lunes, 4 de julio de 2022

LO ESENCIAL PARA SER PROSPEROS

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 Entre los meses de setiembre y marzo de estos años 2021-22, me fue publicada en este diario, una serie de 4 artículos sobre la influencia de los sistemas culturales en el desarrollo de las naciones. En ellos intenté demostrar que las causas de la prosperidad, o de la miseria, se encontraban determinadas por el tipo de cultura que cada sociedad posee. En aquellos artículos el análisis estaba enfocado en la experiencia del índice o promedio de desarrollo de todo el conjunto de naciones del planeta, por lo que decidí reintentar el análisis de dicha hipótesis, pero esta vez, sobre la base de nuestra experiencia nacional concreta. Para ello me di a la tarea de buscar algún caso particular del país, que nos ofreciera luz a mi tesis de que la prosperidad esencialmente depende de la clase de acervo cultural de las comunidades, y no necesariamente de los recursos materiales con las que ellas cuenten.

El ejemplo real lo encontré en un proyecto de vivienda ubicado en uno de los distritos suburbanos del cantón de Pococí, que denominaré “Urbanización X”, a efectos de resguardar la privacidad de sus habitantes. Es un caso que conozco, pues se gestionó dos décadas atrás, durante el período presidencial en el que me correspondió ser directivo del Banco Hipotecario de la vivienda, entidad que, según nuestro ordenamiento, es la encargada de financiar el sistema de vivienda popular.  Pues bien, “Urbanización X” fue originalmente un proyecto modelo de 400 soluciones de vivienda, la cual contaba con todos los servicios necesarios para ofrecer calidad de vida a sus habitantes: servicio de agua potable y luz eléctrica con acceso a todas las viviendas, servicio de alumbrado en las calles, áreas recreativas con parques comunales, áreas de juegos infantiles y zonas verdes; cada casa con paredes de concreto, con no menos de dos habitaciones y disposición de aguas negras hacia su propio tanque séptico individual, todas financiadas con bono del sistema nacional para la vivienda. La urbanización está muy bien ubicada, pues a no más de 3 kilómetros de ella, se encuentra la segunda ciudad en importancia del cantón, con acceso a todos los servicios urbanos indispensables para el desarrollo, como lo son escuelas, colegios, servicios de salud, seguridad, comercio y transporte público cruzando la urbanización. Un proyecto modelo, cuyos estudios de factibilidad contaron incluso con una mención de aceptación de una prestigiosa entidad académica, que reconoció sus bondades desde el punto de vista técnico y como alternativa social al problema de vivienda.

El proyecto tenía todos los atributos para convertirse en un éxito social, como ha sucedido con otras comunidades originadas en proyectos de esa naturaleza. Pero no fue así; décadas después de inaugurada, hoy dicha urbanización es un foco de tensión urbana y de graves problemas sociales, tal y como se desprende de información emanada por las mismas autoridades, tanto de seguridad como municipales, quienes, de acuerdo a prueba documental, han reconocido que sobre ella pesa, -cito textual-, “tanta problemática a nivel de delincuencia, deserción estudiantil, drogadicción …y la policía simplemente no da abasto y nosotros lo vivimos día a día”.  De la misma información se desprende que la comunidad presenta un foco de problemática social que, comparadas con el resto de las comunidades circunvecinas, está mucho más agravado. ¿Por qué razón? esos mismos funcionarios ofrecen la respuesta al reconocer que, al momento de la fundación del proyecto, en el mismo se incluyeron un gran número de familias ajenas a la zona que presentaban serios problemas de convivencia. En efecto, del dato histórico y estadístico del proyecto se tiene por demostrado que, al momento de su constitución, allí fueron reubicadas más de 40 familias provenientes de un precario, o zona urbano marginal de la gran área metropolitana (GAM). Aquellas familias venían provenientes de la gran urbe, sin ningún grado de escolaridad, con un nivel socio-cultural caracterizado por una interrelación violenta. Pese a ello, fueron instaladas de improviso en aquel distrito de pobladores pertenecientes a un contexto cultural cuya naturaleza era eminentemente agrícola y que, si bien estaban acostumbradas al trabajo duro, su convivencia era pacífica o bucólica. Aquel choque, o encuentro de dos realidades, implicó un trauma social que hoy, dos décadas después, sigue siendo imposible de resolver.

¿Cómo fue posible que el proyecto de aquella Urbanización X, que ofrecía todas las condiciones materiales dadas por el Estado para el éxito social, hoy sea uno de los mayores focos de crisis e inseguridad del cantón? Todos los conocedores de esa realidad, coinciden en una respuesta principal: el problema se deriva de esa colisión entre un conjunto de familias con una cultura rural agrícola pacífica, súbitamente enfrentadas a la realidad de convivir con un conjunto urbano marginal violento, sin nivel de escolaridad, y quienes, al momento de asentarse en la comunidad, no estaban adaptados a las posibilidades laborales de la zona, ni al contexto de vida allí existente.

Si bien el caso nos demuestra que se les brindó todas las condiciones materiales para una vivienda digna, y en un entorno sano, la verdad es que las serias carencias culturales de una buena parte del conjunto poblacional que allí se asentó, arrastraron a casi toda la urbanización a una realidad de crisis y miseria que, en palabras de las autoridades municipales, ha provocado -y aquí vuelvo a citarlos-, “ que las casas se vendan en cien mil colones, porque ya nadie quiere vivir allí, un proyecto muy, muy complicado”.                         

Así las cosas, queda claro que la Urbanización X es un ejemplo viviente en nuestra realidad doméstica, que demuestra cuán cierta es la hipótesis que he pretendido demostrar en mi anterior serie de artículos, originalmente basados a partir de la realidad planetaria, y que resumo así: lo que determina la prosperidad y el desarrollo de los pueblos, no es otra cosa sino la influencia cultural existente en cada sociedad. Esa cultura que, -en palabras de Mario Vargas Llosa-, es la vocación de bien de los pueblos, permanentemente sustentada a partir de un único trípode: la familia, la buena escolaridad y la práctica firme de la espiritualidad. fzamora@abogados.or.cr