lunes, 10 de octubre de 2022

JINETES DEL APOCALIPSIS CULTURAL

 Dr. Fernando Zamora Castellanos.

Abogado constitucionalista

 

El sábado 1 de octubre, la editorial de la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA) me hizo el honor de presentar mi nuevo libro titulado Raíz de miseria, donde expongo sobre la influencia del coeficiente cultural de las naciones, ya sea en la prosperidad o en la ruina y caos de éstas. La obra aspira a contribuir en el debate sobre las diversas teorías del desarrollo, y su tesis central es que la prosperidad de una sociedad es resultado de su cultura, y que dicha cultura es, a su vez, consecuencia de la vocación moral que orienta la conducta de los ciudadanos y da sentido a sus conocimientos. Es la razón por la que la cultura, desde siempre, ha estado asociada a una espiritualidad con compromiso moral.

 

A partir de ese antecedente, en este artículo quiero anotar unas ideas marginales a mi libro, pero que se deducen de él, y que aquí he decidido denominar los “cuatro jinetes del apocalipsis cultural”. La noción de los jinetes la extraigo como simple metáfora de los famosos jinetes apocalípticos que, según la tradición, representan la gloria, el hambre, las pestes y la guerra. Pero los jinetes apocalípticos que cito aquí, responden a otras realidades estrictamente culturales.

 

El primer jinete del apocalipsis cultural son las drogas. En su obra sobre la historia de las drogas, el periodista colombiano Leonidas Gómez nos expone el exponencial crecimiento del uso de narcóticos a partir del inicio de la década de 1970. Según el último informe de la oficina contra las drogas de la ONU, (UNODC) sobre el consumo mundial de drogas 2022, la moda de legalizar el cannabis en los países, ha acelerado el consumo diario, y con ello, las consecuencias relacionadas para la salud física y psicológica del mundo. De acuerdo a ese informe, con la legalización del cannabis en Norteamérica aumentó su consumo diario, y cito textual: “especialmente el de productos cannábicos potentes, y sobre todo entre las personas adultas jóvenes que se inician con la marihuana”.  No es necesario recordar que, con ello, después quedan atrapados en otro tipo de drogas más potentes. Siguiendo este mismo informe, en el año 2020, los estudios de dicha oficina registraron un aumento del 26% respecto a la década anterior. Las personas jóvenes están consumiendo más drogas, y en muchos países, los niveles de consumo actuales son más altos que los de la generación anterior. De hecho, su directora ejecutiva, la egipcia Ghada Waly, declaró que "las cifras de producción e incautación de muchas drogas ilícitas están alcanzando niveles récord”.

 

El segundo jinete del apocalipsis cultural es la doctrina sexual utilitaria, que consiste en la tendencia y práctica de desligar la actividad sexual de su valor moral y espiritual intrínseco. Es la reducción del sexo como simple medio de placer, y hacer del ser humano, generalmente la mujer, un objeto de ese fin hedonista. Esa doctrina arranca con la revolución sexual de finales de los años de 1960, y su más patológica manifestación es el fenómeno pornográfico originado en ella. En su obra titulada “Lo que debes saber sobre la vida”, el prestigioso psiquiatra español Enrique Rojas, la califica como una epidemia que representa, en sus propias palabras: “un nuevo azote mundial, una plaga destructiva e incontrolable”.  De acuerdo a las estadísticas que Rojas cita en su obra, resulta claro que buena parte de la educación sexual de los niños con edades comprendidas entre los diez y doce años, está en manos de la pornografía. De hecho, en diciembre del 2018, en Google se contabilizaron unos dos mil millones de entradas digitales con la palabra pornografía, o con la referencia triple X. Ni qué decir de los adolescentes y adultos que quedan atrapados en ella. La otra cara de la tragedia, es que la educación sexual que se ofrece formalmente hoy en el sistema educativo, está en gran medida también contaminada por esa doctrina sexual utilitaria.

    

El tercer jinete del apocalipsis cultural es el relativismo moral. Ese relativismo, y la devaluación del concepto de lo que la verdad significa, representan una tragedia para la cultura, pues los criterios morales sólidos son la base para disfrutar de una verdadera libertad. El individualismo, el consumismo como fin en sí mismo, y la tendencia a la permisividad en las sociedades, son corrientes que se están imponiendo, y cuando dicho relativismo moral se entroniza, con él toma carta de poder la dictadura de los apetitos. Así, sin criterios morales sólidos, es casi imposible ejercitar la voluntad, que es la cima del carácter. Sin voluntad los objetivos vitales son imposibles, y ni qué decir los ideales, que son la noción cumbre de nuestra existencia, pues no existe posibilidad de que una gran vida culmine sin que ella esté condicionada a la persecución del ideal en sus diferentes facetas. ¿Cuáles? el máximo ideal cívico, que nos lleva al heroísmo patriótico, el máximo ideal estético, que nos lleva a la forja del gran artista, el máximo ideal espiritual, que nos lleva a la santidad, el máximo ideal educativo, que nos lleva al sacrificio de la vocación docente, o sea el máximo ideal económico-productivo, que nos lleva a la excelencia en el trabajo o el emprendimiento. Por el contrario, en el relativismo moral es imposible dar respuesta a las grandes interrogantes de la existencia, algo que es indispensable para vivir, pues tal y como afirmaba Zygmunt Bauman, cuando ese relativismo se impone, se derrumban los territorios sólidos o firmes que permiten ofrecer esas respuestas, que tienen todas ellas, trasfondo espiritual como regla.       

 

El cuarto jinete del apocalipsis cultural es la contracultura del placer, ese fenómeno decadente que José Manuel Martínez llamó la sociedad del entretenimiento y Vargas Llosa la civilización del espectáculo.  En las sociedades cautivas por la contracultura del placer, los valores trascendentes, esos que dan sentido a la vida, son sustituidos por un utilitarismo egoísta enfocado en el mero deleite sensual, o en la satisfacción de los deseos y los apetitos. Allí donde las personas renuncian a la aspiración de cumplir un objetivo trascendente de vida, y se limitan a complacer lo que apetecen sus sentidos. Cuando se anhela alcanzar un ideal, se claudica a lo inmediato en razón de aspirar a lo lejano, mientras que, una vida centrada en el placer, corre en el sentido inverso:  renuncia a lo lejano en función de agostar lo inmediato. Vidas vacías que no tienen la capacidad de retardar la gratificación, a cambio de aspirar a lo que es superior. fzamora@abogados.or.cr  

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