lunes, 28 de junio de 2010

SOCIALDEMOCRACIA Y LAS FUERZAS MORALES DE LA ECONOMIA

Dr.Fernando Zamora Castellanos

Abogado constitucionalista

Publicado en el Diario Español El Imparcial bajo la dirección:

http://www.elimparcial.es/sociedad/socialdemocracia-y-las-fuerzas-morales-de-la-economia-66107.html

Tambien en el periódico La Nación en la dirección

http://www.nacion.com/2010-06-27/Opinion/Foro/Opinion2424319.aspx

La pasada crisis financiera reveló el fracaso del monetarismo especulativo, el cual se sumó al anterior colapso del socialismo real. De las lecciones aprendidas se deduce la supremacía de la tesis socialdemócrata moderna, que propone que las fuerzas productivas libres deben ser conducidas de tal forma que éstas se conviertan en promotoras de soluciones ante los desafíos colectivos. Lo anterior no significa limitar la libertad de las fuerzas económicas, pues quienes abrazan ese dogma, creen que por sí sola la actividad productiva libre es perversa. Nada más errado. La socialdemocracia nació para orientar la libertad, nunca para devaluarla. Este es uno de sus postulados filosóficos esenciales. El buen socialdemócrata también es un amante de la libertad, pero reconoce que las políticas públicas pueden convertirse en conductoras de las fuerzas del capital, de tal forma que actúen como poderosos motores capaces de enfrentar los desafíos sociales. Por ello, en lugar de detener la mano invisible del mercado, el socialdemócrata afirma la necesidad de que esa mano exista, pero orientada. Por eso lo más censurable del monetarismo especulativo es su incapacidad para contestar hacia qué fines morales dirige todo el monumental esfuerzo productivo de la sociedad. Carece de respuestas y se limita en función de un despropósito, activar una maquinaria de consumo sin sentido teleológico. Lujo que ya el planeta no se puede dar. Pero el hecho de que el sistema de mercado sin dirección moral fracasara, no implica que por sí sola la herramienta no sea útil, como sí sucede cuando canaliza hacia fines éticos las potencias que desata. En esa diferencia se sostiene la esencia de una propuesta socialdemócrata moderna. Como la trágica Princesa de Argos, las fuerzas del mercado pueden ser tanto monstruosas como salvadoras. Dependerá de los fines hacia los cuales éstas sean conducidas. La descomunal capacidad que poseen las fuerzas del capital para conquistar logros colectivos, fue históricamente probada por la tenebrosa conducción del nacional socialismo alemán. Por desgracia, eran abyectos los fines de aquellas descomunales conquistas. Como en el mito de la caja de Pandora, cuando ellas son desatadas vesánicas e ingobernadas, son promotoras de muchos males. Pero si son conducidas moralmente, actúan como un Prometeo sin cadenas: en beneficio del hombre. Fidel Castro insiste en su discurso de que el planeta no sobrevivirá el ritmo actual de consumo mundial, pero la alternativa que ofrece es falaz: el socialismo real. Un atavismo que implica retroceder, -como lo hizo Cuba-, al arado con bueyes. Ante los descomunales desafíos mundiales en materia alimentaria, energética y ambiental, astutamente lleva agua a sus molinos y juega con el espejismo de que la solución es proscribir el mercado. Cuando el Presidente de los Estados Unidos exigió a Detroit que recondujera la producción de sus ineficientes vehículos en función de una producción automotriz ambientalmente amigable y energéticamente novedosa, insinuaba la vía correcta para enfrentar los retos. La instauración de políticas públicas que aspiren a dirigir las potencias del sistema de mercado hacia la solución de los grandes desafíos humanos. En ese caso, dando norte a las potencias de la industria automotriz, sujetándolas para que contribuyan al desarrollo de formas de locomoción energéticamente amigables. Exigencias como las que le hizo el gobierno estadounidense a sus compañías automotrices, habrán de implementarse a escala global y en muchas otras actividades económicas en las que se torna indispensable la investigación y el desarrollo de tecnologías que contribuyan a combatir los tres desafíos más acuciantes de la humanidad, en primer término el alimentario, el ambiental, y el energético. Si las fuerzas económicas que operan sobre el fundamento de la libertad individual, son éticamente dirigidas hacia los fines del desarrollo sostenible, éstas son capaces de logros sociales titánicos. Políticas públicas novedosas, -como por ejemplo la concesión de obra-, van permitiendo enfrentar los desafíos con los que se topan los Estados nacionales y que ya no pueden resolver por sí solos. Pese a ello, leo constantemente que en nuestra región, ciertos partidos y movimientos políticos, -que se autodenominan socialdemócratas-, satanizan el hecho de que las soluciones a los problemas públicos sean ejecutadas desde fuera de la burocracia directa del Estado. Ciertamente son socialdemócratas, pero sus bitácoras ideológicas se detuvieron en el año 1950. Partidos de hoy, con las soluciones de ayer. Que hubiesen producido buenos consejeros a los gobiernos de Betancourt, Figueres Ferrer, o Lázaro Cárdenas, pero nunca funcionales para las necesidades de esta era del conocimiento. El chantaje petrolero y la insuficiencia energética, por ejemplo, es uno de los más desafiantes retos que enfrentará latinoamérica en los próximos años. Países como Costa Rica o Colombia, -cuyas capacidades hídricas son envidiables-, habrán de desarrollar infraestructura hidroeléctrica de tal magnitud, que requerirán de la confluencia de buena parte de la iniciativa privada para conquistar obras de tal envergadura. Hacia esos loables objetivos habremos de conducir la capacidad productiva de nuestras comunidades nacionales. De esta necesidad se desprende otro gran desafío político: la implementación de eficientes mecanismos de control ético sobre la participación privada en la obra pública. Los diarios y los estrados judiciales de nuestros países han sido escenario de constantes escándalos sustentados por la corrupción existente alrededor de las intrincadas redes tejidas en derredor de los grupos de interés asociados a las contrataciones con el Estado, y el poder económico e influencia política que generan. Y esta depreciación del sistema republicano se ha entronizado de forma tan descarada, que hoy muchas de las posiciones del poder político no son ocupadas por individuos con genuinas inquietudes de servicio público, sino por ex funcionarios de empresas contratistas, sus asesores legales o miembros claramente asociados a esos intereses. Vicios que hacen daño a la libertad económica, pero que solo por la vía republicana habremos de corregir. fzamora@abogados.or.cr

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