martes, 25 de septiembre de 2018

LA RAIZ DEL PROBLEMA TRIBUTARIO

Dr. Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista.

Publicado en el periódico La Nación:

Aparte de lo que es esencial, la cultura de sus ciudadanos, ¿qué es lo que de forma directa produce la riqueza de una nación? es un conjunto de elementos que, como una mesa, se sostiene sobre cuatro pilares. Esos fundamentos son: las inversiones en infraestructura, en tecnología, en buena educación y finalmente, la planificación y ejecución nacional de políticas productivas. Es hacia esos cuatro elementos que esencialmente debe destinarse el grueso de los recursos tributarios. Así la raíz del problema tributario costarricense radica en el hecho de que, la enorme mayoría de los recursos recaudados, no se destinan con prioridad a esos cuatro aspectos que producen riqueza. Esto provoca la paradoja de que el Estado esté quebrado pese al hecho de que los costarricenses soportan una de las cargas públicas más altas del mundo. Según el último informe realizado por el Banco Mundial para el año 2017, denominado “Paying Taxes”, los ciudadanos costarricenses tienen una carga impositiva superior al promedio de Europa, de Norteamérica y en general de los países de la OCDE. Nuestra carga del 58% sólo la superan los franceses con el 62%.

Nuestro sector público es un barril sin fondo y en crudo lo demuestran las estadísticas: sin contar el incremento previsto para el 2019, el gasto en pagar los intereses de la deuda consume uno de cada tres colones que le entran al gobierno. Al extremo que, según recientemente confesaron nuestras autoridades de Hacienda, ya ese único rubro supera lo que se destina a aspectos como Educación, u obra pública. Y si bien es mejor destinar presupuesto en salarios que en intereses, la realidad es que las remuneraciones son otro aspecto que devora desproporcionadamente el presupuesto público. Solo un dato emanado del último informe de la Contraloría de la República sobre presupuestos públicos, para demostrar el desequilibrio del gasto desproporcionado en este rubro: del monto que en el sector público se paga por conceptos salariales, un 41%  (¢5,8 millones de millones) corresponde solo a incentivos. Que paradójicamente representan una magnitud incluso mayor que la de los mismos salarios ordinarios, los cuales equivalen al 37,1% de la totalidad de las partidas previstas para el rubro anual de remuneraciones. 

Pero resulta que nuestra crisis no solo radica en lo anterior, o sea en el mal gasto, sino además en el hecho de que muchos de los recursos que se invierten en rubros que sí deberían generar riqueza, -como lo es el de la educación-, no están generando los réditos esperados. Esto a pesar de la fuerte inyección de capital que hacemos en esto. Lo anterior lo afirmo sustentado en el último informe de la Organización internacional para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE), quienes determinaron una situación decepcionante. Pese al hecho de que Costa Rica invierte un mayor porcentaje de su presupuesto en el ítem educativo, en relación al que invierten los demás países desarrollados de la OCDE, tal inversión no se traduce en buena educación, pues nuestros estudiantes presentan muy bajos niveles en función de los estándares de competitividad internacional. La organización diagnosticó lo anterior sustentándose en nuestro rendimiento país según lo evaluado por el sistema “PISA”, un programa mundial que evalúa el rendimiento escolar. Según la más reciente valoración internacional, nuestros estudiantes no solo mantuvieron su bajo nivel en la escala, sino que, en relación con las evaluaciones trasanteriores, retrocedimos en el rendimiento de materias esenciales para el desarrollo socioeconómico, como la comprensión de lectura, las ciencias o la matemática. Lo alarmante del asunto es que incluso las puntuaciones de nuestros estudiantes resultaron inferiores a los de países que, pese a invertir mucho menos en el rubro formativo, nos superaron. El informe cierra con una sentencia lapidaria: “…la productividad apenas ha aumentado, las carencias de habilidades son aparentes y la desigualdad está aumentando (aquí la desigualdad que se refiere es en relación con estudiantes de otros países); la inversión en educación requiere un enfoque definido en resultados más que en insumos y procesos.”  Por demás está anotar que nuestro estado de crisis indicado en materia educativa, también fue reconocido por el informe del Estado de la nación del 2017. No solo se trata de un asunto de dinero.

