miércoles, 23 de noviembre de 2022

LA CONFIANZA ES VITAL PARA EL DESARROLLO

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

Con insistencia he sostenido que el primer condicionante del desarrollo es la cultura, por lo que es el coeficiente cultural de las naciones, lo que determina su prosperidad o miseria. Por ello, con mi reciente libro “Raíz de miseria”, que abraza esa idea-fuerza, aspiré a contribuir al debate existente alrededor de las innumerables teorías del desarrollo. Pues bien, en apoyo a mi tesis, ha llegado a mis manos un profuso estudio dirigido por los economistas Philip Keefer y Carlos Scartascini, patrocinado por el Banco Interamericano de desarrollo (BID).

 

Dicho estudio sostiene que la confianza, que es uno de los elementos esenciales en la cultura social, radica la clave de la cohesión social y el crecimiento de los países. Pues bien, lo primero es advertir lo que entendemos por confianza. El concepto de confianza se resume como la certidumbre de lealtad en aquello donde se deposita nuestra voluntad, o bien nuestros actos. Es la convicción, ya sea en el prójimo, o en el colectivo por el que se optó. La mala noticia es que, según la encuesta integrada de valores, a la que refiere el citado estudio del BID, la confianza interpersonal en América Latina es la más baja del planeta, al extremo que, solamente una de cada diez personas afirma confiar en los demás. Una estadística que, por cierto, ha venido cayendo en barrena, pues hasta hace cuarenta años, la desconfianza estaba en la mitad del actual porcentaje. En relación al gobierno es aquí, en Latinoamérica donde la desconfianza es también la más alta del mundo.

 

Las consecuencias de la baja confianza en las instituciones públicas son graves, pues el efecto directo de la falta de confianza es el temor. Además de que debilita el ideal patriótico, provocando con ello una sociedad que asume el cinismo como regla de comportamiento. Con el debilitamiento de la consciencia cívica, crecen los niveles de informalidad y resistencia a la legalidad, pues la gente que desconfía del sistema, es la que se rehúsa a sujetarse al ordenamiento y sus regulaciones.  Con las empresas sucede igual como ocurre con los individuos, las cuales tienden a huir de aquellos países en los que éstas perciben un trato hostil hacia ellas. Tal hostilidad puede tener grados de intensidad que van, desde una orden tajante de expropiación sin mayor indemnización, hasta la sutil pero constante insistencia en controlarlas, regularlas, y encarecerles su costo de legalidad. Al límite de reducirles sus utilidades a cotas absurdas, hasta hacerles inviable su existencia práctica. Esta última es una disimulada mecánica que se limita a las dos tácticas perfectas de siempre: por una parte, regulaciones, y por otra, impuestos, ambos crecientes. A partir de allí, prosigue un círculo vicioso que afecta también otras áreas de la actividad productiva, como el sistema de crédito, que vive de la confianza y la certidumbre de los compromisos pactados.

 

En relación al tema de la confianza, estudiosos del comportamiento humano han determinado que, las personas que se sienten burladas, tienden a renunciar a la dinámica que las involucró en el engaño, lo que, en materia política, afecta diversos aspectos como el nivel de abstencionismo electoral, o la capacidad de los habitantes para emprender iniciativas comunales o colectivas que coadyuven en el mejoramiento de su calidad de vida. Y en ese sentido, hechos como el alto abstencionismo, que la ciudadanía tiende a asumir con gran indiferencia, al final provocan realidades políticas muy inconvenientes, como la que se ha vivido en nuestro país con los clanes que se han perpetuado por más de tres décadas en las corporaciones municipales, gracias al altísimo abstencionismo que sufrimos en ese tipo de procesos electorales.

 

Otra peligrosa situación a señalar, es el fenómeno político particular que ha venido ocurriendo en Costa Rica. Desde que el Presidente Chaves asume su candidatura presidencial, abraza como estrategia de campaña, un discurso de permanente descrédito contra las distintas instituciones democráticas del país, estrategia que refuerza una vez que toma el control del gobierno. La paradoja de tal actitud, es que pareciera que nuestro Presidente no advierte que uno de los elementos esenciales de la gobernabilidad, es la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, algo que, por ejemplo, es vital en aspectos como la recaudación tributaria, pues los niveles de desconfianza ciudadana en la administración de los distintos intereses públicos, tiende a transitar en paralelo con una baja recaudación tributaria. En otras palabras, si la gente deja de confiar en las distintas dependencias públicas, como lo son, entre otras, la administración de justicia, el parlamento, o las instituciones electorales, el ciudadano también tenderá a evadir sus obligaciones tributarias y, -tal como ya indiqué-, tomará además el atajo de la informalidad, eludiendo la legalidad en todo momento que le sea posible. Esa actitud ciudadana es, precisamente, la que le hará harto difícil la labor al gobernante Chaves que, para el buen funcionamiento de un gobierno, depende de una simbiosis entre funcionarios públicos enfocados en objetivos que les permitan cimentar la capacidad institucional, y una ciudadanía dispuesta a colaborar con esas instituciones. O sea, que los habitantes se involucren en los esfuerzos del desarrollo.  En otras palabras, ante las fallas del sistema, es una estrategia suicida, -y de piernas cortas-, azuzar los resentimientos y las frustraciones de la ciudadanía; inicialmente la táctica puede parecer que funciona, pero es un espejismo, pues no se llegará largo con ella.

 

En sentido contrario, ¿qué nos dice el estudio de los economistas Keefer y Scartascini, que debe hacerse para recuperar la confianza social? Lo primero que afirman es la necesidad de elevar los niveles culturales y educativos de la población, pues su estudio demuestra que las personas mal informadas, y carentes de conocimientos esenciales, son las que tienden a ser más vulnerables al engaño, y como consecuencia, son las que más desconfiarán después del sistema democrático. En cambio, quienes mejor comprenden su entorno, la realidad que los rodea, tienen mayor capacidad de confianza. Otro aspecto vital en tal confianza, es la capacidad del gobernante en enfocarse en las iniciativas públicas que verdaderamente le permitan cumplir sus promesas. Las promesas solo es posible cumplirlas con políticas públicas y proyectos de gobierno concretos, y no con retórica como simple objetivo de manipulación popular. fzamora@abogados.or.cr