martes, 16 de febrero de 2016

EL FUTURO DE RECOPE


Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista

Publicado en el periódico La Nación:
http://www.nacion.com/opinion/foros/futuro-Recope_0_1542845703.html

En torno a la Refinadora Costarricense de Petróleo, existen dos posiciones que han polarizado al país. Un amplio sector de la población exige su cierre. Esto, en razón de los altos costos operativos de la entidad, su excesiva y onerosa planilla, y por el hecho de que ya no cumple su función original de refinar hidrocarburos, lo que ha provocado que en Costa Rica los combustibles sean muy caros. En las antípodas de ese clamor, se encuentran los sectores sindicales y otros actores sociales, quienes defienden la existencia de Recope. Su argumento básico es que la empresa sigue siendo necesaria para la distribución e importación de combustibles. Además sostienen que el costo de su cierre, -amén del desempleo que se provocaría con ello-, acarrearía más problemas de los que solucionaría. Aunque antagónicas, algo de razón llevan ambas posiciones. Ahora bien, si reconocemos lo anterior, y el hecho de que en Costa Rica existe la necesidad de sustituir los combustibles fósiles, la solución costarricense al problema, tal y como paso a explicar, radica en una transformación de la entidad que la convierta en promotora de los nuevos modelos energéticos.

Veamos. Recope es una empresa pública cuyas acciones son propiedad del Estado. Aunque su objetivo original incluye el refinamiento de los productos derivados del petróleo y desarrollar planes energéticos, la realidad práctica es que actualmente se limita al comercio del petróleo, sus derivados, y a mantener sus instalaciones. Tiene además un poder muy particular en ese ámbito, pues administra el monopolio que tiene el Estado sobre esa importación, refinación, y distribución al mayoreo. En el pasado, la entidad contribuyó con el desarrollo a través de políticas de apoyo a la producción nacional mediante el control de costos de los combustibles, subsidios cruzados y homogenización de esos precios. Sin embargo, su actual estructura burocrática es ineficiente en la era digital postindustrial, y debe ser reinventada. Más que el hecho de que su planilla sea cara, el problema es que su objetivo no esté adecuado a las necesidades del momento. Me explico. Recope es una entidad absolutamente enfocada en los combustibles fósiles, siendo que hoy, fuera de tal esquema, no tiene razón de ser. El dilema es que, tal y como expliqué en mi anterior artículo “Libres del petróleo”, (aquí publicado, 11-nov-2015), por razones tecnológicas, ecológicas y económicas, el mundo se enrumba hacia un cambio radical del paradigma energético, en el que los combustibles fósiles son paulatinamente sustituidos. La explotación de las nuevas energías, como lo son la derivada de los biocombustibles, o la solar, implican una explotación más económica, y además, una posibilidad de exacción descentralizada. Expertos de prestigio internacional, -como lo es el Ing. Ricardo Solera-, certifican que, si de energías alternativas se trata, en nuestro país la opción viable radica en los biocombustibles. Allí hay todo un novedoso potencial, donde un Recope transformado podría incidir estratégicamente.

 

Datos corroborados por el Ministerio de Agricultura y la Organización de Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, han determinado que, en nuestro país, existe una cifra cercana al millón de hectáreas ociosas. Ahí se incluyen tierras que, por diferentes motivos, ya no tienen capacidad productiva. Sea porque es tierra degradada, sobreexplotada con ganado, o porque es laderosa. Pues bien, existen cultivos como el de la higuerilla o la palma de coyol que, aparte del hecho de que son enormemente eficaces para producir aceites y combustibles, tiene capacidad de reforestar ese tipo de tierra improductiva. Si se implementara una política pública agresiva alrededor de esos cultivos y de la comercialización de sus biocombustibles, los beneficios en el aspecto ecológico, económico, agrario y social, serían incalculables. Repasemos porqué. En relación al aspecto ecológico. La palma de coyol es una especie reforestadora que, al cultivarse, produce y captura biomasa durante ochenta años. Si bien es cierto produce combustibles de gran eficiencia para la circulación de vehículos, las plantas capturan más CO2 del que emiten los combustibles que ellas misma producen, por lo cual es una explotación ambientalmente sostenible.

 

Revisemos ahora el aspecto agrario, económico y social. Si se lograse una transformación de Recope como entidad promotora de combustibles alternativos, y ella comprara a precio regular el biocombustible derivado de esos cultivos, la rentabilidad estimada del mismo es superior a los cinco mil dólares por hectárea. Son cultivos de altísimo nivel de utilidad económica. Las estimaciones demuestran que estos cultivos conquistarían un aproximado de doscientos mil empleos directos. A ello se suman los indirectos, provocados por una parte, de las consecuencias de la misma actividad agraria, y por otra, del hecho de que esta política lograría la drástica reducción de combustibles importados, generando al país un ahorro mucho mayor a los mil millones de dólares anuales. Ese ahorro lograría, a su vez, que los recursos financieros se mantengan circulando internamente, estimulando un efecto multiplicador. Otro importante beneficio está relacionado con la seguridad nacional. De implementarse ese modelo energético, seríamos autosuficientes en buena parte del consumo y producción de combustible, por lo que ya no dependeríamos del suministro petrolero de terceros países y de los caprichosos vaivenes de esos mercados.

 

En razón de alcanzar esos revolucionarios objetivos energéticos, Recope tendría que  convertirse en una empresa de desarrollo y comercialización energética general, sin estar limitada en función exclusiva del petróleo crudo y sus derivados. Un Recope así reconvertido, estaría llamado, -entre otros objetivos-, a distribuir y realizar las mezclas de combustibles (alcohol-gasolina y biodiesel-diesel) que promueve el actual proyecto de ley de biocombustibles. Igualmente tendría un papel preponderante en la compra y comercialización general de los nuevos biocombustibles, de forma que los productores agroindustriales tengan garantizada la compra de su fruto. Así, gracias al monopolio actualmente administrado por Recope, la nueva entidad jugaría un papel vital en el desincentivo de la importación de petróleo, y además un rol protagónico estimulando el uso de biocombustibles. Para todo ello, insisto, requerimos su radical transformación, pues no es posible otorgarle tal responsabilidad a una entidad ineficiente como la que actualmente sufrimos. fzamora@abogados.or.cr

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