Y en materia de infraestructura, el actual Estado costarricense ha resultado igualmente estéril utilizando los recursos tributarios. Hoy resulta evidente para la ciudadanía, que éste es incapaz de ejecutar los grandes proyectos de obra pública. Los poquísimos proyectos de alto calado realizados en los últimos años, por ejemplo el nuevo puerto Atlántico, la finalización de la ruta a Caldera, o la remodelación del aeropuerto internacional de Alajuela, son resultado de concesión. Allí se financia la obra mediante pagos diferenciados, directos y ajenos a los tributos ordinarios. 

Así las cosas, el gran reto consiste en enderezar el rumbo del barco nacional, en función de los cuatro aspectos ya citados al inicio, o sea, aquellos en los que invertir los tributos produce reactivación económica. De esos elementos, sin duda el más importante de ellos es la planificación y ejecución de políticas productivas. Es que la razón de ser de los tributos se enfoca en la obra y la política pública concreta. Para comprender de qué se trata esto último y para ilustrar el punto, me valgo de un principio espiritual: cuando en 1882 Gaudí inicia en Barcelona la Sagrada Familia, el caudal de recursos que ha permitido construirla llegó después, y gradualmente. Antes que el dinero, primero fue un sueño inspirador. En cambio, el simple administrador político no se atreve a ejecutar, si antes no tiene debidamente asegurados los recursos. Usualmente carece de ensoñaciones, y si las tiene, el dinero para él es más importante que el ideal. Por el contrario, el verdadero estadista entiende que los sueños, y el ideal concebido, preceden a los recursos. Para él lo económico está subordinado al ideal, y emprendida la quimera, el capital llegará. Así Antoni Gaudí inició su monumental basílica de la Sagrada Familia, cuya obra, -más de cien años después-, aún se construye. Reputados testigos refieren que en su primera administración, Don Pepe Figueres le preguntó a su ministro de Hacienda si había contemplado en el presupuesto la construcción de cincuenta escuelas. Cuando su ministro le contestó que, por la crisis presupuestaria no era posible, se dice que Don Pepe ordenó: pues si a esto se lo va a llevar carajo, ¡que sea por algo!, ¡haremos cien!  fzamora@abogados.or.cr

lunes, 17 de septiembre de 2018

EL PODER POLÍTICO CONTRA LA IV REVOLUCION


Dr. Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista.


A raíz del nuevo fenómeno de las empresas de aplicación digital, el poder político costarricense se ha visto tentado de aplastar el progreso tecnológico con su poder policial. La misma tentación en la que están cayendo algunos otros gobiernos con mentalidad tercer mundista. Mediante la inexorable prueba histórica, intentaré aquí demostrar, no solo el error que implica todo intento de los poderes instituidos por detener el avance técnico, sino además, cómo tales intentos están indudablemente destinados al fracaso. Los economistas Daron Acemoglu y James Robinson nos dan uno de los primeros ejemplos: a raíz de la grandiosa invención de la imprenta, los sultanes otomanos intentaron detener su uso en el territorio del imperio. De hecho, a finales del siglo XV, Bayezid II emite un decreto en el cual impone una prohibición absoluta a los árabes de imprimir en su idioma. El Sultán Selim I refuerza el impedimento a inicios del siglo XVI. En aquel imperio, la primera imprenta fue posible más de dos siglos después de su surgimiento, cuando el Sultán Ahmed III, le concedió por decreto la primera concesión de explotación de una imprenta a Ibrahim Müteferrika. Pese a lo tardío del permiso, aún en ese momento el mismo se otorgó lleno de regulaciones y limitaciones. Lo que se publicaba en la imprenta de Müteferrika estaba controlado y supervisado por múltiples funcionarios del poder: los cadíes de Estambul, de Selaniki y de Gálata, eran los primeros supervisores. A ellos se sumaban el Jeque de Kasim, junto a un grupo de eruditos. Cualquier documento que pretendiera imprimir Ibrahim, debía antes ser supervisado, revisado y autorizado por aquella infinidad de autoridades. Como resulta lógico suponer, eso tornó inviable aquella imprenta, la cual finalmente operó por solo 14 años, editando poquísimos libros. Concluido el fallido intento de Müteferrika, su familia intentó continuar con el esfuerzo, pero apenas lograría publicar siete libros en 50 años.

