lunes, 18 de abril de 2016

EN CONTRACORRIENTE DE LA NUEVA HISTORIA

Dr. Fernando Zamora Castellanos.
Abogado constitucionalista

 

Publicado en el diario La Nación
http://www.nacion.com/opinion/foros/contracorriente-nueva-historia_0_1555444447.html

 

Vivimos un proceso histórico de dimensiones inescrutables. Este provocará la radical transformación de la burocracia que hoy conocemos. Con el advenimiento del cambio de paradigma comunicación-energía, el mundo está viviendo una revolución en la forma de organización humana y una de las primeras damnificadas de este cambio es la gran organización industrial. Ese tipo de organización empresarial tuvo su auge en el Siglo XX, con la consolidación de la matriz de comunicación-energía que surgió a partir de los combustibles fósiles y las telecomunicaciones. En sus obras sociológicas, Max Weber las describió como organizaciones de gran dimensión piramidal, con un ejercicio vertical de la autoridad, recursos espacialmente concentrados, definición esquemática de tareas, actividades estrictamente regladas, producción en serie, criterios ortodoxos de evaluación, división formal del trabajo en tareas y actividades y clasificación estandarizada de productos, entre otras características. Todo con el objetivo de que se pudiesen concentrar múltiples actividades bajo una misma gran infraestructura central. De hecho, a inicios del siglo XX, el experto en administración F.W.Taylor, se convirtió en una celebridad por racionalizar el comportamiento humano para amoldarlo a las formas de organización burocrática industrial. Sus investigaciones sobre el comportamiento laboral, llegaron al extremo de calcularlo en fracciones de segundo. Así fue la organización humana prototipo durante la sociedad industrial del Siglo XX. Tanto en el capitalismo industrial de libre mercado occidental, como en aquellas economías de capitalismo de Estado socialista, como lo fue la Unión Soviética.

 

Si algo se le reconoce de forma generalizada a Karl Marx, es que acertó al describir el alto grado de influencia que la estructura económica ejerce sobre la organización burocrática del Estado. La organización burocrática que administra el poder está diseñada a imagen y semejanza de la organización productiva imperante, y la burocracia estatal del siglo XX fue fiel reflejo de su gran organización industrial contemporánea. Una burocracia de gran dimensión, vertical, centralista, de actividad serial concentrada bajo una misma gran infraestructura central, entre otras características hechas a imagen y semejanza de la organización industrial. No cabe duda que las burocracias estatales del siglo veinte se moldearon a partir de esa concepción de la organización humana. Así también nuestras dependencias y ministerios se organizaron imitando el orden productivo industrial. Por ejemplo existen entidades como el MEP, que controlan desde una megadependencia centralizada, todo el proceso de reclutamiento, ascensos, pagos, incentivos y un largo etcétera que implican la actividad, tanto de la administración del personal docente en los cantones, como de todos aquellos otros elementos que garantizan la calidad educativa. Y así sucede con prácticamente toda la actividad del Estado costarricense, como es el caso de la administración centralizada de la asistencia social. Todo ello es derivación de una vetusta idea -nacida en la sociedad industrial del siglo pasado-, que consiste en el axioma de que los desafíos nacionales se resuelven mediante una burocracia organizada a semejanza de una gran “fábrica”, de donde emanan las soluciones. Y esta gran “fábrica” se organiza a través de una “burocracia industrial” centralista, concentradora de recursos y poder. Desde una megaoficina,  productora “en serie” de las soluciones y medidas de gobierno.

 

Pero se está escribiendo una nueva historia. Con la revolución de la novedosa matriz comunicación-energía que se consolida en este siglo veintiuno, la organización productiva de hoy tiene una connotación diferente, y esta forma de organización provocará una radical transformación de la organización del Estado. A diferencia de la anterior, la actual organización productiva del siglo XXI será cada vez más reticular, horizontal, descentralizada y desconcentrada. Exactamente a la inversa de lo que fue la pasada forma de organización industrial. Por ello, antiguos gigantes de la burocracia industrial privada colapsaron frente al desafío que les impusieron empresas competidoras organizadas reticularmente, o sea, en redes. Y este fenómeno también provocará una radical transformación de la organización burocrática estatal, la cual funcionará de forma descentralizada a través de entidades locales y sectoriales, cercanas a las comunidades, y con un alto nivel de autonomía. Así, un sector público moderno, debe depender más de formas de organización no estatales que actúen en alianza con los gobiernos locales. Ilustremos un ejemplo. ¿Quién sería más eficiente para detectar a las personas realmente necesitadas de asistencia social?, ¿Las asociaciones de desarrollo comunal debidamente empoderadas y legitimadas, o la burocracia afincada en el IMAS?  No cabe duda que la comunidad organizada siempre tendrá un mejor criterio, pues conoce de primera mano y de forma permanente, la realidad de su entorno inmediato. Además, ese tipo de organizaciones públicas no burocráticas hacen su trabajo con un costo marginal mínimo lo que implica un ahorro al erario público. Y ese es solo un ejemplo. Así como debe desconcentrarse la administración pública de la asistencia social, también debe trasladarse a los cantones aspectos como la administración del personal docente que actualmente se maneja en forma piramidal en el MEP, u otros servicios como lo es el régimen de salud preventiva. La fuerza de mi argumento se sustenta en la experiencia: el traslado del viejo “impuesto territorial” desde el gobierno central hacia las municipalidades, mejoró sustancialmente su recaudación, administración y aplicación. El que dude, que revise las estadísticas.

 

Razones como las que he expuesto, son las que me obligan a combatir los proyectos de ley que insisten en la centralización piramidal de la burocracia pública. Ejemplo de este tipo de proyectos inconvenientes-redactados para una realidad que muere-, es la iniciativa titulada C.E.R.R.A.R. Entre otros aspectos, el proyecto de ley propone la creación de un megaministerio de Asistencia Social, el cual acumulará, bajo su cobijo, múltiples funciones. Concentra la actividad del IMAS, la de FONABE, la de Asignaciones Familiares, o la dirección de desarrollo social de Trabajo, entre otras medidas de inadecuada concentración. Su autor, el diputado Ottón Solís, es un político responsable,  y por ello no dudo que el proyecto tiene buenas intenciones. Pero son iniciativas que, por las razones que he indicado, transitan en contravía de la nueva historia.

fzamora@abogados.or.cr

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