desafío, fue el asumirlas pese a la diferencia logística que existía entre las milicias costarricenses, entonces una pequeña nación de economía agrícola que enfrentaba a un grupo militar surgido de una de las economías industriales más potentes del Siglo XIX. Si bien la guerra no fue contra el ejército estadounidense como tal, la invasión la ejecutan élites militares y económicas ideológicamente imbuidas por la doctrina expansionista del “destino manifiesto”, promovida tanto por los círculos financieros de Nueva York,  como por los estados del sur, que aspiraban establecer nuevas colonias esclavistas adeptas a su causa. El tercer desafío que el libertador debió vencer, fue el sabotaje interno que enfrentó durante el proceso. Según investigaciones realizadas por académicos de la Universidad de California, la conspiración interna estuvo básicamente motivada en el temor que existía en los sectores cafetaleros, a raíz del hecho de que el reclutamiento militar provocaría una ingente pérdida de mano de obra agrícola. Tal como señalan algunas referencias históricas -entre otras los escritos de Lorenzo Montúfar-, a ello deben sumarse las conspiraciones internas que tenían su motivación en bajas pasiones políticas, las cuales Mora debió sortear en medio de la empresa. Un cuarto gigante fue la división político-militar a lo interno de Nicaragua. Recordemos que dicho país era donde estaban militar y políticamente asentados los filibusteros, y allí mismo existieron importantes sectores de poder que facilitaron la invasión.  El quinto coloso que debió enfrentar Mora, fue la epidemia del cólera que asoló a sus tropas. Walker aplicó la vieja e ignominiosa práctica militar de contaminar los pozos de agua con los cadáveres de las batallas, de tal forma que el bando contrario se enfermara al hidratarse. Tal y como ha documentado el historiador German Tjarks, finalmente la epidemia también asoló a la población civil costarricense.

El éxito de una gesta de tales dimensiones, solo la hizo posible el liderazgo de un hombre de excepción, y el libertador Mora representa el epítome de las supremas calidades de un líder. La historia refiere que fue un hombre consecuente. Sus discursos son piezas en las que enunció con firmeza convicciones superiores. El líder no solo debe señalar el camino, ese camino debe ser, además, correcto. La historia humana es pródiga en caudillos inescrupulosos e insensatos, que arrastraron a sociedades enteras por el sendero de la tragedia. Por el contrario, su grito “¡A las armas!”, -que aún resuena en los oídos de los pueblos centroamericanos-, no fue hecho con una vocación políticamente codiciosa, sino como obligación del llamado libertador en el que los costarricenses nos vimos envueltos ante la emergencia de la época. Pese a que fue un empresario avezado, que aportó a la prosperidad involucrándose en importantes actividades de la economía privada del país, antepuso sus ideales a esos propios intereses. Estudios del prestigioso economista Rodrigo Facio, reconocen que la conducción política de Mora fue inusual, pues tomó medidas a contrapelo de sus intereses de clase. Así mismo, en la esfera de su vida personal, el libertador fue un hombre profundamente espiritual. Líder magnánimo en pleno ejercicio de sus virtudes cristianas, el periodista francés Félix Belly, atestigua haber visto “mujeres llorando al relatar sus actos de bondad con hombres que lo habían atacado del modo más violento.” De ahí que, en una de las últimas epístolas que envía a su amada Inés, sentencia el escrito con una frase dirigida a los enemigos que finalmente lo asesinan, “¡Dios les perdone como yo les perdono”.  Como sello de vida, aplicó el principio de paternidad. No solo veló por su propia familia, sino que a sus 21 años, al morir su padre, asumió la crianza de nueve hermanos. Y a la muerte de su hermana, veló por tres sobrinos que eran huérfanos de padre. Como buen estadista, señalaba el derrotero. No lo amedrentaron las circunstancias, menos aún la histeria plebiscitaria que tan usualmente detiene a los dirigentes contemporáneos. Se ciñe su figura a la par de Lincoln y Bolívar. Sin temor a equivocarme, me atrevo a afirmar que el libertador Mora fue el hombre más grande de la historia centroamericana. ¡A él loor y gloria!  fzamora@abogados.or.cr

martes, 7 de octubre de 2014

UNA PERSPECTIVA CONSTITUCIONAL DEL ISLAM



Dr. Fernando Zamora C.
Abogado constitucionalista

Publicado en España bajo la siguiente dirección:

Publicado en el Periódico La Nación:

El mundo islámico vive una encrucijada. Por una parte, el camino que representa el fenómeno de la “primavera árabe”, expresión que refiere a la revolución social ocurrida en años recientes. Allí, muchos de sus activistas aspiran a la conquista gradual de una cultura de paz y respeto. Por el contrario, el otro camino es el del integrismo. Este último aspira, por la vía de la violencia, a una radicalización de la cosmovisión islámica y es promovido por diversos movimientos. Algunos chiítas como el Hezbolláh, otros sunitas, como Hamás o el ISIS (Estado islámico de Irak y el Levante). Ahora bien, aunque no podemos tener certeza respecto de si alguna tendencia se impondrá pronto, es necesario comprender los elementos fundamentales de la cosmovisión islámica y el porqué de su radical distancia en relación con nuestra propia cosmovisión. La respuesta que debemos anotar para comprender la antinomia entre la cultura musulmana y la nuestra, es que aquella carece del fundamento que nos permitió a los occidentales construir el concepto constitucional de gobierno limitado.