Ni se diga lo que sucedió fuera de aquel imperio. En Egipto la primera imprenta funcionó 350 años después de su invención. El resultado era de esperarse: a las puertas del siglo XX, gran parte de la edición de libros en el imperio otomano aún era hecha por escribas, funcionarios que a mano copiaban los textos. ¿Cuál fue el resultado de ello? entrado el siglo XIX, la alfabetización de los ingleses era del 50% de sus ciudadanos, mientras que los otomanos apenas rozaban el 3%. El resultado final fue que, con el pasar de los años,  los ingleses sojuzgarían y se impondrían a los otomanos, pues la alfabetización permitió, como era esperable, el mayor desarrollo y prosperidad de los primeros, mientras que el analfabetismo de los segundos, nunca les permitió crecimiento.

El segundo ejemplo lo aporta el imperio español. Descubierta América por parte de la Corona española, el comercio entre sus nuevos territorios y España, se reguló de forma elitista a través un exclusivo gremio de sevillanos, quienes por orden real controlaron de forma cerrada la actividad. El comercio libre no existía, e incluso, a raíz de una estricta serie de limitaciones, la actividad económica entre las mismas colonias españolas era prácticamente imposible. De hecho, a tal punto llegaban los obstáculos regulatorios, que los comerciantes de un virreinato español, les era totalmente prohibido transar con otro. Y menos pensar que dichos colonos pudiesen comerciar legalmente con territorios ajenos al imperio español. Como era de esperarse, este tipo de controles y limitaciones, impidió que brotara la actividad empresarial libre en el imperio español, a diferencia de lo que sí sucedió en los territorios del norte europeo. ¿Cuál fue el resultado final de aquellas decisiones? La cerrada disposición española frente a la actividad comercial y empresarial libre, impidió que sus habitantes prosperaran, y por ende, allí no se generaron las condiciones que eran indispensables para participar en esa enorme explosión tecnológica que fue la revolución industrial. La tercera ilustración histórica la aporta la actitud de Francisco I, del imperio austro-húngaro, quien hasta 1811 prohibió la instalación de nuevas fábricas en Viena. Igualmente adversó la construcción de vías para que incursionara el tren a sus territorios, siendo el ferrocarril una de las tecnologías clave que la revolución industrial aportó.      

El cuarto ejemplo lo ofrece la violencia física de los tejedores ingleses contra las primeras máquinas industriales inglesas. El problema surgió en la Inglaterra del siglo XIX, cuando empezó a utilizarse la novedosa maquinaria industrial. Por sí sola, muchas de aquellas máquinas hacían el trabajo de miles, desplazando a la desocupación a grandes cantidades de obreros. Ante la desesperación que les causaba no poder alimentar a sus familias, muchos trabajadores destruían las máquinas como mecanismo de protesta ante la pérdida de sus trabajos. A aquella agresiva reacción contra la automatización fabril se le denominó “ludismo”, en memoria de un tal Ned Ludd, que en 1779, fue de los primeros en destruir dos tejedoras mecánicas. Hoy el mundo transita de salida por la tercera revolución industrial y se enrumba a las puertas de la cuarta, con la implementación de la robótica, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y las plataformas virtuales interconectadas de esas nuevas revoluciones industriales. El paroxismo de esta revolución, lo ofrece la tecnología israelí, que incluso está desarrollando robótica para el cultivo, desarrollo y cosecha de plantaciones agrícolas. En fin, son procesos imposibles de detener sin pagar caro las consecuencias.

