martes, 22 de junio de 2010

UNA PROPUESTA ABSURDA

Dr.Fernando Zamora Castellanos

Abogado constitucionalista


Por razones sustentadas en la esencia misma de las instituciones del derecho familiar, las propuestas legislativas a favor de las uniones civiles homosexuales resultan en una incoherencia supina. A la luz del derecho expliquemos el sinsentido de ese despropósito. ¿Por qué y para qué fueron originalmente ideados la pensión alimenticia y los bienes gananciales matrimoniales? Ambos son institutos del derecho moderno que surgieron como una necesidad de reconocimiento de la división familiar del trabajo. Y por las razones que indicaremos, esa necesidad es imposible que en nuestro medio la tengan las parejas de un mismo sexo. Veamos. Sabemos que por razones naturales es al género femenino a quien corresponde el largo proceso de parto. Como derivación natural asociada a la continuidad de este proceso, es usual que a la madre corresponda la crianza y educación de los menores en el hogar. El hecho de que la labor doméstica de la madre en el hogar no sea remunerada, la coloca en una situación de clara desventaja que el derecho familiar remedió por la vía de los bienes gananciales y la pensión alimentaria a favor de la cónyuge o conviviente responsable de la labor doméstica. Esencialmente esas instituciones entonces nacen a raíz de la desventaja económica derivada de quien procrea y cría los hijos, pues el responsable de tal deber dentro del núcleo familiar debe sacrificar su desarrollo laboral que es económicamente remunerable, para dedicarse a la atención y formación de los menores. Dicho costo de oportunidad, -que casi siempre lo asume la madre-, ameritaba entonces y amerita hoy, ser reconocido y económicamente recompensado. De ahí que el derecho familiar moderno instituyera, por una parte, los derechos alimentarios y por otra, los derechos gananciales. Todo en protección de los intereses de la madre, que generalmente es la parte que se encuentra en la situación de desventaja ya descrita. Lo anterior solo es materialmente posible en las convivencias entre un hombre y una mujer, pues dos personas de un mismo sexo no pueden procrear hijos y se encuentran además en la misma igualdad de condiciones de género. Sumado a lo anterior, aquí dos personas de un mismo sexo están imposibilitadas de adoptar menores, por lo que no existe entonces ningún factor que justifique desigualdad alguna de un conviviente respecto del otro, que amerite el obligar a nuestro Estado a regular las convivencias entre homosexuales por esas razones. Ninguno de ambos debe responsabilizarse de la crianza de ningún menor y además, ambos se encuentran, por razones tanto de género como naturales, en absoluta igualdad de condiciones para trabajar y contribuir con la sociedad. Así las cosas, es absurdo trasladar este instituto del derecho familiar a las parejas del mismo sexo, ya que, -perteneciendo al mismo género y biológicamente impedidas de procrear-, se encuentran en absoluta igualdad de condiciones laboral-productivas. De ahí también el absurdo de pretender pensiones estatales por esos motivos. Creo que esta ocurrencia, que bastante cara nos va a salir a los costarricenses pues habrá de resolverse en referendo, en realidad oculta otras intenciones. ¿Cuál es el objetivo de esta campaña? El mismo que ya se ha implementado en otros países. Ir minando ante la opinión pública, los valores fundadores y la cultura constitucional de las naciones cristianas. Algunos países ricos, presionados por la convergencia del ateísmo, y adormecidos por el espejismo de la abundancia económica, han llevado al extremo ese fundamentalismo secular y han prohibido la formación espiritual cristiana en sus escuelas. El profesor de Oxford K.Ward, sostiene que, en la proclividad de una naturaleza egocéntrica del hombre -que busca eliminar todo cuanto amenaza la soberanía de sus deseos egoístas-, se encuentra la explicación de esta tendencia. El siglo XX conoció la cultura de la muerte derivada del apetito de poder y de riqueza, pero en el siglo XXI, esa misma cultura la estamos conociendo además, por el culto a un hedonismo feroz. Así como a los materialistas les parece inconcebible un propósito primigenio trascendente, a los cultores del hedonismo también les es inconcebible que pueda existir algún propósito detrás de un sacrificio incondicional. Por ejemplo, conservar la vida de un niño en el vientre, -pese al costo individual que eventualmente ello pueda conllevar-, es, para el hedonista contumaz, un sinsentido. Es que lamentablemente vivimos tiempos de desprecio hacia la noción o idea de lo que la verdad es. Casi con aires de pedantería intelectual, está en boga asegurar que la única certeza existente es la que la niega. Y esa convicción de despropósito con la que se mal forman grandes mayorías sociales, resulta en un grave problema contemporáneo con el que lidia hoy la humanidad, pues ya sea para resolver trivialidades, o para tomar las grandes decisiones morales que debe enfrentar un hombre en su existencia, resulta indispensable el conocimiento y constante aplicación de la verdad. Y como sociedad esa necesidad es igual de severa. Las generaciones que fundaron muchas de las naciones americanas eran conscientes de ello. Por eso las cimentaron sobre los valores cristianos, lo que es menester recordar en momentos en que -desde todo frente-, el cristianismo, está sometido a tan agresiva persecución. fzamora@abogados.or.cr

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