Por las razones que expondré de inmediato, la diferencia esencial radica en el concepto de “gobierno limitado”, que solo resulta natural a quienes hemos sido criados en la civilización judeocristiana. ¿Por qué? La idea de división entre el reino terrenal y el espiritual, fue concebida únicamente por la teología cristiana derivada del precepto que mandaba “dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (S. Lucas 20:25).  Lo que tal concepto espiritual implica, es que dentro de cada persona, hay un ámbito de conciencia y de libre albedrío que -cual si fuese un santuario-, debe estar resguardado y ser ajeno al control político. Las autoridades terrenales, -no importa cuán poderosas sean-, no pueden usurpar la autoridad que legítimamente solo pertenece a Dios. Este es el origen u embrión del concepto constitucional del gobierno limitado. Por el contrario, al igual que lo hacían los Césares del mundo occidental anterior al cristianismo, Mahoma fue un gobernante que integró todas las esferas de la vida social. Sustentados en tal precedente, los gobernantes de los imperios islámicos, -como el Otomano u Omeya-, se consideraban obligados a imponer el Islam por la fuerza en las tierras conquistadas. Esta cosmovisión cultural totalitaria se desarrolla con fuerza desde el siglo siguiente a la muerte de Mahoma. Los musulmanes socialmente influyentes, escogían, validaban -y en gran medida creaban-, lo que ellos denominaban tradiciones o Hadiz. Además echaban mano de ellas para promulgar leyes islámicas que son conocidas como Sharias y que cubren toda exigencia concebible de la vida. Eso hasta desarrollar un totalitarismo cultural que -aún hoy-, buena parte de los musulmanes considera que debe imponerse al mundo.  De ahí que, como señala el historiador Bernard Lewis, en los idiomas islámicos clásicos -como el árabe clásico-, no existen los conceptos dicotómicos de “secular-religioso”, “laico-eclesiástico”, “temporal- espiritual”. Esto se debe a que dichos pares de conceptos son inexistentes en la cosmovisión islámica, pues representan un valor filosóficamente plantado e irrigado solo por el judeocristianismo. Y ampliamente desarrollado por sus propios pensadores, como San Agustín de Hipona. Si bien es cierto, los pensadores clásicos de la ilustración posteriormente reelaboran e impulsan la teoría de separación Estado-Iglesia, tal es un concepto que nace de la teología cristiana. Aunque por siglos, el poder estatal y la Iglesia cristiana pugnaron por definir dónde trazar la línea divisoria entre esas dos esferas de influencia, ambos coincidían en que la línea divisoria existía. Así pues, la idea moderna de gobierno limitado, es derivación de la noción cristiana de que existe un espacio en la conciencia humana que está fuera del límite de control estatal. Una distinción fundamental que es propia de la base cultural de nuestro hemisferio, e inexistente en el oriente por siglos.

Para los que crecimos en nuestra cultura constitucional, si el Estado invade el territorio reservado para el dominio privado de la conciencia, lo hace sin legitimidad. De ahí el error y fracaso final de iniciativas como las Cruzadas o la Inquisición, las cuales fueron concebidas a contrapelo de la ideología genuina del evangelio. Esos intentos cayeron en el mismo vicio conceptual del islamismo. Por la fuerza, pretendieron imponer convicciones y conductas restringidas al ámbito de la conciencia humana. Sin embargo, con el concepto derivado de la frase evangélica “Mi reino no es de este mundo” (S. Juan 18:36), el judeocristianismo había sembrado en Occidente la concepción de que Dios decidió, -por su propia voluntad y en resguardo de la libertad humana-, autolimitarse en su dominio de la esfera terrenal. Por ello, la idea de que el dominio de Dios es el dominio de su Iglesia -y que existe un ámbito secular que opera externamente al control eclesial-, es la verdadera simiente del secularismo.

En fin, esta separación sembrada por la teología judeocristiana es una idea inaceptable para el Islam. Por ser propio de los fundamentos ideológicos de la cristiandad, la idea de la tolerancia religiosa se terminó de consolidar constitucionalmente en los Estados Unidos, con la cláusula de establecimiento de la Primera Enmienda, aprobada con el apoyo de representantes pertenecientes a diversas denominaciones cristianas. Por ello, al ciudadano occidental promedio le parece inaudito que se asesine a alguien por no profesar la religión islámica. Suma al análisis anterior, que el conflicto se ve insuflado por el hecho de que muchos de estos grupos integristas, están dirigidos por mafias que acumulan fortunas a partir de la extorsión, el robo, y el contrabando, lo que nada tiene que ver con lo aquí expuesto.  En conclusión, entendiendo lo que existe en las mismas raíces de la cultura árabe, pareciera en vano el loable esfuerzo de algunos líderes de la primavera árabe -como Wael Ghonim o el desaparecido periodista Kareem Amer-, que han luchado contra corriente promoviendo en el Oriente medio los valores aceptados en nuestro hemisferio. Pero mi propia valoración es optimista. La semilla ya empezó a florecer en el mundo islámico, y a largo plazo, creo que vencerá. La historia del hombre ha demostrado que el único poder verdaderamente legítimo es el de la conciencia y el libre albedrío. fzamora@abogados.or.cr