Pues bien, en relación con tal fenómeno, aquí el máximo problema lo enfrentamos, por el choque “ludista” entre la plataforma digital Uber y los taxistas. En mi anterior artículo Estado, Uber y empresas digitales (La Nación 2/oct/2015) propuse algunas ideas para enfrentar el dilema. Por ejemplo, que el Estado promueva condiciones que estimulen a Uber servirse de vehículos de transporte público que ya operan legalizados, que se autorice su funcionamiento bajo condiciones tributarias similares a las de los taxistas, ofreciendo condiciones de igualdad, y en aquello en que la empresa tecnológica se regula por sí misma, el Estado debe autorizar su autocontrol sin doble imposición regulatoria, pues la regulación no es un fin en sí misma, sino solo un instrumento para que el usuario disfrute un buen servicio. Pero la “solución” del gobierno fue emitir una “nota de invitación”, para que la aplicación tecnológica abandone el territorio. Otra simpleza inaudita de un gobierno mediocre.  fzamora@abogados.or.cr

lunes, 3 de septiembre de 2018

LA VENTANA DE OVERTON


Publicado en La Nación

Y en el Imparcial de España

Algunos lectores de mi último artículo titulado Adoctrinamiento Juvenil (La Nación, 20/8/2018), me han solicitado que amplíe una noción a la que aludí allí, denominada “la ventana de Overton”. Veamos. El concepto lo introdujo Joseph Overton, un doctor en leyes, y analista social estadounidense y consiste en la descripción de la estrategia, -utilizada por grupos radicales-, cuyo objetivo es ubicar como social y culturalmente aceptables, conductas o posiciones extremistas. Básicamente describe una estrategia de manipulación de masas para legalizar o convencionalizar cualquier práctica o posición ideológica, por polémica, radical o inconveniente que ésta sea.  Hoy, esa estrategia logra surtir fácil efecto en las llamadas sociedades del placer, o de consumo. ¿Por qué? Porque son sociedades en donde el relativismo se entronizó devaluándose el entendimiento de lo que la verdad es. Por ende, no existe el sentido del bien, ni del mal. Sociedades en donde la línea divisoria entre lo que es moralmente correcto, o no, se difumina peligrosamente. De esa forma, la estrategia de tal “ventana” está logrando entronizar en Occidente conceptos, lo cuales, desde el derecho natural, e incluso desde el sentido común, son inconvenientes. 

Esencialmente la estrategia consiste en siete pasos a saber. En el primer paso se selecciona una conducta o idea. No importa, ni interesa, que ésta sea absolutamente insensata o inconveniente. Para empezar a introducirla en la sociedad, lo primero que se hace es empezar a justificarla desde la perspectiva de una “moderna” construcción ideológica, o un aparente descubrimiento. Para ello se aplican determinadas técnicas de manipulación del lenguaje. Por ejemplo, mediante la aplicación de términos disimulados o eufemismos para referirse a aquellas acciones indudablemente censuradas. Aquí una ilustración: al aborto se le deja de llamar aborto y en su lugar se habla de “interrupción de embarazo en resguardo del derecho sexual reproductivo”, intentando disociar la palabra de su verdadero significado. Siempre se invocará la libertad de expresión en resguardo del objetivo, y dentro de esa misma construcción ideológica, se reescribe la historia acomodándola a conveniencia. Lograda alguna mínima justificación intelectual en torno al asunto, -invocando siempre para ello declaraciones de “autoridades expertas”-, se empieza a permear las mentes. Y generalmente con mayor efecto, en las almas con grandes disconformidades y necesidades existenciales que llenar. Con esta primera estrategia, el tema se logra introducir en la comunidad. No importa si éste es a todas luces inadecuado y no representa una necesidad real que resolver. El solo hecho de introducir el tema, es lo que en estrategia militar se llamaría, tomar “una cabeza de playa”.  

El segundo paso es de reclutamiento en favor de la noción ideológica ya introducida. Se conquista un grupo de radicales en favor de la “causa” y así necesariamente se genera activismo. Ojalá, lo más agresivo posible, en razón de lograr posicionar la idea definitivamente. En este punto, surge el tercer paso. El activismo agresivo, provoca el morbo que hace llamar la atención, tanto de la ciudadanía en general, como necesariamente de los medios de comunicación, que se ven conminados a informar al respecto. Superado este punto, se llega al cuarto paso. En esta etapa, el agresivo activismo, sumado a la atención de los medios y la ciudadanía, obliga tanto a la opinión pública como a los tomadores de decisiones, a posponer sus agendas y a discutir los tópicos que los activistas traen monotemáticamente a colación; una, y otra, y otra vez.  En el quinto paso, ya posicionado el asunto como tema de discusión, quien no lo acepta es censurado, marginado y señalado por parte de las voces activistas, como intolerante. El dogma ideológico empieza a imponerse como socialmente aceptable y los líderes que censuran las ideas que hasta hace poco eran contrarias al derecho natural y al sentido común, empiezan a ser etiquetados, estigmatizados como enemigos radicales del progreso y de la nueva “ensoñación”. Así son “separados de la masa” con intenciones dilapidatorias. Los que se resisten a ser “Vicente donde va la gente” son marcados por los activistas radicales con fines de fusilamiento. A esta altura, los activistas logran invertir la realidad, y quienes terminan etiquetados como enemigos radicales, son quienes intentaban evitar que se cayera en peligrosos extremismos.  En el sexto paso, ya una masa acrítica está convencida que la sociedad debe conceder aquello como algo improrrogable, pues es una demanda indispensable para quienes lo exigen. En este punto el concepto pasó a ser aceptable o incluso necesario. En las sociedades de consumo, el fenómeno se termina de consolidar cuando el mundo del cine, la tv, la música y el entretenimiento, se suman en la imposición de la idea.

En el sétimo paso se idealiza el concepto y se crea un imaginario mítico. En dicho imaginario, los primeros activistas en haber concebido o promovido el nuevo dogma, pasan a ocupar una suerte de olimpo de los nuevos héroes. En la historia humana, por ejemplo, un genio en la elaboración de este paso de la estrategia descrita, fue Joseph Goebbels, el macabro Ministro de propaganda nazi, quien creó toda una mitología alrededor de las ideas racistas de aquel régimen. En el octavo y último paso, una vez consolidado políticamente el objetivo, se pasa a la obligatoriedad. A la imposición por imperatividad legal y judicial. El poder policial del Estado, se coloca en función del objetivo. El politólogo ruso Evgueni Gorzhaltsán, sostiene que en las sociedades de consumo, desprotegidas por la relativización de la verdad, la estrategia descrita se puede utilizar para imponer cualquier fenómeno. Es cuestión de decisión, paciencia y perseverancia. Sin embargo, al final del camino, la paradoja es que, independientemente de lo que nos terminen convenciendo, siempre arrastraremos las consecuencias de las malas decisiones y las políticas públicas inconvenientes. Como bien lo sostenía el afamado escritor G.K. Chesterton, este tipo de nuevo rebelde, que nos fuerza a aceptar novedosos  dogmas a partir de la negación de la verdad, no puede en realidad ser un verdadero revolucionario, pues toda denuncia implica la necesidad de sostenerse en una doctrina moral, y por tanto, aferrarse a la noción de lo que la verdad es. Quienes verdaderamente han dejado huella para los siglos, lo lograron porque se afirmaron en convicciones genuinas. Pero ese hombre moderno, el que ha decidido sublevarse a la verdad, se vuelve inútil para los propósitos y para el ideal del cambio auténtico. fzamora@abogados.or.cr